En defensa de la tica erótica

La destitución de la viceministra de Costa Rica que grabó un video apasionado es casi tan infame como el robo y el chantaje que se produjeron con la ya famosa cinta.

La destitución de la viceministra de Costa Rica que grabó un video apasionado es casi tan infame como el robo y el chantaje que se produjeron con la ya famosa cinta.

Como casi todos sabemos, la viceministra costarricense de Cultura y Juventud, Karina Bolaños, fue destituida de manera fulminante por la presidenta Laura Chinchilla cuando se divulgó en Internet un video erótico que había grabado varios años antes para complacer a su amante. Karina se hallaba en una pausa matrimonial con su cónyuge, un congresista tico, y guardaba el video en el computador. De allí lo robó un jáquer que, según parece, se dedicó a chantajearla hasta que al fin colgó en YouTube los devastadores 56 segundos.

El material, reproducido en cientos de medios de comunicación, ha generado multitud de comentarios morbosos, chistes de variada catadura, defensas apasionadas y condenas tonantes. También, menos mal, algunos debates de interés. La ocasión resulta propicia para plantear ciertas preguntas básicas sobre el ámbito de lo público y lo privado. 1) ¿Es correcto que alguien grabe un video erótico para satisfacer a otro? 2) ¿Es aceptable que un tercero se apodere de él y lo divulgue, aunque se trate de un personaje público? 3) ¿Está bien que, al conocerse la cinta, el gobierno que emplea a la protagonista la destituya? 4) ¿Es lícito que los medios de comunicación incluyan en su contenido un video que se realizó con intenciones estrictamente íntimas?
Una grabación como esta implica un riesgo colosal en tiempos regidos por el ojo omnipresente de Internet. Pero la decisión de hacerla o no es personal y soberana, según decidan la inteligencia y la pasión del interesado. Aquí no caben condenas religiosas ni sanciones legales, como quizás lo pretenderían los que confunden las sacristías con los juzgados. En cambio, es inaceptable y criminal el robo y divulgación de la cinta. Me habría gustado ver denuncias del gobierno de Costa Rica contra la piratería informática y esfuerzos por atrapar al ladrón, antes que indignación por la conducta de la viceministra.
Resulta lamentable que Chinchilla destituyera a Bolaños, y es infame que lo haya hecho con la excusa hipócrita de ayudarle a defenderse. El ministro de Cultura, jefe de Karina, declaró que «no hay nada que reprocharle dentro del ámbito laboral, pues ha sido una buena viceministra». ¿Por qué entonces su cobarde destitución? Imaginemos que Bolaños, en vez de grabar un DVD, se toma unas fotos con cámara fija para regalar al novio. Están en un cajón, y cualquier día un miserable las roba y las publica. ¿Además de ser víctima de un hurto y un chantaje, la habrían echado del Gobierno? ¿Ofende el mensaje u ofende el medio de registrarlo?

A lo mejor a la señora Chinchilla, que anda volando bajo, le resultaba una carga el escándalo de la viceministra. Pero uno espera de los gobernantes que defiendan principios, como el derecho a la intimidad, no solo que busquen trepar en las encuestas. Le fue mal, y eso me alegra, a su arbitraria medida. Una encuesta del Huffington Post registra que el 72,6 de los lectores rechaza la destitución y solo el 27,4 por ciento la aplaude.

Queda el problema de la prensa y la vida privada. Es indudable que la inclusión de la cinta en las noticias constituye un asalto a la intimidad. Pero ¿acaso un asalto justificado por las circunstancias? ¿Existe a veces un interés público superior al derecho a la vida privada? ¿Podría el lector juzgar si se produjo un abuso de poder sin ver la difundida cinta? Ben Bradlee, el emblemático editor del Watergate, tiene ideas claras sobre casi todo, incluso los conflictos entre seguridad nacional e información. Pero en este punto se declara confuso. Imagino que lo conveniente es decidir caso por caso y que, en el de Karina Bolaños, Bradlee habría incluido el video en la página web del Washington Post.

Con el avance de las intrusas redes sociales afrontaremos cada día más episodios como este. El mejor consejo sigue siendo el que una vez me dio un amigo travieso: «Nunca dejes nada de amor o sexo por escrito». Menos aún si hay voces o imágenes. Y en caso de duda, apague la luz.

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