El «hiperliderazgo» como una forma elegante de encubrir la discusión de fondo

Las apreciaciones emitidas en el documento final del foro “Intelectuales, Democracia y Socialismo”, desarrollado por el Centro Internacional Miranda (CIM), acerca del liderazgo del presidente Chávez y la falta de democracia y autocrítica al interior del PSUV, han generado más ruido del que pudieron haber esperado sus autores, con toda seguridad. La “inteligentzia” reunida por el CIM ha puesto sobre relieve dos puntos altamente sensibles de la práctica política del gobierno.

Chávez y Cabello

Por: Simón Rodríguez Porras (USI)

Las apreciaciones emitidas en el documento final del foro “Intelectuales, Democracia y Socialismo”, desarrollado por el Centro Internacional Miranda (CIM), acerca del liderazgo del presidente Chávez y la falta de democracia y autocrítica al interior del PSUV, han generado más ruido del que pudieron haber esperado sus autores, con toda seguridad. La “inteligentzia” reunida por el CIM ha puesto sobre relieve dos puntos altamente sensibles de la práctica política del gobierno.

La polémica que se ha desatado a partir de allí ha resultado más interesante que las opiniones que la propiciaron (1). El presidente Chávez y el canciller Nicolás Maduro, desencajados por el golpe recibido, han centrado su respuesta en cuestionamientos ad hominem**; poniendo inmediatamente en duda el «chavismo» de los intelectuales (2). Por otro lado, sectores del chavismo defienden la lealtad y el compromiso con el proceso revolucionario de los intelectuales cuestionados, y reivindican la importancia de habilitar espacios para la «crítica constructiva».

La publicación «Debate Socialista» (DS), especie de órgano ideológico del gobierno, editorializó la respuesta burocrática. Sistematizando los elementos de la posición planteada por el presidente y el canciller, DS presenta las críticas y el foro mismo como la acciones contrarrevolucionarias de un sector pequeñoburgués, reformista y antisocialista. Pese a que las críticas al PSUV y al liderazgo presidencial fueron emitidas en el contexto de discursos de abierto apoyo al gobierno, DS como vocero burocrático deja sentado que ni con el pétalo de una flor pueden tocarse dos instituciones sacrosantas del proceso bolivariano: el Presidente Chávez y el PSUV.(3)

Si tienen un mérito las opiniones y reflexiones generadas por los intelectuales de izquierda en el Foro del CIM, es que contribuyen a que un debate silenciado, de pasillos y a escondidas, empiece a emerger a la superficie sin tapujos, para cuestionar el papel de dirigente omnipresente y omnipotente del presidente Chávez y de retruque deje en evidencia a las estructuras de corte militar del PSUV.

Pero sólo hasta allí. Porque, partiendo de la premisa de que dialogan con una dirigencia gubernamental revolucionaria y socialista, los intelectuales de izquierda centran sus reflexiones y recomendaciones en asuntos de «forma», que sin duda son importantes, pero que en modo alguno penetran en las causas profundas de aquellos vicios que pretenden combatir. Por eso sugieren que el Presidente debe colectivizar su «imprescindible» liderazgo para compartir el pedestal en que hoy se encuentra; que el PSUV sea «reformulado» para que este instrumento político cuente con una dirección colectiva, que articule efectivamente con los movimientos sociales de base y derrote el mal del clientelismo partidista; que el Estado no «absorba» a los movimientos sociales; «oponer» el poder popular y la participación protagónica a las prácticas burocráticas; «reorientar» el modelo productivo hacia una economía social con nuevas relaciones de producción, y para coronar esta versión corregida y aumentada de «Revisión, Rectificación y Reimpulso» aprobada por los foristas del CIM, se sugiere que bebamos del abrevadero de un Gramsci transmutado en hegeliano de derecha por esta misma intelectualidad chavista, para crear una nueva hegemonía ideológica que «contrarreste» la ideología capitalista y consumista, que hoy nos sigue absorbiendo a venezolanos y venezolanas.

El problema consiste en que esta forma elegante de proponer acciones correctivas -aun cuando esté motivada por las más generosas intenciones-, encubre un debate más profundo y significativo, que el pueblo trabajador está obligado a realizar, acerca de los fundamentos del proyecto económico, político, social e internacional que defiende el gobierno del Presidente Chávez. Nosotros decimos que el culto a la personalidad y la falta de democracia del PSUV, la corporativización del movimiento popular, son fenómenos íntimamente ligados al carácter del proyecto político que encabezan el presidente Chávez y el resto de la nueva clase política.

Esta versión repotenciada de las 3R enunciada por la intelectualidad chavista de izquierda no va a fondo en la caracterización del gobierno, el régimen y el Estado, los cuales hoy la propaganda oficial hace pasar por «socialistas». Más bien, esta afirmación propagandística es su punto de partida. Esta decisiva limitación de los diagnósticos y recetas propuestas por los intelectuales, termina reforzando la noción de dependencia hacia el rol de Chávez como dirigente máximo y comandante en jefe del proceso bolivariano; al tiempo que se presentan las prácticas que caracterizan al PSUV, a su dirigencia, y al gobierno, como si se tratara de errores y no de estrategias deliberadas. Los intelectuales confunden los síntomas con la enfermedad misma; por eso muestran los hechos criticados como desviaciones menores o lastres en la senda del socialismo, y no ven en ellos la demostración práctica de que el rumbo del gobierno está alejado de toda perspectiva socialista.

Hoy en día el pueblo trabajador venezolano padece en carne propia las vicisitudes de vivir constreñido por un Estado capitalista que administra los intereses de la burguesía nacional e internacional; conoce los rigores de un régimen democrático burgués que restringe las libertades políticas y democráticas; bajo un gobierno bonapartista cada vez más reaccionario que acentúa sus rasgos autoritarios para sostener en el poder a una casta parasitaria de nuevos ricos y burócratas; y ahora es disciplinado políticamente por un partido burgués, con un programa nacionalista y una dirección pequeño-burgués burocrática, como lo es el PSUV.

Este es el debate que debemos dar a fondo, pues es el que nos dotará de un enfoque sociohistórico del proceso revolucionario venezolano, alejado de la lectura positivista según la cual la historia la hacen los grandes líderes y personajes. Si las fuerzas que motorizan este proceso revolucionario son efectivamente sociales, económicas; en ese caso queda por identificar cuáles son las fuerzas sociales en pugna, qué intereses de clase representa la casta gobernante, qué papel corresponde a los trabajadores y a todos los explotados frente a la situación concreta de la lucha de clases que el momento actual plantea. Visto así, podemos reconocer en la corporativización y cooptación del movimiento popular, en la falta de democracia interna en el PSUV, en la intolerancia hacia la crítica y la autocrítica, en el estilo de liderazgo ejercido por el presidente; en todo ello, una serie de políticas deliberadas, que obedecen a intereses concretos, y no meros accidentes.

La discusión acerca del carácter del liderazgo del presidente Chávez debe derivarse de todas estas consideraciones más generales, y no al revés; en otras palabras, no podemos caracterizar al Estado, al régimen, al gobierno, a partir de las singularidades de un dirigente, por importante que éste sea.(4)

Puede entenderse que la reacción del presidente y sus funcionarios ideológicos busque enterrar ese, el verdadero debate, antes de que comience. El riesgo para el gobierno es que quede reducida a su justa dimensión, reformista y retrógrada, aquella política que es presentada como de «transición al socialismo», y que consiste en «alianzas estratégicas con la burguesía», compras a valor de mercado de acciones en empresas estratégicas, asociaciones de capital estatal y transnacional en empresas mixtas, la apuesta a la multipolaridad capitalista, y los ataques continuados a la autonomía sindical y del movimiento popular.

Aunque superficiales, las críticas de los intelectuales chavistas de izquierda han tenido la gran virtud de mostrar la vulnerabilidad doctrinaria de esta gran estafa ideológica del «socialismo del siglo XXI», este nacionalismo burgués disfrazado de socialista, que rehuye cualquier debate y aplasta cualquier crítica.

Este boquete abierto en la nave del pensamiento único del chavismo burocrático, nos plantea a los revolucionarios el reto de visibilizar una alternativa política, verdaderamente socialista, democrática, obrera, popular; que se fundamente en la movilización conciente del pueblo para la toma del poder y el derrocamiento del Estado burgués, y ya no en las utopías burguesas del nacionalismo, el mesianismo bonapartista, y la conciliación de clases.

Notas:

1.- No me refiero de manera genérica a las posiciones de los diversos participantes en el foro organizado por el CIM, ni niego la existencia de debates en el marco de dicho evento. Lo que hago es referirme a las conclusiones recogidas en el documento final, y reseñadas en http://aporrea.org/actualidad/n136550.html

2.- http://www.laclase.info/arte-y-cultura/chavez-y-nicolas-maduro-descalifican-intelectuales-chavistas-por-sus-criticas-al-gobi

3.- El dogma oficial queda sintetizado en la frase que suele rematar los editoriales de DS: «Chávez es socialismo». Ver el editorial completo en el que se ataca al foro del CIM: http://www.debatesocialistadigital.com/editoriales/a209/junio2009/elmapadehoy.htm

4.-Esto último es lo que pretende la burocracia intelectual estalinista representada por la secta de «Debate Socialista». Y este método lleva a las posiciones ultrarreaccionarias presentadas bajo los pesudónimos de Neftalí Reyes y Antonio Aponte, así como los manifiestos de «Vanguardia Obrera Socialista» y el «Frente de Trabajadores Socialistas», todo esto en realidad la obra de un mismo equipo. Para estos sacerdotes estalinistas, por ejemplo, una lucha obrera reivindicativa en una empresa pública es un acto contrarrevolucionario, puesto que el Estado ya no es burgués sino «socialista», y el patrono no es la casta burocrática que administra el Estado, sino «el pueblo en su conjunto». Y para que el Estado sea socialista y el pueblo sea el patrono, no ha sido necesaria ninguna revolución, ha sido suficiente con que Chávez acceda a la jefatura del gobierno.

* Simón Rodríguez Porras es militante de la Unidad Socialista de Izquierda.

** en latín, ‘dirigido a la persona’

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