A 33 años de su fallecimiento: Nahuel Moreno y el partido revolucionario

Por Francisco Moreira y Diego Martínez (El Socialista)

El 25 de enero de 1987 falleció Nahuel Moreno. Fue uno de los fundadores del troskismo en Argentina y en Latinoamérica, y el gran constructor de nuestra corriente política, que hoy tiene continuidad en Izquierda Socialista.

Nahuel Moreno se inició en el troskismo, a principios de la década de los 40 en circunstancias muy difíciles. En 1940, León Trotsky, quien junto con Lenin había encabezado la revolución rusa, había sido asesinado por un agente estalinista. Trotsky era por lejos el dirigente más probado y capaz de la IV Internacional y su muerte dejó un gran vacío. Como si esto fuera poco una gran parte del os principales cuadros y dirigentes que habían trabajado codo a codo con Trotsky fueron asesinados a manos del stalinismo y el fascismo. Frente a esta situación la IV Internacional había quedado disgregada y su dirección fuertemente debilitada. Moreno solía decir que el suyo fue un troskismo “bárbaro”. Se formó políticamente sin la guía de una dirección sólida.

Moreno se desarrolló como dirigente en el período posterior a la segunda guerra mundial. Fue una etapa signada por grandes revoluciones, como la China y la cubana, que contradictoriamente fueron dirigidas por aparatos contrarrevolucionarios que se fortalecieron al calor de esos grandes triunfos de la lucha de clases. Una parte importante de los dirigentes de la IV Internacional sucumbieron ante estas direcciones, adaptándose a ellas de forma oportunista. Otro sector se aisló sectariamente de estos procesos planteando que no hubo revoluciones. Moreno tuvo el mérito de participar e impulsar activamente los procesos de la lucha de clases de esta etapa sin capitular ante sus direcciones. Por eso creemos que es el dirigente troskista de la posguerra que mejor pasó la prueba.

Los inicios en el movimiento obrero

En 1944, Moreno fundó el Grupo Obrero Marxista (GOM), sacando al movimiento trotskista argentino de los debates de café y llevándolo al movimiento obrero. Un pequeño grupo de jóvenes del barrio porteño de Villa Crespo, aconsejados por Mateo Fossa, un gran dirigente obrero de la época, se ligaron a las huelgas de uno de las principales zonas industriales de la época, Avellaneda, en la zona sur del gran Buenos Aires, con el simple precepto de ponerse a disposición de lo que necesiten los trabajadores sin “bajar línea”. Así fue que se fueron ganando la confianza de los principales activistas, el grupo se fue a vivir al barrio de Villa Pobladora y se dieron los primeros pasos de la construcción del partido en el seno del movimiento obrero. Desde entonces Moreno y nuestra corriente fueron fanáticos de acercarse a las “pobladoras” de cada lugar donde el partido tuviese la oportunidad de construirse pegado al movimiento obrero.

Sin embargo no eran épocas sencillas para construir el troskismo en la clase obrera. Una gran mayoría de la clase trabajadora argentina estaba siendo ganado por el peronismo, que había otorgado importantes concesiones a los sectores obreros y populares. Nuestra corriente señaló, sin embargo que el peronismo era un movimiento burgués, que no había que depositar ninguna confianza en él y que por su carácter conciliador esas conquistas se podían perder. Esta definición no nos impidió luchar codo a codo junto a los activistas obreros que se identificaban como peronistas cuando vino el golpe gorila de 1955, orquestado por el imperialismo yanqui, contra la actitud del propio Perón quien se entregó pacíficamente y no movilizó a la clase trabajadora para dar la pelea.

Debates en la IV Internacional

En 1948 ocurrió un hecho muy importante en la historia de nuestra corriente que fue la participación en el II congreso de la IV Internacional, el primero que se realizaba después de la muerte de Trotsky. Para Moreno y para nuestro partido fue una gran experiencia y de allí sacamos como conclusión la importancia de ser parte de una organización internacional por más pequeña que esta sea. Desde entonces nuestra corriente tiene la obsesión por construir partidos en todas partes del mundo y por estar abiertos a la fusión con otras corrientes revolucionarias, así provengan de trayectorias diferentes a la nuestra.

En ese congreso de 1948 se eligió a la dirección de la internacional, encabezada por el griego Michel Pablo y el belga Ernest Mandel. Moreno la definió como una dirección inexperta, impresionista, formada en ámbitos intelectuales y no en la lucha de clases y sostuvo duras polémicas con ella.
Pablo y Mandel comenzaron a imponer una línea de permanente capitulación a los partidos comunistas que seguían al aparato de la URSS encabezado por Stalin y a los nacionalismos burgueses en Latinoamérica, Asia y África, como así también posteriormente al castrismo. Moreno alertó que esa orientación oportunista llevaba a renunciar a la construcción de partidos revolucionarios y al hundimiento de la Internacional e hizo especial hincapié en los setenta en la polémica con la política de elevar la táctica de la guerrilla, que se había mostrado como correcta para la revolución cubana, al plano estratégico, planteando que había impulsar la guerrilla en todos los países de Latinoamérica. Moreno sostuvo que este planteo llevaría al desastre a generaciones enteras de luchadores y sería contraproducente para el desarrollo de la revolución latinoamérica. Seguía los consejos de Lenin, quien había planteado que había que ser firmes en los principios y en el programa revolucionario y flexible en la tácticas, acoplándose a las formas de lucha que de la clase obrera y los sectores populares en cada parte del mundo.

La necesidad de partidos revolucionarios y la Cuarta

Pasaron más de treinta años del fallecimiento de Moreno y el capitalismo sigue aún sumido en una crisis crónica. Ante sus nefastas consecuencias millones en el mundo se levantan y protagonizan heroicas rebeliones y revoluciones. Las luchas de la clase obrera y los pueblos logran, muchas veces, enormes triunfos. Pero a pesar de ellas, el capitalismo aún no ha caído. Es que al frente de estas luchas surgen direcciones que dicen que existe una salida a la crisis en los marcos del capitalismo, como las experiencias ya fracasadas del falso “socialismo del siglo XXI” de Chávez, Evo o Lula. Frente a ellas es necesario recordar las enseñanzas de Moreno, quien afirmaba que no hay salida de fondo si la clase trabajadora no toma el poder, expropia a la burguesía y al imperialismo y comienza a construir el socialismo. Y que esta no es una tarea nacional, sino que forma parte de algo mucho más grande, la revolución socialista internacional.

Por eso sigue vigente el desafío de construir un partido y también una internacional revolucionarios. Esta la inmensa tarea que continuamos impulsando desde Izquierda Socialista y la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores–Cuarta Internacional.

“Ser trotskista hoy” (Nahuel Moreno)

En agosto de 1985, en un reportaje, Moreno resumió las definiciones centrales del trotskismo, destacándose la necesidad de construir partidos revolucionarios y la Cuarta Internacional. Este es uno de los legados por el que continuamos batallando desde Izquierda Socialista y la UIT-CI.

“[Ser trotskista] significa defender las posiciones de principio del socialismo, del marxismo. […] En el aspecto positivo, ser trotskista es responder a tres análisis y posiciones programáticas claras. La primera, que mientras exista el capitalismo en el mundo o en un país, no hay solución de fondo para absolutamente ningún problema: empezando con la educación, el arte y llegando a los problemas más generales del hambre, de la miseria creciente. Unido a esto, aunque no es exactamente lo mismo, el criterio de que es necesaria una lucha sin piedad contra el capitalismo hasta derrocarlo, para imponer un nuevo orden económico y social en el mundo, que no puede ser otro que el socialismo. Segundo problema, en aquellos lugares en donde se ha expropiado a la burguesía (hablo de la URSS y de todos los países que se reclaman del socialismo), no hay salida si no se impone la democracia obrera. El gran mal, la sífilis del movimiento obrero mundial es la burocracia (…) Y la tercera cuestión, decisiva, es que es el único consecuente con la realidad económica y social mundial actual, cuando un grupo de grandes compañías trasnacionales domina prácticamente toda la economía mundial. A este fenómeno económico social hay que responderle con una organización y una política internacional. […] Para eso, es necesario retomar la tradición socialista de la existencia de una internacional socialista, que encare la estrategia y la táctica para lograr la derrota de las grandes trasnacionales que dominan al mundo entero, para inaugurar el socialismo mundial. […] Por eso, la síntesis, del trotskismo hoy día es que los trotskistas son los únicos en el mundo entero que tienen una organización mundial (pequeña, débil, todo lo que se quiera) pero la única internacional existente, la Cuarta Internacional, que retoma toda la tradición de las internacionales anteriores y la actualiza frente a los nuevos fenómenos, pero con la visión marxista: que es necesaria una lucha internacional.”

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