A 115 años de la rebelión del Potemkin en Rusia. La historia del acorazado Potemkin, inmortalizado en la famosa película de Eisenstein

Por Jorge Alvarez (Labrujulaverde.com)

10 de septiembre de 2017. Una de las imágenes inmortales de la historia del cine es la proa del acorazado Potemkin avanzando hacia la cámara, desde el punto de vista del espectador, hasta fundirse con ella como símbolo de la invitación a todos para unirse y de la irreversibilidad de la acción llevada a cabo por su tripulación en la Revolución de 1905, preludio de la que llegaría doce años después. Junto con la de los cosacos masacrando a la manifestación en las escaleras de Odesa -por las que rueda sin control ese metafórico cochecito de bebé- o el despertar del león de piedra, convierte la película homónima del joven Serguéi M. Eisenstein (26 años tenía) en una obra maestra indiscutible y subraya el papel histórico jugado por el famoso buque.Curiosamente, el barco empleado en el film no fue el Potemkin porque en el año de su realización, 1925, ya no existía: había sido desguazado dos años antes al considerárselo inútil de facto: los británicos, que eran sus custodios desde que se lo entregaron los alemanes al término de la Primera Guerra Mundial -lo habían capturado en Sebastopol-, le destrozaron sus máquinas antes de retirarse de Crimea con la finalidad de que los revolucionarios no pudieran utilizarlo en la Guerra Civil Rusa. Los blancos no pudieron sacarle partido y lo dejaron abandonado en la península, pasando a manos de los bolcheviques que, no encontrándole tampoco utilidad, ordenaron su desguace.

Uno de los pósters de la película/Foto: dominio público

Triste final para una nave histórica que, sin embargo, en el momento de decir adiós ya no se llamaba Potemkin sino Boréts za svobodu (Luchador por la Libertad), gracia otorgada en mayo de 1917; de hecho, había cambiado de nombre varias veces pues al poco de acabar el famoso motín de 1905 el zarismo intentó intentó borrar su memoria rebautizándolo Panteleimón (en honor de San Pantaleón) y en abril de 1917, al mes de estallar la Revolución, pasó a ser el Potemkin-Tavrícheski. Todo este esquizofrénico baile de nominaciones y renominaciones no ocultaba una realidad: en un tiempo relativamente corto el acorazado se había quedado obsoleto ante la aparición de una nueva clase de acorazados, los modernos dreadnought, llamados así por el primero de su estirpe (el británico HMS Dreadnought) y que poco a poco fueron desplazando en la Armada Imperial Rusa a los decimonónicos.

Porque el Potemkin era, en efecto, del siglo anterior. Se empezó a construir en octubre de 1898 en el astillero ucraniano Nikoláiev con la idea de reforzar la Flota del Mar Negro, siendo una versión avanzada del acorazado Tri Sviatítelia con mejor blindaje, castillo de proa más alto y cañones de mayor calibre. Fue botado dos años más tarde, si bien no estuvo plenamente terminado y operativo hasta 1905 (año en que se empezaban los trabajos del citado HMS Dreadnought). Y por si alguien desconoce el dato, el Potemkin que le daba nombre había sido el príncipe Grigori Aleksándrovich, destacado político y militar, amante de Catalina la Grande y artífice del entronamiento de ésta.

El príncipe Grigori Aleksándrovich Potemkin (anónimo)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El navío, que se movía con dos hélices, medía 115,4 metros de eslora por 22,3 de manga, desplazaba 13.100 toneladas y alcanzaba una velocidad de 16 nudos, contando con un par de máquinas de vapor y 22 calderas (8 de fuel oil y el resto de carbón, aunque un incendio sufrido en 1904 por una fuga de combustible supuso que todas pasaran a ser de carbón). Su poderoso pero lento armamento era de 40 cañones de diverso calibre (los mayores de 305 mm) y 5 tubos lanzatorpedos, añadiéndosele dos antiaéreos en 1915. El blindaje, tipo Krupp, alcanzaba los 229 mm. en la línea de flotación.

Todo ello estaba atendido por una tripulación de 26 oficiales y 705 marineros. Algunos de éstos fueron quienes protagonizaron el motín por el que el Potemkin pasó a la posteridad. Eran novatos, en buena parte, ya que los titulares habían sido enviados a reforzar las flotas del Báltico y Extremo oriente debido a que el punto caliente de la política exterior rusa en aquellos momentos no estaba en el Mar Negro sino en el océano Pacífico. Desde 1904 el país estaba inmerso en una guerra con Japón por sus respectivas reivindicaciones de soberanía sobre Corea y Manchuria. Después del Tratado de Shimonoseki, los japoneses habían tenido que entregar a los rusos Port Arthur, una ciudad china que Moscú consideraba de vital importancia estratégica al tratarse del único puerto disponible de su litoral oriental que no se helaba en invierno. Pero Tokio no se resignó a esa pérdida y dado que había formado un formidable ejército, declaró la guerra a su oponente.

El almirante japonés Togo, a bordo del Mikasa (por Tōjō Shōtarō)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Las tropas niponas se apuntaron una victoria tras otra. De todas ellas tuvo una importancia especial, por su repercusión internacional, la de Tsushima, donde el almirante Togo, con una flota inferior numéricamente pero muy superior en calidad, destrozó a la rusa hundiéndole 21 naves y capturando otras 7. La noticia cayó como una bomba en toda Rusia y sirvió de acicate a la oposición política; una parte de ésta, la socialdemócrata, se había extendido con fuerza entre los marineros destinados al Mar Negro hasta el punto de que la Tsentralka (su comité central), preparaba un amotinamiento general.

No había fecha fija para ello pero la derrota de Tsushima precipitó las cosas el 27 de junio de 1905. Ese día, algunos marineros se negaron a comer su ración de borsch, una sopa de remolacha típica de la gastronomía ucraniana (aunque también se consume en otros países del centro y este europeos), en la que la carne estaba claramente podrida y agusanada. De la misma manera que se había trasladado al frente a los mejores marineros, igual se hizo con los oficiales, de manera que los que dirigían los barcos del Mar Negro no destacaban precisamente por su calidad. Por eso Ippolit Guiliarovsky, el segundo de a bordo, se portó torpemente -la condición de siervo, abolida en 1861, no se hizo efectiva hasta 25 años después y perduraba en la mentalidad de los mandos- reuniendo a los descontentos en cubierta y amenazando con fusilarlos; incluso tenía preparada la lona con que se cubría a los reos.

Inicio del motín/Imagen: History.com

Cuando Guiliarovsky dio la orden de fuego el líder del motín se adelantó exhortando al pelotón de infantes de marina a no disparar. El encolerizado oficial le mató con su revólver encendiendo la chispa definitiva. Los marineros se lanzaron sobre los soldados que les apuntaban, asesinaron al segundo e hicieron otro tanto con el capitán y varios oficiales más (otros escaparon lanzándose al agua), adueñándose no sólo del acorazado sino también del torpedero Ismail. Entonces se nombró un comité dirigido por Afanasi Matushenko que, bajo la denominación Flota Rusa Libre y enarbolando una bandera roja, puso proa a Odesa, ya que allí se había declarado una huelga general. De hecho, la ciudad estaba en llamas por los disturbios y el entierro homenaje que se rindió a Grigori Vakulinchuk, el marinero asesinado, se convirtió en una impresionante manifestación que el ejército trató de reprimir salvajemente. La violencia desatada llegó a tal nivel que desde el acorazado se dispararon dos andanadas contra un teatro donde se reunía el alto mando militar zarista, aunque sin causar heridos.

El Potemkin enarbolando bandera roja tras el motín/Imagen: Alternate History

Se enviaron dos escuadras navales contra el Potemkin. Eran cinco acorazados en total pero sus marineros desobedecieron las órdenes del vicealmirante Aleksandr Krieger, comandante de la Flota del Mar Negro, negándose a disparar sobre sus compañeros e impidiendo al capitán del Dvenádtsat Apóstolov que realizara una maniobra de embestida. Más aún, la tripulación del Gueorgui Pobedonosets también se amotinó, uniéndose este barco al Potemkin; no obstante, algunos marineros fieles al zarismo lograron retomar el control del buque y encallarlo en el puerto.

Al final, los rebeldes del Potemkin y el Ismail pasaron entre las unidades de la flota sin que éstas se lo impidieran. Arribaron a Feodosia, donde al intentar hacerse con unas barcazas de carbón fueron tiroteados por la guardia del puerto. El comité decidió entonces dirigirse a Constanza, una ciudad rumana que aceptó su solicitud de asilo político, mientras el Ismail regresaba a Odesa para entregarse. Los marinos del acorazado abrieron sus válvulas y lo hundieron, aunque fue reflotado una semana después y devuelto a Sebastopol para volver a ponerlo a punto. Con su nuevo nombre de Pantaleimón sufrió diversos avatares: en 1909 embistió por accidente a un submarino de su propia nacionalidad matando a sus tripulantes, en 1911 encalló y durante la Primera Guerra Mundial tomó parte en varias acciones.

El Potemkin anclado en Constanza/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

La memoria del Potemkin fue recuperada por el film de Eisenstéin, que tuvo que emplear otro navío que estaba dado de baja, el Dvenádtsat Apóstolov. La película fue prohibida en casi todos los países occidentales -España incluida- por su carácter propagandístico del bolchevismo, algo bastante irónico si se tiene en cuenta que, como dijimos antes, el comité que se hizo cargo del barco no era comunista sino socialdemócrata. El último marinero superviviente falleció en Irlanda en 1987.

Fuentes: Red mutiny. Eleven fateful days on the battleship Potemkin (Neal Bascomb)/Naval mutinies of the Twentieth Century. An international perspective (Christopher Bell,Bruce Elleman)/Guía histórica del cine (Emilio C. García Fernández y Santiago Sánchez González)/Revolutionary History. The origins of the Potemkin mutiny (1907) (Christian Rakovsky en Marxist’s Internet Archive)/Wikipedia

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