Obama, Premio Nobel de la Guerra

Difícilmente el Premio Nobel de la Paz se pueda desprestigiar aun más por el hecho de haber sido entregado a Barack Obama, habiéndolo recibido genocidas y esbirros de la talla de Henry Kissinger, F. W. de Klerk, Shimon Peres, Isaac Rabin, Menachem Begin, Woodrow Wilson, o Theodore Roosevelt. Con un merecido lugar al lado de esta caterva de colonialistas asesinos, Obama sin embargo estará más cerca de aquellos Nobel que representan el “rostro amable” del imperialismo, maestros de la hipocresía como Jimmy Carter y Al Gore.

Obama

Por: Simón Rodríguez Porras*

Difícilmente el Premio Nobel de la Paz se pueda desprestigiar aun más por el hecho de haber sido entregado a Barack Obama, habiéndolo recibido genocidas y esbirros de la talla de Henry Kissinger, F. W. de Klerk, Shimon Peres, Isaac Rabin, Menachem Begin, Woodrow Wilson, o Theodore Roosevelt. Con un merecido lugar al lado de esta caterva de imperialistas y colonialistas asesinos, Obama sin embargo estará más cerca de aquellos Nobel maestros de la hipocresía como Jimmy Carter y Al Gore.

Antes de llegar a la presidencia, Obama se hizo de un currículum intachable desde el punto de vista de la burguesía estadounidense. Siendo senador apoyó legislación odiosa como el aval a la construcción del muro en la frontera con México, o leyes represivas bajo la coartada del antiterrorismo. Luego de una campaña electoral en la que sumó el apoyo de un conglomerado de empresas transnacionales y monstruos financieros, y en la que se abstuvo de tocar temas como la discriminación racial, Obama fue electo presidente. Era el presidente que el imperialismo necesitaba, en una situación de debilidad creciente por su derrota militar en Irak y el desencadenamiento de una crisis económica brutal.

Desde su trayectoria como legislador y más aun con su campaña presidencial, podía advertirse que Obama era, como todo imperialista, un enemigo furibundo de la paz. Por ejemplo, durante su campaña se pronunció por un Jerusalén bajo control israelí y contra el reconocimiento al gobierno palestino ejercido por Hamas; mientras tanto el discurso acerca del retiro de las tropas invasoras de Irak se transformó en una mera adaptación de la estrategia militar, para concentrar a los marines en Afganistán, y aplicar un repliegue ordenado ante la derrota en Irak, evitando un desenlace caótico como el que vivieron los yanquis en Vietnam.

Una vez iniciado el mandato presidencial, a modo de homenaje a la política de Bush, Obama mantuvo a Robert Gates en el cargo de Secretario de Defensa, y envió a 20 mil soldados adicionales para Afganistán. También nombró Director de Inteligencia a Dennis Blair, un militar que apoyó directamente el genocidio perpetrado por los fascistas indonesios en Timor Oriental.

Lejos de aquella imagen publicitaria de un Obama opuesto a la tortura institucionalizada por el gobierno de Bush, el ahora Nobel de la Paz asumió personalmente durante los primeros meses de 2009 la defensa de los torturadores de la CIA, intercediendo para evitar que fueran procesados legalmente por sus crímenes, elogiando su rol en la “guerra contra el terrorismo”, y oponiéndose legalmente a la publicación de fotografías de las torturas aplicadas por estos agentes del gobierno de los EEUU.

Evidentemente, en todo esto de proteger torturadores, enviar más tropas invasoras a masacrar al pueblo afgano, entregar 700 millardos de dólares a la banca privada y las multinacionales automotrices, mantener decenas de cárceles secretas en Europa a cambio de la promesa de cerrar la de Guantánamo, y proteger los intereses de los golpisas hondureños, Obama ofrecía una imagen mucho más apropiada que la desgastada camarilla republicana, odiada en los EEUU y en todo el mundo luego de 8 años de gobierno de Bush. El de Obama es el «cambio para que no cambie nada».

A todas estas, la izquierda reformista ha jugado un papel triste justificando a Obama y apostando a crear expectativas en el nuevo gendarme imperialista. De hecho, uno de los precursores de esta premiación es alguien que ahora dice que Obama no ha merecido el Nobel. «Me atrevo a lanzarle a Obama la mano y a decirle vente para acá, vente para este lado, de los que queremos de verdad un mundo en paz, de los que amamos de verdad a la humanidad… Que el presidente de Estados Unidos diga que está de acuerdo en eliminar las armas nucleares es reflejo de un mundo nuevo». Así hablaba Chávez en abril de este año y llegaba al extremo de invitar al presidente gringo a sumarse a la construcción del «socialismo». Sin llegar a tanto, el comité que otorga el Nobel utilizó la misma argumentación de Chávez acerca de las supuestas intenciones de Obama de eliminar las armas nucleares. Fidel Castro, por su parte, justificó el premio alegando que se trata de una crítica a las políticas genocidas de otros gobiernos estadounidenses, algo así como un “Nobel preventivo”, para comprometer al gobierno de los EEUU con la paz en los próximos años. Cosa más bien difícil, considerando que Obama comparte los mismos objetivos de Bush, y sólo le ha criticado a este la ineficacia de sus métodos y el haber desprestigiado a la potencia imperialista. Obama quiere tener éxito en aquello en lo que Bush ha fracasado, y como aliciente ahora cuenta con este premio, que en justicia debería llamarse Premio Nobel de la Guerra.

* Simón Rodríguez Porras es militante de la Unidad Socialista de Izquierda

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