La movilización se hace indefinida en Colombia

Al momento de escribir esta nota, 10 de la mañana del día martes 26 de noviembre, miles de colombianos y colombianas, especialmente jóvenes, de nuevo empiezan a copar las calles de las más importantes ciudades del país.

Por Nelson Gámez

27 de noviembre de 2019. Al momento de escribir esta nota, 10 de la mañana del día martes 26 de noviembre, miles de colombianos y colombianas, especialmente jóvenes, de nuevo empiezan a copar las calles de las más importantes ciudades del país. Es el sexto día de movilizaciones continuas de esta gran rebelión que se inició el pasado jueves 21 de noviembre, fecha en que arrancó el Paro Nacional convocado por el Comando Nacional del Paro del que hacen parte organizaciones sindicales, populares, étnicas, culturales, ambientales y estudiantiles, entre otras.

Hoy los ánimos están mucho más caldeados que antes, al conocerse la triste noticia del fallecimiento del joven estudiante de secundaria Dilan Cruz, víctima de la acción criminal de un integrante del tenebroso Esmad (Escuadrón Móvil Antidisturbios), que el pasado sábado lo hirió de muerte al dispararle a la altura de la cabeza una bomba aturdidora. Con toda razón, los manifestantes enardecidos se movilizan hoy reclamando investigación y castigo a los responsables materiales y políticos de este execrable crimen, a la vez que exigen la disolución inmediata de este cuerpo élite de represión que se consume al año medio billón de pesos (150 millones de dólares).

Este asesinato, antes que atemorizar, ha potenciado la indignación de millones de colombianos que hoy se levantan en contra de Iván Duque y del anti-democrático, violento y criminal entramado institucional edificado por el Centro Democrático (partido construido por Álvaro Uribe) que hoy respalda al gobierno. Es por eso que a los reclamos de la población, que antes del 21-N se circunscribían esencialmente alrededor de denunciar las proyectadas reformas, laboral, pensional y tributaria, exigir el cumplimiento a los acuerdos establecidos con el movimiento estudiantil, condenar los asesinatos a líderes sociales y ex guerrilleros; hoy se amplían denunciando la represión, exigiendo la disolución del Esmad y confrontando con las movilizaciones y plantones la arbitraria imposición del toque de queda y la nefasta campaña de terror que intenta sembrar el miedo entre las comunidades. Y lo que es más importante, las consignas y cánticos que hoy se entonan en las diferentes actividades de protesta comienzan a incorporar, con bastante apoyo popular, el reclamo de Fuera Duque.

El gobierno y el uribismo en la cuerda floja

Es evidente que el gobierno no vio lo que se le venía encima con la convocatoria y realización del Paro del 21-N. Es más, pensó que con solo restarle importancia a la convocatoria y desdecirse de afirmaciones hechas por sus voceros sobre las proyectadas reformas de claro tinte neoliberal, era más que suficiente para desincentivar el paro.

Mas no fue así. La discusión sobre el paro se instaló entre la población, que en sus sitios de trabajo, estudio o en las reuniones familias lo convirtieron en tema obligado de conversación. Incluso la población fue mucho más allá, cuando cientos de miles tomaron la decisión consciente de no ir ese día a trabajar o estudiar. De allí que las calles de las principales ciudades el 21-N en horas tempranas se encontrasen desoladas, en una clara muestra que la consigna de Paro Nacional era asumida y acatada por millones de colombianos.

Las calles sólo cobraron vida cuando cientos de miles de manifestantes comenzaron a ocuparlas, con un colorido y energía vital que evidenciaba, que las razones que convocaban al paro se identificaban con sus más urgentes necesidades.

Frente a este poderoso impacto del paro, el gobierno nacional respondió con una violenta represión y con el recorte de las libertades democráticas. En Cali, el día jueves 22 y en Bogotá el viernes 23, se impuso el toque de queda a lo que se sumó la tarea de desprestigiar el paro, con la ayuda de los medios de comunicación, responsabilizando a los manifestantes de hechos vandálicos y la terrorífica campaña de infundir miedo entre las comunidades diciendo que “supuestos vándalos” invadirían sus unidades residenciales. Medidas que luego el propio gobierno tuvo que comenzar a desmontar, en vista que numerosos videos que corrieron por la redes demostraban que la mayoría de las acciones “vandálicas” eran ejecutadas por infiltrados protegidos por la policía. Igualmente el gobierno, los empresarios y los comerciantes se aterrorizaron al ver a la población armada para defenderse y les preocupaba que el miedo a ser invadidos fuera utilizado por la población como argumento para no ir al trabajo en los días siguientes o dejar de visitar el comercio para hacer las compras navideñas.

En resumen, ninguna de las medidas del gobierno pudieron contener el alud de movilizaciones que se abrieron con el paro del 21-N, superando la frontera de un día definida por el Comando Nacional de Paro. De allí que el gobierno se vio obligado por la enorme presión de la movilización, a moverse con propuestas de “conversatorios” cupulares, para desactivar el paro, acción que tampoco le ha permitido ganar tiempo y oxigenarse para contraatacar al movimiento de masas.

Este mismo martes 26 de noviembre, ante su debilidad y la inefectividad de la propuesta de conversatorios durante 3 meses hasta marzo de 2020, ha tenido que moverse más haciendo las primeras concesiones al movimiento de masas, tales como la devolución del IVA al 20% de la población con mayores carencias económicas; la reducción de los aportes a la salud por parte de los pensionados, pasando del 12 al 4% progresivamente; estableciendo 4 días al año de no cobro del IVA y el incentivo al primer empleo para los jóvenes, que contrasta con sus anuncios iniciales de solo pagar el 75% del salario mínimo.

Esta es la situación de un gobierno colocado de espaldas contra la pared por parte de la población y su poderosa movilización. Confrontación que no se restringe exclusivamente a la figura presidencial, sino que abarca al conjunto del partido de gobierno el Centro Democrático y su principal referente Álvaro Uribe, quien goza de la antipatía de millones de colombianos que exigen su retiro de la escena política por ser promotor de la violencia, de las bandas paramilitares, enemigo de las libertades políticas y portador de un discurso político de ultraderecha, fascista.

La alineación de los planetas

La actual situación colombiana no podría explicarse, si no se tienen en cuenta diversos hechos concomitantes. Sin duda, el más importante es la explosiva y contagiosa situación política, económica y social que se vive de conjunto en esta parte del continente. Las positivas cifras económicas de crecimiento que goza el país, no son suficientes para ocultar la enorme desigualdad económica que vive la población. El cansancio frente a la aguda confrontación armada que ha provocado cientos de miles de muertos y millones de desplazados despojados de sus bienes materiales. La indignación frente al desfalco descarado del erario por parte de líderes políticos inescrupulosos, superando la capacidad de aguante de la población. La crisis política de los partidos políticos tradicionales y de sus principales figuras, que en cada proceso electoral cobra su factura, como ocurrió hace poco cuando el partido de gobierno fue derrotado abrumadoramente.

Y en el terreno de las direcciones políticas del movimiento de masas, es un hecho inequívoco que se ha roto el chaleco de fuerza que contuvo a la población durante muchos años. Esa liberación del tutelaje y la suplantación de que fue víctima la población por parte de las direcciones guerrilleras durante décadas se ha resquebrajado por completo permitiendo que una nueva y joven generación aparezca como los nuevos dirigentes naturales de la población.

Esta combinación excepcional de factores es la que explican la rebelión que hoy se desarrolla en el país. Obviamente no hay plenas garantías para el triunfo por parte el movimiento popular movilizado, pero lo cierto es que por ahora se avanza y se obtienen las primeras conquistas. Será tarea de los demócratas y revolucionarios del continente y del mundo seguir con atención y acompañar con todas sus fuerzas este importante proceso político que ha dividido en dos la historia reciente de la nación suramericana.

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