Gracias por las flores: ¡Yo exijo mis derechos!

Fue en agosto de 1910, en la II Conferencia Internacional de
Mujeres Socialistas, realizada en Copenhague, Dinamarca, que se
estableció el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora, propuesta formulada por Clara Zetkin, a partir de la exigencia del sufragio universal para todas las mujeres. Posteriormente el incendio en la fábrica de camisas Triangle Shirwaits de Nueva York el 25 de marzo de 1911, en el que murieron 146 mujeres y 71 resultaron heridas, influyó en la decisión de conmemorar el 8 de marzo como Día de la Mujer Trabajadora.

Fue en agosto de 1910, en la II Conferencia Internacional de
Mujeres Socialistas, realizada en Copenhague, Dinamarca, que se
estableció el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora, propuesta formulada por Clara Zetkin, a partir de la exigencia del sufragio universal para todas las mujeres. Posteriormente el incendio en la fábrica de camisas Triangle Shirwaits de Nueva York el 25 de marzo de 1911, en el que murieron 146 mujeres y 71 resultaron heridas, influyó en la decisión de conmemorar el 8 de marzo como Día de la Mujer Trabajadora.

La tragedia se produjo debido a que los patronos habían cerrado con candado las entradas y salidas de la fábrica. La gravedad del siniestro impulsó la creación del Sindicato Internacional
de Mujeres Trabajadoras Textiles así como un proceso de movilización que obligó a adoptar medidas de seguridad industrial y salud laboral en EEUU.

Por eso es fundamental reivindicar el carácter clasista del 8 de marzo. Un día que merece respeto. Un día para reflexionar. Un día no comercial. Las mujeres hemos logrado el reconocimiento
de algunos derechos, pero no podemos desaprovechar la oportunidad para denunciar que en Venezuela, al igual que en el resto del planeta, sigue incólume la explotación capitalista. En nuestro caso, esa realidad adquiere dimensiones terribles porque trabajamos para el patrono por un salario y trabajamos para la familia en condiciones de esclavitud (toda la vida y sin remuneración).

Muchas veces el pago por el trabajo esclavo en la casa es
la violencia de todo tipo: económica, física, psicológica. El patriarcado y el machismo como mecanismos de dominación; la desigualdad y discriminación como forma de exclusión; la pobreza como condición hereditaria de generación en generación, y el feminicidio silente e impune, afectan a amplias capas de mujeres trabajadoras venezolanas. El abandono, el ascenso del embarazo precoz, las elevadas cifras de prostitución infantil y adolescente, la deserción escolar y las enfermedades de trasmisión sexual, están básicamente concentradas entre las hijas de las mujeres y hombres pobres.

Para enfrentar esa realidad no hay, ni habrá una sola acción de los partidos burgueses. Al capital nacional e internacional, que respalda tanto a la MUD como a Chávez, sólo les interesa la reproducción de pobres para fortalecer su ejército de desempleados y hambrientos. Nosotras ni nuestras familias deben seguir formando esa enorme fábrica de pobres que representa el capitalismo.

Por eso, tenemos que ir más allá de los slogans publicitarios que pretenden presentarnos como “liberadas” porque tenemos artefactos electrodomésticos o adquirimos productos de la industria estética. Nuestra verdadera libertad se expresa en la
lucha contra las prácticas explotadoras en todos los terrenos; en la reivindicación y el reconocimiento de lo que somos: mujeres trabajadoras exigiendo nuestros derechos frente al capitalismo. No creemos en los discursitos de las caras femeninas del gobierno y sus pares de la MUD, pues representan la misma sumisión.

Queremos igualdad de condiciones. Queremos educación, salud,
vivienda, empleos dignos, derecho a abortar y decidir nuestra sexualidad. Queremos nuestras familias completas, sin asesinados. Queremos seguridad social. Queremos justicia.

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