A 80 años de la invasión nazi a la Unión Soviética

Por Adolfo Santos

La derrota del nazismo fue una secuencia de importantes y recordadas batallas y acciones donde millones de soldados, hombres, mujeres y niños perdieron la vida. Uno de los más sangrientos capítulos de esa historia se escribió hace exactamente 80 años. Entre junio y diciembre de 1941, la Wehrmacht (fuerzas armadas de la Alemania nazi) invadió la URSS en lo que se conoció como Operación Barbarroja.

Un poco de historia

En agosto de 1939, en uno de los episodios más nefastos protagonizados por el estalinismo, Alemania y la URSS firmaron en Moscú el Pacto Molotov–Ribbentrop, un acuerdo de no agresión entre la Alemania nazi y la Unión Soviética. Con las manos libres en el frente del Este, Hitler invadió Polonia dando inicio a la Segunda Guerra Mundial. En junio de 1940 las tropas alemanas ocuparon Francia, Bélgica, Holanda, Grecia y los Balcanes. Sin embargo, Stalin continuaba confiando en que Hitler iba a respetar el pacto, que incluía una garantía de no beligerancia de parte a parte. No fue lo que pasó.

La invasión a la URSS comenzó a prepararse en los primeros meses de 1941. Una tras otra, Stalin había desestimado las permanentes advertencias hechas por sus agentes de inteligencia diseminados por Europa. El 22 de junio los alemanes cruzaron la frontera e iniciaron la Operación Barbarroja. Desprevenidas, las tropas soviéticas sintieron el golpe y en pocos días sufrieron fuertes bajas y perdieron gran parte del territorio. Se inició así una de las batallas más sangrientas y brutales de la Segunda Guerra Mundial. Así Hitler arengó a sus tropas: “La guerra contra Rusia no será una guerra caballeresca, están en juego ideologías y diferencias raciales, y por tanto será conducida con una dureza sin precedentes, implacable e inflexible” (discurso a los generales alemanes, marzo de 1941).

Para cumplir con ese objetivo movilizaron más de tres millones de soldados en el campo de batalla, una pequeña parte pertenecía a los aliados del Eje (rumanos, finlandeses, húngaros, italianos y eslovacos). Del otro lado, los soviéticos disponían de 2,7 millones de combatientes. La acción de los nazis provocó un realineamiento geopolítico que definió los dos bloques de la Segunda Guerra. Los países agrupados en el Eje, encabezados por Alemania, Italia y Japón, y los Aliados, con Francia e Inglaterra, a los que se sumaron la URSS en agosto y Estados Unidos en diciembre, después de sufrir el ataque japonés en Pearl Harbor.

En poco más de un mes las tropas de la Unión Soviética perdieron casi un millón de soldados. Sin embargo, contrariamente a lo que preveían Hitler y la oficialidad nazi, de que el desánimo y la desmoralización llevarían a la deserción en masa de sus enemigos, resultó lo opuesto. Los soldados soviéticos resistían con un heroísmo sorprendente. Lo que los alemanes creían que se resolvería en menos de dos meses se extendió más de la cuenta y Alemania tuvo que movilizar a todos los varones de entre 15 y 55 años para relevar a los agotados soldados del frente. Entre las tropas alemanas se generalizó la expresión “son preferibles tres campañas en Francia que una sola en Rusia”. Mientras tanto, en las zonas ocupadas de la Unión Soviética aumentaba la actividad de los partisanos, combatientes que eran un verdadero martirio para la retaguardia alemana.

La Operación Barbarroja fue el inicio de la derrota alemana

Octubre y noviembre fueron cruciales. Las primeras nevadas y lluvias, con temperaturas bajo cero, fueron aliados fundamentales de una resistencia encarnizada. Aunque el enemigo consiguió llegar a las puertas de Leningrado y Moscú no consiguió su objetivo de ocuparlas y fue rechazado. El 25 de noviembre, más de cien mil obreros se movilizaron en Moscú para sumarse a la defensa de la ciudad. Se cavaron 160 kilómetros de zanjas para evitar el paso de los Panzer (tanques) y se colocaron kilómetros de alambrados y otros obstáculos, una acción de la población civil que elevó la moral de los soldados soviéticos. En diciembre, a las puertas de Moscú, Alemania cedió la iniciativa y perdió su potencial militar frente a la tenaz resistencia de los soldados y el pueblo soviético. Pese al deseo de Hitler de un esfuerzo final, el comandante Von Kluge dio la orden de detener la ofensiva el 4 de diciembre. La Operación Barbarroja llegaba a su fin, era la primera gran derrota del ejército nazi.

En estos días también se recuerda la batalla de Normandía. Justamente el 6 de junio de 1944, más conocido como el Día D, 160.000 soldados de los ejércitos aliados cruzaron el canal de la Mancha rumbo a Francia y consiguieron la liberación de los territorios de Europa Occidental. El 25 de agosto se produjo la liberación de París y la retirada de los alemanes. Generalmente, se trata de erigir a Normandía como el símbolo del triunfo de las tropas aliadas sobre los nazis. Sin embargo, por la cantidad y ferocidad de los enfrentamientos, la derrota de los nazis se debe en gran parte al valor y la determinación del pueblo soviético que, según estadísticas, aportó 75% de los 50 millones de soldados y civiles muertos durante la Segunda Guerra Mundial.

Después de la Operación Barbarroja, en 1943 ocurrieron dos grandes y decisivas batallas. En febrero terminó la batalla de Stalingrado, que marcó un punto de inflexión. La derrota sobre los nazis no solo estimuló a las tropas soviéticas, también insufló fuerzas a la resistencia antifascista en los países ocupados facilitando el avance de las tropas aliadas. En agosto, la división tanques del ejército soviético trabó la mayor batalla de tanques de la historia y detuvo la última ofensiva nazi a gran escala imponiéndole una derrota categórica en la batalla de Kursk. Fueron momentos decisivos para quebrar las fuerzas y la moral del ejército alemán.

El papel jugado por el pueblo y el ejército soviético en la derrota del nazismo generó una corriente de simpatía con el comunismo, fundamentalmente en los países de Europa. Terminada la guerra, la fuerza y las armas estaban en manos de los trabajadores y de la resistencia, que se sentían los verdaderos ganadores. Podrían haberse apropiado del poder en países como Francia, Italia o Grecia. Sin embargo, una vez más, la burocracia estalinista utilizó su influencia para cometer una nueva traición. Exigió deponer las armas y convocó a la clase obrera a colaborar con la reconstrucción económica de Europa al servicio del capitalismo, impidiendo el triunfo de revoluciones obreras y socialistas.

Tomado de:

https://izquierdasocialista.org.ar/2020/index.php/blog/elsocialista/item/19160-a-80-anos-de-la-invasion-nazi-a-la-union-sovietica

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