Brasil: Masivo repudio al gobierno de Dilma en las calles del país

 

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Por: Corriente Socialista de los Trabajadores (UIT-CI)/PSOL

16 de Marzo de 2015. Las movilizaciones masivas ocuparon las calles y plazas de las principales ciudades la pasada semana, repudiando al gobierno de Dilma Russeff. En San Pablo las evaluaciones periodísticas varían de 250 mil y 1 millón de participantes en las protestas del 15 de marzo (extracto traducido de nota publicada por CST/PSOL, organización de la UIT-CI en Brasil). Con un programa confuso expresión, sin duda, de una inmensa insatisfacción sobre todo de la clase media, pero también de grandes sectores de trabajadores, que rompen masivamente con el gobierno y con el PT. Los carteles y banderas a favor de un golpe de estado fueron minoritarios y, en algunos caso, rechazados por los manifestantes.

Nosotros, de la CST/PSOL, no fuimos ni al acto del día 13 (acto mucho más chico, «contra el golpe, en defensa de Petrobrás», la petrolera empresa mixta, y de «protesta» contra las medidas más impopulares del gobierno, llamado por la CUT, el PT, y sectores sindicales oficialistas), ni tampoco al del 15. Pero no fue porque no concordáramos con la justa indignación de los manifestantes del domingo 15, sino por la manipulación que intentaron hacer líderes y partidos de la antigua derecha así como sectores golpistas, aunque sean minoritarios. No fuimos tampoco al acto del PT, impulsado también por sus socios del PSDB, porque no sirven a los trabajadores, son harina del mismo saco. Si el punto de mayor crítica al gobierno expresado en las calles fue la corrupción en Petrobrás, no podemos olvidar que detrás está el durísimo ajuste contra los trabajadores y el pueblo, que Dilma y su ministro de economía, el banquero Joaquim Levy, intentan imponer para que sea el pueblo quien pague por la crisis. En Río los camioneros se sumaron al acto central reclamando por el precio del gasoil.

El gobierno de Dilma y el PT, ya golpeado por la crisis y por la cantidad de huelgas, salió peor de estas manifestaciones. Pero, la vieja derecha tampoco puede cantar victoria. Pues no sólo no pudieron encabezar las protestas, sino que no tienen ninguna política alternativa para presentarse ante los manifestantes indignados. Si Dilma aplica el ajuste fiscal por ellos reclamado, también todos están comprometidos en el esquema de corrupción, tanto de Petrobrás como otros. Ante las protestas el gobierno reafirmó su «lucha ejemplar contra la corrupción», defendió el ajuste con recesión, calificándolo de «pequeños cambios en la economía para que todo vuelva luego a andar bien» y prometió otra vez, como en el 2013, una reforma política para que las grandes empresas no puedan contribuir con la campaña política. O sea, un bla, bla, bla, de un gobierno que no tiene nada que ofrecer al pueblo. Y la vieja derecha ni piensa seriamente en un «impeachment» (destitución parlamentaria, permitida por la Constitución brasileña) a la presidente da presidente. Por el contrario, quieren que el PT aplique el ajuste a fondo, para no quemarse ellos y desangrar al PT hasta las elecciones del 2018. El problema es si el PT/PMDB, con Dilma, Lula y el banquero Levy consiguen llegar hasta el 2018.

Una ley de hierro se ha impuesto en todos los países del mundo, donde los gobiernos que aplican duros planes de autoridad contra el pueblo están siendo derrotados electoralmente o por la acción directa de masas en las calles. En Brasil lo que vemos es que el PT está pagando el precio de su traición a la clase trabajadora.

Una verdadera alternativa

Las dos marchas mostraron una falta de alternativas en ese proceso progresivo de ruptura con el gobierno que no solamente roba dinero público, sino que también aplica un ajuste al bolsillo del pueblo trabajador como ninguno antes lo hizo. Con tarifaos, cortes de energía, de agua, de transporte, baja salario real, despidos, cortes de presupuesto educación, salud o seguridad, aumento de intereses que se les paga a los banqueros, inflación y privatización, todo para pagar a los banqueros de la deuda externa e interna.

Frente a esta situación la verdadera izquierda tiene un inmenso desafió. Nuestro partido, el PSOL, tiene la responsabilidad de presentar propuestas e iniciativas frente al pueblo brasileño. Y el PSOL puede hacerlo porque no tiene «cola de paja» frente a las grandes empresas o al ajuste fiscal. Sus dirigentes parlamentarios, militantes sindicales, populares y estudiantiles, deben colocar en el centro de la agenda la lucha contra el ajuste y corrupción, con medidas concretas. El PSOL tiene también la responsabilidad de buscar la unidad con otros partidos y sectores de izquierda combativa como el PSTU, el PCB, a todos los que estén dispuestos a combatir en primer lugar el ajuste neoliberal del gobierno de Rousseff, y también contra la vieja derecha como el gobernador Alckmin en San Pablo. Hay que rodear de solidaridad a las luchas existentes, como la de los valerosos «garis» (trabajadores municipales de limpieza) de Río de Janeiro, maestros de San Pablo, y muchas otras que recorren el país, a luchar por su unificación y coordinación en Foros unitarios de luchacomo trabajadores, estudiantes, sectores populares, tanto en cada Estado como e nivel nacional, preparando una huelga general para derrotar de una vez el ajuste contra el pueblo.

Tenemos que defender el fin del pago de la inmoral deuda pública para invertir ese dinero en salud, educación, trabajo, seguridad, etc. No es posible mejorar la situación del pueblo, ni terminar con la inflación y conquistar aumentos salariales reales, en tanto que la mitad del presupuesto va para pagar a los banqueros. Debemos defender una Petrobras 100% estatal, controlada por los trabajadores, técnicos e ingenieros, y luchar para que todos, corruptos y corruptores empresarios vayan presos y devuelvan todo lo que robaron.

Debemos también luchar para la estatización de las empresas estratégicas, como el sistema eléctrico, telefonía, controladas por trabajadores y usuarios, expulsando del país a las multinacionales, y a los agronegocios depredadores y sus transgénicos que perjudican a la naturaleza y el pueblo brasileño. Tenemos que luchar por profundos cambios políticos, realizados después de un amplio debate con participación popular, eligiendo diputados constituyentes con nuevas reglas, para cambiar nuestra constitución. Para que la política deje de ser «carrera» y si un servicio público, fin de inmoral inmunidad parlamentaria que sirve para proteger corruptos, que las campañas electorales sean financiadas exclusivamente con dinero público, para terminar con políticos dependientes de los grandes empresarios, por mandatos revocables si no cumplen con su compromiso.

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