La Familia de los Socialistas

Para el hombre revolucionario, la familia no se limita exclusivamente a su grupo de parientes consanguíneos, sino que se extiende a todos los miembros de la especie humana, primordialmente aquellos qu

Para el hombre revolucionario, la familia no se limita exclusivamente a su grupo de parientes consanguíneos, sino que se extiende a todos los miembros de la especie humana, primordialmente aquellos que por sus virtudes y comportamientos morales, poseen ese perfil afín al de su ideología. Es así como en nuestro tránsito por la vida social aprendemos el altísimo valor de los “afectos elegidos” (el amigo, la pareja, el camarada, etc.), y los sometemos a una comparación filosófica con la valía de los “afectos heredados” (los primos, los tíos, etc.); los primeros se derivan de la voluntaria y consciente escogencia, mientras que los últimos están predeterminados por la tradición.

En la ética socialista es intolerable la idea de que “el vecino no me importa porque ese no es familia mía”. Y aborrecible resulta que la realización familiar se circunscriba al pequeño mundo del disfrute material: que papá, mamá y los niños sacien su delirio por un vehículo rústico, ropa importada, tarjetas de crédito, centros comerciales, colegios privados y vacaciones; mientras que su desinterés por la comunidad que los rodea raya en el egoísmo y la crueldad. La vida se torna demasiado vana y miserable cuando se ignora el deber elemental de brindar igual estima y respeto a todos los sujetos de buena voluntad, sean o no, nuestros consanguíneos, y más allá de diferencias religiosas, raciales o sociales.

He conocido maestros admirables que, en virtud de su incomparable desprendimiento, convirtieron en su apostolado de vida, la entrega constante de un amor abstracto a toda la sociedad, sin mínima codicia de retribución inmediata o directa, solo la satisfacción personal del buen obrar. Ciertamente hay quienes se alejan para “amar más” y dar lecciones morales. Grandiosos quienes permanecen ajenos a la infame costumbre de primero recibir “algo” para después pensar en dar.

La necesaria sociedad del mañana, será una que habrá superado las desigualdades y perversiones del capitalismo y se caracterizará por el libre intercambio de los bienes materiales y, fundamentalmente, los espirituales entre todas las personas sin explotación del hombre por el hombre, prejuicios burgueses ni estereotipos mediáticos. En el mundo deberá prevalecer una forma de vida más sabia y avanzada éticamente, donde la implacable competitividad de hoy sea definitivamente sustituida por la solidaridad humanista del futuro.

*Constitucionalista y Penalista. Profesor Universitario.

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