10 noviembre, 2024

Ecuador: “Se sigue acusando a los indígenas de ser obstáculos para el desarrollo nacional”

«El cascabel del gatopardo: La revolución ciudadana y su relación con el movimiento indígena». El titulo es llamativo e implica que en la práctica nada cambia a pesar de las apariencias.

– “El Cascabel del Gatopardo” me pareció el título más adecuado para mi investigación, pues el libro examina la relación entre el movimiento indígena y la revolución ciudadana. Y son justamente los indígenas quienes nos permiten observar con mayor claridad la verdadera orientación de este proyecto, ver más allá de toda la publicidad oficial o las ilusiones oportunistas de una izquierda aún en el gobierno, que se deja deslumbrar por el asfalto de las carreteras sin prestar demasiada atención al crecimiento de la pobreza en los sectores rurales, los terribles procesos de re acumulación de la tierra en el campo o el incremento de los indicadores de desigualdad a nivel nacional, todo eso durante el actual período.

«El cascabel del gatopardo: La revolución ciudadana y su relación con el movimiento indígena». El titulo es llamativo e implica que en la práctica nada cambia a pesar de las apariencias.

– “El Cascabel del Gatopardo” me pareció el título más adecuado para mi investigación, pues el libro examina la relación entre el movimiento indígena y la revolución ciudadana. Y son justamente los indígenas quienes nos permiten observar con mayor claridad la verdadera orientación de este proyecto, ver más allá de toda la publicidad oficial o las ilusiones oportunistas de una izquierda aún en el gobierno, que se deja deslumbrar por el asfalto de las carreteras sin prestar demasiada atención al crecimiento de la pobreza en los sectores rurales, los terribles procesos de re acumulación de la tierra en el campo o el incremento de los indicadores de desigualdad a nivel nacional, todo eso durante el actual período.

Cómo ves la relación actual entre Alianza País y el Movimiento Indígena.

– La relación entre el movimiento indígena y la revolución ciudadana ha sido sumamente compleja, inclusive desde antes de que asuma el poder Rafael Correa. Durante el 2006 existieron conversaciones entre el naciente movimiento PAIS y los liderazgos indígenas, que buscaban articular un proyecto político de transformación desde las izquierdas.

Lamentablemente y por diversos factores, esa posibilidad se cayó y de nuevo la izquierda enfrentó dividida aquel proceso electoral. Sin embargo y contrariamente a lo que piensa el Presidente Correa, no es posible explicar su triunfo electoral sin entender las luchas históricas planteadas por los indígenas y los movimientos sociales durante el periodo de vigencia de los programas de ajuste estructural neoliberales.

De hecho, el Movimiento PAIS se adscribió en sus inicios a los puntos más importantes planteados en el discurso de los indígenas y los movimientos sociales (contra la firma del TLC con los EEUU, por la salida de la Base de Manta y sobre todo la exigencia de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente de plenos poderes). Sin embargo estas primeras coincidencias fueron relegándose a medida que la correlación de fuerzas dentro del gobierno iba inclinándose a favor de los sectores menos progresistas y se acentuaban las intenciones de continuar con un modelo de desarrollo dependiente de la extracción de recursos naturales, duramente cuestionado desde los sectores indígenas.

En todo caso desde el punto de vista de la dinámica histórica y social no habría triunfado la tendencia que en sus inicios representó la Revolución Ciudadana sin el camino pavimentado a punta de resistencia y lucha desde los sectores populares, de los cuales el movimiento indígena es con toda seguridad el más importante del país y uno de los más relevantes de la región.

¿Sin un candidato de personalidad fuerte como Correa había sido posible lograr el triunfo y por tanto los avances iniciales?

– El problema es que el proyecto de la Revolución Ciudadana se propuso inicialmente como un proceso político de construcción colectiva, con el que se buscaba dejar atrás las prácticas políticas imperantes en el país a lo largo de su historia. Se trató en sus inicios de una propuesta incluyente que invitaba a soñar en que era posible canalizar el momento de gran movilización colectiva tanto urbana como rural de los últimos años, a través de un proceso político donde se podían disputar grandes transformaciones. Lamentablemente ese intento fue usurpado y el Estado fue instrumentalizado en la tarea de desmovilizar. La organización colectiva fue colonizada por la creación de clientelas. Los publicistas le dieron énfasis a la venta de la figura del líder como conductor de todo el proceso, cuando en realidad era la propia sociedad la que buscaba ser protagonista. Es la vieja historia del caudillismo que recrea el culto a la personalidad del ungido para conducir los destinos de la patria por la gracia de dios y la mayoría de la población considerada como cliente y no como ciudadanos y ciudadanas con derechos. En este punto particular y salvando las apariencias, no hay ninguna diferencia entre el gobierno de Correa y otros gobiernos del periodo anterior, como el de Gutierrez, Bucaram o inclusive el de Febres Cordero. No debería llamarse ya a este proceso ni “revolución”, porque no se ha revolucionado estructural ni políticamente nada, ni “ciudadana”, porque la ciudadanía y la participación han sido reducidas a conceptos vacíos que se llenan a conveniencia del régimen.

¿El liderazgo de la CONAIE tiene algo que ver con el mal estado de las relaciones con el gobierno?

– Me parece que hay que leer en distintos periodos la relación entre el movimiento indígena y el gobierno actual. En un primer periodo, a pesar de no consolidarse la tentativa de una alianza electoral, los indígenas expresaron claro apoyo a la candidatura de Correa sobre todo en la segunda vuelta. Lo mismo hicieron muchas organizaciones que luego han sido perseguidas por el gobierno. A pesar de no militar en las nacientes estructuras de PAIS, partidos como Pachakutik o el MPD hicieron campaña por Correa en distintas provincias, movilizaron gente y recursos. Se sintió una especie de algarabía porque en cierta manera hubo unidad en la izquierda. Recuerdo que en Bolívar las radios indígenas en Simiatug transmitían cuñas a favor de Correa en kichwa.

En un segundo momento los indígenas apoyaron al gobierno durante el proceso de convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente. Inclusive en determinado momento se habló de nuevo de construir alianzas, pero pesaron más criterios de cálculo electoral. Desde el punto de vista histórico, es un escándalo que se haya privilegiado colocar de candidatos a presentadores de televisión y modelos antes que verdaderos representantes de las organizaciones populares. Por supuesto, esto luego pasó factura a Alianza PAIS, cuando se viraron a favor de las tesis de la derecha. A pesar de todo el apoyo político que entregó el movimiento indígena al gobierno, el mismo día de inauguración de la Asamblea Correa atacó lo que él denomina como “indigenismo infantil”. Fue el propio Correa quien definió a sus adversarios políticos ese día. Y desde entonces ha sido la represión gubernamental en sus formas y características, la que ha definido la relación con el movimiento indígena.

Un grupo importante de los indígenas apoyaban a Correa al inicio de su campaña presidencial. ¿En las elecciones presidenciales del 2013 podrá contar con ese apoyo? En otras palabras, ¿la consulta del mayo 2011 es un buen indicador de su popularidad dentro del sector indígena?

– Si se observan los últimos resultados electorales que son los de la consulta, se puede ver claramente un declive del apoyo al gobierno en provincias con alta concentración de población indígena. Este es un indicador de que el maltrato constante y la represión, comienzan a arrojar saldos negativos para el gobierno. Resulta que la política en la zona andina es mucho más compleja de lo que puede entender una tecnocracia cuya mentalidad se encuentra anclada en la lógica paternalista de la entrega de los bonos o los borregos.

Si el gobierno quisiera contar con el apoyo de los sectores indígenas organizados, haría todo lo contrario a lo que hace actualmente. El gobierno está desmontando a plena conciencia un proceso organizativo que a los indígenas les ha tomado sangre construir y que ha tenido los efectos más importantes de transformación cualitativa de la sociedad ecuatoriana. Desconocer la importancia de estas transformaciones es desconocer la historia inmediata. Al movimiento indígena le debemos la democratización, profundización e inclusive me atrevería a decir toda la modernización de las relaciones sociales y políticas en el Ecuador.

El giro a la izquierda comenzó en América Latina mucho antes de los triunfos electorales. Tendríamos que decirnos a nosotros mismos“Prohibido Olvidar” los levantamientos por la tierra de los indígenas en Ecuador del MST en Brasil, por el agua y el gas en Bolivia, la aparición del EZLN en Chiapas, los piqueteros en Argentina. En todas esas y otras luchas que hoy continúan a pesar e inclusive en contra de los gobiernos un tanto menos derechistas como los actuales, se encuentra el verdadero giro a la izquierda. En definitiva, podría decirse que no se puede entender el momento actual en nuestros países sin mirar la historia inmediata de las luchas populares y además que son justamente estas luchas las que arrojan luz sobre la orientación de los procesos políticos actuales que vive el continente.

Pero Rafael Correa nunca ha sido socialista. ¿No era evidente?

– Aunque Correa siempre se ha definido ambiguamente como un “humanista cristiano de izquierda”, desde inicios de este gobierno se ha discutido muchísimo sobre el socialismo. Se ha utilizado todo el acervo simbólico de la izquierda latinoamericana, aunque lastimosamente no ha pasado de las tarimas. Y esto fue promovido por el propio gobierno, no ha sido parte de nuestras fantasías o deseos imaginarios. Inclusive se realizaron eventos con invitados internacionales, con el fin de dar contenido a esa idea de “Socialismo del siglo XXI”. Rene Rámirez, cuando era secretario de SENPLADES incluyó en la propuesta de desarrollo definiciones para el país como la de “bio socialismo republicano”. Rafael Correa ha hablado de la primacía del trabajo humano sobre el capital. Es decir, han habido elementos, por supuesto inconsistentes y ambiguos, que no han logrado traducirse en medidas de socialización reales, por ejemplo, de los medios de producción. Por el contrario, aumenta la acumulación de los sectores más ricos. El socialismo al igual que otras corrientes de la izquierda auténtica, no se trata de discursos encendidos ni de cantar afinadamente “Venceremos” de Quilapayun. Se trata de una práctica transformadora de la sociedad, de una rebelión irrenunciable contra el capital en nombre de la humanidad.

Pero tal vez no es asunto de desconocer la importancia del movimiento indígena sino atacarlo precisamente porque ha sido tan importante y que por eso representaba quizás la única fuerza que podía complicar las aspiraciones de Rafael Correa y Alianza País

– Me parece que se debe a que los indígenas, a más de representar la otredad absoluta frente a la homogenización y colonialidad del poder que siempre ha buscado imponer el Estado sobre este territorio, son los principales y más formidables enemigos del proyecto de dominación del capital –sea en su forma neoliberal o de modernización neodesarrollista-. Sobre todo porque se trata de un asunto de vida o muerte, porque se trata de la aniquilación de lo que Bolívar Echeverría denominaba como la “forma natural de la reproducción social” de los pueblos y nacionalidades originarias. La conquista, como bien señala Echeverría, nunca se ha detenido.

¿A qué se debe ese actitud del gobierno frente a gente discriminada y marginalizada durante siglos como los indígenas?

– Hay matices particulares en este gobierno y sobre todo en el discurso del presidente que son reveladores. En varias declaraciones suyas se descubre un cierto desprecio por los indígenas además de elementos civilizatorios. Recuerdo una entrevista que concedió a Xavier Lasso a inicios del 2010, en donde inclusive habló de indígenas buenos e indígenas malos, desde una perspectiva claramente moral. Tocó temas como el del alcoholismo o la violencia contra las mujeres en el mundo indígena desde una perspectiva casi esencialista o naturalizando aquellas cosas como propias de lo indígena. Fue sumamente decepcionante escuchar hablar de esa manera tan poco elaborada a alguien que recuerda a todo el país su pasado académico. En todo esto se revela finalmente el desconocimiento del mundo indígena y me atrevería a suponer que se trata de una auto percepción que tiene Correa de si mismo, antes como catequista que llevaba la verdad y buena nueva del evangelio cuando era misionero salesiano en Zumbahua; y su actual figura presidencial caudillezca que lleva a los rincones más apartados la luz del desarrollo.

¿El gobierno actual representa una continuación de la conquista o su actitud se explica más bien, por el poder del movimiento indígena y la amenaza que implica para un proceso político que se basa en el voto de los sectores no organizados?

– Es una deriva propia de la colonialidad del Estado que no ha sido objeto de crítica. Durante el actual gobierno de la Revolución Ciudadana no se ha detenido ni se detendrá mientras persista en su ambición capitalista de financiarse por el oro, el petróleo o por todos los recursos localizados en los territorios donde viven indígenas y campesinos, mientras siga excluyéndoselos en la toma de decisiones importantes para sus vidas. En realidad la pelea más importante es la que mantiene contra las resistencias encabezadas por el movimiento indígena en toda su diversidad, ya que también en ella se articulan las organizaciones de mujeres y los ecologistas populares. La pelea con la prensa es más bien secundaria en comparación con la disputa por razones estructurales que mantiene el gobierno con quienes resisten a su modelo de acumulación, ciertamente más desarrollista pero no menos capitalista.

¿La pelea contra los medios es una cortina de humo?

– Tiene mucho de cortina de humo porque no se juega en ella nada estructuralmente importante, a menos que consideremos la honra de una persona como de importancia para el destino de un país; o la defensa de una libertad de expresión secuestrada por los intereses de los medios privados. En el fondo, los sectores a quienes responden los medios privados están bastante conformes con lo que se ha hecho durante este periodo. La pelea con la prensa muestra justamente el fraccionamiento que existe en las élites en el actual momento. Lo que les molesta no es el fondo, es decir el modelo de acumulación para el cual se crea toda esta infraestructura, desde carreteras hasta hidroeléctricas financiadas además con sustanciosos recursos que provienen de la expansión de la frontera petrolera o de la entrega de concesiones mineras a transnacionales. Les molesta la forma. En el resto estructuralmente coinciden, porque las elites saben que no había condiciones sociales para impulsar el neoliberalismo.

Existen por supuesto excepciones dentro de esta pelea, como es el caso de la demanda contra los autores de la investigación sobre los contratos del Estado con el hermano del presidente, Fabricio Correa. Esta es una investigación que me parece muy sería y producto de periodismo de investigación, que es el que hace falta en toda sociedad. En todo caso la respuesta del gobierno si es igualmente represiva. A los indígenas y campesinos que protestan, se les persigue por terrorismo y sabotaje; y a los periodistas bajo la figura de injuria o calumnia contra la honra. Es esa misma respuesta represiva la la que hace que acudan tanto periodistas y medios como líderes indígenas ante la CIDH, pero son disputas completamente diferentes que hay que distinguir.

¿Y el libro puede ayudar a revertir este proceso de colonialismo?

– Lo que busco clarificar con mi libro, es justamente la orientación de un proyecto político como el de la Revolución Ciudadana, a partir de su relación con el movimiento indígena –en especial la Conaie-. Me parecía sorprendente que un proyecto que se declaraba a sí mismo como “socialista” y que se apropió de los elementos del discurso indígena de los últimos años; tuviese una relación tan mala con las organizaciones de base, más aún, buscase romperlas por diversos medios. Quería demostrar que quienes lucharon y resistieron durante “la larga noche neoliberal” fueron sobre todo ellos al frente de una izquierda debilitada en un momento de declive de la organización sindical, atacada por el discurso oficial y de los medios, golpeada además por la desregularización del mercado del trabajo y la casi ilegalización de los sindicatos.

Curiosamente el discurso de la derecha de esos tiempos contra el sindicalismo y luego contra los indígenas, está hoy en día muy de moda. Es posible observar la evolución de la descalificación del “sindicalismo dorado” a la de los “ponchos dorados” o las reacciones de la clase política de ese entonces ante los levantamientos indígenas, exactamente iguales hoy en día como en ese entonces. En el gobierno actual al igual que en el gobierno de Borja, se sigue acusando a los indígenas de ser obstáculos para el desarrollo nacional. Se les detiene y requisa en los buses cuando vienen a protestar, ahora al igual que en el gobierno de Durán Ballén. Este tipo de cosas me parecen sumamente sorprendentes, dado que la revolución ciudadana conserva muchas distancias con los anteriores procesos políticos excepto en su relación con las organizaciones indígenas en donde las prácticas no han cambiado en nada.

Un libro no puede revertir un proceso tan enraizado como la colonialidad en la construcción del Estado, la sociedad y la política. Pero si espero que sirva como una pequeña herramienta que permita ampliar la discusión sobre el actual proceso político que vivimos desde una perspectiva crítica. Me sentiría muy feliz si esta pequeña e incompleta investigación le resulta útil a las organizaciones indígenas y a todas las organizaciones progresistas dentro de la izquierda ecuatoriana, que hoy por hoy buscan mantenerse unidas y proponer alternativas mucho más radicales, dada la decadencia de la civilización del capital. Decadencia que comparte también el gobierno de Correa.

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