6 noviembre, 2024

Carta a la redacción de Independencia 200

Compatriotas: Ante todo, un cálido saludo de nuevo año. Desde la aparición del primer número de INDEPENDENCIA 200 quería felicitarles por esta iniciativa que actualiza la historia y posibilita que amplios sectores de nuestro desmemoriado pueblo tengan ante sus ojos acontecimientos de un pasado cuyo tejido vertebral configura nuestro presente y nos obliga a delinear el futuro, reflexionando y tomando distancia de los errores para estructurar una sociedad libre de pesadas rémoras.

Compatriotas: Ante todo, un cálido saludo de nuevo año. Desde la aparición del primer número de INDEPENDENCIA 200 quería felicitarles por esta iniciativa que actualiza la historia y posibilita que amplios sectores de nuestro desmemoriado pueblo tengan ante sus ojos acontecimientos de un pasado cuyo tejido vertebral configura nuestro presente y nos obliga a delinear el futuro, reflexionando y tomando distancia de los errores para estructurar una sociedad libre de pesadas rémoras.

Tengo frente a mí el número 167 de su publicación, correspondiente a 1977, año en el cual fui reseñada en la cárcel de Tocuyito como reo «por haber cometido el DELITO DE REBELION MILITAR». Al comparecer ante el Consejo de Guerra (en San Bernardino), donde se me citó luego de innumerables allanamientos domiciliarios por parte de la tenebrosa Disip, sin otra explicación que la de acusarme de estar incursa en el mencionado «delito», se convocó a los cuerpos represivos (Disip, Guardia Nacional) para que me trasladasen -como peligrosa delincuente- a la sede del Cuartel San Carlos, desde donde, luego de minuciosa requisa, se me condujo -con desproporcionada custodia militar- a la cárcel de Tocuyito.

Ocurrieron estos hechos durante el primer mandato del Presidente Carlos Andrés Pérez, cuando representantes del puntofijismo se jactaban de alzar las banderas de la democracia.

¿Mi delito? Ser la autora de un reportaje sobre la fuga de presos políticos de la carcel de La Pica, a quienes entrevisté en las montañas de Oriente, corriendo todos los riesgos que en aquel momento entrañaba la labor periodística enfrentada a un gobierno antipopular, represivo y entreguista.

Al siguiente día de mi reclusión en Tocuyito llegó Doris Francia, entonces directora del semanario Ruptura, en cuyas páginas había salido un artículo suyo titulado «Los presos de la pica conquistan su libertad». Se trató de un juicio conjunto (ambas figurábamos en el mismo expediente), donde se nos cobraba nuestra militancia revolucionaria de larga data. A Doris se le acusó de «instigación a la rebelión militar», mientras la suscrita -a juicio del gobierno- pasó a ser una rebelada militar, como cualquier soldado. Un juicio insólito, carente de toda justificación legal. Doris, no colegiada ni miembro del SNTP, hubo de pagar las peores consecuencias (permaneciendo más de un año en Tocuyito), pues su artículo había sido publicado en Ruptura, periódico a todas luces vinculado con la gente de Douglas Bravo. En cambio, el reportaje de la suscrita fue publicado en la prensa burguesa (revista Élite), de la cadena Capriles, quienes en ningún momento dieron la cara ni me enviaron saludo alguno a las celdas de Tocuyito. Gracias a la solidaridad de colegas, militantes y estudiantes, quienes inundaron con «pintas» los muros de ciudades y poblados, y a las gestiones del CNP y SNTP, pude recobrar la libertad en menos de dos meses.

Obvia decir que los Capriles se aprovecharon de mi circunstancia política para ofrecerme remuneración de hambre, como colaboradora free lance (para evadir toda responsabilidad gremial), precisamente cuando necesitaba que en publicaciones periodísticas se hiciese presente mi nombre, al cual el gobierno se empeñaba en vincular con las guerrillas. Conocedores de tal situación, los camaradas chinos me invitaron a trabajar en la Agencia de Noticias Xinhua, donde permanecí varios años.

¿A qué viene esta historia? A que son trazos de nuestro pasado reciente, los cuales no deben silenciarse. Como comunicadora social y luchadora por la transformación auténtica de nuestra realidad, considero un deber instar a ustedes, compatriotas de INDEPENDENCIA 200, a no silenciar u omitir hechos que deben ser expuestos a la luz pública, sin mutilaciones, a fin de que sea el pueblo el árbitro implacable.

No importa quién fué sometido o sometida a juicio por REBELION MILITAR. En este caso lo importante no es el quién sino el qué. Y ustedes han omitido informar acerca de algo tan grave como el hecho de que POR PRIMERA VEZ EN LA HISTORIA DE VENEZUELA UN PERIODISTA FUE ACUSADO DE REBELION MILITAR POR EL SÓLO HECHO DE INFORMAR. Este hecho tuvo repercusión internacional. Y ustedes lo silencian, mencionando sólo una parte del juicio (el de «instigaicón a la rebelión militar»), quizás con el único propósito de silenciar un nombre. Ello, compatriotas, NO ES OBJETIVIDAD PERIODISTICA.

Con la autoridad que me confieren más de cincuenta años de ejercicio periodístico de combate, y largas décadas como luchadora por transformar nuestra realidad social, les invito a mantener la objetividad periodística, estrechamente ligada a la ética profesional, si en verdad pretenden hacer un periodismo digno.

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