14 mayo, 2025

Chile: Huelga general de educación y 100.000 manifestantes en Santiago

9 de agosto.- Unos cien mil estudiantes y profesores marcharon hoy por las calles cercanas al centro de Santiago al grito de «¡Y va a caer, y va a caer, la educación de Pinochet!», en una nueva jornada de movilización que se extenderá hasta la noche con una cacerolada convocada en todo el país. El objetivo es presionar al Gobierno reaccionario de Sebastián Piñera para que acepte reformas de fondo en el sistema educativo y en la Constitución. Varios sindicatos y gremios acompañaron la marcha. Durante la protesta se produjeron incidentes entre pequeños grupos de manifestantes y la policía.

9 de agosto.- Unos cien mil estudiantes y profesores marcharon hoy por las calles cercanas al centro de Santiago al grito de «¡Y va a caer, y va a caer, la educación de Pinochet!», en una nueva jornada de movilización que se extenderá hasta la noche con una cacerolada convocada en todo el país. El objetivo es presionar al Gobierno reaccionario de Sebastián Piñera para que acepte reformas de fondo en el sistema educativo y en la Constitución. Varios sindicatos y gremios acompañaron la marcha. Durante la protesta se produjeron incidentes entre pequeños grupos de manifestantes y la policía.

Después de dos meses de marchas, paros, huelgas de hambre y múltiples e ingeniosas manifestaciones, el movimiento ha conquistado el apoyo mayoritario de la población, que respalda en un 80% las reivindicaciones estudiantiles y mantiene en ascuas a La Moneda, sede del Gobierno, que ha apelado a una represión desmedida contra los estudiantes. Los estudiantes han transformado a Piñera en el presidente con menor respaldo popular (26%) desde el fin de la dictadura pinochetista en 1990.

La Moneda desplegó a lo largo de la marcha de Santiago un dispositivo de 1.300 policías militarizados. Operaciones parecidas tuvieron lugar en las principales ciudades del país, donde unos 30.000 estudiantes y profesores salieron a la calle. Por la mañana, los piquetes de estudiantes instalaron barricadas en diferentes arterias de la capital chilena para bloquear el tránsito. Los agentes represivos los desalojaron con rapidez.

Un clima alegre y de carnaval reinó, no obstante, durante las cinco horas de protesta. «Nuestros ideales no se reprimen», decía una de las pancartas de los universitarios. Otros jóvenes simulaban estar encarcelados bajo la leyenda «Condenados por la educación». Un muchacho se disfrazó como el expresidente socialista Salvador Allende, con sus típicos bigotes, anteojos y la banda presidencial. Abundaban mensajes de paz y señales de no violencia.

Por Twitter, la presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), Camila Vallejo, pidió a los manifestantes terminar la movilización en calma. «Los violentos no somos nosotros», dijo. En varias ocasiones han sido detectados provocadores de la policía infiltrados en las movilizaciones para provocar incidentes y justificar la violencia del gobierno contra los estudiantes.

Estudiantes endeudados

Uno de los motivos que alienta las protestas es el endeudamiento de los estudiantes, en especial, los universitarios. A diferencia de otros países, en Chile son las familias las que deben financiar la mayor parte del coste de la educación, lo que perjudica más a la clase media, que no cuenta con créditos ni becas del Estado y debe acudir al banco para pedir un préstamo. Al terminar sus carreras, los jóvenes se inician en la vida profesional endeudados durante años y los que no finalizan sus estudios deben pagar de igual modo.

El clima para la movilización estudiantil fue distinto del que hubo el jueves pasado, cuando el Gobierno cortó el acceso a la principal avenida de Santiago, la Alameda, y reprimió salvajemente a través de la policía militarizada a miles de alumnos de secundaria y universitarios con gases, chorros de agua y cargas a caballo. Cerca de 900 personas fueron detenidas. Esa noche la respuesta de las familias de los estudiantes fue masiva, sobre todo en los barrios de clases medias, con una cacerolada nocturna en protesta por la represión a los jóvenes, en un tipo de contestación que no se oía desde la dictadura fascista de Pinochet (1973-1990).

Se palpa un nuevo aire en algunas zonas de Santiago. Desde el jueves pasado, en el barrio de Ñuñoa, donde viven clases medias, grupos de manifestantes salen a golpear las cacerolas todas las noches. Cuando desde plazas y aceras pasan a ocupar las calles e interrumpir el tránsito, la policía los reprime con gases y chorros de agua. Otros barrios han comenzado a apoyar la iniciativa de protesta.

El movimiento estudiantil ha estimulado un clima de movilización que Chile no vivía desde hace décadas

Hace unos días, los autobuses del transporte público se retrasaron una hora y, espontáneamente, quienes esperaban en la parada, encabezados por una trabajadora doméstica, ocuparon la avenida, provocando un atasco monumental durante una hora. Un grupo de taxistas, en protesta por el aumento de precios de los combustibles, bloqueó las calles de forma coordinada en varias ciudades. Los trabajadores de las dos mayores empresas mineras del país han realizado paros ilegales en demanda de aumentos salariales, aprovechando la bonanza del precio del cobre.

Pese al carácter pacífico de la movilización, hubo represión nuevamente

Mientras los estudiantes buscaban ejercer su legítimo derecho constitucional de marchar y pronunciarse en contra de las políticas ejercidas por el ejecutivo de su país en materia educacional, las fuerzas del «orden» aplastaron con todo el peso de su bota represiva el hartazgo de la juventud trasandina.

Carabineros chilenos rompieron en varios puntos la marcha de estudiantes y docentes, mientras que en Paseo Bulnes y Santiago se produjeron algunos choques y corridas con gases lacrimógenos y pedreadas, en el marco de una multitudinaria manifestación por una educación pública y gratuita.
Los estudiantes trataron de llegar al Palacio de La Moneda, sede del gobierno, pero el dispositivo policial no se los permitió.

Unos cientos de encapuchados mantienen fuertes enfrentamientos con la policía chilena, a cuadras de La Moneda, pero los jóvenes que participan de la marcha pacífica -de unas 150 mil personas, según periodistas locales- trataron de evitar disturbios.

La marcha se inició en un clima festivo, con grupos juveniles bailando y tocando instrumentos de percusión.

En su transcurso se dejaron escuchar varias consignas, entre ellas la de «no queremos cambiar un ministro, queremos cambiar el sistema».

Marcharon miles de universitarios con carteles indentificatorios de sus casas de estudios, carreras y facultades, secundarios, profesores, sindicatos y algunos abuelos con carteles que rezan «apoyamos a nuestros nietos».

Desde los edificios, los ciudadanos lanzaron globos, papel picado y golpearon cacerolas en apoyo a la marcha encabezada por estudiantes y profesores, pero secundada por miles de trabajadores, padres, apoderados y todo tipo de actores sociales.

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