EEUU: Las protestas laborales se extienden por todo el país

Por Xoán Vázquez (marx21.net)

Siendo en estos momentos el país más afectado por la pandemia con más de 40.000 muertos y en un contexto donde la ausencia de derechos sociales sobreexpone a los trabajadores, EEUU ha visto surgir en el último mes huelgas espontáneas vinculadas a la situación social y sanitaria.

“¡Si vamos a trabajar enfermos, tú también lo estarás!” Éste es uno de los lemas que resuena en las calles de muchas ciudades norteamericanas. Sin embargo, el presidente Donald Trump continúa asegurando que todo está perfectamente y bajo control y que la vida como la economía, debe continuar como siempre. Los negocios lo primero.

Sectores como el de la comida rápida, poco acostumbrado a la protesta, han comenzado a movilizarse. En Nueva York los trabajadores de la cadena Chipotle forman piquetes delante de los restaurantes para exigir que su compañía cumpla con las leyes de Nueva York sobre vacaciones pagadas.

En Portland son los empleados de la cadena Burgerville los que exigen el pago de una prima de riesgo. En 2019 fueron los primeros trabajadores de una cadena de comida rápida en montar un sindicato.

En Carolina del Norte trabajadores de McDonald’s, Wallmart y otras cadenas de comida rápida y alimentación se manifestaron en fila para protestar contra la falta de medidas de seguridad y porque algunas empresas como McDonald’s no les deja trabajar con mascarillas.
Amazon, Instacart

Otro sector movilizado es el del reparto. En varios almacenes de la multinacional Amazon, las plantillas se declararon en huelga, a pesar de que el número de pedidos de la compañía se disparó tras el comienzo del confinamiento de muchos estadounidenses. Sus demandas son simples: equipo de protección personal, condiciones de trabajo que permitan el respeto de las distancias de seguridad, desempleo parcial pagado durante la desinfección de los almacenes y una extensión del número de días de enfermedad remunerados para los empleados con síntomas de COVID-19. Y esto en un contexto en el que, en todo el territorio, los empleados han dado positivo en más de 50 almacenes, mientras que la compañía está reclutando masivamente: 80.000 personas por ahora, con el objetivo total de 100.000.

Por ejemplo, el 30 de marzo 200 trabajadores en el almacén JFK8 en Staten Island, Nueva York, dejaron su trabajo a mitad del día para exigir condiciones de trabajo más seguras. En represalia, uno de los organizadores de esta acción, Christian Smalls, fue despedido. Días después se supo que la compañía se estaba preparando para realizar una campaña de desprestigio contra este sindicalista, para dar una imagen negativa del movimiento. El objetivo era desviar la atención de las medidas tomadas, y especialmente no tomadas, por la empresa insistiendo en la responsabilidad individual de los trabajadores.

Además de Amazon, Instacart, el Uber de la entrega de compras a domicilio, también se ha enfrentado a un conflicto social. El 30 de marzo, miles de “trabajadores independientes” de Instacart dejaron de trabajar para solicitar gel hidroalcohólico, toallitas desinfectantes y una prima de riesgo. Sus reclamaciones también resaltan otra característica del sistema social estadounidense: como no son asalariados, no se benefician de la cobertura de salud del empleador, la única forma en que la mayoría de los estadounidenses reciben un reembolso por sus gastos médicos.

Protección social barata

En Estados Unidos, la gran mayoría de la población depende de su empleador para obtener un seguro de salud, por el que también pagan fortunas. Cada año, más de medio millón de hogares estadounidenses se encuentran en bancarrota personal debido a una o más deudas médicas, a menudo facturas de hospitales. Un estudio de 2009 demostró que 45.000 estadounidenses mueren cada año por no tener seguro de salud. En 2018, casi 28 millones de personas en el país no tenían seguro.

Al mismo tiempo, la tasa de desempleo en el país está llegando a máximos, superando con creces los de la crisis de 2008. Más de 6.6 millones de residentes estadounidenses se han registrado como desempleados en una semana. Y muchos perdieron, para ellos y sus familias, al mismo tiempo que su trabajo, el seguro de salud que estaba vinculado a él.

Servicios públicos en lucha

En las últimas semanas, los trabajadores del servicio público también han comenzado a movilizarse. El martes 17 de marzo, los conductores de autobuses sindicados de la ciudad de Detroit se declararon en huelga. Aquí también, las medidas de protección están en el corazón del conflicto. Uno de ellos, que había denunciado sus condiciones de trabajo, murió el 13 de abril de Covid-19. La lista de huelgas es larga.

Trabajadores del alcantarillado en los suburbios de Cleveland el 20 de marzo. Trabajadores sociales de Filadelfia el 27 de marzo. Enfermeras en California el 30 de marzo, en Pittsburgh el 2 de abril, en Detroit el 6 de abril reclamando recursos humanos y materiales para ellos y para sus pacientes. También está el caso de los basureros de Pittsburgh que reclaman equipo de protección y prima de riesgo, señalando su seguro de salud con escasa cobertura.
En la industria también

Mientras tanto, tanto a nivel federal como estatal, la respuesta política del presidente y su mayoría es denunciar el impacto económico de las medidas sanitarias como más grave que la pandemia en sí. Y eso con la finalidad de alentar a los estadounidenses a volver a trabajar a toda costa. El 23 de marzo, el vicegobernador de Texas, Dan Patrick, un republicano, dijo que los abuelos deberían estar dispuestos a sacrificar sus vidas por la salud económica del país de sus nietos. Pero en el sector industrial, los trabajadores no son de la misma opinión.

El 3 de abril, en respuesta al gobernador republicano de Massachusetts que se negó a suspender la actividad en el sector de la construcción, el sindicato estatal de trabajadores de la construcción pidió a sus 13.000 miembros que se declararan en huelga. El 30 de marzo, los trabajadores de la General Electric en las fábricas de Lynn y Boston también realizaron movilizaciones, respetando una distancia de seguridad de 2 metros entre cada participante, para protestar por la decisión de su compañía de despedir a 2.600 trabajadores de la rama de aviación.

Ejemplos de este tipo se están multiplicando por todo el país, especialmente en la industria del automóvil, la aviación, los sectores naval y portuario, tradicionalmente altamente sindicalizados. Pero también en las fábricas de alimentos, como en Virginia e Illinois el 3 de abril, los trabajadores no sindicalizados se declararon en huelga, tras acciones similares de los trabajadores en Georgia y Colorado. Allí, más de 1.000 trabajadores migrantes de una fábrica de empaque de carne se declararon en huelga. En el centro de sus demandas: condiciones de trabajo más seguras y el derecho a licencia por enfermedad remunerada.

Estimulando a los amigos

El 27 de marzo el Congreso aprobó y Trump firmó la llamada Ley de estímulo o CARES, asignando 2.2 billones de dólares para contrarrestar los efectos del coronavirus y el colapso del mercado de valores.

Y, ¿adónde fue a parar ese dinero? El primer estímulo fue para “rescatar” a las grandes corporaciones y a los miembros más ricos de la clase dominante para los que el Congreso aprobó ayudas por un importe de 500 mil millones de dólares.

Otros 350 mil millones fueron para préstamos bancarios, para ayudar a las pequeñas y medianas empresas a sobrevivir a la crisis. Debido a que la mayoría de los bancos sólo otorgarían préstamos a empresas que ya habían recibido préstamos de ellos, muchas empresas que los solicitaron —especialmente “empresas propiedad de minorías”— no obtuvieron nada. Los 350 mil millones se agotaron en dos semanas, y la mayoría fue consumida por las cadenas hoteleras.

¿Y los trabajadores? Se suponía que aparte de su prestación por desempleo recibirían un cheque adicional de 600 dólares. Una avalancha de más de 20 millones de peticiones y un sistema obsoleto y con escaso personal ha provocado que la mayoría todavía no lo hayan podido cobrar.

Si bien la situación económica y de salud sólo está empeorando y las medidas políticas siguen siendo tibias y ambivalentes, con un presidente que asume privilegiar la salud económica del país frente a la salud física de sus conciudadanos, las tensiones sociales, ya muy fuertes en Estados Unidos, podrían aumentar aún más en las próximas semanas.

Fuente/fotos : Rapports de force; WWP; Socialist Worker; El Diario

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