Saludamos el triunfo del pueblo ecuatoriano y llamamos a seguir su ejemplo

Por Simón Rodríguez Porras*

El pueblo ecuatoriano, con el movimiento indígena a la vanguardia, ha propinado una dura derrota al gobierno represivo y entreguista de Lenin Moreno, al obligarlo a derogar el aumento de los combustibles, la principal medida de su paquetazo de ajuste antipopular.

Moreno fue electo en 2017 como parte de una plataforma política ligada al chavismo pero rompió con el ex presidente Correa, de quien había sido vicepresidente, y se alineó con Trump y sus aliados regionales como Duque, Macri, Vizcarra y Guaidó.

El 1 de octubre anunció el paquetazo, que además del aumento de los combustibles contemplaba una reducción de los salarios del 20% para miles de empleados públicos precarizados y recortes a beneficios laborales como las vacaciones. Los sindicatos del transporte respondieron inmediatamente con un paro nacional y el 3 de octubre el movimiento indígena, encabezado por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), lanzó una movilización nacional, que luego empalmó con una huelga de los transportistas que luego se transformó en huelga general. El gobierno desplegó todas las fuerzas policiales y militares a su servicio para aplastar la movilización, pero miles de indígenas, estudiantes y trabajadores tomaron la capital ecuatoriana, mientras Moreno tenía que huir a Guayaquil, el centro de la reacción, donde se concentran los sectores tradicionalmente más conservadores y racistas de la sociedad ecuatoriana.

El gobierno de Moreno utilizó recursos harto conocidos para el pueblo venezolano, pues son recurrentemente utilizados por el régimen cívico-militar: suspendió garantías constitucionales y declaró estado de excepción, estableció toque de queda y militarizó el país, lanzó una represión despiadada asesinando al menos a siete manifestantes, hiriendo a más de mil quinientos y deteniendo a cientos arbitrariamente. Mientras desataba una violencia terrible contra el pueblo ecuatoriano, Moreno acusaba a los luchadores de ser criminales, terroristas, golpistas y de estar al servicio de gobiernos extranjeros, como el de Venezuela. Incluso se realizaron detenciones arbitrarias de inmigrantes venezolanos para tratar de sustentar la tesis de que había infiltrados chavistas en las movilizaciones.

El movimiento indígena se deslindó claramente del ex presidente Correa y de sus agentes, que incluso en algunos casos fueron expulsados a golpes de las movilizaciones indígenas, en una muestra ejemplar de autonomía. Centenares de policías y militares fueron detenidos por las organizaciones indígenas. En respuesta al estado de excepción de Moreno se declaró un estado de excepción de los territorios indígenas que implicaba la detención inmediata por parte de los pueblos indígenas de cualquier policía o militar que incursionara en sus territorios. Esa fue la fuerza organizada que en definitiva permitió derrotar a un gobierno apoyado por EEUU, la burguesía ecuatoriana y las fuerzas armadas, que echó para atrás el aumento de los combustibles para no caer por el peso de la movilización. Queda demostrado una vez más que la movilización masiva del pueblo trabajador puede triunfar.

El presidente Maduro, en una nueva demostración de cinismo, intentó posar de simpatizante de la lucha popular ecuatoriana. Incluso declaró que “los pueblos tienen derecho a la rebelión” y criticó el ajuste de Moreno. Pero Maduro es un asesino cuyas manos chorrean con la sangre de los pueblos indígenas de Venezuela, desde la Sierra de Perijá hasta Canaima, que este año atacó con saña al pueblo Pemón en la frontera con Brasil, y que en 2017 cuando el pueblo trabajador venezolano se levantó contra los salarios de semiesclavitud, el hambre y las restricciones a las libertades democráticas, la respuesta del régimen cívico-militar fue asesinar, detener y torturar a gran escala. Las medidas de ajuste de Maduro, como la reducción del salario mínimo a unos siete dólares mensuales, la virtual eliminación del presupuesto de salud y educación, y la entrega del Arco Minero del Orinoco a transnacionales imperialistas, son verdaderamente criminales y han llevado a más de cuatro millones de venezolanos a tener que abandonar el país en los últimos cinco años. Maduro no es, por lo tanto, amigo de los pueblos suramericanos, sino uno de sus peores opresores.

Guaidó y la oposición parlamentaria del Frente Amplio Venezuela Libre, por su parte, se quitaron la careta democrática y apoyaron con todo la represión policial y militar desplegada por Moreno contra el pueblo ecuatoriano. Guaidó se pronunció en las redes sociales y en entrevistas planteando su apoyo incondicional a la represión del gobierno de Moreno acusando a los manifestantes de ser “un grupo financiado por los cómplices de Maduro en América”. Julio Borges, de Primero Justicia, describió las protestas como “acciones de desestabilización promovidas por el régimen de Maduro”, incluso adscribiéndolas a un supuesto “plan de desestabilización regional de Maduro y Castro”. El 8 de octubre, cuando ya la represión había cobrado un saldo de numerosos heridos e incluso muertos, el diputado José Guerra elogiaba a los represores, asegurando que “las fuerzas policiales y militares de Ecuador han dispersado pero no han asesinado”. Guaidó llegó a decir que el ex presidente Correa, repudiado por el movimiento obrero e indígena que usaba la consigna “Ni Moreno ni Correa”, estaba dirigiendo las protestas desde Venezuela y se propuso en la Asamblea Nacional investigar la supuesta injerencia de Maduro en la crisis ecuatoriana, en consonancia con el discurso de Moreno.

Los socialistas revolucionarios que hacemos oposición desde la izquierda al gobierno boliburgués de Maduro repudiamos tanto la posición del gobierno venezolano como la de la oposición parlamentaria ante la rebelión del pueblo ecuatoriano. Por una parte, el gobierno venezolano trata de aprovechar la represión y el ajuste de Moreno para mostrar que no es el único gobierno represivo de Suramérica y hasta mostrarse como solidario con las luchas de los pueblos, cuando está claro que es el gobierno que más ha avanzado en la destrucción de las conquistas del movimiento obrero y popular. Por otra parte, Guaidó y el FAVL demuestran que no son demócratas, que están dispuestos a apoyar contundentemente los crímenes represivos que se perpetran contra los pueblos y a emplear el mismo recurso al que tantas veces ha recurrido el chavismo de acusar de “golpismo” a quien luche por sus derechos.

Para esa oposición que simpatiza con los programas liberales del FMI y que sigue órdenes directas del xenófobo Trump, nada importó que Moreno sea un declarado enemigo de los inmigrantes venezolanos, que en enero de este año llamó a conformar brigadas de choque para detener y expulsar a venezolanos, llamado que tuvo por consecuencia linchamientos y ataques contra venezolanos en la ciudad de Ibarra. Lo más importante para ellos, además de defender a otro agente de EEUU en la región, era tratar de impedir el desarrollo de vínculos de solidaridad entre el pueblo venezolano y sus hermanos ecuatorianos, impedir que el ejemplo de lucha autónoma se extienda a Venezuela, no dejar que arraigue la lección dada por los indígenas y los trabajadores de Ecuador de que se puede luchar sin aliarse a políticos corruptos y oportunistas como los dirigentes de la ex MUD. Y que esa es la vía para el triunfo, no la de apostar a la injerencia y esperar a que las sanciones terminen de desangrar la moribunda economía del país, de por sí destruida por la desastrosa gestión chavista.

La lucha no ha terminado en Ecuador, el proceso sigue abierto. Para iniciar la transformación de fondo que requieren los pueblos, el primer paso es la derrota definitiva de Moreno, el correísmo y la derecha tradicional, y que gobiernen las organizaciones indígenas, obreras y populares. En Venezuela, depende de nosotros mismos seguir el ejemplo de lucha de nuestros hermanos ecuatorianos para derrotar los salarios de semiesclavitud, el hambre, el entreguismo minero, la corrupción y la restricción de las libertades democráticas, y avanzar hacia un gobierno del pueblo trabajador.

*Militante de la UIT-CI

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