28 octubre, 2024

En Cuba los reformistas dicen que el trabajo asalariado ya no es explotación

Eso lo dijo el Granma, el 30 de enero pasado: que el trabajo asalariado para propietarios privados ya no es explotación del hombre por el hombre. Y claro, dice el reformista mayor, Marino Murillo, que habrá que cambiar la Constitución cubana.
A través de una divulgación mediática moderada, encontré una arista en la Conferencia Nacional del Partido celebrada hace pocos días, que me pareció significativo en grado sumo. Aunque no exento de material para el sarcasmo, las conclusiones que se desprenden de este detalle deberían constituir un motivo de preocupación bien seria.

Eso lo dijo el Granma, el 30 de enero pasado: que el trabajo asalariado para propietarios privados ya no es explotación del hombre por el hombre. Y claro, dice el reformista mayor, Marino Murillo, que habrá que cambiar la Constitución cubana.
A través de una divulgación mediática moderada, encontré una arista en la Conferencia Nacional del Partido celebrada hace pocos días, que me pareció significativo en grado sumo. Aunque no exento de material para el sarcasmo, las conclusiones que se desprenden de este detalle deberían constituir un motivo de preocupación bien seria.

Resulta que en la Comisión de trabajo político e ideológico, Angel Bueno, un delegado del cual se diría tiene un nombre providencial, planteó su preocupación relacionada con la situación del empleo de trabajadores asalariados por los pequeños empresarios en auge tras la apertura a las formas privadas de trabajo.

En la exposición que hace el periódico Granma de este debate, se manifestó que Caridad Diego, miembro de la Presidencia de esta Comisión, descartó que se esté violando el precepto de nuestra constitución que proscribe la explotación del hombre por el hombre en el caso de los trabajadores que entregan su fuerza de trabajo, a cambio de un salario, a otra persona con licencia de trabajador por cuenta propia. Que este contrate y use la fuerza laboral de aquel, apuntó, no significa que lo esté explotando, seguramente porque conserva determinados derechos laborales y porque el Estado conserva la propiedad sobre los medios fundamentales de producción, así que esta relación patrón-empleado no está en confrontación con la Constitución.

Además, reforzó otro delegado, el empleado también disfruta de la educación y la salud. Aún así, al menos parece que Marino Murillo no descarta que “este y otros asuntos, también impliquen transformaciones en nuestra Constitución, más adelante”.

Eso lo dijo el Granma, el 30 de enero pasado.

Del lado irónico del asunto, ahora podemos preguntarnos si en Canadá y otros países capitalistas desarrollados que ofrecen salud y educación con cargo al presupuesto público, ahora se pueden contar como comunistas. Y si no tendrán razón aquellos que, por las medidas que ha tomado de incrementar el sistema Medicare, acusan al presidente de Estados Unidos Barack Obama de ser socialista.

Del lado de la coherencia del discurso, hay que preguntarse por qué, si esto no viola la Constitución cubana, de todas maneras haya que cambiarla. Del lado teórico, basta remitir al resumen más sencillo de El Capital, donde se define que la explotación del hombre por el hombre es la base de la relación entre un empleado y un patrón en el sector privado de la economía, pues el empleador se queda con parte del valor de esa fuerza de trabajo y solo paga la otra parte y eso, precisamente, constituye la explotación. Y ningún patrón puede pagar el 100% de la fuerza de trabajo a su empleado y no explotarlo, porque si no, sencillamente no obtiene ninguna ganancia y tiene que cerrar. Esto da pudor tener que explicarlo, pero no queda otra opción, como consecuencia de la ignorancia e indiferencia que ha reinado contra la profundización y el análisis sincero de las teorías económicas, tanto las socialistas como las capitalistas.

Del lado del empleado, hay que preguntarse qué pasa verdaderamente con sus derechos; si es una empleada, por ejemplo, con su licencia de maternidad. Si va a disfrutar de vacaciones pagadas. Si está protegido contra accidentes laborales. Qué lo protege de abusos y pretensiones excesivas del patrón. Cómo, exactamente, es que este empleado conserva sus derechos.

Y del lado del futuro, da grima pensar a dónde nos van a conducir estos adalides que encuentran tan natural introducir esta realidad en nuestro espacio. Y no es que niegue que la necesidad pueda forzarnos eventualmente a acatar leyes del desarrollo histórico de las fuerzas productivas, que Marx mismo explicaba, pero sin cerrar los ojos a cada aspecto positivo o negativo de cada fenómeno.

Hoy nos quieren convencer de que si un privado emplea proletarios no los está explotando y a muchas personas, hay que reconocerlo, les parece bien y natural esta relación. Mañana el criterio de lo que es pequeño negocio por cuenta propia aceptable para el país “socialista” se expandirá más y más, y mira que ya se ha expandido muchísimo, desde su reinicio allá por los años 90 del pasado siglo. Al parecer, no existen obstáculos reales para que, en el camino de las “actualizaciones” de tantos aspectos que creíamos garantía del socialismo, sigan desmontando los principios con los que todavía contamos. Así, ya se asomarán manufacturas, plantaciones y todo tipo de empresas privadas en nuestro futuro, de capital extranjero o nacional, donde se emplearán trabajadores “por cuenta propia”, ajenos y enajenados de la propiedad sobre esos medios de producción, despojados inexorablemente de una parte de su fuerza de trabajo a favor del dueño de la empresa.

Claro, que por tener estos proletarios algún nivel de acceso a la educación y la salud, no constituirán una contradicción antagónica con una sociedad que se seguirá titulando socialista porque, además, Antillana de Acero, Cubana de Aviación y el Sistema Electro energético Nacional seguirán –oficialmente– en manos del Estado, o al menos, de la burocracia que lo administra. Hasta que los herederos de esa burocracia se aburran y decidan “actualizar” también los últimos exponentes de la propiedad que nunca llegó a ser colectiva pues, total, “nadie sabe en realidad qué es el verdadero socialismo”.

Y pobre es el papel que se les reserva a intelectuales e ideólogos que, en lugar de emplear sus talentos para potenciar la conciencia popular y el análisis democrático y cívico sobre lo que realmente constituyen aspiraciones para una sociedad socialista, sigan sirviendo de claque a las fuerzas del liberalismo que tanto auge disfrutan hoy.

* Físico cubano.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *