Bolivia: dirigente guaraní Justa Cabrera: «Evo capataz de las transnacionales»

Justa Cabrera: “La mujer de la voz clara”, en apoyo a la marcha indígena

“Evo capataz de las transnacionales”

Justa Cabrera: “La mujer de la voz clara”, en apoyo a la marcha indígena

“Evo capataz de las transnacionales”

Justa Cabrera, guaraní, es presidenta de la Confederación de Mujeres Indígenas de Bolivia (agrupa a indígenas de “tierras bajas”, el Oriente boliviano). Los guaraníes le dicen “la mujer de la voz clara”. Haciendo honor a su fama y apodo comparó a Evo Morales con los capataces de los esclavistas, que castigaban con látigo a sus padres para que se apuraran en su trabajo esclavo.

Así doña Justa hizo una descripción precisa y sintética del rol del gobierno de Evo, mucho más precisa que tantos intelectuales que andan por ahí, Justa dijo que Evo es “capataz de las transnacionales”. Y no habla por hablar, sabe de qué habla.
“Cuando éramos niños, nos sentaban y nos contaban las buenas y las malas historias. Nos hablaban de cómo encadenaban a los esclavos y de los capataces, a los que yo llegué a conocer. Eran la mano derecha del patrón, iban tras los esclavos en medio de los sembradíos y pobre del que se paraba, lo guasqueaban. Entrevistada por el diario El Deber de Santa Cruz, dijo:
“A Evo (Morales) lo comparo con el capataz de las transnacionales, se convirtió en su operador, se perdió el hombre. Digo eso porque al hablar de un proceso de cambio, esperábamos igualdad y más oportunidades, pero no nos las está dando.
“- ¿El presidente cambió?
“- Creo que nosotros somos más sinceros, confiamos en él creyendo que era sincero, pero solo aprovechó la oportunidad para hacerse del poder. Ahora es rencoroso.
“- ¿Por qué rechazar una carretera por el Tipnis?
“- Defender el tipnis es defender nuestra casa. Construir la carretera por ahí significará la desaparición de los pueblos indígenas del lugar pero, además, es un atentado contra los otros territorios indígenas. Es como desconocer todo… no ven los árboles como nosotros, para refrescarnos bajo su sombra, lo ven como una acumulación de dinero. Eso es un peligro no solo para los indígenas, sino para este país, que es como un pulmón del mundo» (entrevista El Deber, 21 sep 2011).
“Hubiera querido estar en la marcha”, dijo Justa. Problemas cardíacos y de presión alta se lo impiden.

La marcha indígena

Hace 37 días salió la marcha de más de 1.000 indígenas hacia La Paz desde una pequeña ciudad a 512 kilómetros de la capital de Bolivia. En ella confluyeron habitantes del TIPNIS (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure) con representantes de casi todos los pueblos indígenas de Bolivia. Rechazan la construcción de una carretera que destruirá el Tipnis. Esa carretera, que el gobierno dice que es para el “progreso” de Bolivia, en realidad es para facilitar la explotación petrolera de Repsol y Petrobrás, y maderera (en beneficio de grandes empresas de Brasil) y de las mafias capitalistas del narcotráfico. El gobierno acordó la construcción de esa carretera con Lula en el 2008, con un sobreprecio estimado en 200 millones de dólares de su precio total de 415 millones de dólares. La carretera fue adjudicada a la empresa OAS, muy vinculada a Lula. Fue justamente en el momento en que Lula intercedió para que la oposición de derecha (la llamada “Media Luna”) firmara un acuerdo con Evo Morales. Además la carretera es parte del plan IIRSA, acordado entre el presidente ex dictador boliviano Banzer y el brasileño Cardoso, ambos neoliberales.

Represión

El gobierno de Evo rechazó el reclamo indígena, acusó a los marchistas indígenas de “agentes del imperialismo y de la derecha” y, cuando no le dio resultado, reprimió. La marcha fue bloqueada por 50 matones masistas que bloqueron la carretera en la localidad de Yucumo, impidiendo pasar agua y alimentos para los marchistas. Pero, como no lograron reunir a más gente para bloquear. Entonces enviaron a 400 policías que se pusieron en el camino para impedir la marcha.
En diversos puntos del país, en los Departamentos de Santa Cruz y de Pando, pueblos indígenas comenzaron a su vez a bloquear carreteras en solidaridad con la marcha indígena. La reacción del gobierno fue enviar a la policía a desbloquear violentamente. Ya hay más de 15 heridos guaraníes y trinitarios por la represión policial en diferentes puntos. También fue reprimida una marcha de solidaridad en La Paz protagonizada por la Coordinadora de Defensa de la Dignidad Popular Alteña.
No se equivoca en nada doña Justa Cabrera: Evo manda apalear en defensa de los intereses de las transnacionales.
En estos momentos se producen manifestaciones en todo el país en solidaridad con los marchistas, Jaime Solares, dirigente de la Central Obrera de Oruro reclamó a la Central Obrera Boliviana medidas de lucha. Indígenas de Chuquisaca se disponen a marchar, los guaraníes retoman los bloqueos después de la represión, y una delegación de ex dirigentes del MAS, dirigentes populares de El Alto, estudiantes y activistas sociales llegó a Yucumo para exigir que la policía despeje la carretera y deje pasar a los marchistas que protestan pacíficamente.
La Protesta (Bolivia) laprotestabolivia@gmail.com

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No más patrones
Diario El Deber
La líder de las mujeres indígenas, Justa Cabrera, revela su historia. Vivió la esclavitud en el campo y la ciudad. A sus 15 años, después de haber sufrido mucha discriminación, decidió tomar las riendas de su vida en busca de la ansiada libertad
Desde niña luchó por su libertad. A sus nueve años, Justa Cabrera fue transferida junto a sus padres y hermanos como parte de una ‘deuda’ de su patrón al hijo de este. La costumbre permitía heredar tierras con peones y todo. Así, la pequeña guaraní fue arrancada de su lugar de origen en Chuquisaca, para seguir integrando parte de la familia esclavizada, pero en Santa Cruz.
El patrón era descendiente de alemanes y su hijo se asentó en tierras próximas a lo que ahora es Paurito, lado sudeste del departamento. El viaje fue una odisea de siete días. Justa y su familia extrañaron la antigua casa por donde pasaba el río, ahora debían enfrentar a un monte casi virgen, donde tenían que caminar hasta cinco kilómetros para traer un poco de agua.
Por muchos años, desde la época de los 60, ella junto con su familia se vio obligada a cortar leña a punta de hacha para proveer al ingenio azucarero San Aurelio.
El patrón no les pagó nada, tal como lo hizo su padre, de vez en cuando solo les llevaba un poco de arroz o hueso. Como la escasez de alimentos se agudizó, sus hermanos mayores empezaron a buscar trabajo en otras haciendas.
Siendo la menor de ocho hijos, Justa apenas había vencido el segundo de primaria en Chuquisaca. Aunque sus padres intentaron inscribirla junto con otros niños en una escuela de la comunidad vecina, Tundy, la rechazaron. “Decían que la escuela era de puros cambas y como éramos guaraníes del sur, de la parte de la cordillera, nos decían collas”, recuerda.
Al final, creció sin educación formal. A sus 11 años decidió salir a la ciudad, sin saber nada de ella. La pusieron al cuidado de un niño y acabó haciendo todas las labores de casa, sin recibir ni un peso.
Cuando iba al parque a pasear al niño era el hazmerreír de los chicos. “Se amontonaban y me hacían hablar, como solo sabía guaraní, mi castellano era chuto, lo decía todo al revés y era una diversión para los niños”, relata.
Ella se prometió que algún día hablaría castellano y para no olvidarse lo poco que aprendió en la escuela, deletreaba lo que encontraba a la mano, como las etiquetas de las latas de leche Klim o Nido.
A sus 12 años, otro patrón, esta vez un militar, la llevó a Challapata, Oruro, con sus hijos y su esposa a la que Justa recuerda como una patrona al estilo ‘general’. Trabajó tres años sin sueldo ni educación, pese a las promesas que le hicieron. “Yo me vestía con la ropa que dejaban sus niñas, nunca supe qué era estrenar un zapato o un vestido, ni celebrar un cumpleaños, como mis 15 que los cumplí allí”, rememora con cierto rencor.
Tras el cambio de destino de su patrón hacia Santa Cruz, decidió rebelarse y no tener más patrones. La dejaron partir, pero no le permitieron sacar nada, solamente lo que traía puesto. “Salí como estaba vestida, busqué a mis padres en mi casa y ahí empecé a ser independiente”, dice, mientras toma un mate.
Con el tiempo, se supo que la zona donde los trajeron como esclavos eran tierras fiscales, por lo que el Estado las recuperó y así nació la comunidad guaraní Jorori, al sudeste de la capital cruceña.
Para Justa las adversidades que había pasado se convirtieron en una lección de vida que le permitió romper la suerte de sus antepasados.
A los 17 años integró el Club de Madres de Jorori, aunque solo era una secretaria que tomaba apuntes con bastante dificultad.
En 1975 logró que el Comité de Obras Públicas instale una bomba manual para proveer agua potable a la zona.
En los años 90 tuvo contacto con el Centro para la Participación y el Desarrollo Humano Sostenible (Cepad) y se organizó el Comité de Nutrición para los niños del lugar.
En 1992, fue nombrada representante de 12 comunidades en el Festival Productivo de Rescate Cultural y ese mismo año se organizó la Capitanía Guaraní, zona Santa Cruz, en la cual -dos años más tarde- asumió la representación de Tierra y Territorio de la organización.
La senda del liderazgo no fue fácil. Justa admite que entre los indígenas hubo mucha discriminación a las mujeres y ante el insistente reclamo la eligieron secre taria de Salud de la Central de Pueblos Étnicos de Santa Cruz (Cepes).
Llegó a ser vicepresidenta de la Asamblea del Pueblo Guaraní, capitana de la zona y hoy es la primera presidenta de la Confederación de Mujeres Indígenas de Bolivia.
Ahora apunta a lo que llama ‘libertad sicológica’ de los indígenas. “Llegan de los pueblos y en la ciudad no saben qué hacer, siempre están esperando que alguien los mande, buscan a un patrón, no hay esa libertad de decidir por sí mismo. Hay que trabajar mucho en esto”, insiste.
Ella reconoce que solo algunos indígenas se profesionalizaron y convencida de que este es el camino para la superación ya tiene a tres de sus cinco hijos en la universidad. Ricardo (24), estudia Derecho; Mariano (22), Ingeniería Comercial y Matías (20), Análisis de Sistemas. Analoida (16) y Aracely (de seis años, cuya educación y cuidado asumió) van al colegio. En 2005, una enfermedad segó la vida de Mayra (19), su hija mayor.
A sus 55 años, aún con poca agilidad para escribir, Justa es reconocida por los indígenas como ‘la mujer de la voz clara’. Y es que su facilidad para expresar las ideas ha sido su principal arma para defender hasta ahora los derechos de estos pueblos.
Hoy, aquejada por problemas cardíacos y la presión arterial, apoya desde Santa Cruz la marcha en defensa del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis).

Justa Cabrera / Indígena Jorori
Una mujer que se abrió paso
Justa Cabrera Guzmán nació el 1 de noviembre de 1955 en la comunidad Vallecito, zona Muyupampa, provincia Luis Calvo de Chuquisaca. Es la menor de ocho hermanos.
Sus padres, ya fallecidos, se llamaban Domingo Cabrera y Juana Guzmán. Vive en Jorori, a pocos kilómetros de Paurito, junto a su esposo Gregorio Flores y sus hijos.

Ella confiesa que le hubiera gustado estudiar en la Normal para ser profesora y ahora no pierde la esperanza de ingresar a la carrera de Derecho en la universidad. Cree que siendo abogada podrá aportar mucho más como dirigente indígena.
Por ahora, su hijo Ricardo Flores, que estudia esa carrera, la asesora en sus reuniones de análisis.

«A Evo lo comparo con un capataz»

– ¿Qué es lo que más guarda de sus tradiciones?
– La educación ancestral transmitida por mis padres en forma oral. Cuando éramos niños, nos sentaban y nos contaban las buenas y las malas historias. Nos hablaban de cómo encadenaban a los esclavos y de los capataces, a los que yo llegué a conocer. Eran la mano derecha del patrón, iban tras los esclavos en medio de los sembradíos y pobre del que se paraba, lo guasqueaban.
A Evo (Morales) lo comparo con el capataz de las transnacionales, se convirtió en su operador, se perdió el hombre. Digo eso porque al hablar de un proceso de cambio, esperábamos igualdad y más oportunidades, pero no nos las está dando.

– ¿El presidente cambió?
– Creo que nosotros somos más sinceros, confiamos en él creyendo que era sincero, pero solo aprovechó la oportunidad para hacerse del poder. Ahora es rencoroso.

– ¿Por qué rechazar una carretera por el Tipnis?
– Defender el tipnis es defender nuestra casa. Construir la carretera por ahí significará la desaparición de los pueblos indígenas del lugar pero, además, es un atentado contra los otros territorios indígenas. Es como desconocer todo.

– ¿Teme que sea un mal precedente para el futuro de los pueblos indígenas?
– Es eso. Presentimos que esta es la exigencia del cumplimiento de lo que dice el Gobierno, de que unos no pueden tener más tierras que otros. Vemos que la Constitución se refiere a los ‘territorios indígenas originarios campesinos’ sin puntos ni comas, eso quiere decir que también los interculturales, los cocaleros, movimientos sin tierra pueden entrar a territorios indígenas y destruir todo el monte.
Ellos no ven los árboles como nosotros, para refrescarnos bajo su sombra, lo ven como una acumulación de dinero. Eso es un peligro no solo para los indígenas, sino para este país, que es como un pulmón del mundo.

– ¿Hay indicios de ese riesgo?
– La prueba es que han empezado a entrarse. Ya están en el Isoso, en las tierras de Charagua, Guarayos, ya han comenzado a avasallar comunidades indígenas. No es capricho de nosotros, el presidente está desesperado por hacer nuevos asentamientos en el Tipnis.
Los mismos colonizadores y los sin tierras dijeron que ‘es compromiso del presidente entregarnos tierras en el Tipnis’. Eso ya está dicho. El capricho y la prepotencia del presidente comprueban que tiene ese compromiso.

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