(Vídeo) La noche que Billie Holiday cantó contra el racismo y sacudió Nueva York

Bilie Holliday

Por Daniel Mecca (Clarín, Argentina)

Interpretó Strange Fruit en 1939 frente a un público que quedó estupefacto.

8 de septiembre de 2019. “Strange Fruit”, un himno ante la barbarie racista, fue cantada por Billie Holiday por primera vez cuando tenía 23 años. Fue en el Café Society neoyorquino ante 200 personas. Cuentan que, al terminar la canción, cuando se encendieron las luces, no la vieron en el escenario: desgarrada por la interpretación, estaba vomitando en el baño. Era 1939.

“De los árboles del sur cuelga una fruta extraña / sangre en las hojas y sangre en la raíz / cuerpos negros balanceándose en la brisa sureña”. La letra era Abel Meeropol (Lewis Allan), militante blanco del Partido Comunista. El título original era “Bitter Fruit” (fruta amarga). La escribió estremecido por la fotografía de los linchamientos de Thomas Shipp y Abram Smith, Indiana, en 1930.

 


La macabra imagen del linchamiento de Thomas Shipp y Abe Smith en Indiana, en 1930, llevó a Abel Meeropol a escribir Strange Fruit. Foto: AP

Cuando aquella noche en el Café Society (“el lugar incorrecto para la gente correcta”) los espectadores escucharon la canción de tres estrofas, cuando tras la última dolorosa nota se apagaron las luces, nadie sabía si aplaudir. Estaban sacudidos.

En su libro 33 revolutions per minute, Dorian Lynskey plantea que “Strange Fruit” no fue la primera canción de protesta, pero sí la primera en lanzar un mensaje político en la arena del entretenimiento. Hasta entonces esas canciones sonaban en mitines de lucha, huelgas.

Hasta 1956, Lady Day (como se le decía a Billie Holiday) grabó numerosas versiones. Una vez un promotor confiscó los cigarrillos del público para que el humo no distrajera la luz del momento. Otros se la quisieron prohibir: ella impuso una cláusula para cantarla. Hasta su final llevó la estampa de la canción, un dolor íntimo: cuerpos negros balanceándose, fruta extraña que cuelga de los álamos de la historia. La rabia que flota.

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