El secuestro de los ecologistas en Mucuchíes es una agresión a la justicia

La noticia de los agroecologistas secuestrados en el páramo, es sencillamente espeluznante. Cómo es posible que se siga maltratando al ser humano en nuestra República Bolivariana, la república en construcción de un montón de venezolanos creyentes, justamente, en la posibilidad de una vida a favor de la vida.

La noticia de los agroecologistas secuestrados en el páramo, es sencillamente espeluznante. Cómo es posible que se siga maltratando al ser humano en nuestra República Bolivariana, la república en construcción de un montón de venezolanos creyentes, justamente, en la posibilidad de una vida a favor de la vida.

Hace pocos meses escuchábamos, con el corazón henchido de orgullo, el discurso filosófico de la Dra. Soraya El Achkar en torno al respeto absoluto a los derechos humanos que sustentaría y prevalecería a la hora de elaborar y ejecutar las políticas de nuestro nuevo modelo de sistema judicial.

¡Nuevo! nos esperanzamos, nuevo para los nuevos seres humanos que nuestra república y nuestro planeta necesita. Nuevo para alumbrar un mundo nuevo que frene la interminable racha de violencia y sufrimiento y abra un campo posible a la serenidad y a la creatividad, a la sana convivencia en la paz y la justicia social.

Pero en las prácticas que se han ejecutado en el caso de los agroecologistas secuestrados por «la justicia», en la urbanización Santa Eduviges de Mucuchíes, han reaparecido los viejos fantasmas. Ha reaparecido la justicia encapuchada, la justicia con herramientas para la tortura, la justicia con su sadismo en bandeja para el confesionario, aquella sórdida justicia que pensábamos había desaparecido con la cuarta república. Pareciera que esa mañosa y roída república tiene los dones de «Terminator» para reaparecer, reaparecer y reaparecer, cada vez que nos descuidamos, cada vez que damos por hecho lo que hay que seguir haciendo y cuidando.

Hacer, no basta, hay que cuidar vigilantemente todo lo que se hace, hasta que se vuelva buena costumbre. Por eso gritamos, aterrorizados, señor ministro, gritamos: ¡cuidado!

La nueva república es frágil y joven, está en plena germinación, «descuidos» como éste pueden acabar con su vida, o tal vez peor, deshonrarla para siempre.

Colectivo Mixteque

Municipio Rangel

Estado Mérida

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