¿De qué reconciliación hablan los políticos de la MUD?

Con obcecada reiteración, los voceros de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) vienen hablando de la necesidad de reconciliar al país. Junto a las consabidas consignas que promueven los intereses empresariales y por una respuesta represiva a la delincuencia común, el candidato Capriles incorpora en todos sus discursos alguna referencia a la llamada reconciliación. Se trata de uno de los puntales discursivos de la derecha opositora. Por ejemplo, en noviembre del año pasado, los precandidatos de la MUD coincidieron en su primer debate público en establecer la reconciliación nacional como primera prioridad en su programa. En enero de este año, el secretario general de la coalición derechista, Ramón Guillermo Aveledo, acudió a la Conferencia Episcopal para declararse «a la orden» de los jerarcas católicos y al servicio de la supuesta reconciliación que éstos también promueven.

Con obcecada reiteración, los voceros de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) vienen hablando de la necesidad de reconciliar al país. Junto a las consabidas consignas que promueven los intereses empresariales y por una respuesta represiva a la delincuencia común, el candidato Capriles incorpora en todos sus discursos alguna referencia a la llamada reconciliación. Se trata de uno de los puntales discursivos de la derecha opositora. Por ejemplo, en noviembre del año pasado, los precandidatos de la MUD coincidieron en su primer debate público en establecer la reconciliación nacional como primera prioridad en su programa. En enero de este año, el secretario general de la coalición derechista, Ramón Guillermo Aveledo, acudió a la Conferencia Episcopal para declararse «a la orden» de los jerarcas católicos y al servicio de la supuesta reconciliación que éstos también promueven.

A todas estas, ¿de qué están hablando estos personajes que invocan la reconciliación? Son poquísimas las ocasiones en las que la reconciliación promovida por la derecha tiene algún contenido concreto, como en el caso del proyecto de Ley de Amnistía y Reconciliación Política presentado el año pasado por personalidades vinculadas a la MUD, y mediante el cual se pretende terminar de sellar la impunidad de quienes participaron en el golpe de 2002 y el sabotaje petrolero, un despropósito que el mismo gobierno se ha encargado de adelantar en gran medida con la amnistía presidencial del 31 de diciembre de 2007. Casi siempre el discurso de los portavoces de la MUD se refiere vagamente a la reconciliación como la vuelta a un pasado de unión, para superar la “división” presente. Capriles Radonski ha llegado al extremo de prometer la reunificación de las familias, tal y como lo hizo en el estado Táchira el 21 de marzo pasado: “Tengan la seguridad (de) que vamos a acabar con la división y vamos a volver a unir a las familias venezolanas”.

Conciliación de clases y “reconciliación”

No es casual que al hablar de una “Venezuela que queremos todos” se coloque como primer objetivo precisamente la tan mentada reconciliación. La idea de que existe un proyecto de país que puede representar por igual a todos, a personas pertenecientes a clases sociales antagónicas y a enemigos políticos, de por sí responde a una concepción al servicio de la clase dominante y del estado de cosas imperante. Un planteamiento que se encuentra íntimamente ligado al ideario de la restauración de un estado armonioso perdido. El país que, según la derecha, todos queremos, es un país imaginario que se encuentra en el pasado, un pasado en el que no había división entre venezolanos. No puede dejar de recordarse que incluso en los momentos de más agudas confrontaciones en las calles, durante el golpe de Estado o el sabotaje petrolero y el lock out empresarial, quienes encabezaron esos ataques contra las libertades democráticas, hoy reciclados en la MUD, invocaban una reconciliación que según ellos sobrevendría si sus aventuras golpistas resultaban victoriosas.

Este anhelo de restablecer un orden caduco está profundamente integrado a la psicología de la base social empresarial y de clase media alta que sustenta orgánicamente a la MUD. Superar la división significa invisibilizar los antagonismos sociales y políticos bajo el paraguas de un consenso ilusorio, la falsa noción de que todos los venezolanos comparten en el fondo unas mismas aspiraciones y podrían trabajar en pos de un mismo proyecto político. Por eso, el discurso de la reconciliación no es sino la expresión encubierta del contenido antidemocrático del programa político de la MUD, y su aspiración de legitimar la imposición de un pensamiento único.

Es indudable que el momento en el que se quiebran sin remedio los grandes mitos de conciliación de clases en clave puntofijista, en que se desbaratan nociones tan caras a los reconciliadores como la gobernabilidad, la paz social y orden, es el 27 de febrero de 1989. La derecha quiere reconstruir su dominio utilizando el mismo cemento ideológico que sirvió para la edificación del bipartidismo.

A nadie puede sorprender que un discurso tan baboso genere desconfianza. Es netamente reaccionario y no empalma con la sensibilidad de millones de personas que ven con mejores ojos al futuro que al pasado. Varios estudios de opinión en los últimos años han reflejado esta tendencia de la mayoría de los venezolanos a considerar que el futuro será mejor que el presente, lo cual indica que aún sin mayores pistas de cómo mejorará la situación económica o el goce efectivo de los derechos sociales, la mayor parte de la sociedad mira hacia adelante. La MUD va a contravía.

MUD y Psuv, dos caras de la misma moneda

Pero además de reaccionario, ese discurso es inútil. La gran ironía es que el chavismo ha perfeccionado las prácticas clientelares y corruptas de adecos y copeyanos, construyendo una chavoburguesía a través de la administración de la renta petrolera estatal, a través de un proceso parecido al que dio nacimiento a los nuevos ricos del puntofijismo. A tal punto se ha reconciliado el chavismo con las tradiciones adeco-copeyanas, que la dirigente del Psuv Blanca Eekhout tuvo que admitir que en el partido chavista todos los militantes tenían «un adeco por dentro». Tanto el Psuv como la MUD, en representación de dos sectores capitalistas que pugnan por el control de la renta petrolera, entienden que su principal tarea política consiste en cerrar la crisis de dominación que se abrió en 1989, desmovilizar al pueblo trabajador, desmoralizarlo y convencerlo de que no vale la pena luchar, de que hay que reconciliarse o que Venezuela ahora es de todos. El alto nivel de combatividad popular, reflejado en miles de protestas y huelgas reivindicativas estos últimos dos años, demuestra que la entente contrarrevolucionaria no ha tenido éxito en ese propósito de cerrar el ciclo de luchas abiertos hade más de dos décadas, pese a lograr polarizar y hegemonizar el escenario electoral.

Si la izquierda revolucionaria ha de jugar algún papel relevante hoy en Venezuela, tiene que asumir la responsabilidad de explicar que para superar la injusticia, la exclusión y la dependencia, es necesario no sólo hacer oídos sordos a las necedades de la MUD, sino sobre todo romper con este gobierno, incapaz de encabezar los grandes cambios revolucionarios que las mayorías empobrecidas y explotadas requieren para mejorar significativamente su situación y convertirse en artífices de su propio destino. Los representantes del viejo orden, que Chávez nunca se propuso enterrar del todo, vienen por sus fueros, y quieren presentar su dominio como el dominio de la paz y la reconciliación. Pero no la tendrán fácil, cada vez somos más los que entendemos que la MUD y el Psuv son dos caras de la misma moneda, y que se acerca la hora de que los trabajadores y los sectores populares ejerzan directamente su poder y gobiernen a través de sus propias organizaciones. Quienes estamos convencidos de ello tenemos en estos momentos la oportunidad de presentar una alternativa en el terreno de la movilización y en el terreno electoral que exprese las aspiraciones y reclamos de los trabajadores y demás sectores populares. Mientras haya explotadores y explotados, no habrá reconciliación posible.

* Miembro del equipo coordinador de Laclase.info

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