A la DSA y a la izquierda socialista de EEUU: Para solidarizarse con el pueblo venezolano no hay que apoyar al gobierno de Maduro

Por Orlando Chirino (dirigente del Partido Socialismo y Libertad)

Una delegación de la organización Socialistas Democráticos de EEUU (DSA) visitó Venezuela para asistir al Congreso Bicentenario de los Pueblos, organizado por el gobierno venezolano, la misma se reunió con el propio Nicolás Maduro, expresando públicamente su apoyo al gobierno venezolano y lo que consideran una experiencia de construcción socialista, particularmente por su visita guiada a comunas en Caracas y Barcelona.

Esto ha generado debates a lo interno de dicha organización sobre el internacionalismo y la situación venezolana. Estamos de acuerdo en que para la izquierda estadounidense es crucial oponerse a las sanciones económicas y la injerencia del imperialismo norteamericano contra países que se salen de su órbita, como en el caso de Venezuela. Pero al mismo tiempo advertimos que para ello no es necesario apoyar al gobierno venezolano, y que hacerlo en la actual situación social y política en Venezuela, significa apartarse en la práctica del internacionalismo, y colocar la fidelidad a un gobierno capitalista por encima de la solidaridad de clase.

Para la enorme mayoría de los trabajadores y el pueblo venezolano los desfiles militares, la inauguración de monumentos, o el evento internacional del gobierno con motivo de los doscientos años de la Batalla de Carabobo que selló la independencia de Venezuela respecto al imperio español, no han tenido ninguna significación especial. Son parte de los rituales vacíos de un gobierno que desde hace por lo menos seis años ha perdido legitimidad ante los ojos de las mayorías que alguna vez tuvieron ilusiones en el chavismo.

Para el 80 o 90% del pueblo que sobrevive a duras penas con salarios de miseria, en medio del colapso de los servicios públicos como el agua, la electricidad, el gas doméstico, el transporte, y sin gasolina, que el gobierno malgaste los recursos en armamento, desfiles militares o recibiendo delegaciones extranjeras en hoteles de lujo es indignante pero no sorprendente.

Son muchos años ya de ataques brutales contra los derechos del pueblo trabajador. Desde el año 2017 el salario mínimo es menor a cinco dólares mensuales, hoy es apenas de 3 dólares. Ese mismo año reprimió brutalmente las protestas que se desarrollaron en el país, con un saldo de más de 160 muertos, miles de heridos y detenidos Desde 2019 el Memorando 2792 elimina el derecho a huelga y niega el derecho a la negociación colectiva de las condiciones de trabajo. Decenas de trabajadores, estudiantes, activistas populares y de derechos humanos han sido despedidos o encarcelados por movilizarse exigiendo servicios públicos, por participar en huelgas, defender sus derechos o denunciar la corrupción del gobierno. Actualmente estamos haciendo campaña por la liberación de Rodney Álvarez, Eudis Girot, Argenis Chirinos, Aryenis Torrealba, entre otros.

Esta persecución hacia el movimiento obrero, activistas de las comunidades, y sectores de la izquierda, no comenzó con Maduro, debemos recordar que bajo el gobierno de Chávez fueron asesinados nuestros compañeros Richard Gallardo, Luis Hernández, Carlos Requena, Jerry Díaz dirigentes de la Unión Nacional de Trabajadores en el estado Aragua y de nuestra corriente sindical C-cura. Pero sí es notorio que el clima represivo ha empeorado gravemente en la medida en que el gobierno de Maduro ha perdido su base social en medio de la hiperinflación y la catástrofe social y económica que se ha profundizado desde 2013, año a partir del cual el gobierno viene instrumentando un brutal ajuste económico caracterizado por la contracción de las importaciones para pagar la deuda externa.

Mientras los delegados de DSA visitaban Barcelona, en esa misma ciudad el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional buscaba al trabajador Edisson Hernández, por exigir vacunación y luchar en defensa de la salud pública, y por los derechos de los trabajadores de los hospitales públicos.

Si bien lamentamos que la delegación de DSA que visitó Venezuela haya perdido la oportunidad de reunirse con activistas obreros, feministas, de la comunidad LGBT, indígenas, campesinos y juveniles de los sectores populares y de la izquierda independiente, creemos que se abre una oportunidad para debatir la política internacional y su importancia para la izquierda estadounidense, y en ese marco reconsiderar cuál debe ser una política de solidaridad internacionalista con el pueblo venezolano.

Una organización política, en este caso la DSA, que tenga un compromiso con la lucha por la mejora de las condiciones laborales y de vida en EEUU, no puede avalar la semiesclavitud a la que están sometidos trabajadoras y trabajadores, que devengan salarios de hambre; padeciendo severas calamidades como consecuencia de la destrucción de los servicios públicos, sin agua, sin gas, con continuas fallas eléctricas, sin gasolina, como consecuencia de la destrucción de las refinerías, producto de la corrupción. Sin un plan de vacunación nacional contra el covid19 (Venezuela es una de los países de América Latina donde se han administrado menos vacunas).

Toda esta catástrofe social que padecen los trabajadores y el pueblo venezolano, se produce en el marco de la violación sistemática de las libertades democráticas, que se agravó en el marco de a pandemia, ya que el gobierno aprovechó las restricciones impuestas por la cuarentena para reprimir y restringir más las libertades democráticas; con activistas populares y estudiantiles, trabajadores y dirigentes sindicales perseguidos por el gobierno, mientras empresas transnacionales como Chevron, Weatherford, Schlumberger y Halliburton, relacionada con Dick Chaney, son socias del gobierno, explotando a las trabajadoras y trabajadores petroleros, con salarios miserables y violación permanente de las cláusulas del convenio colectivo.

El gobierno chavista y dictatorial de Maduro no tiene nada que ver con el socialismo, por el contrario, perpetúa la explotación capitalista en un país donde las empresas privadas, bancos y transnacionales petroleras, de telecomunicaciones, mineras y otros sectores, extraen una gigantesca plusvalía gracias a los salarios de 3 a 5 dólares que se pagan. Todo en el marco de la aplicación de un severo ajuste económico que ahora se ve complementado por la aprobación de la llamada ley antibloqueo y la ley de zonas económicas especiales, que involucrarían la privatización de empresas y la entrega de áreas geográfica con beneficios tributarios y arancelarios. Con estas leyes el gobierno de Maduro ofrece las riquezas del país a la inversión extranjera y las transnacionales, mostrando su verdadero rostro de falso socialismo.

Una organización que denuncia el racismo y la brutalidad policial en su país no puede apoyar a un gobierno que asesina y encarcela a indígenas por intentar proteger sus territorios de la depredación minera, como ocurre en el llamado Arco Minero del Orinoco o en la sierra de Perijá en el estado Zulia, zona donde fue asesinado el cacique yukpa Sabino Romero, o que mata a miles de jóvenes cada año en los barrios en operaciones policiales. Actualmente en Caracas se desarrollan escenas de guerra entre miembros de bandas del crimen organizado y las fuerzas policiales. El crecimiento de las pandillas en los barrios es la consecuencia de que, lejos de avanzar al socialismo como proclama el gobierno, persiste la marginación, la desigualdad social, la corrupción policial y judicial, así como un sistema penitenciario caracterizado por la más brutales condiciones de hacinamiento e insalubridad, todas características del capitalismo venezolano que no han parado de empeorar hasta convertirnos en uno de los países con mayores tasas de criminalidad violenta y ejecuciones policiales en el mundo.

Luchamos en Venezuela por muchas de las cosas que la mayoría de los miembros de DSA apoyan: salarios dignos, derecho a la sindicalización, derecho a huelga, derecho al aborto, derecho al matrimonio igualitario y a la no discriminación, derecho de los campesinos a la tierra y de los pueblos indígenas al autogobierno y la autonomía territorial, contra el saqueo imperialista de nuestros recursos, que el petróleo sea 100% estatal sin empresas mixtas ni transnacionales, contra las sanciones y la injerencia de EEUU, la Unión Europea e Inglaterra, por la construcción del socialismo con democracia de los trabajadores y el pueblo.

En los últimos años hemos visto con entusiasmo las luchas antirracistas, ambientales y feministas de la juventud y la izquierda de EEUU. No hemos dejado de divulgar la situación de presos políticos como Mumia Abu Jamal o Leonard Peltier. Cuando Chávez elogió a Obama en el inicio de su gobierno o Maduro donó dinero para la toma de posesión de Trump, nos desmarcamos de esas acciones repudiables.

Más allá de las particularidades de cada país, hay algo que compartimos los revolucionarios venezolanos con los de países como Irán, Siria, Bielorrusia, Rusia, China, Birmania o Nicaragua. En Venezuela luchamos contra un gobierno capitalista antiobrero y antipopular, autoritario, conservador, represivo, que encumbre la represión y el ajuste antiobrero y antipopular que aplica, con un seudodiscurso “socialista”, y al no estar alineado con EEUU es percibido por algunos sectores como “antiimperialista”, y apoyado por algunos sectores de la izquierda estadounidense y europea. Este esquema repite los errores típicos de la guerra fría en el siglo XX. El verdadero internacionalista debe apoyar siempre la lucha de los trabajadores y los pueblos por su liberación, más allá de las fronteras nacionales. Estamos dispuestos a abrir intercambios con DSA y con otras organizaciones de la izquierda estadounidense en esta dirección.

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