Chile: El gobierno de Piñera en su momento más oscuro

Altos índices de crecimiento, un desempleo relativamente bajo y un proceso de reconstrucción postsismo del 27 de febrero de 2010 medianamente consistente no parecen argumentos suficientes para levanta

Altos índices de crecimiento, un desempleo relativamente bajo y un proceso de reconstrucción postsismo del 27 de febrero de 2010 medianamente consistente no parecen argumentos suficientes para levantar el prestigio del gobierno de Sebastián Piñera ante los chilenos, que lo castigaron con una baja aprobación histórica del 31% y un rechazo sin precedente, del 60%, de acuerdo con la última encuesta mensual de Adimark.

Las movilizaciones se repiten todas las semanas. Estudiantes, portuarios, mineros, empleados fiscales, ambientalistas, minorías sexuales y mapuches pueden verse en las calles de todo el país protestando por demandas y reivindicaciones que estiman incumplidas.

Es, con todo, el país de las contradicciones. Mientras muestra con orgullo su pertenencia a la OCDE y un PBI per cápita de 15.000 dólares, las desigualdades son marcadas: la fortuna de los cuatro principales grupos económicos locales equivale al ingreso anual del 80% de la población y las clases bajas se preguntan dónde está el «derrame».

Piñera no la tiene fácil. El primer flanco abierto, y el más intransigente, es el de los estudiantes secundarios y universitarios, quienes han mantenido un paro y toma de distintos colegios y facultades durante más de dos meses, en protesta por la mala calidad de la educación y el excesivo afán de lucro de las universidades privadas.

«Mientras el gobierno y sus parlamentarios se empeñen en darnos la espalda, evadir nuestras propuestas o deslegitimar nuestro movimiento con acciones desesperadas, el descontento, la organización y la unidad se verán fortalecidas», asevera la líder del movimiento universitario, Camila Vallejo.

Otro dolor de cabeza es el masivo rechazo ciudadano a la instalación de la hidroeléctrica HidroAysén, en los virginales parajes del sur de Chile. Pese a que ya fue aprobado, entre ensordecedoras quejas, el proyecto de ley que contempla la licitación de la autopista eléctrica fue postergado, como también la resolución del problema energético y la inversión extranjera.

Irónicamente, su gran triunfo, el rescate de los 33 mineros en octubre del año pasado, terminó esta semana con una millonaria demanda colectiva en contra del Estado por parte de los trabajadores.

La génesis del gabinete de Piñera hoy también le pasa la cuenta. Pese a sorprender con una mezcla de técnicos y académicos, en desmedro de la apuesta política de la Concertación, hubo algunos que lanzaron sus críticas por aquel entonces: gobernar de espaldas a los partidos sería un error fatal.

A partir de allí, con un comité político de bajo peso y sin presencia real de la derechista Unión Demócrata Independiente (UDI), éstos pusieron el grito en el cielo ante el dominio sin contrapeso en el palacio presidencial de La Moneda del ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, de las filas de Renovación Nacional, el mismo partido de Piñera.

Fuentes del gabinete, consultadas por La Nacion, incluso aluden al concepto de bonapartismo -en referencia a Napoleón III- para aludir a su principal pecado: intentar gobernar sin los partidos, el empresariado y sus electores.

Quejas en el oficialismo

Pese a que la oposición manifiesta un rechazo superior al del gobierno (68%), el oficialismo reconoce, con dolor, el más grande de sus aciertos: haber instalado el concepto de «letra chica». Esto es, que todas las grandes reformas anunciadas siempre conllevan pequeñas «trampas» y ambigüedades, como la rebaja del 7% en pensión para los jubilados, que pasaron de ser beneficios universales a parciales.

La última gran crítica, asumida por el propio oficialismo, apunta al diseño comunicacional de La Moneda, que no consigue traspasar a la población los logros del gobierno.

El conservadurismo de la UDI tampoco colabora, pues detiene iniciativas comprometidas en campaña, como la regulación de la convivencia homosexual.

A partir de ahora, con la llegada de Hinzpeter de sus vacaciones, debería comenzar a afinarse el diseño final del cambio de gabinete, el tercero en siete meses.

Una de las señales más potentes sería la entrada del senador de la UDI, Pablo Longueira, a un ministerio social y con un escaño en el comité político. La suerte del propio Hinzpeter, la vocera Ena von Baer y varios ministros también podrían quedar selladas desde ahora.

Con elecciones municipales el próximo año y generales en 2013, Piñera sabe que el tiempo de hacer historia se acorta. La gran revolución política prometida, las grandes expectativas de la población y la enorme pérdida de credibilidad del mandatario no presagian un muy feliz «segundo tiempo».

Sin embargo, hay quienes recuerdan que Michelle Bachelet pasó por el mismo trance -una aprobación del 35%- en la mitad de su gobierno y consiguió abandonar el poder con un 85% de popularidad y varias políticas de sello social que ya la dejaron en la historia.

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