Las mujeres trans son mujeres. Rechazamos al llamado feminismo transexcluyente

 

Por Mujeres en Lucha

Desde Mujeres en Lucha, organización de activistas feministas independientes y del Partido Socialismo y Libertad, consideramos sin ninguna duda que las mujeres trans son mujeres. Apostamos a un feminismo con perspectiva de clase, y el feminismo transexcluyente es un feminismo burgués, que con su discriminación promueve que las mujeres trans sufran más precariedad laboral, perdida de autonomía sobre sus cuerpos y vidas, y formas de exclusión que dificultan su acceso a derechos sociales universales.

En ese sentido, confiamos en la fuerza de la movilización del conjunto de las mujeres para exigir al Estado y a la sociedad políticas que permitan superar la condición de marginalidad social en la que viven la mayoría de las personas trans; hombres, mujeres o no-binaries.

Orígenes de las corrientes feministas transexcluyentes

El 3 de diciembre del 2019, diversos medios del Estado español difundieron la aparición de Elsa, una niña trans de nueve años, en el parlamento de Extremadura. Días después, el
Partido Feminista de España, organización presidida por la conocida feminista transexcluyente Lidia Falcón, publicó un comunicado en que denunciaba la aparición de la niña como “violencia contra la infancia”, amenazó con denunciar a los padres de la joven por “maltrato infantil”, y atribuyó al «lobby gay» la pretensión o el propósito encubierto de «legalizar la prostitución y la explotación reproductiva».

Desde ese momento, ha arreciado una campaña del feminismo transexcluyente, que tiene mucho peso comunicacional en el Estado español y ha conseguido resonancia en feministas transexcluyentes de países de América Latina.

Todos los movimientos sociales se fundan en la construcción de una identidad que es por su propia naturaleza excluyente. Esto implica que los movimientos sociales deben revisar
constantemente sus fuentes a fin de no excluir a los sectores que pertenecen a los
márgenes del movimiento. El feminismo no es la excepción a esto. Históricamente, ha sido muy conocida la exclusión de mujeres de diversos sectores -mujeres lesbianas, negras,
migrantes, trabajadoras sexuales, etc.- durante el auge y desarrollo del movimiento
feminista desde sus orígenes históricos en la Ilustración y los movimientos sufragistas.

Es harto conocida la pretensión excluyente de la feminista liberal Betty Friedan, la psicóloga autora del clásico La mística de la feminidad de las mujeres lesbianas de la National Organization for Women, a quienes calificó como “La Amenaza Lavanda”, que fue el término con que las mujeres lesbianas pertenecientes a la organización se autodenominaron para responder a
las pretensiones lesbófobas de la cofundadora de la organización.

El feminismo transexcluyente cunde raíces en el período de auge del movimiento
antipornografía. Fruto de este movimiento, se habían gestado dos grandes sub ramas del
feminismo que por aquel entonces lograrían un relevante crecimiento e influencia: el
feminismo separatista y el feminismo cultural. Ambos feminismos compartirían un rechazo exacerbado a los hombres por el mero hecho de ser hombres. Nombres notables de esta tama son los de la teóloga feminista Mary Daly, Germaine Greer, Susan Brownmiller, Julie Bindel y Janice Raymond. Esta última es la referente intelectual más destacada del feminismo transexcluyente.

Hacia fines de los setenta, una organización dedicada a la producción musical denominada Olivia Records, permitió el ingreso de una destacada activista transgénero llamada Sandy Stone, a esta organización también pertenecía Janice Raymond, quien dedicó el manifiesto
del feminismo transexcluyente, The transsexual empire, a vociferar improperios contra ella. Raymond acusaba a Stone de querer infiltrarse en el movimiento de mujeres y en la organización y contaminarla con su energía masculina. En el libro además afirmaba auténticos disparates, tales como que los nazis habían desarrollado las cirugías de reasignación de sexo y que las mujeres trans eran como violadores en espíritu porque “se reapropiaban de la feminidad”.

Actualmente, con el crecimiento de la extrema derecha en el mundo y la incapacidad de algunas corrientes reformistas de izquierda para capitalizar las demandas de los trabajadores y los sectores populares, asistimos a un resurgimiento de esta postura, que se creía superada.

En el mundo hispanoparlante ha logrado un notable crecimiento. En 2019, durante las conferencias impartidas en la Escuela Rosario de Acuña, financiada por el Ayuntamiento de Gijón, España, destacadas exponentes del feminismo ilustrado tales como Amelia Valcárcel, Alicia Miyares, Rosa María Rodríguez Magda o María José Guerra Palmero, bajo el pretexto de plantar cara a los estudios queer, se ensañaron con las personas trans y se pronunciaron abiertamente contra el movimiento transgénero.

La diferencia entre sexo y género

La distinción entre sexo y género fue introducida por la ciencia médica de la mano de los psiquiatras Milton Diamond, John Money y Robert Stoller, si bien ya estaba implícita en la célebre sentencia de Simone de Beauvoir “no se nace mujer, se llega a serlo”. Con esta distinción se apuntaba a señalar las diferencias anatómicas entre hombres y mujeres -el sexo- frente a la construcción social de estas diferencias -el género-. La antropóloga feminista Gayle Rubin, en un leidísimo ensayo titulado Traffic in women, argumenta que todas las sociedades establecen un criterio que determina el género y que por lo general está fundado en caracterizar conceptualmente las diferencias biológicas entre los géneros, a lo que llamó el sistema sexo-género.

Históricamente, los criterios que se han usado para determinar qué sujetos son hombres y qué sujetos son mujeres no han permanecido uniformes ni temporal ni espacialmente. Es decir, existen sociedades que reconocen más de dos géneros (las muxes en México son reconocidas como un tercer género, las hijras en la India también, las mahus en Polinesia, los two-spirits en diversas comunidades indígenas norteamericanas, etc.) e históricamente, incluso en Occidente, no ha habido siempre un criterio uniformemente establecido que determine este criterio. Así, es posible constatar la existencia histórica de individuos que lograron ser aceptados como hombres o como mujeres pese a no tener las características biológicamente asociadas a esos géneros.

Fue la medicina positivista del siglo XIX la que estableció el criterio prefeminista de que es el sexo, reducido a la genitalidad, la que determina el género. Aunque la biología de la sexualidad contemporánea ha demostrado ampliamente que el sexo no se reduce a los genitales, que es posible hallar una gran diversidad en las concentraciones plasmáticas de las hormonas sexuales, otras combinaciones de los cromosomas sexuales aparte de las conocidas XX y XY, formas de genitalidad diversas, etc., el feminismo transexcluyente se basa en una regresión a posiciones que científicamente ya están superadas: incluso entre especialistas de la medicina, la psiquiatría, la psicología clínica, etc., el consenso alcanzado es que a las personas trans hay que permitirles vivir en el género con que se identifican. No es inusual, por ello, que el feminismo transexcluyente se ampare en teorías pseudocientíficas (como la autoginefilia de Ray Blanchard, ampliamente refutada por la evidencia empírica) o en medios de extrema derecha para construir sus argumentaciones.

Es decir, en la mayor parte del movimiento feminista, se identifique o no con posturas queer, el consenso alcanzado es que el género no es una categoría genitalista. El sexo no tiene por qué determinar quién eres. El criterio positivista que establece el reduccionismo genitalista es antifeminista, y está desfasado incluso dentro de las ciencias biológicas y médicas. Por ello las ediciones más recientes de la Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS y el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales de la Asociación Psiquiátrica Americana cada vez más se empeñan en difundir entre sus especialistas la despatologización de lo que antes se llamaba “trastorno de identidad de género”.

Por lo tanto, desde Mujeres en Lucha consideramos con total claridad que las mujeres trans son mujeres, por supuesto que con una forma general y específica de sufrir el patriarcado, pero esto también les ocurre a las mujeres trabajadoras, a las mujeres racializadas y las mujeres lesbianas.

Necesitamos un feminismo con perspectiva de clase, y el feminismo transexcluyente es un feminismo burgués, porque con su discriminación promueve que las mujeres trans sufran precariedad laboral, dificultan su acceso a derechos sociales universales y su perdida de autonomía sobre sus cuerpos y vidas. Así, el feminismo trans excluyente facilita que el capital, el Estado y las redes de la economía delictiva, se beneficien de esa precariedad laboral y exclusión social para sus ganancias y reducción de la inversión social.

Entonces, es necesario elaborar políticas públicas y una organización social que permitan superar la condición de marginalidad social en la que viven la mayoría de las personas trans, trátese de hombres, mujeres o no-binaries.

América Latina, y Venezuela en particular, es una de las regiones donde es más difícil vivir con una identidad de género que no va acorde al fenotipo sexual, como lo confirman los casos de personas trans asesinadas en lo que va del año, a pesar del subregistro, las organizaciones sociales han monitoreado el crimen de odio hacia 12 personas LGBTIQ+ en Venezuela para el año 2021. El gobierno venezolano mantiene la impunidad y sigue sin tipificar el transfeminicidio como delito de odio en el Código Penal. Además, el gobierno y la oposición patronal han excluido de su agenda la necesidad de legislar para garantizar el aborto legal, seguro y gratuito; una ley de identidad de género; y el matrimonio igualitario.

Es necesario protestar enérgicamente contra esta situación. Nadie que esté comprometido con una auténtica transformación social antipatriarcal puede mirar con indiferencia la situación de las personas trans en Venezuela y en la región.

Caracas, 11 de diciembre de 2021

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