El Estado venezolano encubre y legitima la violencia contra la mujer

La violencia contra la mujer abarca todas las formas en que se expresa la opresión de la mujer en nuestra sociedad, desde las más abiertas y extremas, como la esclavitud, la trata y el feminicidio, hasta la injusticia económica, la desigualdad legal, e incluso aquellos discursos que justifican la discriminación y la opresión de la mujer, todas ellas son formas de violencia contra las mujeres. Esta situación es característica del sistema patriarcal que impera en la capitalista sociedad venezolana.

La violencia contra la mujer abarca todas las formas en que se expresa la opresión de la mujer en nuestra sociedad, desde las más abiertas y extremas, como la esclavitud, la trata y el feminicidio, hasta la injusticia económica, la desigualdad legal, e incluso aquellos discursos que justifican la discriminación y la opresión de la mujer, todas ellas son formas de violencia contra las mujeres. Esta situación es característica del sistema patriarcal que impera en la capitalista sociedad venezolana.

La violencia de género se manifiesta de diversas maneras: física y sexual, psicológica, económica… y también existe la violencia institucional. Según lo expresado en la vigente Ley Orgánica sobre el Derecho de La Mujer a una Vida Libre de Violencia, se señalan como expresiones de violencia institucional “las acciones u omisiones que realizan las autoridades, funcionarios y funcionarias, profesionales, personal y agentes pertenecientes a cualquier órgano u ente público que contrariamente al debido ejercicio de sus atribuciones, retarden, obstaculicen o impidan que las mujeres tengan acceso a las políticas públicas y ejerzan los derechos previstos en esta Ley, para asegurarles una vida libre de violencia.” Siendo el Estado Venezolano promotor y emisor de dicha ley, en realidad es poco lo que ha hecho por erradicar la violencia institucional. A pesar de que existe un Ministerio del Poder Popular para la Mujer y la Igualdad de Género, esta instancia ni siquiera contabiliza los casos de violencia de género. La ausencia de documentación sistemática sobre este flagelo y la inexistencia de campañas nacionales sobre el tema, demuestran el poco alcance que tiene el Ministerio como promotor de políticas públicas con una vocación igualitaria.

La Asamblea Nacional, pese a haber sido presidida por varios años por una mujer, Cilia Flores, ha silenciado el debate sobre el derecho al aborto libre, seguro y gratuito, en este silencio concuerdan los diputados del Psuv y de la MUD. No se realizan campañas de educación reproductiva, cediendo a presiones de la jerarquía católica, pese a que nuestro país tiene el índice más alto de embarazo adolescente en Suramérica. No se avanza hacia reivindicar el trabajo doméstico como forma de trabajo tradicional que merece ser remunerado y gozar de todas las garantías, continúa el apoyo institucional a actividades que discriminan a la mujer, como el Miss Venezuela, que se realizó este año con el auspicio de la UBV y en instalaciones del Estado, como lo es el Poliedro de Caracas. Son todos ejemplos de la violencia institucional contra la mujer.

Actualmente, los candidatos a la alcaldía y al concejo municipal de Libertador en el estado Mérida por el Partido Socialismo y Libertad (PSL), hemos presentado la propuesta de prohibir la publicidad sexista, que emplea el cuerpo de la mujer como objeto sexual, en los espacios públicos. Es un ejemplo del tipo de iniciativas que debemos visibilizar para hacer frente a aquellas formas veladas de violencia contra la mujer.

Desde el movimiento obrero, popular y estudiantil, debemos promover la movilización en pos de una agenda de reivindicaciones que verdaderamente apunten a la igualdad y una sociedad libre de opresión contra la mujer, en la perspectiva de la erradicación de toda forma de opresión capitalista. Y que reclame ampliamente la participación e inclusión de la mujer de manera colectiva, democrática y participativa en los procesos de toma de decisiones en cuanto a políticas de género se refiere. No deben repetirse experiencias como la del “Plan Mamá Rosa”, diseñado a espaldas de la población, y que termina afianzando estereotipos como que el rol de la mujer forzosamente es el de ser madre, recibiendo el nombre de una mujer de la cual lo único que se conoce es su parentesco con Hugo Chávez. Las mujeres no necesitamos la sombra de ningún líder iluminado ni de figura patriarcal alguna para poner de pie nuestra exigencia de una vida digna, sin violencia, discriminación, explotación ni exclusión, y así debemos hacerlo.

* Jenniffer Piña es candidata al Concejo Municipal de Libertador en el estado Mérida por el Partido Socialismo y Libertad, y es miembro del Colectivo Autónomo Mujeres Libres.

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