Trabajadores sindicalizados son la piedra en el zapato del presidente Chávez
Una vez conocida la noticia de la suspensión de las elecciones sindicales, los petroleros de las diversas áreas comenzaron a realizar toda serie de conjeturas sobre quien o quiénes estaban detrás de e
Una vez conocida la noticia de la suspensión de las elecciones sindicales, los petroleros de las diversas áreas comenzaron a realizar toda serie de conjeturas sobre quien o quiénes estaban detrás de esta arbitraria medida que pretende impedir que los trabajadores de base elijan en forma democrática a los dirigentes de la Federación Única de Trabajadores Petroleros de Venezuela (FUTPV).
Y por vez primera, -lo cual de por sí se constituye en un hecho histórico-, en las reflexiones de los trabajadores no prevaleció el autocomplaciente argumento de que era “responsabilidad de tal o cual funcionario de gobierno y que el Presidente no estaba enterado”. Por primera vez una ligera mayoría de los trabajadores –sin que ese razonamiento sea unánime o ampliamente mayoritario-, en sus comentarios de corrillo, en los comedores, en los portones y en las propias áreas de trabajo apuntaban a señalar que la decisión del CNE era fruto de la presión del Gobierno Nacional, implicaban a Rafael Ramírez y hacían recaer todas las sospechas sobre la mismísima persona del Presidente Hugo Rafael Chávez Frías, pues dada la importancia y la gravedad del hecho, era muy difícil que Ramírez y el CNE se hubieran arriesgado a sabotear las elecciones sindicales petroleras sin el aval del presidente.
A diferencia de otras oportunidades, nadie sugería hacer una carta explicativa para hacérsela llegar por conductos especiales al Presidente Chávez para hacerle conocer la “verdad que le ocultaban sus funcionarios”. No. Esta vez no fue así. Casi todos los trabajadores estaban indignados, y una ligera mayoría, repetimos, acusaba directamente a Rafael Ramírez, y al gobierno nacional en su conjunto por esta desaforada acción antiobrera y antisindical.
Pero eso no fue todo. La mayoría de los trabajadores se enardecían al responsabilizar a los dirigentes sindicales “rojo-rojitos” por prestarse a la marramuncia gubernamental, y los calificaban de marionetas patronales para abajo. Aquí tampoco exagero cuando digo que en esta reflexión coincide casi totalidad de los petroleros que he podido escuchar. Y es que desde que Ramírez bautizó a PDVSA como roja-rojita, esa consigna se ha vuelto en contra de sus autores, y ahora los trabajadores la utilizan para señalar a la nueva tecnocracia corrupta y antiobrera: la burocracia roja-rojita, incluyendo su desprestigiado brazo sindical, que como Judas ahora ha vendido el derecho de los trabajadores a realizar elecciones democráticas para escoger su legítima dirigencia sindical.
Sospecho que aquellos dirigentes sindicales pro-patronales, que en la industria petrolera se llenan la boca hablando de las 3R, repitiendo cuanta consigna gobiernera escuchan, y cuya militancia se circunscribe a adular al presidente-comandante-Hugo Rafael Chávez Frías, tienen plena conciencia de cómo son percibidos por los trabajadores y por eso no tienen más remedio que disponerse a cumplir con el libreto que el Presidente Chávez a través del Ministro Ramírez o la ministra María Cristina o el ex ministro Roberto Hernández, les ponen a recitar. Efectivamente no tienen otra alternativa que intentar evitar unas elecciones que saben de antemano perdidas. Pero con esta maniobra sucia, tan sólo logran aumentar el rechazo de la mayoría de los petroleros, quienes quieren saldar cuentas en las urnas con aquellos que negociaron y les traicionaron en el contrato petrolero pasado, cuando el precio del petróleo surcaba por encima de los 100 dólares el barril.
Las petroleras y los petroleros saben que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista y que llegará el bendito día de ese ajuste de cuentas, a pesar de las trampas, de los obstáculos, de los corrimientos de arruga y de las huidas hacia adelante que intenten hacer los dirigentes sindicales que responden a los designios dedocráticos de la cúpula de gobierno.
Lo que pasa en la industria petrolera no es la excepción
Pasando revista al conjunto del movimiento sindical se puede comprobar que el ambiente que hoy se vive en la industria petrolera es un pálido reflejo de lo que se vive en la administración pública, en las empresas básicas y mineras de Guayana, en la cadena Mercal y Pdval, en lo poco que queda de entidades descentralizadas, en alcaldías y gobernaciones, y en ese amplio espectro que representan el sector educativo y la salud.
En esos sitios, las demandas de los trabajadores también son escamoteadas y burladas, los trabajadores son humillados, se vive un estado de zozobra en el que las trabajadoras y los trabajadores se preocupan de pensar que se ha dado la directriz a los jefes de abrir expedientes para buscarles la caída y justificar los despidos.
Y al igual que en la industria petrolera, los tabajadores cuesionan severamente y en forma clandestina a sus jefes disfrazados de rojo-rojito, a través de mensajes telefónicos, de mails, de boletines dejados subrepticiamente en los baños de las entidades y un sinnúmero de iniciativas más que comienzan a enloquecer a la burocracia de gobierno y su amplia red de guardaespaldas.
Esta realidad demuestra que la gran expectativa que reinaba entre los trabajadores durante los primeros años del gobierno de Chávez, que incluso bordeaba los límites de la devoción, hoy se resquebraja e inaugura una etapa en la que los ojos, la nariz, el tacto, el gusto y sobre todo el oído del trabajador reacciona en forma distinta a como reaccionaba hace dos, tres, cuatro o cinco años atrás cuando se mencionaban frases tales como «proceso revolucionario», «gobierno bolivariano», «socialismo del siglo XXI» y «comandante Chávez».
Existe de hecho una transmutación y muchos trabajadores lo están pensando seriamente, salir a hacer lo que les dicta su propia conciencia pasando por encima de discursos vacuos, para hacer prevalecer sus derechos, sus conquistas, su autonomía, y sobre todo su independencia política.
La clase trabajadora, que bien sabemos es el motor del proceso revolucionario, luego de sufrir ataques arteros por parte de la burocracia y los patronos públicos y privados, retoma sus propia agenda, y se niega a ir como furgón de cola de golpistas o de burócratas. Ante los ojos de los petroleros y de los tabajadores en general, quienes ayudaron a derrotar el golpe y el sabotaje petrolero, la política antiobrera y antisindical que ahora dirige contra ellos el gobierno es una verdadera traición, prácticamente un salto de talanquera del presidente Chávez.
Esto es lo novedoso para el actual proceso revolucionario, en donde que ya no queda espacio para medias tintas y una disyuntiva de hierro se expresa en toda su dimensión: o se está con los trabajadores y sus luchas, o se está del lado de la alianza patronal del gobierno, los empresarios golpistas, las transnacionales, y los nuevos ricos.