¿Qué es nacionalizar el comercio exterior?
Por José Castillo (El Socialista)
Todos sabemos que la Argentina es un país rico. Produce alimentos para 400 millones de personas. Tiene gas, petróleo y varios minerales estratégicos. Sin embargo, aumentan la pobreza, los bajos salarios y el desempleo. Vamos de crisis en crisis. ¿Por qué? La respuesta es una sola: somos una semicolonia capitalista del imperialismo.
Sufrimos el saqueo de la deuda externa. Pero no solo eso. El comercio exterior (lo que se vende al exterior –exportaciones– y lo que se compra –importaciones–), quién lo hace y quién termina apropiándose de los dólares de ese negocio, es una parte esencial del mecanismo por el cual se llevan nuestras riquezas. Y que se complementa con la fuga de capitales y las bicicletas financieras que terminan en feroces devaluaciones de nuestra moneda (lo que hace, a su vez, que suban los precios y se pulvericen salarios y jubilaciones).
Por eso es fundamental, como medida complementaria a romper con el FMI y dejar de pagar la deuda, que un gobierno de los trabajadores tome el control efectivo del comercio exterior. Se trata de crear un ente estatal que, articulado con una banca también nacionalizada, tenga el manejo de esta actividad estratégica.
Ese organismo estatal de comercio exterior tendrá a su cargo diversas funciones. Determinará qué se puede exportar una vez cubiertas las necesidades populares de consumo interno. Se terminará así con cuestiones inexplicables, como que en un país con una gran industria láctea la leche sea un artículo de lujo, o que falte en las góndolas porque se prioriza la venta al exterior. O con los precios exorbitantes del pan, porque se fija el valor de la harina siguiendo el precio en dólares del trigo. Para resolver estos problemas el ente de comercio exterior adquirirá los bienes destinados a la exportación a los productores, les pagará en pesos y los acopiará antes de definir si van al consumo interno o la exportación. Tendrá la potestad, incluso, de pagarle más al pequeño productor que al grande. Luego, el Estado venderá aquello que se decide exportar, percibiendo directamente los dólares (y no como ahora, que quienes lo cobran son las multinacionales). Y así podrá definir a dónde destinar esas divisas.
Asimismo, ese ente nacional de comercio exterior será el que autorizará qué bienes se importarán, aquellos que realmente se necesiten y no estemos en condiciones de producir. Se evitará así el actual despilfarro de dólares en compras de miles de productos que terminan compitiendo y haciendo quebrar a la industria local.
La nacionalización del comercio exterior nos permitirá recuperar la potestad de elegir a quién vender y a quién comprar, en qué moneda y sobre la base de qué intereses estratégicos hacerlo, ayudando así a romper la dependencia a que siempre quieren someternos el imperialismo y sus empresas. Podremos así conquistar nuevos mercados, e incluso decidir compensar exportaciones e importaciones con algún país directamente, ahorrándonos el trámite de cobros y pagos en dólares y las comisiones millonarias de los intermediarios.
El ente de comercio exterior tomará el control de las divisas extranjeras a partir de monopolizar las exportaciones y las importaciones. Así, junto con la banca nacionalizada, estará en condiciones de decidir a quién y a qué cotización vender o comprar dólares u otras monedas. Se terminará así con la actual especulación cambiaria y la fuga de capitales.
Todo esto es lo opuesto al “vale todo” del libre cambio que tenemos con el gobierno de Macri. Pero también a “cepos”, o “comercio administrado”, donde los permisos para importar debían pasar por secretarías como la que manejaba Guillermo Moreno, u otras medidas inútiles que solo sirven para que algunos amigos del gobierno hagan sus negocios, pagos de coimas mediante.
La nacionalización del comercio exterior y de la banca son medidas esenciales para un programa de emergencia que, comenzando por la ruptura con el FMI y el no pago de la deuda, ponga la prioridad en resolver las más urgentes necesidades populares. Por supuesto que deben estar acompañadas por otras. Remitiéndonos solamente a los rubros directamente vinculados a la exportación, se impone la reestatización de todo el complejo gasífero petrolero, rescindiendo las concesiones a las multinacionales del sector y concentrando todo en una o dos empresas estatales (tal como fueron históricamente YPF y Gas del Estado), que funcionen gestionadas directamente por sus trabajadores. En lo que respecta al complejo agroexportador, será necesaria la realización de una profunda reforma agraria que expropie a los grandes terratenientes, respetando al pequeño productor y a la propiedad cooperativa, para así potenciar tanto el acceso a la tierra como un desarrollo productivo integral y equilibrado. Todo en el camino de un régimen social distinto, el único que puede garantizar el real desarrollo de la economía argentina y la satisfacción de las necesidades del pueblo trabajador: el socialismo.
El comercio exterior argentino copado por las multinacionales
Se trata de una realidad que viene de lejos. Es así durante el macrismo, pero también lo fue en la época kirchnerista. Un grupo de empresas transnacionales monopolizan nuestras exportaciones. Ellas venden nuestras riquezas, prácticamente no pagan impuestos, son dueñas hasta de los puertos por donde salen los productos, nadie las controla y, en la mayoría de los casos, ni siquiera reinvierten los dólares que cobran en la economía argentina.
Son un puñado de apenas quince empresas que exportan por más de 1.000 millones de dólares. Si exceptuamos a YPF y Techint, la presencia de multinacionales extranjeras es apabullante: Cargill, ADM, Bunge, Cofco y Dreyfuss aparecen como las principales exportadoras del complejo agrícola. A esto hay que sumar las terminales automotrices, todas extranjeras (Toyota, Fiat, Ford, Volkswagen). Y los pulpos transnacionales del gas y el petróleo. Así es cómo nuestras riquezas y el trabajo argentino se terminan yendo por el agujero de un comercio exterior al servicio del capital imperialista.