Perú: El triunfo de Ollanta Humala

El triunfo de Ollanta Humala en la segunda vuelta de las elecciones peruanas, con un 52% de la votación, ante Keiko Fujimori, evidenciaron el hundimiento de los partidos patronales históricos y la pro

El triunfo de Ollanta Humala en la segunda vuelta de las elecciones peruanas, con un 52% de la votación, ante Keiko Fujimori, evidenciaron el hundimiento de los partidos patronales históricos y la profunda crisis del régimen político oligárquico peruano. Sin embargo, pese a las ilusiones que pueda despertar, Humala no representa las aspiraciones populares de cambio.

En el último tramo de la campaña electoral decenas de miles de campesinos aymaras del sur del Perú cortaron rutas, la frontera con Bolivia durante 21 días y ocuparon la ciudad de Puno, con la consigna “Agro sí, minas no”.
Los hechos de Puno mostraron las profundas contradicciones que vive Perú. Por un lado en su empresariado y sectores altos de la clase media, una euforia de crecimiento económico. Está entre los países de mayor crecimiento mundial de su producto bruto interno. Los precios records que están experimentando los minerales, particularmente el oro y la plata, impulsan grandes inversiones mineras buscando las enormes ganancias e ínfimos impuestos que les garantizó Perú desde el fujimorismo.
Por otro lado millones de pobres. Este crecimiento no repercute en los bolsillos del pueblo. No genera empleos de calidad, ni buena salud y educación públicas, y está destruyendo las tierras de cultivo y hasta la selva. El Perú tiene una participación salarial de 22% del PIB versus 45% en Chile y 40% en Brasil, ambos países donde nunca se cayó el salario en el PIB desde antes de los inicios de los ajustes en los años 80. El único otro país con una participación salarial tan baja es México donde cayó de alrededor de 40% a 29% del PIB.
Por eso el descontento popular se manifestó en la primera vuelta electoral cuando perdieron por paliza los dos candidatos favoritos de los empresarios, representantes directos del modelo económico, que fueron el ex presidente Alejandro Toledo y Pedro Kuczynski, empresario y ex ministro de economía. El APRA, partido del actual presidente Alan García, se hundió. Ni siquiera presentó candidato a presidente y salió sexto, con un 6% para legisladores. Cabe destacar que el APRA es el partido histórico populista con un pasado de nacionalismo burgués, similar al peronismo argentino.
Ollanta Humala, con la imagen de algo nuevo y Keiko Fujimori, la hija del ex presidente dictador que está preso, fueron los que ganaron la primera vuelta y fueron al ballotage, que, ganó Humala.
En la campaña de la segunda vuelta surgió un movimiento “No a Keiko”, basado en el repudio de grandes sectores a quien representa la continuidad del régimen genocida y mafioso de Alberto Fujimori (hoy preso y condenado a 25 años de prisión con 77 de sus altos funcionarios). Esto lógicamente favoreció a Humala. Casi todos los sectores de izquierda llamaron a votar por Humala. También Unios, la organización de la UIT-CI en Perú, llamó a votar críticamente por Humala (en la primer vuelta su postura fue el voto nulo), señalando que “un triunfo de Keiko liquidaría una conquista democrática de nuestro pueblo… que ha condenado a Fujimori y a los asesinos del grupo Colina…” Pero la misma declaración califica a Humala de neoliberal y señala que “Respetamos las ilusiones de quienes creen ver en él, la posibilidad de un cambio, respetamos, pero no las compartimos. Humala es más de lo mismo”.

Humala no será el cambio

Humala saltó a la notoriedad cuando en el 2001 encabezó una sublevación militar contra el régimen de Fujimori.
Tanto en la campaña electoral, como en su trayectoria política pasada Ollanta Humala se ha venido esforzando por mostrarse como “confiable” para el imperialismo, “despegarse” del chavismo y tratar de identificarse como “amigo” de Lula y del subimperialismo brasileño que tiene importantes intereses en Perú.
Humala mantuvo un ambiguo doble discurso durante la campaña. Habló de “revisiones” en el TLC (Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos) en los actos populares. Pero en los foros con empresarios e incluso en TV dijo que mantendría el TLC. También se comprometió a respetar la Constitución fujimorista del 93 que esta al servicio de la protección de multinacionales y ataque a las tierras comunales campesinas e indígenas.
Poco antes del gran conflicto que abarcó las provincias del sur peruano exigiendo que se vayan las mineras, el candidato Humala garantizó en una entrevista que la empresa dueña de Tía María (en Cocachacra) podía quedarse 50 años más. Nunca se solidarizó con la lucha aymara contra las mineras canadienses, sólo habló de la necesidad del “diálogo”.
Otra muestra de que Humala no es un cambio lo dio el apoyo a Humana en la segunda vuelta de Alejandro Toledo y del escritor neoliberal Vargas Llosa.

Lo que se viene

Como lo afirma la declaración de UNIOS. “Las elecciones pasan y los problemas quedan, las luchas de Cocachacra y la de nuestro hermanos aymaras nos muestran el camino, esa es la vía más segura para acabar con el saqueo imperialista y forjar una sociedad socialista y revolucionaria”.
Durante la campaña electoral hubo 233 conflictos, de los cuales 177 contra las mineras. Primero la rebelión de Cocachacra, que al precio de 3 muertos y decenas de heridos impuso la retirada de la policía y la minera Tía María. Y después la rebelión aymara del sur, que durante 21 días tuvo inmensas repercusiones. De hecho el gobierno perdió el control de las provincias (equivalente a municipios) de Chucuito, Yunguyo, Collao y Puno. El gobierno de Alan García, después de amenazar con represión militar, optó por retirar a militares y policías. El jueves 26 de mayo, decenas de miles de campesinos ocuparon Puno y atacaron dependencias estatales, como aduanas, migraciones, contraloría de la república del Perú, Bancos y cajas rurales además del incendio a 22 automóviles y 2 almacenes. Esta indignación estalló porque los campesinos son conscientes de que si dejan avanzar a la minería perderán su agricultura.
Los campesinos aymaras se negaron a levantar la huelga cuando el gobierno suspendió por un año todas las concesiones mineras. Durante varios días continuaron exigiendo anulación definitiva de la minería. Y finalmente anunciaron una “tregua” y que reanudarían su lucha de no satisfacerse su demanda.
Por eso la perspectiva más probable es que esta y otras luchas sindicales, campesinas y populares por otro modelo de crecimiento que favorezca a a los trabajadores y al pueblo, se reanuden y cuestionen rápidamente a la política económica continuista que anuncia Humala.

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