Armenia y Turquía reestablecen relaciones sin que haya reconocimiento del genocidio
El ministro de Relaciones Exteriores de Turquía, Ahmet Davutoglu, y su contraparte de Armenia, Edward Nalbandian, firmaron el sábado en la ciudad suiza de Zurich dos protocolos para restablecer relaciones diplomáticas y reabrir las fronteras, con la presencia de la Secretaría de Estado Clinton, quien presionó para que se saldara el acuerdo.
El ministro de Relaciones Exteriores de Turquía, Ahmet Davutoglu, y su contraparte de Armenia, Edward Nalbandian, firmaron el sábado en la ciudad suiza de Zurich dos protocolos para restablecer relaciones diplomáticas y reabrir las fronteras, con la presencia de la Secretaría de Estado Clinton, quien presionó para que se saldara el acuerdo.
La firma de un acuerdo que normalizaría los lazos entre Turquía y Armenia luego de un siglo de hostilidades había sido aplazado horas antes.
El documento iba a ser firmado a las 1500 GMT del sábado en Suiza, pero el vocero del Departamento de Estado de EE.UU., Ian Kelly, dijo a la agencia AFP que hubo «un obstáculo de última hora».
El protocolo finalmente fue firmado, pese a las protestas populares en Armenia, donde miles rechazaron el hecho de que Turquía no reconozca ni repare al pueblo armenio por el genocidio perpetrado en 1915 cuando más de un millón de armenios fueron masacrados por las fuerzas del Imperio Otomano, y otros centenares de miles fueron expulsados de sus tierras, anexionadas por Turquía.
Bajo el acuerdo, los dos países se disponen a reanudar las relaciones diplomáticas y reabrir su frontera compartida. También plantea el establecimiento de una comisión conjunta de historiadores independientes para estudiar el asunto del genocidio, un retroceso histórico para el pueblo armenio, pues supone que los historiadores oficiales turcos «revisen» unos hechos debidamente documentados y aclarados. El gobierno turco no reconoce como genocidio la matanza de más de un millón de armenios a manos del Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial, y lo que es más, el régimen semi-fascista castiga con cárcel a quienes hablen públicamente acerca de ese sangriento capítulo de la historia. El acuerdo no menciona la palabra genocidio.
El acuerdo necesita ser ratificado por los parlamentos de ambos países.
En el pasado, varios países, entre ellos Francia y Canadá, así como el Parlamento Europeo, han reconocido formalmente el genocidio armenio como un acontecimiento histórico.
Menos de 24 horas después de dicha firma por los ministros de Relaciones Exteriores de ambos países, el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, supeditó la apertura de la frontera común, prevista en los acuerdos, al avance en la cuestión del Alto Karabaj, enclave armenio en territorio de Azerbaiyán. «Queremos que todas las fronteras se abran al mismo tiempo (…) Pero mientras Armenia no se retire de los territorios azerbaiyanos que ocupa, Turquía no puede tener una actitud positiva al respecto», dijo Erdogan.
No obstante, el primer ministro aseguró que presentaría de todos modos los acuerdos al Parlamento para su ratificación.
Los armenios tomaron el control del Alto Karabaj y de los territorios azerbaiyaneses adyacentes tras una guerra de seis años (1988-1994), que llevó a Turquía a cerrar la frontera con Armenia en 1993, para apoyar a su aliado Azerbaiyán.
Protestas en la diáspora armenia contra los acuerdos
El viernes, 10.000 personas se manifestaron en Ereván, capital armenia, así como también en la diáspora contra los acuerdos con Turquía.
Al igual que la mayoría de los armenios del Líbano, Lucine Berkobeiukian, cuyo abuelo asistió a la masacre de toda su familia por los otomanos, no logra creer que Armenia quiera normalizar sus relaciones con Turquía.
Jóvenes militantes buscan adhesiones en Burj Hamud, un bastión armenio en los suburbios de Beirut, contra ese acercamiento, en momentos en que el presidente armenio, Serge Sarkisian, busca en Líbano el apoyo de la diáspora. Las tiendas de ese barrio permanecerán cerradas durante su estancia, en señal de protesta, y una sentada se organizará frente al hotel donde residirá.
Se calcula que en Líbano hay unos 140.000 armenios.
Previamente, Sarkisian viajó a Francia y Estados Unidos, que cuentan también con comunidades importantes, y concluirá su periplo en Rusia.
«¿Cómo es posible que después de casi cien años de lucha por una causa, el enemigo se convierta de repente en un amigo?», se pregunta Koko Marashlian, vendedor de cuadros.
En los muros de la ciudad, se ven carteles con los mástiles de las banderas armenia y turca cruzados y en su centro la inscripción: «Protocolo», en referencia a los acuerdos firmados por los dos países en agosto, que prevén la instauración de relaciones diplomáticas y la apertura de la frontera común.
«Recordamos (a nuestros muertos), reivindicamos (nuestros derechos), rechazamos (el Protocolo)», dicen los carteles escritos en armenio, en tanto que los altavoces de la calle Arax, la principal de Burj Hamud, transmite cantos patrióticos.
Pero las resistencias en la diáspora son acérrimas. Un vendedor de café, Keborg Abajian, está dispuesto incluso a «tomar la armas» para impedir la normalización diplomática. «Queremos recuperar nuestras tierras. Mis antepasados tenían terrenos inmensos en Urfa (situada en la actual Turquía)», afirma el hombre, de unos 50 años, que se define como un «fanático de la causa armenia».
Las relaciones bilaterales están dominadas por las matanza de armenios por el ejército otomano durante la Primera Guerra Mundial. Erevan afirma que fueron 1,5 millones de víctimas; las autoridades semi-fascistas de Turquía sostienen que fueron de 300.000 a 500.000, y no admite la calificación de «genocidio».
«El Protocolo será el fin de una causa», lamenta Koko. «Las principales víctimas somos nosotros, los descendientes de los exiliados, y no los habitantes de Armenia», agrega. Además de los centenares de miles de muertos, otros tantos centenares de miles fueron expulsados de sus tierras, que ahora forman parte del territorio turco.