21 enero, 2025

Chávez-Santos: una relación inconveniente para los pueblos

La captura y deportación del periodista y presunto guerrillero sueco-colombiano Joaquín Pérez Becerra sigue generando opiniones encontradas tanto en Venezuela como en Colombia. Mientras que por una parte se insiste en que Pérez Becerra es un terrorista y que el Gobierno venezolano debía honrar a su homólogo colombiano y a la INTERPOL con el apresamiento y posterior entrega de tal personaje, por otro lado se rechaza de forma categórica la acción ejercida por el Estado venezolano, por considerarla, entre otras cosas, ilegal:

La captura y deportación del periodista y presunto guerrillero sueco-colombiano Joaquín Pérez Becerra sigue generando opiniones encontradas tanto en Venezuela como en Colombia. Mientras que por una parte se insiste en que Pérez Becerra es un terrorista y que el Gobierno venezolano debía honrar a su homólogo colombiano y a la INTERPOL con el apresamiento y posterior entrega de tal personaje, por otro lado se rechaza de forma categórica la acción ejercida por el Estado venezolano, por considerarla, entre otras cosas, ilegal:

“Pero, las y los comunistas venezolanos, históricos y consecuentes marxistas-leninistas, consideramos fundamental, además de las importantes implicaciones políticas, puntualizar la falta de sustento legal para las acciones ejercidas por el gobierno venezolano. La Interpol –reiterado argumento para intentar justificar la entrega casi inmediata al Estado colombiano–, en su página Web oficial, establece sobre la Notificación Roja (Red Notice) que “el papel de Interpol es ayudar a las fuerzas nacionales de policía a identificar o localizar a las personas con miras a su detención y extradición”, y seguidamente reitera que la Notificación Roja es “con la petición de que la persona buscada sea detenida con miras a la extradición.” Como se evidencia, nunca se habla de entrega inmediata y sin mediar el debido proceso, sino que debe iniciarse el proceso de extradición, el cual está perfecta y claramente definido en nuestra legislación vigente” (Buró Político del PCV, Declaración ante el caso de Joaquín Pérez Becerra, http://www.laclase.info/nacionales/declaracion-ante-el-caso-de-joaquin-perez-becerra).

Ahora bien, más allá de considerar este acontecimiento como un hecho aislado, es pertinente señalar que se enmarca en las relaciones que en distintos ámbitos tratan de impulsar y consolidar los Gobiernos de Hugo Chávez y de Juan Manuel Santos, dos buenos amigos según lo que cree uno del otro. En tal contexto, el Gobierno de Venezuela está obligado, por ejemplo, a capturar en territorio venezolano a todos aquellos individuos que sean calificados por las autoridades colombianas como terroristas, aunque en realidad no lo sean. Valga mencionar aquí que Chávez, quien defendió en el pasado a las guerrillas colombianas, al menos en el discurso, ahora sostiene de forma tajante que no son más que grupos insurgentes, y como tales se les debe combatir por todos los medios posibles.

Como se aprecia en el caso de la postura frente a las organizaciones guerrilleras, la política de Estado en Venezuela ha cambiado respecto a la del Estado colombiano, especialmente en el orden diplomático. De manera que aquellas relaciones “tortuosas” entre Chávez y Uribe parecen distar de la “cordialidad reinante” en la actualidad, caracterizada, entre otros aspectos, por la firma de diversos convenios comerciales, jurídicos, policiales y energéticos que a priori parecían favorecer “en igualdad” de condiciones a los pueblos de Venezuela y de Colombia. Pero no nos engañemos, la cruda realidad demuestra que este giro parcial en las relaciones colombo-venezolanas no ha representado ni por asomo una ventaja para las mayorías pobres de ambas naciones. A modo de ejemplo considérese que los tratos económicos (con sentido capitalista) ya están beneficiando exclusivamente a las élites, más allá de las justificaciones de los Gobiernos y de una parte de la prensa y de la “intelectualidad” de Colombia y de Venezuela.

Y no podía ser de otra manera el carácter exclusivo de los convenios comerciales, considerando, en primer lugar, que el Estado colombiano ha sido controlado por una oligarquía muy poderosa desde el siglo XIX, y por el narcoterrorismo vinculado con el imperio estadounidense desde hace algunas décadas. Como se sabe ambos son responsables en buena medida de la miseria que sacude al hermano país y del desplazamiento a naciones vecinas de centenares de miles (quizá millones) de colombianos desarraigados de sus tierras y empobrecidos; ambos han monopolizado las tierras, el capital, el mercado de las drogas y la violencia ejercida brutalmente por medio de paramilitares y otros grupos ilegales pero apoyados de forma encubierta por el Estado. Mientras que en el caso venezolano, la burguesía comercial, industrial y bancaria, incluida la neoburguesía surgida durante el Gobierno de Chávez, ha impedido en buena medida que el capital derivado del rentismo petrolero se redistribuya adecuadamente y se invierta en el desarrollo masivo de la pequeña y de la mediana industria, que evidentemente existe pero no puede competir en número y en comercialización con las grandes empresas.

Lo descrito en el párrafo anterior es una excusa perfecta para criticar al Gobierno de Chávez por las relaciones que ha emprendido con el “amigo” Santos. Téngase en cuenta que el mandatario venezolano ha basado su discurso político en el socialismo del siglo XXI, en el antiimperialismo, en el humanitarismo y en otros tantos principios, doctrinas y postulados que se supone lo tendrían que haber diferenciado, en la teoría y en la praxis, de los presidentes latinoamericanos procapitalistas y arrodillados al Imperio del norte. De entrada no se puede justificar, desde el punto de vista de las necesidades de los pueblos, que Chávez se haya vinculado con un asesino como Santos, autor intelectual de miles de crímenes en Colombia, proimperialista defensor del papel de las bases militares estadounidenses en su nación, e impulsor de tratados de libre comercio beneficiosos a las grandes empresas. ¿Será que Chávez fue inocentemente engañado por la astucia política de Juan Manuel Santos? ¿Acaso Chávez no sabe que la balanza comercial entre Venezuela y Colombia continúa favoreciendo notablemente al segundo país, y que además sólo beneficia a unos cuantos empresarios? ¿Por qué Chávez cambió repentina y radicalmente su discurso crítico contra el Estado narcoterrorista y proestadounidense de Colombia?. No creemos que todo esto sea producto de un engaño o algo por el estilo, pues el presidente venezolano es todo un ‘zorro viejo’ en estas lides, y sabe perfectamente cómo se maneja la diplomacia y la geopolítica a escala mundial. Simplemente la Política de Estado y las relaciones internacionales siguen estando por encima de las urgencias de las mayorías en el planeta entero, aún para un Gobierno “socialista y humanitario” como el venezolano.

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