El desastre nuclear en Japón y la catástrofe del capitalismo

El terremoto de grado 9 que asoló Japón y el posterior tsunami, desencadenaron otra catástrofe que ya tiene muy poco de “natural”: el desastre nuclear. Al escribir estas líneas los 4 reactores nucleares incendiados, por fallas en su sistema de refrigeración, están “fuera de control” y el responsable de la Comisión de Energía europea habla de “Apocalipsis”. Se reveló que existió fraude y una imprevisión criminal de la empresa Tokyo Electric Power a cargo de las centrales nucleares. Esto también evidencia que no hubo un adecuado control oficial.

El terremoto de grado 9 que asoló Japón y el posterior tsunami, desencadenaron otra catástrofe que ya tiene muy poco de “natural”: el desastre nuclear. Al escribir estas líneas los 4 reactores nucleares incendiados, por fallas en su sistema de refrigeración, están “fuera de control” y el responsable de la Comisión de Energía europea habla de “Apocalipsis”. Se reveló que existió fraude y una imprevisión criminal de la empresa Tokyo Electric Power a cargo de las centrales nucleares. Esto también evidencia que no hubo un adecuado control oficial.

El terremoto y posterior tsunami son claramente eventos de carácter natural. La Tierra es un planeta “vivo” que está en permanente movimiento. La superficie de la Tierra está formada por enormes placas (tectónicas) que flotan sobre un manto de magma (roca fundida). Las placas se desplazan, comienzan a presionarse y eventualmente “chocan” produciendo movimientos sísmicos. El “acomodamiento” de sus placas tectónicas (superficiales) es algo normal y no es previsible con las actuales tecnologías el momento en que puede ocurrir. Según últimas cifras habrían muerto unas 15.000 personas a causa del maremoto.

Pero el desastre nuclear, que podría ser de magnitud mayor al derivado del maremoto, no tiene nada de natural y no hubiera ocurrido de no haber estado los reactores en Fukushima o de haber tenido otras medidas de seguridad que no tenían.
Ya hay 600.000 evacuados de la región a menos de 20 kilómetros de las centrales. Estados Unidos y la Unión Europea llamaron a sus ciudadanos residentes en Tokio a alejarse de la ciudad. Tokio, que está a 280 kilómetros de Fukushima, es la ciudad más grande del mundo, con 35 millones de habitantes.

«No nos andemos con rodeos. Está claro que han perdido el control de la situación. En cualquier caso, éste es nuestro análisis y no es lo que están diciendo ellos», declaró el ministro francés de Industria, Eric Besson, a la televisión BFM. Los reactores se están incendiando porque no hay como enfriarlos. El peligro es que, de no poder solucionarlo en próximos días, un estallido libere enormes cantidades de radiación que afectaría un área muy grande, incluida la ciudad de Tokio. Si esto sucediera, podría convertirse en un desastre muy superior al célebre de Chernobil, sucedido en la ex URSS, actual Bielorrusia, en 1986.

Toda la humanidad contempla el avance del desastre, transmitido por la TV, y ruega y desea que se solucione rápidamente. Millones han expresado su solidaridad con el pueblo japonés. Lamentablemente, según opiniones técnicas, no parece que se pueda hacer mucho más de lo que se está haciendo para enfriar los reactores (actualmente se está arrojando agua de mar sobre ellos desde helicópteros).

Los trabajadores revelaron que la empresa había falsificado los planos de seguridad.

Aunque aún no se sepa la dimensión final del desastre nuclear, en Alemania provocó una gigantesca movilización en la que 60 mil manifestantes antinucleares formaron una cadena humana de 45 kilómetros entre Stuttgart (sur de Alemania) y la central atómica de Neckarwestheim para exigir el abandono de esa fuente de energía. También hubo importantes movilizaciones en España y otros países.

La energía nuclear

La energía nuclear se ha utilizado en primer lugar para fabricar las bombas atómicas. Dos de ellas fueron arrojadas, por Estados Unidos, y por única vez en la historia, sobre ciudades pobladas, Hiroshima y Nagasaki, matando a más de 250.000 personas, en Japón en 1945, como parte de la Guerra Mundial. Los hechos posteriores confirmaron que Japón ya estaba vencido y que arrojar las bombas atómicas fue un crimen de guerra y además militarmente innecesario.

Desde entonces y como “prueba” y demostración de fuerza bélica, distintos países fabricaron y arrojaron 2.000 bombas atómicas en desiertos o mares, zonas despobladas. Más de la mitad las detonó Estados Unidos. Una de estas pruebas, realizada por Estados Unidos en 1954, contaminó a un barco pesquero japonés, provocando grandes movilizaciones populares de repudio en Japón.

Pero la energía nuclear se está utilizando desde hace medio siglo también para fines pacíficos, fundamentalmente para producir electricidad. Desde la constatación del calentamiento global causado por los combustibles fósiles (petróleo y carbón), algunos dicen que la energía atómica es la solución por ser “menos contaminante”. Claro, si no hay “accidentes”…
Según la World Nuclear Association hay 430 reactores nucleares y se están construyendo unos 60 nuevos, se planean otros 150 en los próximos diez años y 200 más para la década 2020-2030.
Japón tiene 55 reactores nucleares y produce con ellos el 35% de su electricidad.

Francia, segundo después de EEUU en producción de energía nuclear, obtiene el 75% de su energía de esa fuente y tiene 58 reactores nucleares, y además exporta electricidad de origen termonuclear a otros países europeos. China ya tiene 10 reactores y 30 bajo construcción. India planea construir 20 durante esta década y Rusia quiere duplicar su capacidad en estos 10 años.

En América Latina funcionan seis de los más de 430 reactores nucleares que hay en el mundo. Argentina, Brasil y México tienen 2 centrales cada uno. Y el presidente de Chile está por contratar la construcción de una central (recordemos que Chile tuvo el terremoto más fuerte de los que se tenga registro, en 1960).

Hubo dos desastres históricos, con escape masivo de radiactividad, el de Three Mile Island en EE.UU. en 1979 y el de Chernobyl, en 1986.

Chernobyl

El más grave fue el de Chernóbyl, en Ucrania. La explosión acaecida el 26 de abril de 1986 se dice que causó 100.000 muertos (aunque nunca hubo cifras comprobadas de mortalidad), dejó escapar 50 toneladas de isótopos de uranio, plutonio, cesio, estroncio, yodo y americio, algunos con una vida media de decenas de miles de años. Se tardaron diez días en taponar la fuga. La superficie contaminada es actualmente de unos 150.000 kilómetros cuadrados, la mitad de Italia, y continuará en ese estado durante mucho tiempo.

La cantidad de radiactividad liberada fue equivalente a 500 bombas atómicas como la de Hiroshima. El resultado es que sigue vigente un área de exclusión de un radio de 30 kilómetros alrededor de Chernóbyl, en donde no vive nadie salvo unos pocos ancianos. Esa «zona muerta» incluye la ciudad de Prípiats, completamente abandonada y en donde llegaron a vivir 50.000 personas. Allí residían los trabajadores de la central y hoy ofrece un aspecto fantasmal.

¿Eficiencia japonesa?

Japón es una de las grandes potencias mundiales. Siempre se ha difundido la imagen del Japón como un ejemplo de capitalismo altamente eficiente.

El pueblo japonés actuó con ejemplar autodisciplina y solidaridad, y trabajadores de electricidad y de salud se juegan la vida para salvar a los damnificados. En el hospital de la zona evacuada siguen trabajando médicos y enfermeras. También se presentaron voluntarios jubilados trabajadores de la central nuclear para trabajar y solucionar el desastre. Estos son algunos ejemplos de la solidaridad popular.
Pero, los hechos en el tema nuclear dicen otra cosa sobre su gobierno y sus capitalistas.

La empresa Tokyo Electric Power a cargo de las usinas, alteró datos de su funcionamiento y seguridad ya en el 2002. Uno de los tantos actos deshonestos que realizó la firma es la inyección de aire en uno de los reactores para evitar posibles fugas.

Como antecedente más reciente en el año 2007, con el perverso afán de evitar contrariedades con el gobierno y ocultar los problemas que ya aquejaban a la central nuclear, la Tokyo Electric Power alteró datos y no informaron al gobierno de los daños producidos por un terremoto. Ese año un terremoto en el noroeste de Japón produjo un incendio y una fuga menor en la planta de energía nuclear más grande del mundo, en Kashiwazaki.

La posterior investigación reveló que la empresa –Tokyo Electric– había construido la planta encima de una falla sísmica en actividad. Una serie de incendios que se produjeron en la planta con posterioridad al terremoto profundizaron el temor de la gente. Pero Tokyo Electric dijo que había implementado mejoras en las instalaciones, y la planta reabrió en 2009 contando con la autorización oficial.

Quienes se quejaron ante el gobierno japonés por las prácticas fraudulentas de los dueños de Fukushima, fueron los trabajadores que laboraban en el reactor. Uno de ellos, confesó haber adulterado informes de supervisión del reactor desde 1989 por orden de la empresa. A su vez, acusaron que fue falsificado el diseño del reactor nuclear y este sirvió como boceto para el armado de los otros cinco reactores que fueron desbastados por el reciente movimiento sísmico.

La información respecto al fraude de la empresa fue develada por WikiLeaks, que ya había denunciado que la empresa sabía que sus reactores no soportarían un terremoto superior a los 6 grados (diario The Times de Londres).

Yuli Andreyev (1938) es un experto ruso, que fue vicedirector del organismo de la ex URSS de lucha contra accidentes nucleares (como tal denunció la ocultación de información y mentiras sobre Chernobyl), manifestó sobre los hechos de Japón: «Quienes diseñan centrales nucleares están pendientes de dos cosas: seguridad y costo. El problema es que la seguridad cuesta dinero. Si gastas demasiado en ella la central nuclear no es competitiva…. Se prestan a ceder en seguridad a cambio de consideraciones egoístas. Pura y simplemente por dinero. La localización de las centrales de Japón, junto al mar es la más barata. Los generadores de emergencia no los enterraron y, claro, se inundaron en seguida…. Detrás de todo esto hay corrupción. No tengo pruebas, pero no tardarán mucho en aparecer. ¿Cómo puede diseñarse una central nuclear en una zona de alto riesgo sísmico, al lado del Océano, con los generadores de emergencia en superficie?. Llegó la ola y todo quedó fuera de servicio. No es un error, es un delito”.

Tanto los organismos japoneses de control, como la propia OEIA (Organismo Internacional de Energía Atómica, dependiente de la ONU) están penetrados por los intereses de las grandes multinacionales que controlan el negocio. Es decir, en realidad, no hay un control independiente y menos de los sectores populares. Lo referente a la cuestión nuclear es tomado como “secreto de estado” e incluso ahora, en Japón, no se da al público toda la información sobre lo que en verdad está sucediendo.

El capitalismo está produciendo un desastre mundial

El sistema capitalista, basado en la ganancia individual y de la clase privilegiada, está causando una catástrofe mundial humana y ambiental. El desastre nuclear en Japón vuelve a confirmarlo. Para aumentar sus ganancias no tienen ningún problema en arriesgar la vida y el futuro de millones de seres humanos, privando de comida y esterilizando las tierras de regiones enteras del mundo. Las multinacionales están destruyendo ríos, lagos, glaciares, montañas completas, contaminando la atmósfera y también el subsuelo. La contaminación radioactiva es otra variante igualmente terrible.

Mientras esto sucede, un puñado de 1.200 multimillonarios acumula 4.5 billones (millones de millones) de dólares, según la revista Forbes. Lo que ahorraron en inversión de seguridad en las centrales japonesas, seguramente engrosa la billetera de alguno de esos 1.200 multimillonarios.

Algunas corrientes sostienen la idea de que la única forma de impedir la catástrofe ambiental es volver a épocas preindustriales, a métodos antiguos de producción agraria y despoblar las ciudades. No coincidimos con estas propuestas que creemos provocarían mayores males humanos a los que se busca evitar. Para detener este desastre no hay que renunciar a los avances científicos y tecnológicos. Lo que hay que hacer es terminar con este sistema capitalista e implantar un sistema socialista, donde la producción y los enormes avances científicos de la humanidad estén al servicio de las mayorías, y controlados democráticamente por las mayorías trabajadoras, para cuidar la tierra que es un bien común.

La movilización contra las centrales nucleares

Creemos que la solidaridad con el pueblo japonés tiene que tener una consecuencia política en defensa de la humanidad.
Hay que apoyar en primer lugar la exigencia del desarme atómico. Recordemos que hay en el mundo miles de armas atómicas que pueden lanzarse sobre cualquier país. Y que Estados Unidos es el país que más tiene. El tratado de “no proliferación nuclear” que impusieron las potencias imperialistas, está sólo destinado a preservar su monopolio del arsenal nuclear.

En relación a las centrales nucleares de generación eléctrica, el movimiento contra ellas en Europa y el que muy probablemente va a nacer en Japón con el mismo objetivo, están totalmente justificados. No porque la humanidad tenga que renunciar para siempre a la energía nuclear con fines pacíficos. Pero esta sólo debería utilizarse en condiciones de seguridad totales, con transparencia y control democrático popular. Así como no se puede entregar un arma cargada a un niño para que juegue con ella, la utilización de esta energía nuclear en manos de las multinacionales y los gobiernos que les sirven, en secreto y sin control científico independiente, es un riesgo permanente que, con toda razón, los pueblos no quieren correr.

Al mismo tiempo creemos que no puede confiarse en el imperialismo y sus instrumentos, como la Organismo Internacional de Energía Atómica, para este control y menos la autoridad para hostilizar a países como Irán que desarrollan su industria nuclear.

Son los propios pueblos, con sus científicos independientes, en todos los países en que existen las centrales – como por ejemplo Argentina, México o Brasil – o que hay planes para instalarlas – como en Chile o Irán -, los que tienen que imponer la apertura de un urgente debate público democrático sobre sus riesgos y la conveniencia, o no, de tener centrales nucleares.

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