¿Cómo fueron las estatizaciones en Venezuela?
Por Claudio Funes en El Socialista
La intervención estatal al gigante agroexportador Vicentin, así como el posible envío al Congreso de un proyecto para su expropiación por parte de Alberto Fernández, ha desatado los temores de las grandes patronales hasta el límite de la histeria.
A través de la prensa escrita, radio y televisión se han dado oscuras previsiones, debates y comparaciones con la Venezuela de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro.
Uno de los que mejor expuso esta preocupación fue Luis Miguel Etchevehere, ex presidente de la Sociedad Rural y ex ministro de Agroindustria de Macri. Auguró que el país será “como Venezuela, que empezó con un latiguillo, como era la frase tragicómica de Chávez con el ‘exprópiese’”. Estos sectores patronales quieren usar el evidente fracaso del chavismo para cuestionar las estatizaciones.
¿Qué pasó en Venezuela?
El fracaso del chavismo no radica en las estatizaciones. Es lo contrario. El chavismo llegó al poder en 1998 prometiendo justicia social, democracia participativa y anunciando que iba a revertir la entrega de la industria petrolera a capitales transnacionales.
Pasados más de veinte años, el tiempo sobra para hacer un balance. El chavismo realizó una intensa campaña diciendo que bajo su gestión la industria petrolera fue renacionalizada. ¿Esto fue así? La realidad es la opuesta, el chavismo tiene la responsabilidad de haber aumentado la inserción de las transnacionales petroleras.
En 2006, con el nombre “Plena Soberanía Petrolera”, se anunció el plan mediante el cual se podrían asociar a Pdvsa capitales privados. Surgió así el formato de la empresa mixta. Las primeras en firmar fueron Chevron, Repsol, Shell, Total, Petrobras y Exxon Mobil, entre otras. Las empresas mixtas resultaron ser organizaciones totalmente autónomas que declaran las ganancias a sus accionistas. Al mismo tiempo, Chávez rechazó cualquier tipo de gestión o cogestión obrera dando como excusa que el petróleo es una industria estratégica. No podía ser de otra manera. Ya que la otra cara del acuerdo con las saqueadoras fue el compromiso de Chávez para hundir el convenio colectivo de trabajo y las conquistas de los trabajadores petroleros para garantizar más ganancias a las multinacionales.
La realidad fue entonces que, más allá de ciertos roces, Chávez jamás rompió con el imperialismo. Mantuvo la empresa Citgo Petroleum Corporation, subsidiaria de Pdvsa, con 13.500 estaciones de servicio en los Estados Unidos y le continuó enviando miles y miles de barriles al “imperio”.
Lo que fracasó y llevó al colapso a la propia industria petrolera venezolana fue este esquema de empresas mixtas. Las importaciones de derivados del petróleo como la nafta superan las exportaciones, pese a que Venezuela tiene uno de los complejos refinadores más grandes del mundo. Esta es la razón por la que llegan a Venezuela barcos de Irán con combustible. A eso llevó el saqueo.
Por estatizaciones del 100 %
Lo que Chávez nunca quiso hacer es echar a las multinacionales petroleras y que el Estado tome el control de la mayor fuente de riqueza de Venezuela, el petróleo. De hecho, el chavismo planteaba la empresa mixta con una mayoría estatal de 51% y el resto en manos del capital transnacional asociado. El pueblo venezolano y miles de luchadores antiimperialistas del mundo creían que efectivamente Chávez había nacionalizado el petróleo. Por eso fueron justamente nuestros compañeros del Partido Socialismo y Libertad (sección venezolana de la UIT-CI), los que se vieron obligados a agregar el número 100% para exigir una verdadera estatización del petróleo. Era la forma de lanzar una consigna contrapuesta al engaño del 51% del chavismo. Así popularizaron “por una Pdvsa 100% estatal dirigida por sus trabajadores” como la única medida que permitiría acabar con el saqueo a un país capitalista y semicolonial. La gestión y el saqueo de esas empresas mixtas fueron justamente los que arrastraron al pueblo venezolano a este presente de ajuste y hambre.
“¡Exprópiese!”, el latiguillo del que habla Etchevehere, fue pronunciado por Chávez en varias ocasiones luego de su reelección en 2006, en especial refiriéndose a algunas empresas industriales. La experiencia fue un fracaso. Las llamadas “expropiaciones” no fueron más que compras a precios siderales que no trajeron ningún beneficio para sus trabajadores ni para el país. En la mayoría de los casos se trató de pura propaganda, y en otros fue la vía libre para el saqueo con el citado esquema de empresas mixtas.
Muchas de estas empresas “expropiadas” hoy están cerradas, semiparalizadas o en crisis terminal. Esto fue consecuencia también de quienes se hicieron cargo de la administración: burócratas, “boliburgueses”, sin ninguna participación ni respeto por los convenios de los propios trabajadores. Nuestra propuesta siempre fue la inversa, que la gestión deben realizarla los propios trabajadores. Ellos son los que tienen los conocimientos y capacidades para ponerlas en marcha. Como ya se había visto en la propia Venezuela en 2003, ante el lockout en la mismísima industria petrolera, fueron sus propios trabajadores, con el fortísimo protagonismo de dirigentes sindicales del PSL, como Orlando Chirino y José Bodas, los que la pusieron en marcha.
¿Y por casa?
En la Argentina, en 2012, durante el gobierno de Cristina Kirchner se produjo la expropiación parcial de YPF. El proyecto de ley impulsado por el FpV planteaba que la petrolera continuaría siendo una sociedad anónima, que cotizaría en Bolsa y que, por lo tanto, debería atender la orientación exigida por los accionistas privados. La empresa mixta, una vez más, es el artilugio para que el Estado se haga cargo de las pérdidas, y los privados, de las ganancias. Hoy estamos ante el mismo peligro con la propuesta del gobierno peronista de que Vicentin pueda ser una empresa mixta con el 51% estatal.
La gestión del peronismo kirchnerista presentó la “reestatización” de YPF como “la recuperación de la soberanía petrolera”. Repsol recibió 5.000 millones de dólares en bonos y los saqueadores mantuvieron vía libre para seguir haciendo negocios, como quedó demostrado posteriormente con la escandalosa entrega a Chevron.
A partir de su fundación (1922) YPF, a medida que exploraba y encontraba yacimientos, promovía la apertura de escuelas, caminos, hospitales y viviendas. Sus redes de estaciones de servicio cubrían todo el país hasta los rincones más lejanos. En el rubro exploración llegó a tener dos plataformas marítimas de primer nivel mundial. En su momento fue también pionera en la construcción de refinerías. YPF estatal fue un modelo para toda Latinoamérica, con su asesoramiento se fundaron empresas estatales de petróleo en Brasil, Bolivia y Perú. Al igual que el ferrocarril, YPF integraba la nación. Este ejemplo demuestra que la propiedad estatal puede ser eficiente y satisfacer las necesidades populares.
Desde Izquierda Socialista seguiremos reclamando por retomar el control de las riquezas del subsuelo y colocarlas al servicio de los sectores populares con una YPF 100% estatal y dirigida por sus trabajadores.
Lo mismo exigimos para Vicentin y todas las actividades que hoy están en manos del gran capital y las multinacionales, como el comercio internacional de granos y alimentos, la energía eléctrica, la distribución de gas, los ferrocarriles, la educación y la salud, hoy escamoteada en plena pandemia.
Todas estas actividades esenciales deben estar al servicio de satisfacer las necesidades populares y no ser fuente de ganancias para los capitalistas. Solo con la estatización sin indemnización y el control de los trabajadores alcanzaremos la soberanía política y económica.
Fuente: ¿Por qué fracasó el chavismo? de Simón Rodríguez Porras y Miguel Sorans. Editorial Cehus