El coronavirus y el desastre ambiental capitalista
Por Carlos Rodríguez (ingeniero agrónomo, militante del PSL)
En 1989, en los bosques tropicales de Costa Rica, ocurrió un hecho que pasó desapercibido para gran parte de la población. El sapo Dorado, también conocido como “Sapo de Monteverde”, fue observado por última vez en este país centroamericano, y declarado, posteriormente, como una especie extinta por la “Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN)”. Muchos se preguntaran que tiene de novedad la extinción de una especie, cuando desde hace siglos la desaparición de animales y plantas, ha sido el denominador común en el proceso de desarrollo económico capitalista de las naciones, con sus múltiples impactos negativos a la naturaleza. La importancia de esta nueva extinción en nombre del desarrollo, radica en que este anfibio es considerado por los ecólogos la primera víctima del calentamiento global, la cual ha llevado en los últimos cincuenta años a la reducción del 60% del tamaño de todas las poblaciones de plantas y animales en los ecosistemas del planeta.
Desde la extinción del sapo Dorado las malas noticias no cesan de ocurrir. Tras los incendios devastadores en las selvas del Amazonas (2019) y en los bosques de Australia (2019-2020), el año 2020 trajo tras de sí la pandemia del Covid-19, la cual todavía está en pleno desarrollo y también está por verse todas las consecuencias en los diferentes aspectos de la vida sobre la Tierra. Esta pandemia, ocasionada lo más probable por los desequilibrios ecológicos, es una ventana al futuro de lo que le espera a la humanidad con los problemas ambientales generados por el cambio climático, y otros macro problemas como la deforestación desenfrenada; ambos desastres sostenidos por un modelo económico capitalista mundial que hace inviable la vida sobre la Tierra a mediano plazo.
De acuerdo a los estudios y propuestas realizados por la comunidad científica, se estima que las emisiones de gases efecto invernadero (GEI), generadas por la quema de combustibles fósiles, deberían caer un 7,6% cada año en esta década, para limitar el calentamiento del planeta en menos de 1,5ºC por encima de las temperaturas preindustriales. Sin embargo, esto no está ocurriendo, sino todo lo contrario. Inclusive, el presente año, a pesar de la caída en las emisiones producida por la paralización de buena parte de la economía mundial debido a la pandemia, se espera que los niveles de CO2 (principal GEI) sigan aumentando nuevamente posterior a la cuarentena mundial, tal como ocurrió en la crisis del 2008. Sobre esto último, el sitio web Carbon Briefen (2020) dice lo siguiente: “Después de ahorrar a la atmósfera 440 millones de toneladas de CO2 en un año, se pasó a emitir 1.600 millones de toneladas gracias a los estímulos económicos que ofrecieron los gobiernos para ayudar a las grandes empresas”.
El Coronavirus: el protagonista de la crisis global
La fauna mundial se está moviendo. Grandes zonas del planeta que han sido afectadas por el aumento de la temperatura y la humedad, han creado condiciones propicias para su colonización por especies de la fauna silvestre, incluyendo a los insectos. Otras especies, con poca o nula capacidad de desplazarse o adaptarse a estos cambios climáticos, simplemente están desapareciendo, generando perturbaciones en todas las cadenas alimenticias de los ecosistemas con consecuencias inimaginables. La desaparición de las especies es más rápida, que la capacidad de la ciencia para estudiar las consecuencias negativas de estas extinciones masivas sobre los ecosistemas y, por supuesto, también sus consecuencias sobre la sociedad y la economía mundial.
También las especies transmisoras de enfermedades parasitarias a personas y animales están colonizando nuevas áreas. El zoólogo Eduardo Galante (2020) de la Universidad de Alicante en España, afirma: “El incremento de la temperatura acorta el ciclo biológico y acelera la multiplicación de los insectos vectores de enfermedades como el paludismo, el dengue o la fiebre amarilla”. Vale agregar, que el 70% de todas las enfermedades humanas tienen origen zoonótico, es decir, que son producidos por microorganismos patógenos que se transmiten al ser humano a través de una especie animal.
A la colonización de nuevos espacios por patógenos, hay que agregar el tráfico de animales silvestres (que mueve al año 20.000 millones de dólares), su consumo y el contacto directo con restos de animales. El mercado asiático de alimentos, vinculado estrechamente al consumo de pangolín, murciélagos, roedores, entre otros animales, son posiblemente la primera causa de la aparición de la pandemia Covid-19. Epidemias como el Hendra (1994) en Australia y el SARS (2003), estuvieron relacionadas al consumo de murciélago, y más recientemente la epidemia del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS- 2012), se vinculó al contacto y consumo de camellos en los países del medio oriente.
Existe una relación directa entre el cambio climático con su consecuente pérdida de la biodiversidad en el planeta, con el aumento de las epidemias y pandemias como la actual del Covid-19. Un ambiente sano y en equilibrio, con su biodiversidad estable es el mejor amortiguador de pandemias. No obstante, la realidad vuelve a ser trágicamente diferente: la explotación sin límites de los recursos naturales en los cinco continentes han “alterado significativamente el 75% de la superficie terrestre y el 66% del océano global” (IPBES 2020).
La lucha por la vida en el planeta
La historia de otras crisis económicas mundiales, como la iniciada en el 2007-2008, han puesto sobre el tapete que la economía capitalista mundial, cada vez que requiere salir de una crisis, aumenta la explotación sobre los recursos naturales y sobre la propia especie humana, sobre todo los trabajadores. El mejor ejemplo de esto lo tenemos en EE.UU, donde para salir de la crisis mencionada, los gobiernos de Obama y Trump recurrieron a la explotación petrolera a través de la cuestionada técnica de fracking, profundizaron los proyectos de explotación de gas y petróleo en Alaska, y torpedearon todos los acuerdos internacionales en materia de restricciones de emisiones de gases de efecto invernadero, como el “Acuerdo de Paris” (2015).
De la misma manera que todavía está por verse todas las consecuencias de la pandemia, también está por conocerse cuál será la reacción de los pueblos y los trabajadores ante la actual tragedia mundial, sobre todo en las grandes ciudades de los países industrializados; donde los muertos se cuentan por miles. El historiador británico Adam Tooze (2020) vaticina: “…saldremos de esta más pobres, más endeudados, más asustados, y en condiciones de incertidumbre radical son más probables los terremotos sociales y políticos”.
Serán los pueblos en sus diferentes formas de organización, opinión, presión y protesta, quienes tendrán la última palabra sobre el modelo de desarrollo requerido para salvar la vida sobre la Tierra. Esto último es la única “carta” por conocer y lo que sin duda marcará la vida de las próximas generaciones. Las otras “cartas” ya se conocen: los derroteros de los intereses económicos de las grandes multinacionales del mundo, y las nuevas pandemias y desastres ecológicos por venir.
Notas:
-
Si todo sigue como hasta ahora, se estima que para finales del Siglo XXI, el aumento de la temperatura promedio del planeta se ubicará en torno a los 3ºC.
-
Estudios internacionales alertan de que un grado de aumento de la temperatura promedio mundial puede destruir el 25% de todas las cosechas de alimentos en el mundo.
-
Se cree que aún existen 1,7 millones de virus no identificados en todo el planeta. Cualquiera de estas podría ser la próxima enfermedad, potencialmente incluso, más perjudicial y letal que el Covid-19 (IBPES 2020).
Bibliografía
Adam Tooze (2020). Reseñado en el artículo: “Así será el mundo tras la Gran Reclusión”. Economía y Trabajo. El País: 10/05/2020. España, pp. 50-51.
Carbon Brief: clear on climate (2020). Sitio web: ¿Qué impacto tendrá la pandemia de coronavirus en el CO2 atmosférico?
Eduardo Galante (2020). Reseñado en el artículo: “El Apocalipsis de los insectos: sin ellos no hay futuro”. Medio Ambiente. La Opinión: 10/05/2020. España, pp. 28-29.
IBPES (2020). La Plataforma Intergubernamental de Ciencia- Política sobre biodiversidad y Servicios del Ecosistema.