EE.UU: Los partidos burgueses frente a la crisis

A pocas horas del triunfo de Barack Obama en las elecciones presidenciales de los EEUU, reproducimos el artículo publicado previamente en el periódico Voz de los Trabajadores, órgano del grupo de mili

A pocas horas del triunfo de Barack Obama en las elecciones presidenciales de los EEUU, reproducimos el artículo publicado previamente en el periódico Voz de los Trabajadores, órgano del grupo de militantes de la LIT-CI en ese país.

Después de que la crisis explotó, en marzo del 2008, uno de los principales bancos del país, el Bear Stearns, estaba a punto de declarar bancarrota. Fue entonces cuando el gobierno pidió al banco JPMorgan Chase & Co que comprara el Bear Stearns para evitar la quiebra, y coronó la operación con un regalito de 29 mil millones de dólares para cubrir la deuda del banco en crisis. El dinero salió de la Reserva Federal, y cuando el gobierno utiliza la Reserva no tiene ni que pasar por el Congreso para obtener la validación de los diputados. También prestó a los demás bancos con problemas 200 mil millones de dólares con muy bajos intereses (intereses que ya les gustarían a los trabajadores). La Reserva Federal siguió dando dinero a los bancos, y en abril del 2008, ya había ayudado a las empresas financieras con un total de 400 mil millones, lo que representa la mitad del dinero del que dispone la Reserva. Y recientemente, frente al desplome de Lehman Brothers y Merrill Lynch, ha anunciado una «inyección» suplementaria de 700.000 millones más.

Uno puede entonces hacerse una pregunta muy simple: ¿Y qué hizo el gobierno por los trabajadores que se quedaron sin casa por la mala gestión, las trampas y la codicia de los bancos? ¡Nada! Y no harán nada sustancial o comparable, por muchas promesas que hagan los candidatos. Los bancos originan la crisis a costa de los trabajadores (endeudándolos), pero son los bancos los primeros beneficiarios de las ayudas del Estado, que la resuelve con el dinero de los trabajadores. Cuando el trabajador le pide al gobierno que le ayude a pagar su hipoteca, el gobierno le contesta que hay poco dinero y que hay que esperar, que se tienen que llenar muchos formularios administrativos. Pero cuando los grandes bancos tienen problemas, llaman por teléfono a su amigo Bush, y este en un mes les entregó 400 mil millones de dólares del dinero público del Estado en una cena muy exquisita.

¿Qué intereses defiende entonces el gobierno de Bush? ¿Qué dice Obama frente a este escándalo? Pero el escándalo no acaba ahí. Los dos bancos comerciales que se han declarado en quiebra, el Fannie Mae y el Freddie Mac fueron creados con la ayuda del gobierno. Su política desde mediados de los 90 fue la inversión masiva, los préstamos de «subprimas», llegando a controlar la mitad de ese tipo de préstamos. Por esa razón la crisis les dio un duro golpe. Y para nuestra sorpresa, también estuvo ahí el gobierno para reparar con el dinero de los trabajadores las irresponsables tomas de riesgo por parte de los bancos. Estos dos bancos tienen un agujero o una deuda inmensa de 5.2 billones de dólares. Evidentemente, el gobierno no tiene ese dinero en «cash» para dárselo a los bancos. En julio el gobierno decidió hacer todo lo posible para salvar a los dos bancos y les ofreció un crédito ilimitado hasta que se recuperen, inyectó en los dos bancos 300.000 millones de dólares. ¿Cuántos trabajadores tienen crédito ilimitado delgobierno para recuperarse de una mala racha?

El último episodio de la política del gobierno para «solucionar» la crisis, ha sido «comprar» los dos bancos que están totalmente endeudados, para que sea el Estado el que acabe pagando la deuda con dinero público. Parece paradójico que cuando un banco está en crisis, el Estado le regala millones de dólares o se los presta a un interés muy bajo. Pero cuando un trabajador pierde su casa o está a punto de perderla, lo único que le propone el gobierno es ayudarle a refinanciar su hipoteca a una tasa de interés un poco inferior. ¿Por qué el Estado no le presta dinero directamente a los trabajadores para ayudarles a salir de la crisis, pero si lo hace con los bancos? Porque los gobiernos y los Estados de carácter capitalista tienen como prioridad los intereses de las empresas y no los intereses de los trabajadores. Si el Estado empieza a prestar dinero sin intereses a los trabajadores, los bancos quiebran. Lo que hace este Estado en realidad es ayudar a que los bancos se recuperen para que puedan seguir abusando de los trabajadores con préstamos y tasas de usura.

¿Dos partidos o un sólo monstruo con dos cabezas?

Cuando uno es llamado a las urnas para votar, intenta al máximo votar por un candidato que defienda los intereses de la clase a la que uno pertenece y que tenga un programa para ese propósito. Pero si uno ve lo que sucede desde hace décadas en Estados Unidos no encuentra sorpresas, resulta que sólo una ínfima parte de la población vota siempre según sus intereses reales: la burguesía, ya que la mayoría de los trabajadores apoyan a uno de los dos partidos de gobierno: el Partido demócrata o el Partido republicano.

¿Por qué los marxistas decimos que esos dos partidos no representan los intereses de los trabajadores? Porque intentamos observar y analizar la realidad de esos partidos con realismo y objetividad. Si cualquier trabajador(a) toma unos minutitos para visitar la web www. opensecrets.org, descubrirá con gran asombro que ambos partidos han estado tradicionalmente financiados por las grandes multinacionales que explotan a los trabajadores de todo el mundo, y para colmo, en muchos casos, las misma empresas financian a los dos partidos a la vez.

¿Qué podemos deducir de este hecho? Lo primero es que cuando cualquiera de esos candidatos llegue al poder, por muchas promesas electorales que haya hecho, y por muchas ilusiones que hayan generado, no se enfrentarán nunca a esas grandes empresas. Y es más, no sólo no enfrentará las empresas sino que buscará siempre gobernar para procurarles más beneficio, mientras los trabajadores no nos organizamos para pedirle cuentas al candidato «progresista».

Ahora bien, llega la pregunta clave: ¿puede un gobierno ejecutar una política que beneficie a las empresas y a los trabajadores al mismo tiempo? Nosotros pensamos que no, porque cuando analizamos el funcionamiento económico de la sociedad y las condiciones de trabajo de los obreros, nos damos cuenta que los patronos y los trabajadores tienen intereses totalmente opuestos, y que precisamente la precariedad de los trabajadores es creada por los patronos para sacar beneficio.

Lo que se desprende de ésta lógica, es que los trabajadores, si queremos mejorar nuestras condiciones de vida, debemos buscar o formar un partido que represente nuestros intereses, lo que podemos llamar de manera muy general un verdadero «partido de y para los trabajadores». Un partido que represente nuestros intereses, y en el que podamos discutir democráticamente y votar el programa político y tener nuestros candidatos, un partido independiente de las empresas, y en el que el candidato tenga que rendirle cuentas de lo que hace cada día a su base.

Desde luego ese tipo de partidos que existen y han existido en el resto del mundo han sido aniquilados en Estados Unidos desde finales del siglo XIX. Y desde entonces tenemos el «monstruo de dos cabezas».

¿Es la campaña actual diferente? El porqué de las dos cabezas del monstruo

Si hay algo nuevo en esta campaña es que los gastos superan los de todas las campañas anteriores con más de 1.000 millones de dólares recogidos para financiar la campaña. En las pasadas elecciones presidenciales en 2004, el gasto fue de 880 millones de dólares. Aunque parece ser que lo realmente nuevo es que el candidato demócrata tiene una campaña radical de «cambio» y de «esperanza».

Antes de analizar su programa podemos mencionar quien está financiando su campaña. Obama ha recaudado 389 millones de dólares mientras que Mc Cain ha recolectado 174 millones1.

¿Es Obama el candidato del pueblo?

Obama tiene el argumento populista de que su campaña esta financiada por donativos pequeños de los trabajadores y no por grandes empresas. Bien, eso es cierto en parte, pero uno tiene que recordar que más de la mitad del volumen de los «donativos»: unos 204 millones de dólares, los hacen las empresas de manera indirecta (a través de sus múltiples ejecutivos). Por ejemplo si uno suma todos los «donativos» que vienen de ejecutivos que trabajan en Goldmam Sachs (uno de los grupos financieros más importantes) se sorprende en llegar a la extraordinaria suma de 691.930 dólares, y lo mismo con el grupo bancario Citygroup (448.595 dólares) y muchas otras grandes corporaciones más.

Como el Estado puso un límite para los donativos privados, los candidatos encontraron una manera de esquivar la ley, y es el contrato de «bundlers». Los «bundlers» son personas que trabajan para recaudar fondos para financiar las campañas de los candidatos. Ellos visitan los diferentes altos ejecutivos de las empresas para pedirles que individualmente hagan donaciones que contarán, de manera oficiosa e informal, como una donación global de la empresa, y que el candidato tendrá en cuenta luego.

Obama cuenta con 594 «bundlers» y McCain con 850. Cada uno recauda como mínimo unos 100.000 dólares por empresa2. Se calcula que estos «bundlers» han recogido 75 millones para la campaña de McCain y 63 millones para la de Obama. Pero esto no quiere decir que ese sea el total de toda la inversión empresarial en las campañas. Esto es lo que algunos investigadores independientes han conseguido probar. Porque los candidatos tienen todo tipo de tácticas para eludir la ley de financiación de partidos.

Así que todo el discurso sobre la «financiación popular» de Obama es una gran farsa. Es una farsa no porque no haya gente que esté dándole dinero. Eso es indiscutible, ha conseguido convencer a millones de trabajadores para que le paguen la campaña. Pero el problema es que es evidente que una empresa que da en total medio millón de dólares va a tener un control más directo sobre el programa y la política del candidato que mil trabajadore(a)s que han donado cada uno 500 dólares, que ni se conocen, ni están organizados, ni tienen la posibilidad de hablar en privado con Obama (lo que estas empresas si hacen) y por lo tanto de hacer presión sobre él.

Lo que ha hecho Obama es muy hábil: ha convencido no sólo a las empresas, sino también a los trabajadores para que financien su campaña sin darles la posibilidad de tener un peso en ella (ya que los donativos son únicos y espontáneos, no se trata de membresías o de cotizaciones regulares). Desde ese punto de vista si que hay un «cambio» en esta nueva impostura.

En contraste a esta impostura, hay que hablar de los verdaderos partidos de los trabajadores que existen en el mundo. Ellos sí que financian sus campañas únicamente con dinero de los trabajadores, pero es porque los trabajadores cotizan regularmente para el partido y se reúnen regularmente para discutir y votar el programa político. Por lo tanto el candidato del partido al que financian es su candidato, y no el de las corporaciones.

Las dos caras de la burguesía

La cuestión entonces es saber quién financia a quien. Y uno puede leer este complicado sistema como una competición constante entre diferentes sectores de la burguesía para hacerse con el poder político. Por ejemplo, las empresas petroleras apoyan abiertamente a Mc Cain (1,3 millones), pero de manera muy inferior al apoyo brindado en las campañas anteriores. Los dos sectores que han privilegiado el partido republicano tradicionalmente han sido las petroleras y las empresas agro-alimentarias. El 80% del dinero que las petroleras destinaron a las campañas electorales de 2000 y 2004 fue al Partido Republicano, dándole a ese partido 26 millones de dólares en 2000 y 22 millones en 2004. Las petroleras ya consolidaron sus intereses con Bush y la guerra en Irak, intereses que Obama no va a poner en peligro porque ya están asegurados, ¿así que para qué gastarse el dinero en campañas?

En estas elecciones tenemos un panorama un poco diferente, «nuevo» si se le quiere llamar así dentro de un sistema de corrupción generalizado en el que cualquier «cambio» o «novedad» real es difícil de concebir. Antes se señalar el cambio señalemos lo que permanece: un apoyo incondicional del sector financiero a ambos candidatos. Las empresas financieras (bancos, seguros, inmobiliarias y otros) han invertido alrededor de 15 millones de dólares en la campaña de Mc Cain, y 16 millones en la de Obama.

Y, para gran sorpresa del trabajador, ocurre que son estas empresas financieras las que financian mayoritariamente a los dos candidatos porque tienen mucha liquidez y porque son las que controlan la economía. Por ejemplo podemos observar que entre los quince principales contribuyentes a ambas campañas encontramos las mismas 6 principales empresas del sector3

Obama, un nuevo tipo de candidato burgués

Pero el cambio llega con la candidatura de Obama. Primero porque tiene el apoyo muy mayoritario de las firmas de abogados (20 millones de dólares, y solo 6 millones a Mc Cain). Aunque no existe una pugna real entre diferentes sectores de la burguesía por apoderarse con el aparato de Estado, si vemos que los sectores más dinámicos de la burguesía norteamericana, la burguesía financiera, y la de las nuevas tecnologías y los medios de comunicación, han cerrado filas detrás del candidato que permite regenerar el sistema y mantener sus beneficios: Obama. La burguesía industrial tradicional (automotriz) está en crisis, no tiene poder económico comparable con las ya citadas para enfrentar la campaña y pelear por sus intereses más específicos.

Obama tiene el apoyo incondicional, y casi exclusivo, de algunos sectores que son muy dinámicos en la economía actual, o de lo que algunos llaman la «nueva economía» de comunicación y tecnología, y este puede considerarse el rasgo más «innovador» de esta campaña.

De hecho la conclusión, la única conclusión posible, es que Obama, lejos de representar la más mínima amenaza a los intereses de la burguesía, es el candidato elegido por la burguesía financiera y de telecomunicaciones para representar a sus intereses. A pesar de lo que diga en sus discursos sobre la clase media y la clase obrera, Obama ya tiene hipotecado su programa de gobierno por la mayoría de acuerdos que ha hecho con los sectores más prósperos y dinámicos de la burguesía.

El discurso «liberal» y la campaña mediática

El hecho de que la burguesía haya financiado más a Obama que a McCain y la estructura hipermediática de la campaña de Obama es índice de un temor de la burguesía: y es el de la crisis del sistema bipartidista. La burguesía se ha gastado a través de Obama una fortuna en renovar la imagen de la «democracia burguesa» totalmente podrida y corrupta que reina en Estados Unidos. Hablamos de «democracia burguesa» porque vemos que quién pone y decide los candidatos es la burguesía, y luego intenta convencer al pueblo de que ese candidato es el candidato «popular» porque sale mucho en la tele rodeado de muchos trabajadores. El «monstruo» necesita dos cabezas para generar nuevas expectativas a cada «cambio» de rostro.

Apoyando a Obama, que era el candidato más progresivo en las primarias, la burguesía ha hecho una concesión histórica a sus valores reaccionarios: ha apoyado a un candidato negro en país que mantuvo y desarrolló la esclavitud durante siglos, a un candidato que habla de la seguridad social y de las condiciones de trabajo, que quiere sacar los soldados de Irak etc. Nosotros no negamos que el discurso y los valores de Obama sean más progresistas que los de McCain, nosotros preguntamos: ¿defiende realmente Obama los intereses de los trabajadores o los intereses de una burguesía atemorizada por la crisis que quiere conservar sus privilegios? Claro que Obama le hará pagar un precio a la burguesía, pero a cambio de asegurar su control de la economía y la política del país. ¿Es ese todo el cambio al que podemos aspirar? ¿Cambiarle la cara a nuestro explotador?

Obama ha triunfado en su misión que era volver a generar ilusión y confianza en el sistema, ya que el bipartidismo y la identidad de las políticas aplicadas por ambos candidatos en los últimos 20 años han generado escepticismo y desconfianza, y han perjudicado mucho a los trabajadores que ya no creen que existan diferencias entre los dos partidos. Por eso Obama se ha gastado 45% del dinero de sus campaña en comunicación, es decir 115 millones (el doble de McCain), y más precisamente 96 millones en programas y publicidad en televisión y radio. Ha inundado los canales de comunicación con el mensaje de «cambio», como si su cambio, fuera el único cambio posible.

Ahora bien, si uno toma un poco de distancia y hace un análisis científico de la realidad, no parece que nada significativo haya cambiado en el sistema: seguimos teniendo dos partidos de la burguesía y ningún partido de los trabajadores con posibilidades de llegar al poder.

¿Cómo piensan enfrentar la crisis los candidatos?

Los dos candidatos tiene claro que quieren ayudar a los «Estados Unidos» a recuperar su «liderazgo» económico y político en el mundo. Pero en realidad, cuando hablan de «Estados Unidos» se refieren a las grandes empresas del país.

El programa de Obama

Obama plantea una reducción fiscal a los trabajadores, las «clases medias» y los jubilados para relanzar el consumo, ya que 70% de la economía americana funciona por el consumo interno de los trabajadores. El plan es que los trabajadores sigan comprando con sus bajos salarios los productos que producen o que son importados para que las empresas que los producen sigan sacando beneficio. A eso se le llama «relanzar el consumo».

Obama plantea anular la reducción de impuestos que Bush acordó a las familias más ricas del país (las que ganan más de 250.000 dólares al año), quiere aumentar la tasación de los beneficios del capital del 15% al 25% y reducir el gasto publico, controlar la eficiencia de los servicios y acabar con el mal uso de los recursos públicos.

El programa de Mc Cain

Al contrario, McCain plantea disminuir los impuestos de las pequeñas empresas: no podrán ser de más de 35% de sus beneficios y 15% de los dividendos (inversión en la bolsa). En esa misma línea de recorte fiscal para las empresas (y no para los trabajadores), propone reducir el impuesto de sociedades del 35% al 25% para bajar el costo de producción y ser más competitivos en los mercados. Y para estimular la creación de empleo se compromete a dar una deducción fiscal el primer año para permitir que las empresas inviertan en tecnología, también suprimirá los impuestos por el uso de Internet y teléfonos móviles.

Ahora bien, el punto común de los dos candidatos es garantizar el capitalismo imperialista. Eso significa seguir expoliando y explotando a los trabajadores de EEUU y a los del resto del mundo. Decimos que el capitalismo es imperialista porque esta organizado mundialmente con una burguesía dominante que sólo explota a sus propios trabajadores, y a los del resto del mundo. Y para tener el control económico y político mundial necesita ser una potencia militar, como lo es Estados Unidos.

Obama no quiere acabar con el imperialismo estadounidense, al contrario quiere reforzar la posición de «liderazgo» del país, últimamente en crisis por el fracaso de la guerra de Irak y la crisis de la economía. Por eso quiere aumentar el ejercito en 65.000 soldados de tierra y 27.000 marines , también el gasto en investigación y desarrollo para el armamento militar aéreo y espacial, y quiere crear un destacamento de 25.000 civiles (ingenieros, médicos, abogados, policías, urbanistas etc.) llamado Civilian Assistance Corps listos para desplegarse junto con las tropas después de cada intervención militar. En la práctica este cuerpo asistirá el proyecto imperialista de inserción en países semicoloniales para controlar los recursos naturales y ayudar a las empresas estadounidenses a instalarse, como ha ocurrido en Irak.

McCain, aparte de apoyar el reforzamiento del ejército profesional, también quiere aumentar aún más el gasto militar para modernizar los ejércitos y desarrollar el programa del escudo antimisiles.

Otro aspecto de la política exterior imperialista norteamericana es el de la política comercial y los tratados de «libre intercambio» («libre» sobre todo para Estados Unidos). La mayoría de tratados que han sido impuestos en América Latina con el ALCA con México y el TLC con Costa Rica, han beneficiado a la burguesía norteamericana y han empobrecido y aumentado la dependencia de la clase obrera de los países de América Latina. Mientras que Obama no pone en duda la continuación de tales acuerdos, McCain propone extenderlos en el resto del continente y experimentar con el mercado asiático.

Parece ser que el único elemento progresivo de Obama es su política fiscal. Es una política que más o menos dice: «voy a robar a los ricos subiéndoles los impuestos para darles a los pobres bajándoselos». Tal política puede parecer progresista pero en el fondo es más bien populista, y obedece a un paradigma pre-moderno y mercantilista, que busca esconder el origen de la plusvalía y la riqueza.

Su solución es modificar la circulación del dinero, no el modo de producción de la riqueza, que bajo el capitalismo se da a costa de la explotación de los trabajadores, para el beneficiar a los capitalistas. Obama no cuestiona el hecho de que los empresarios sigan sacando beneficio de la explotación de los trabajadores, ni que el Estado esté al servicio de las empresas y no al servicio de los trabajadores. No hace ningún análisis de las causas reales y estructurales de las crisis y del empobrecimiento de la clase obrera. Hace más bien un análisis superficial para evitar tener que proponer una política que hable del problema real: la explotación y la opresión de la clase trabajadora. Si le obligáramos a hablar de ello, nos daríamos cuenta que no tiene tantas diferencias con McCain.

¿Cuál es nuestra posición?

Como militantes revolucionarios que defendemos realmente los intereses de los trabajadores, llamamos al boicot contra los dos candidatos a presidente y a la construcción de un Partido de los Trabajadores, que represente nuestros intereses y no los de las grandes empresas. La pregunta que le hacemos a los trabajadores es: ¿cuál es el cambio que ustedes quieren?

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