La «ejecución ejemplarizante” de Fernand Iveton durante la guerra de Argelia, con la aprobación de Mitterrand y de los dirigentes del PS

Hace cincuenta años, el 11 de febrero de 1957, Fernand Iveton, era ejecutado al mismo tiempo que dos militantes argelinos en la prisión de Barberousse de Argel. Mitterrand, ministro de Justicia de gobierno dirigido por el socialista Guy Mollet, había dado junto a otros su aprobación.

Hace cincuenta años, el 11 de febrero de 1957, Fernand Iveton, era ejecutado al mismo tiempo que dos militantes argelinos en la prisión de Barberousse de Argel. Mitterrand, ministro de Justicia de gobierno dirigido por el socialista Guy Mollet, había dado junto a otros su aprobación.

Europeo de Argelia, obrero en la compañía del gas, Iveton formaba parte de los militantes del partido comunista argelino que habían elegido participar en la lucha contra el colonialismo francés al lado del FLN. El 14 de noviembre de 1956, había escondido una bomba en un local desafectado de su empresa, proponiéndose hacerla explotar a una hora tardía para que no hubiera víctimas y solo daños materiales. La bomba no explotó. Denunciado, Iveton, fue detenido por la policía el mismo día. Torturado, arrastrado diez días después ante el tribunal militar de Argel, asistido por dos abogados de oficio, fue condenado a muerte al término de una parodia de proceso el 24 de noviembre de 1956. Su petición de indulto fue sometida al Consejo Superior de la Magistratura, encargado de dar una opinión ante el presidente de la República, al que pertenecía la decisión final.

Mitterrand, que no era todavía socialista, pertenecía al Consejo Superior de la Magistratura en tanto que ministro de Justicia. Se pronunció porque la pena de muerte fuera aplicada a Iveton. Guy Mollet también en el Consejo Superior en tanto que Jefe de gobierno, hizo lo mismo.

Además de Iveton, y de los dos militantes argelinos, otros seis habían sido guillotinados en semanas anteriores. Hubo todavía otros condenados a muerte en el curso de la guerra de Argelia, cuyos numerosos dossiers pasaron por las manos de Mitterrand y de los dirigentes socialistas en el gobierno.

Hasta finales de mayo de 1957, 45 condenados fueron guillotinados, al final de procedimientos de urgencia, permitidos por los poderes especiales otorgados a Guy Mollet, el 12 de marzo de 1956, especialmente por el conjunto de diputados socialistas y comunistas. Estos cedían a la presión de la extrema derechas de Argel, que defendía la situación colonial y denunciaba la “liquidación” de la “Argelia francesa” preparada, en su opinión, por el gobierno de dirección socialista.

Este gobierno, buen defensor del imperialismo francés, no tenía sin embargo ninguna intención de reconocer el derecho a la independencia del pueblo argelino. Y lo demostró pues los poderes especiales se tradujeron en la intensificación de la represión y en el envío masivo de tropas. De los 200.000 hombres presentes en Argelia a inicios de 1956 se pasó a 450.000 en julio, con el fin de asegurar el control sistemático de la población reclamado por Robert Lacoste, nuevo gobernador socialista del país. El 17 de marzo de 1956, Guy Mollet firmaba con su ministro de Defensa, Bourgès-Maurony, el de Justicia, François Mitterrand, y Robert Lacoste un decreto relativo a la aplicación de la justicia militar en Argelia otorgando plenos poderes al ejército. Desde primero de enero de 1957, los paracaidistas del general Massu se implicaron en la “batalla de Argel”, torturando a todos los sospechosos de ayudar al FLN y multiplicando las ejecuciones sumarias. Más de 3.000 argelinos fueron desaparecidos.

Mientras los militares reprimían sin tregua, los partidarios de la Argelia francesa llevaban a cabo una infame campaña para exigir todavía más represión y, especialmente, la ejecución de los condenados a muerte, campaña dirigida contra el FLN, pero también contra los comunistas. Este contexto influyó en la decisión de ejecutar rápidamente a Fernand Iveton.

Si él fue el único europeo guillotinado, doscientos veintiún militantes de la causa argelina sufrieron el mismo destino, sin hablar de todas las exacciones cometidas por el ejército en el curso de esta guerra de la que Mitterrand, Guy Mollet y los responsables socialistas en aquel momento, con el apoyo del Partido Comunista, asumieron la responsabilidad, como buenos defensores del colonialismo francés.

Aline Retesse

Traducción de F.P.

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