6 octubre, 2024

5 de mayo 1818: nacía Carlos Marx

Junto a su amigo Federico Engels, fueron los fundadores del socialismo científico y del movimiento revolucionario de la clase obrera por su liberación. Con el paso del tiempo, la polémica sobre su legado no se apaga.

Junto a su amigo Federico Engels, fueron los fundadores del socialismo científico y del movimiento revolucionario de la clase obrera por su liberación. Con el paso del tiempo, la polémica sobre su legado no se apaga.

Carlos Marx nació en Treveris, Alemania, en el seno de una familia de clase media. Se recibió de abogado y se casó con una joven muy bella, de familia noble. Tuvieron varios hijos y casi siempre vivieron en una situación de gran miseria. Marx participó de la fundación, en la clandestinidad, del primer partido obrero revolucionario, la Liga de los Comunistas. Escribió, junto con Engels, su programa, el célebre Manifiesto Comunista, publicado en 1848. Años después, en 1864, participó de la fundación de la Primera Internacional, en Londres. Su obra más monumental es El Capital, donde rigurosa y científicamente desmenuza los orígenes y el funcionamiento del capitalismo. Con una obsesiva dedicación al trabajo, siempre combinó sus actividades de investigación y elaboración teórica con la militancia y la lucha práctica, el contacto con los trabajadores de su época, que se sumaban a su movimiento, y los escritos dedicados a las cuestiones políticas y las polémicas del momento.

“El más grande pensador del milenio”

Desde sus mismos orígenes, la lucha de la clase obrera estuvo atravesada por la influencia de corrientes distintas y a menudo antagónicas. Proburguesas, prorreligiosas, demócratas pequeñoburguesas, utópicas, entre otras, convivían con el naciente socialismo científico o marxismo. Marx, en la década de los 60 del siglo XIX, polemizó duramente con los anarquistas. Luego se fue estableciendo la gran división, posterior a su muerte en 1883, entre los reformistas y los revolucionarios, que de una u otra manera se ha mantenido a lo largo de todo el siglo XX y hasta nuestros días. A menudo, tanto una u otra corriente han reivindicado su pertenencia al “marxismo”. A partir de 1989, cuando comenzó la derrota de las dictaduras burocráticas de los Partidos Comunistas en la URSS y Europa Central, los políticos e ideólogos procapitalistas lanzaron gritos de victoria, proclamando la muerte del marxismo.

Pero su fantasma sigue presente, parece que no hay como enterrarlo. Basta un ejemplo. En 1999, en vísperas del cambio de siglo, la prestigiosa BBC de Londres hizo una votación con miles de personas en distintos países, preguntando por el “más grande pensador del milenio”. Para sorpresa de los organizadores, luego de un mes de consultas, ganó Marx, muy bien acompañado en un segundo puesto nada menos que por el físico Albert Einstein (datos Clarín, 2/10/99).

Marx y la lucha por el socialismo en el siglo XXI

En América Latina, tanto Fidel Castro como el presidente venezolano Hugo Chávez, proclaman la construcción del “socialismo del siglo XXI”. Por supuesto, Fidel y el PC cubano se autotitulan marxistas. Chávez lo cita con respeto (aunque insiste en sus raíces cristianas). Tomaremos unos pocos puntos para mostrar que ese “socialismo del siglo XXI” no entronca con el programa y las peleas políticas alentados por Marx a lo largo de su vida.

Marx proclamó la necesidad irrenunciable de la revolución obrera para liberarse del yugo de la explotación capitalista. Solo el socialismo salvará a la humanidad, y para acceder a él, hay que arrancar el poder político y económico a la burguesía. Fidel hace años que llama a no hacer revoluciones, a tener paciencia, a no repetir lo que él hizo a inicios de los 60 cuando expropió a los terratenientes e imperialistas en Cuba. Chávez lo apoya calurosamente.

Marx llamó sistemáticamente a los trabajadores a organizarse en forma totalmente independiente de la burguesía, no sólo en los sindicatos, sino también en su partido político propio, de clase. Chávez, por su parte, pretende la sumisión de los sindicatos a su gobierno patronal, persiguiendo a los dirigentes que, como Orlando Chirino, defienden encarnizadamente la autonomía sindical. Además, ha formado un partido con él como jefe máximo, con el que pretende imponer a los trabajadores venezolanos su dominio político. Y Fidel lo apoya con entusiasmo.

Para Marx, la lucha obrera por su liberación y el socialismo debía desarrollarse en cada país y en todo el mundo. “Proletarios del mundo, uníos”, dijo. Ese internacionalismo lo llevaba a ser enemigo de todo gobierno patronal. Chávez y Fidel, por el contrario, apoyan a los gobiernos patronales latinoamericanos de Kirchner en Argentina y de Lula en Brasil. Apoyan a la siniestra dictadura del Partido Comunista Chino, que encabezó e impuso a sangre y fuego la restauración capitalista en su propio país.

Marx y Engels ya decían que tenían algunos “discípulos” que era mejor no tenerlos. La experiencia de las luchas del siglo XX ha mostrado numerosas veces que los caminos proclamados por los reformistas (muchos de ellos diciéndose “marxistas”) de evitar las revoluciones, de conciliar con la burguesía en las distintas “economías mixtas” capitalistas (una parte estatal, otra privada), y de impedir que los trabajadores forjen y desarrollen su partido político de lucha y democrático, para encabezar un gobierno revolucionario propio, han llevado de fracaso en fracaso. Por eso el fantasma sigue vivo y el debate continúa.

Muchas cosas han cambiado desde los tiempos de Marx. Algunos de sus pronósticos no se han cumplido. Pero el capitalismo sigue mostrando todos los días que es un sistema no sólo de explotación, sino de crisis y miseria creciente, como lo demostró y anticipó Marx. Por eso, enfrentando a la explotación patronal, el hambre y la amenaza de destrucción del planeta, las luchas de los trabajadores y todos los oprimidos siguen su curso. Forjar la dirección consecuente que las encabece, hasta el triunfo del socialismo, es la gran tarea que sigue pendiente, como lo decía la Primera Internacional: «la liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos»

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