Cuba: ¿Con la ayuda desinteresada de la Iglesia Católica?

Castro y Bergoglio

Por: Fernando Ravsberg

Los medios de prensa cubanos parecen estar reeditando aquello de “con la ayuda desinteresada de la Unión Soviética”, solo que esta vez en referencia al Vaticano. Veremos si logran “venderles” otra vez a los ciudadanos la ilusión de los apoyos gratuitos.

La influencia política de la Iglesia Católica en Cuba seguirá creciendo. Hace unos años, el disidente católico Oswaldo Payá alertó que la iglesia empezaba a comportarse como un partido y denunció que “quiere ser protagonista sustituta de la oposición”.

Tras ese protagonismo político del clero cubano y del Vaticano se encuentra, entre otras cosas, el afán de evangelizar, promover su filosofía y sus valores, algunos tan positivos como la fraternidad, la misericordia o la asistencia a los ancianos y enfermos.

Sin embargo, esos temas ya han sido abundantemente abordados por la prensa oficial, la cual vive una luna de miel con la Iglesia. Yo pretendo actuar como “abogado del diablo” –nunca mejor dicho pensarán algunos- profundizando en los demás rostros de la doctrina católica.

Harold Cárdenas revelaba, por ejemplo, lo que el Papa piensa de las parejas entre personas del mismo sexo. Escribió Francisco que luchar contra esas uniones es una “guerra de Dios” (¿una yihad?) y que la posibilidad de que los homosexuales se casen es “una movida del diablo”.

Curiosamente, un grupo de especialistas cubanos elaboró un Código de Familia donde, entre otras cosas, se reconoce la unión de personas del mismo sexo. Una década después el parlamento cubano ni siquiera se ha permitido debatirlo. ¿Será una simple coincidencia?.

Pero una mayor influencia de la religión no solo afectará a los gay. La Iglesia Católica se opone también a la distribución de condones y, para evitar el SIDA, Benedicto XVI propuso la abstinencia sexual de los solteros y la estricta fidelidad entre los casados.

Si la doctrina de Iglesia termina imponiéndose habrá cola en los confesionarios de la isla dado que el sexo fuera del matrimonio es un grave pecado. Seguramente los cubanos seguirán haciendo el amor pero lo harán con culpa y confesión, ¡como Dios manda!.

Claro que, en caso de poder, lo primero que prohibirían es el aborto. Recuerdo que el Papa Juan Pablo II dijo en Cuba que era un crimen. Así, todas las mujeres cubanas que se han hecho un aborto irán directo al infierno, tal y como si del Rey Herodes se tratara.

Para el Vaticano los hijos son un regalo de Dios, incluso cuando le llegan a una niña de 9 años, embarazada por una violación. La “misericordiosa” Iglesia Católica castigó con la excomunión a la pequeña, a sus padres y a los médicos que le hicieron un aborto para salvarle la vida.

De más está decir que tampoco comulgan con el divorcio porque “lo que Dios une nadie lo puede separar”. El problema es que Dios se equivoca demasiadas veces en sus experimentos amorosos y nadie quiere andar el resto de su vida cargando con la cruz de su error.

Será difícil convencer a los cubanos de que renuncien al divorcio o que las mujeres acepten perder el derecho a decidir sobre su maternidad. Necesitarían cambiar la mentalidad de la gente y eso solo se logra a través de los medios de prensa y de la educación.

Evidentemente, no es una coincidencia que la Iglesia Católica haya creado escuelas en las parroquias, mientras presiona para ubicar religiosos en todos los niveles del sistema educativo nacional y reclaman un espacio permanente en la televisión y la radio.

No se trata de un plan macabro para perjudicar a los cubanos, todo lo contrario, quieren “salvarlos”. El problema es que aconsejan como llevar una familia los que nunca han construido una y nos dicen que hay que parir todos los hijos quienes no tienen ninguno.

La Iglesia Católica pierde cada mes miles de fieles en América Latina por sus doctrinas arcaicas, las que pueden llevar a Cuba a desandar un camino que inició desde antes de la revolución, cuando se aprobaron leyes como la del divorcio y la legalización del aborto.

Cada vez que la religión aparece ligada al poder político, los científicos van a la hoguera, los pueblos mueren en sangrientas cruzadas, se santifica la masacre de indígenas, se justifica la esclavitud, le declaran la guerra santa al matrimonio gay o estigmatizan a una niña violada.

Lo paradójico es que hace 2000 años, el fundador de esta religión recomendó separar la labor de la Iglesia y la de Estado, para beneficio de ambos. “Dad a Dios lo que es de Dios y dad al César lo que es del César”, expresó con sabiduría el hijo del carpintero.

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