7 diciembre, 2024

El 18 de marzo de 1871 comenzaba la guerra civil en Francia

Una insurrección instauró un gobierno obrero. Duró 73 días y fue ahogado en sangre por la contrarrevolución burguesa.

Una insurrección instauró un gobierno obrero. Duró 73 días y fue ahogado en sangre por la contrarrevolución burguesa. Pero su ejemplo y heroísmo lo transformó en uno de los grandes hitos de la larga lucha de los trabajadores contra los patrones.

El 19 de julio de 1870 comenzó la guerra entre el Segundo Imperio francés de Luis Bonaparte y el imperio alemán dirigido por el canciller Otto von Bismarck. Las pretensiones de Francia duraron muy poco. Su ejército fue derrotado el 2 de septiembre. Entonces, tomó la iniciativa la clase obrera. Se produjo una revolución en París el 4 de septiembre. Se derrumbó el Segundo Imperio y nuevamente fue proclamada la república. El pueblo en armas era la abrumadora mayoría, pero permitió la constitución por parte de la burguesía de un “gobierno de defensa nacional”. Los trabajadores estaban dispuestos a todo, mientras que sus opresores, timoratos, se iban paralizando. Finalmente, el 28 de enero de 1871, Thiers, ese “enano monstruoso”, capituló. Los trabajadores no aceptaron rendirse sin luchar. El temor franco-alemán a la clase obrera era tal, que los vencedores no se atrevieron a ocupar la ciudad. La Guardia Nacional conservó sus armas y cañones. La tarea de desarmarlos quedó en manos del gobierno francés vencido. El 18 de marzo envió tropas para tratar de quitarle su artillería a la Guardia. El intento fracasó, detonando la insurrección. El pueblo de París de movilizó como un solo hombre y comenzó la guerra contra el gobierno burgués instalado en Versalles*.

Aquellos 73 días

En el Paris revolucionario, la bandera roja substituyó a la tricolor imperial. La Guardia Nacional, que tenía algo más de 300.000 efectivos, en su mayor parte de extracción obrera, se reorganizó y confió su dirección suprema a un Comité Central elegido por todos sus efectivos, con la sola excepción de algunos remanentes (unos 300) del antiguo bonapartismo. El 26 de marzo fue elegida la Comuna por el voto universal masculino. Casi todos sus miembros eran obreros, o representantes reconocidos de ellos. La mayoría seguía a Louis August Blanqui, y la minoría a la Primera Internacional (con predominio de los proudhonistas sobre los marxistas). El 28 fue proclamada gobierno, ya que el CC de la Guardia Nacional le traspasó el poder. Su primer decreto fue la supresión del ejército regular y sustituirlo por el pueblo armado. La policía quedó bajo la responsabilidad de la Comuna y sus integrantes eran revocables. Se dispuso una condonación de alquileres atrasados y la suspensión de venta de objetos empeñados en las casas municipales de préstamos. Los extranjeros electos fueron confirmados en sus cargos, porque “la bandera de la Comuna es la bandera de la república mundial”. En las jornadas de mayo, muchos de los dirigentes caídos en las barricadas eran polacos, alemanes o rusos, entre otros. El sueldo de un comunero no podía exceder al de un obrero calificado y eran revocables. Se decretó la laicidad y gratuidad de la educación y separación de la Iglesia y del Estado. La religión pasó a ser un asunto privado. Hubo un decreto de toma de rehenes ante el fusilamiento de combatientes, pero no se llevó a la práctica. El 6 de abril se quemó públicamente la guillotina y el 12 fue demolida la Columna de Vandome, símbolo del imperio. Con una serie de pasos sobre el trabajo y la propiedad privada, se inció el camino de la “expropiación de los expropiadores”.

El aplastamiento

En abril de 1871, un Marx preocupado le escribía a su amigo Kugelmann. Señalando el heroísmo de los comuneros, dispuestos a “asaltar el cielo”, decía: “Si son vencidos, la culpa será, exclusivamente, de su «buen corazón».” Por “escrúpulos de conciencia” no habían emprendido de inmediato una ofensiva sobre el gobierno contrarrevolucionario de Versalles. Y agregaba, como un segundo error, que el CC de la Guardia Nacional hubiera cedido “demasiado pronto” su poder a la Comuna.

El “buen corazón” pagó pronto un alto precio. En mayo se produjo la contraofensiva de la burguesía francesa, con total apoyo de Bismarck. El 20 de mayo comenzó la entrada de las fuerzas versallescas en la ciudad insurrecta. Hubo una lucha encarnizada hasta el 27, con barricadas y pelea casa a casa en casi todos los barrios. Miles de combatientes cayeron en ella. Los fusilados posteriores fueron cerca de 20.000. En los “juicios”, otros miles fueron fusilados, presos, deportados y exiliados.

Marx, en abril de 1871, en el apogeo de la Comuna, escribió: “Sea cual fuere el desenlace inmediato esta vez, se ha conquistado un nuevo punto de partida que tiene importancia para la historia de todo el mundo.” La historia le dio la razón.

* Véase la tercera edición de La guerra civil en Francia. Con prólogo de Engels de 1891 se republicaron los manifiestos de la Primera Internacional en apoyo a la Comuna, redactados por Marx y Engels.

Lenin y Trotsky sobre la Comuna

Desde 1871, para el marxismo no sólo fue importante destacar el heroísmo sin límites de los obreros de París, sino también sacar las enseñanzas centrales de aquella experiencia.

Lenin lo hizo en su célebre texto El estado y la revolución, escrito en agosto de 1917, un par de meses antes de la toma del poder en Rusia por los soviets.

León Trotsky enriqueció el análisis de la Comuna luego de la experiencia de octubre de 1917. En sus textos como dirigente de la Tercera Internacional, escribiendo en 1922 al Partido Comunista Francés, decía: “La página más gloriosa en la historia del proletariado francés -la Comuna de Paris- no fue otra cosa que un bloque entre todas las organizaciones y matices dentro de la clase obrera francesa, unidas contra la burguesía. Si, a pesar de la constitución del frente único, la Comuna fue rápidamente aplastada, la explicación de esto debe encontrarse sobre todo en el hecho de que el frente único no tuvo en su flanco izquierdo una organización genuinamente revolucionaria, disciplinada y resuelta, capaz de ganar rápidamente la dirección en el fuego mismo de los acontecimientos.”* Es decir, destaca dos elementos: la unidad de acción de los partidos obreros que tomaron el gobierno y la ausencia de un partido revolucionario organizado. En otra carta de la misma época, también dirigida al PC francés, decía que “las razones más importantes para la derrota de la Comuna fueron los principios federalistas, pequeñoburgueses y democráticos, la ausencia de una mano fuerte que guiara la revolución, que la unificara, la disciplinara y la centralizara” (idem).

En la década del treinta, ya exiliado y perseguido por el estalinismo, siguió desarrollando su enfoque. Tomando unilateralmente el texto de Lenin de agosto de 1917, y siguiendo los textos de Kautsky, ya se había instalado la interpretación de que lo verdaderamente revolucionario de la Comuna había sido el funcionamiento democrático, el voto, la revocabilidad y el salario obrero para los funcionarios. Aquellas medidas sin duda fueron inmensas. Pero Trotsky retomó la reivindicación hecha por Marx y Engels de la Guardia Nacional y su Comité Central. Sobre esto decía Nahuel Moreno, en su texto La dictadura revolucionaria del proletariado: “Trotsky señala que la dictadura del proletariado estaba en otra organización [no en la Comuna propiamente dicha], en la Guardia Nacional, en el órgano de lucha. Contra el fetichismo ultrademocrático, dijo que éste no es el elemento fundamental para definir a la dictadura del proletariado y los verdaderos soviets. La dictadura obrera fue la organización de los que luchaban y no la de todos los trabajadores de París. La Comuna, la organización de todos los trabajadores, con mecanismos superdemocráticos, fue una organización burguesa, no la dictadura revolucionaria del proletariado; en cambio, la organización de los que luchaban, eso sí fue el «soviet » y la dictadura del proletariado. Y citaba a Trotsky: “Cuando nosotros decimos «Viva la Comuna», nos referimos a la heroica insurrección, no a la institución de la «Comuna», es decir, a la municipalidad democrática. Incluso su elección fue una estupidez (véase Marx) e incluso esta estupidez fue sólo posible después [subrayado por Trotsky] de la conquista del poder por el Comité Central de la Guardia Nacional, que era el «comité de acción» o el soviet de ese momento. […] Los revolucionarios de 1871 quisieron combinar [subr. L.T.] su «soviet» de ayer (el CC de la Guardia Nacional) y la Comuna (la municipalidad democrática). Con esta combinación sólo hicieron una mescolanza. En 1917, en Petrogrado, después de la conquista del poder, nosotros tuvimos el soviet y la municipalidad demcrática. A pesar del hecho de que el partido bolchevique dominaba de manera absoluta la comuna, la disolvimos a favor del soviet. […] Esta formulación -de un gobierno basado en las comunas locales- de un federalismo municipal democrático-municipal es más acorde a los bakuninistas o a los proudhonistas. No tiene nada en común con la dictadura del proletariado y los soviets como instrumento.”

Esta polémica era desarrollada en la década del setenta por Nahuel Moreno contra los planteos del democratismo pequeñoburgués del dirigente trotskista europeo Ernest Mandel y su “democracia socialista”. Pero conserva total actualidad con los defensores de la “democracia radical”, los presupuestos participativos, etc., que levantan el NPA frances, sectores del PSOL del Brasil o seguidores locales del chavismo.

*The first five years of the IC, vol. 2. Pathfinder, NY, 1972
** The crisis en the French section (1935-36). Pathfinder, NY, 1977t.

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