La receta rusa

“Censúrate a ti mismo” se llama el capítulo dedicado a Rusia en el libro “Comunicación y Poder” del sociólogo Manuel Castells, uno de los más influyentes pensadores contemporáneos en idioma castellano. El patrón de presiones ruso sobre los medios puede iluminar la asfixia sobre la libertad de expresión llevada a cabo por regímenes autoritarios.

“Censúrate a ti mismo” se llama el capítulo dedicado a Rusia en el libro “Comunicación y Poder” del sociólogo Manuel Castells, uno de los más influyentes pensadores contemporáneos en idioma castellano. El patrón de presiones ruso sobre los medios puede iluminar la asfixia sobre la libertad de expresión llevada a cabo por regímenes autoritarios.

Según el español, la vigilancia se produce a través del control burocrático y financiero de las redes de comunicación, directa o indirectamente. Paralelo a la progresiva hegemonía gubernamental (el Estado ruso posee más del 80% de la infraestructura radial y televisiva), los medios reacios sufren un abanico de presiones. La publicación de noticias desagradables origina consecuencias como la visita de inspectores del departamento de bomberos o del trabajo. Por ello, “las denuncias de injerencias pueden ser ridiculizadas si el problema procede de la compañía eléctrica o del casero que de pronto decidió subir el alquiler”. Para quienes insisten en noticias incómodas se les recuerda que las jugosas pautas publicitarias estatales, y de las compañías que hacen negocios a su sombra, se direccionan a medios complacientes.

El gobierno ruso cuenta, además, con una gama de recursos legales aplicables a los medios e internet. Si bien la censura está prohibida oficialmente, una serie de leyes y decretos prevén excepciones para “proteger la seguridad nacional y luchar contra el cibercrimen”. Un cuarto mecanismo es el control de la programación. Líderes opositores han desaparecido de la televisión, y algunos medios con influencia han sido presionados para retirar programas o comentaristas de opinión política y desviar su contenido hacia el entretenimiento pueril. Si los periodistas llegan demasiado lejos, los matones silencian su voz: Desde el 2000, 23 periodistas han sido asesinados en ese país.

Además, el gobierno ruso perfecciona mecanismos para controlar redes sociales: Creando un entorno jurídico para que la vigilancia sea legal y se ponga en práctica; Extendiendo la intimidación a través de castigos ejemplares ampliamente publicitados; Reclutando proveedores de servicios y webmasters para actividades de vigilancia, haciéndolos responsables del contenido punible de sus sitios web; Comprando portales y manteniendo los asuntos políticos bajo control y, en último lugar, con una amplia nómina de empleados respondiendo en foros o blogs comentarios desfavorables para el ejecutivo.

La conclusión de Castells para el modelo ruso de control informativo es diferente al chino o al estadounidense: “Más que la censura política, en una situación de control directo e indirecto de los medios de comunicación y de apoyo mayoritario a la presidencia, la autocensura explica en gran medida el control estatal de los medios rusos”.

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