La globalización capitalista destruye a la Tierra

Por Carlos Rodríguez*

¡Sólo la lucha salvará a la especie humana y a la vida en el planeta!

Los impactos o afectaciones sobre el ambiente producidos por los seres humanos han ocurrido desde tiempos inmemorables. Esto es lógico pensarlo, ya que desde la aparición de la especie humana sobre la Tierra, la primera acción consistió en vincularse o relacionarse con su entorno natural, a los fines de conseguir alimentos, agua para beber, pieles para cubrirse, huesos para la elaboración de herramientas rudimentarias, etc. Para satisfacer necesidades y poder sobrevivir, el ser humano necesariamente tuvo que establecer ésta relación con su ambiente.

Muchos investigadores coinciden en afirmar que la extinción del mamut, no sólo se debió a los cambios climáticos ocurridos hace 10.000 años, sino también a la fuerte cacería a la que fueron sometidos estos enormes animales. Aquí en Venezuela, basta con observar a la Gran Sabana en el estado Bolívar. Se calcula que este ecosistema estuvo cubierto en gran parte de bosques tropicales hace miles de años. Sin embargo, la tala y la quema realizada por los indígenas de esta zona, acabaron con un gran porcentaje de la cubierta vegetal arbórea, dando paso a una vegetación de sabana representada fundamentalmente por gramíneas (Schubert y Otto 1989). Como vemos, la afectación del ambiente ha sido intrínseca a la evolución de la humanidad. Pero estos impactos se circunscribieron solamente a nivel local y, en algunos casos regional.

Supeditar al ambiente y al ser humano a la “Revolución Industrial”

Quizás el mayor avance en toda la historia de la humanidad, se dio en el siglo XVIII con la invención de la máquina y el descubrimiento de nuevas formas de energía: el vapor, generado con la quema de combustibles fósiles, en este caso el carbón. Estos avances permitieron producir bienes o productos a ritmos nunca antes visto, en un mercado mundial completamente insatisfecho y de carencias. El aumento de la producción permitió la ampliación del mercado mundial, el desarrollo de la gran industria y el fortalecimiento de la clase dominante que guío esta revolución: Los grandes capitalistas dueños de las máquinas, fábricas, el carbón y principalmente de la mercancía producida.

Para alimentar a las enormes fábricas surgidas con la Revolución Industrial, se hizo necesario incorporar más y más nuevas formas de energía. Primero fue el carbón, luego el petróleo y el gas, y más tarde a finales del siglo XIX la electricidad. Los tres primeros combustibles mencionados tienen la particularidad de haberse originado en el subsuelo, luego de millones de años de descomposición de la materia orgánica de plantas y animales muertos (energía fósil). Por eso, se considera estos combustibles como no renovables, así como altamente contaminantes, al desprender dióxido de carbono (CO2), óxido nitroso (N2O), metano (CH4) y otros contaminantes a la atmósfera, luego del proceso de combustión o quema.

La expansión como nunca antes del mercado mundial de bienes, trajo tras de sí todo un cuerpo ideológico de justificación de este crecimiento económico desenfrenado. Privaron los conceptos desarrollistas capitalistas sobre el uso racional de los recursos naturales, la preservación de la cultura de los pueblos y su conocimiento ancestral, y, sobre todo, surgió toda una teoría que justificó la explotación de los trabajadores en las fábricas a niveles inimaginables. En nombre del desarrollo, se cometieron los mayores crímenes de la humanidad, como fueron los genocidios de los indios norteamericanos del siglo XIX, la esclavización de millones de seres humanos extraídos del continente africano, y las matanzas de las grandes agrupaciones de fauna silvestre en las sabanas de África y América.

El punto de inflexión sobre este crecimiento económico insustentable, tuvo sus primeras alertas en la I y II Guerra Mundial, donde la repartición del mercado mundial por parte de las grandes potencias industriales se decidió en los campos de batallas. Su secuela de millones de muertos, destrucción de casi toda la infraestructura construida desde el inicio de la era industrial y la desaparición física de gran parte de la historia de la humanidad, dejó claro que la economía capitalista no está al servicio de las grandes mayorías; tampoco para satisfacer necesidades humanas, sino para favorecer la acumulación de capital de unos pocos en detrimento de la vida sobre la tierra.

Una “Espada de Damocles”: el calentamiento global

A finales de la década de los setenta y comienzos de los ochenta del siglo pasado, los grandes avances en el conocimiento de nuestra atmósfera y el funcionamiento de nuestro planeta como un todo, encendió una nueva alerta y puso sobre el tapete una crisis ambiental de proporciones apocalípticas: la Tierra se está calentando. Desde el inicio de la era industrial hasta nuestros días, la temperatura promedio del planeta ha subido más de 0,7 °C. El mes de julio de este año, fue considerado el mes más caluroso del planeta jamás registrado (Copernicus 2019), y todo apunta que en las próximas décadas la temperatura subirá cerca de los 2 °C promedio, si no se toman medidas drásticas a tiempo.

El calentamiento global tiene sus causas en los millones de toneladas de gases de efecto invernadero que son arrojados a la atmósfera desde las chimeneas de las fábricas y los tubos de escape de millones de vehículos a motor. Estos gases, como el CO2 (principal gas de efecto invernadero), tienen la propiedad de retener más calor del requerido entre la superficie de la tierra y la estratosfera, evitando que gran parte del mismo escape al espacio exterior. Un tercio de los gases de efecto invernadero son producidos por los incendios y las quemas de vegetación, como la que están ocurriendo en los actuales momentos en la cuenca del río Amazonas y en el “Arco Minero” de nuestro país. Los gases de efecto invernadero tienen la propiedad de degradarse a largo plazo, por lo que su efecto es acumulativo. Esto explica el por qué, independientemente que se tomen medidas drásticas para evitar el calentamiento global, la temperatura seguirá aumentando en los próximos años.

Las consecuencias de este aumento de la temperatura de la Tierra son más que elocuentes. El mundo científico ha reseñado hasta el cansancio el desequilibrio que está ocurriendo en todo el planeta, donde destaca el inicio de la “Séptima Extinción Masiva de las Especies”. Desde la aparición de la vida sobre la Tierra, las cinco extinciones anteriores se debieron a causas naturales, como la extinción de los dinosaurios, pero la actual es ocasionada por razones antrópicas, y más específicamente por el modo de producción capitalista, que establece como prioridad las ganancias o acumulación del capital, sobre la vida en la Tierra. Como decía Lenin, palabras más o palabras menos: “Cuando se cuelgue al último capitalista, este venderá la soga que le dará muerte”.

Se calcula que para el año 2040, el 20% de las especies de flora y fauna de todo el planeta se habrán extinguido. También los grandes glaciares verán reducir su tamaño y otros, como los glaciares de la Sierra Nevada de Mérida en Venezuela, habrán desaparecido para siempre. Según estudios de programas computarizados, la sequía se instalará en las zonas húmedas del planeta, como en la zona norte costera de nuestro país, donde habitan el 80% de la población. Islas y cayos quedarán sumergidas por el aumento del nivel de los mares por el derretimiento de los casquetes polares y, los huracanas serán mucho más virulentos y continuos. Las aguas de los océanos se harán más ácidas, atacando a todas las estructuras calcáreas de algunas especies como los corales, y la frontera de los suelos desérticos se extenderán aceleradamente llevándose a su paso ecosistemas naturales, infraestructuras y tierras agrícolas.

Los mejores aliados del desastre ambiental: Trump y los grandes monopolios internacionales

Los grandes avances a nivel mundial para llegar a un acuerdo y poner freno a la emisión exagerada de gases de efecto invernadero, como el “Protocolo de Kioto” (1997) y el “Acuerdo de Paris” (2015), han sido torpedeados por los diferentes gobiernos de Estados Unidos, y actualmente por la administración Trump, el cual, además de manifestar que no cree en el calentamiento global, ha dicho: “Acepto que el cambio climático esté causando algunos problemas: nos hace gastar miles de millones de dólares en desarrollar tecnologías que no necesitamos…”(Trump 2015).

Los grandes capitalistas del mundo entero no creen en el “Cambio Climático”, a pesar de los concluyentes estudios científicos y la cruda realidad del desastre ambiental. Por eso, no están de acuerdo en reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, lo cual se traduce en restrigir sus exorbitantes ganancias. Su único norte es acumular riqueza a costa de la gran mayoria de los seres humanos y del propio planeta.

Por todo lo anterior es que hoy más que nunca es necesario cambiar el modo de producción económico – social. Es cuestion de vida o muerte. Los revolucionarios del mundo llamamos a este nueva forma de producción al servicio de las mayorías y el ambiente: socialismo. Otros, como los ecologistas, hablan de “desarrollo sustentable”, que al fin y al cabo apuntan a lo mismo: satisfacer las necesidades humanas del presente y del futuro con procesos productivos amigables con el ambiente, donde el conocimiento, las herramientas y las tecnologías  estén al servicio de la humanidad y no sean propiedad privada de unos pocos. Actualmente existe suficiente conocimiento, tecnología y dinero para detener y hasta revertir el proceso del calentamiento global, pero este conocimiento, la tecnología y el dinero, tienen dueño e intereses: los grandes empresarios y banqueros del capitalismo mundial.

En el presente estamos ante una encrucijada. En los proximos años, los pueblos del mundo, con su importante clase trabajadora a la cabeza, deben enfrentar el reto de cambiar las cosas; cambiar el modo de producción capitalista que nos lleva a un derrotero de desastre. La disyuntiva es clara, o todos luchamos para salvarnos contra un enemigo en común, o todos seguimos la senda escabrosa de la calamidad social y ambiental. El objetivo es claro: debemos luchar y ganar.

Bibliografía
Acuerdo de Paris dentro de la Convención Marco de las Nacionales Unidas sobre el Cambio Climático. 2015
Copérnicus. Servicio de Cambio Climático de la Agencia Europea Copernicus. 2019
Donald Trump. America Lisiada. 2015
Protocolo de Kioto de la Convención Marco de las Nacionales Unidas sobre el Cambio Climático. 1997.
Schubert C. y Otto H. La Grab Sabana. Panorámica de una región. Cuadernos Lagoven. 1989.

 

* Militante del Partido Socialismo y Libertad (PSL)

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