EE.UU.: estudiantes toman Universidad de California contra aumento de cuotas

Araceli Martínez Ortega / Corresponsal de La Opinión. 21 de noviembre de 2009.

Araceli Martínez Ortega / Corresponsal de La Opinión. 21 de noviembre de 2009. SACRAMENTO.— Las fieras protestas estudiantiles contra el aumento de 32% a las colegiaturas de la Universidad de California (UC), con decenas de estudiantes arrestados a lo largo del estado, han puesto al descubierto que el descontento contra los recortes a la educación superior efectuados para resolver el déficit fiscal ha echado raíces.
Se trata de un malestar que podría aún ser mayor si se toma en cuenta que el estado enfrenta para el próximo año un nuevo déficit por casi 21,000 millones de dólares, cuya solución implicará otra vez profundos recortes a los programas y subsidios del estado a todos los niveles.
El jueves, cuando se le preguntó al gobernador Arnold Schwarzenegger sobre la enorme alza a las colegiaturas de UC, culpó a lo que llamó un «quebrado sistema de impuestos de California» por la falta de ingresos del estado, lo que ha obligado a los recortes al gasto para la educación superior, la salud y los servicios de cuidado en el hogar para ancianos, enfermos y discapacitados.
Pese a la multiplicación de las protestas estudiantiles que han conllevado a la toma de edificios como ocurrió ayer en el campus de UC en Berkeley; o al arresto de 52 estudiantes en el campus de UC en Davis o a la toma de la rectoría en el centro de UC en Ventura; o al bloqueo de puertas durante la Junta de Regentes en Los Ángeles, los analistas no consideran que estemos a las puertas de una rebelión social de mayores proporciones en California.
Aun cuando la educación nos afecta a todos, Octavio Pescador, profesor y pedagogo de UC Los Ángeles, considera que se trata de un movimiento coyuntural, relacionado con un tema y una institución. «No hay una carencia generalizada. Hay gente que todavía tiene empleo, negocios», apuntó.
Además, observó que hay apatía entre la población y la gente no tiene tiempo de participar por la misma situación económica.
«No creo que podamos ver un movimiento social más generalizado como ha ocurrido en México o en América Latina, a partir de los movimientos estudiantiles, porque aquí hay una salvaguarda legal que prohíbe manifestaciones que afecten intereses estratégicos», opinó.
Un sondeo del Instituto Field arrojó en octubre pasado que el 78% de los votantes californianos consideran que el rumbo que lleva el estado está equivocado, una postura que han mantenido todo el año.

«Lo que vamos a ver el próximo año es más gente molesta e infeliz cuando la falta de dinero, producto de los recortes, empiece a replicar en todas las áreas», dijo el profesor Tim Hodson, director del Centro de Estudios de California de la Universidad Estatal de California.
«No vamos a ver desórdenes o motines en la calle simplemente porque no es la tradición de este país. Lo que sucedió en 1960 con los disturbios raciales en Los Ángeles fue algo único en la historia de Estados Unidos».
Agregó que debe tomarse en cuenta que en el caso de la Universidad Estatal de California, las dos terceras partes de los estudiantes trabajan al menos medio tiempo.
Este año hubo recortes por $31,018 millones al gasto del estado que afectaron en 60% a las escuelas públicas. Además 120,000 personas han perdido por completo o visto reducidos sus servicios en el hogar.
Como consecuencia del drama presupuestario, los californianos están pagando colegiaturas universitarias más caras, mayores cantidades de impuestos, han enfrentado descansos obligatorios sin sueldo; más esperas en oficinas públicas, despidos, la mayor tasa de desempleo de toda la nación, mientras que la educación del kínder al grado 14 se ha deteriorado, con salones de clases más saturados, menos maestros y clases.
Eso sin contar con que el sistema de universidades públicas, el más reconocido del país, ha tenido que rechazar estudiantes.
«Es urgente una rebelión social fuerte porque se está desmantelando el sistema de educación pública», dijo el sociólogo William Robinson, maestro de Sociologia la Universidade de California en Santa Bárbara. «Si este movimiento no se vincula con otras luchas sociales, nos vamos a hundir y hay una frustración que está creciendo».
Robinson consideró que el malestar no es exclusivo de California sino un reflejo de lo que sucede en el país y en el mundo. «Es increíble que mientras a los estudiantes se les castigan, se gastan miles de millones en guerras en el exterior y en rescatar Wall Street», opinó.
Advirtió que si no se involucra el movimiento estudiantil al menos con todos los problemas que enfrenta la educación, las universidades públicas quedarán fuera del alcance de las grandes masas y los más afectados serán los latinos y los afroamericanos.
PADRES Y ESTUDIANTES
Lucia Castañeda no pestañeó ni un segundo para ir a tomar la oficina del rector en el centro de UC Santa Bárbara en Ventura, no sólo contra el aumento del 32% a las colegiatura, sino porque en un año su escuela cerrará sus puertas debido a las reducciones del presupuesto estatal.
Los 200 alumnos que asisten en su mayoría son latinos, adultos que tienen un empleo y una familia.
Tal es el caso de Lucía, con 30 años, madre de cuatro hijos, unos gemelos de 10 años, un pequeño de 5 y otro de 15, hijo de su hermano y de quien es su tutor.
Aparte de ser madre y estudiar, Lucía tiene dos empleos: uno como cajera en la ventanilla de una línea de transportes y otro como guardia de seguridad.
Entre los dos empleos apenas ajusta $35,000 al año.
«Cuando me divorcié en 2002, empecé ir al colegio comunitario de Ventura y me llevó seis años graduarme», cuenta.
Apenas este año ingresó a la universidad para obtener la licenciatura en Sociología. «Mi sueño es ser doctora en sociología para trabajar en el sistema legal y ayudar a los muchachos que andan en las pandillas», afirma Lucía, motivada por un hermano que perdió a manos de esos grupos.
Pero el sueño de Lucía podría quedarse truncado, ya que la extensión de UC cerrará el próximo año por la falta de recursos.
«Estoy jodida porque me están cerrando las puertas el último año de la universidad. Santa Barbara me queda a una hora, el campus de Ventura a 20 minutos», expone.
No obstante, asegura que no se irán sin dar la pelea. «Nos vamos, pero no nos vamos sin pelear».

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