El caso de Jennifer Viera y el silencio de las mujeres socialistas
Apreciadas amigas: Les escribo para compartir con Uds. una inquietud muy grande que tengo a propósito de lo que sucede con el tratamiento político-ideológico e informativo del caso del reiterado maltrato y posterior asesinato de la esposa del boxeador Valero, Jennifer Viera. Les confieso que ignoraba la “popularidad” de dicho boxeador, dado que no soy afecta al boxeo ni a otros espectáculos sangrientos. Por supuesto tampoco estaba enterada de su hoy mundialmente famoso tatuaje.
Apreciadas amigas: Les escribo para compartir con Uds. una inquietud muy grande que tengo a propósito de lo que sucede con el tratamiento político-ideológico e informativo del caso del reiterado maltrato y posterior asesinato de la esposa del boxeador Valero, Jennifer Viera. Les confieso que ignoraba la “popularidad” de dicho boxeador, dado que no soy afecta al boxeo ni a otros espectáculos sangrientos. Por supuesto tampoco estaba enterada de su hoy mundialmente famoso tatuaje.
Me entero de este personaje por las noticias de su detención y posterior e insólita liberación que les transcribo a continuación:
“El Vigía, marzo 25- Aproximadamente a las 11:30 de la mañana, fue detenido en el área de trauma shock del Hospital Universitario de Los Andes, el campeón mundial de boxeo, oriundo de El Vigía, Edwin ‘Inca’ Valero. El procedimiento fue realizado por efectivos del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) delegación Mérida y la Fiscalía 20 del Ministerio Público, en la misma ciudad, informaron fuentes policiales.
La comisión policial lo detuvo cuando amedrentaba verbalmente al personal del área donde se encuentra hospitalizada su esposa, desde que fuese agredida, presuntamente por el púgil venezolano. Tras poner resistencia, la comisión mixta lo trasladó a la sede de la policía científica, en la capital del estado. Fuentes policiales confirmaron que la mujer presenta “aruños, mordiscos, hematomas en distintas partes del cuerpo”. (Tomado de Panorama)”
“Mérida, marzo 28.- Lamentable noticia recibe la afición deportiva venezolana y latinoamericana: El ex campeón de boxeo, Edwin “El Inca” Valero fue sentenciado a seis meses de rehabilitación por serios problemas con el alcohol, luego de que fuera acusado por presunta violencia doméstica, en contra de su esposa Jennifer Carolina Viera, informó una fuente, que pidió su anonimato por medidas de seguridad.
Valero se declaró adicto al alcohol por una fuerte depresión, por lo que deberá permanecer en el psiquiátrico San Juan de Dios, ubicado en el sector Los Curos de Mérida. El tribunal sexto de control, a cargo del juez Hediberto Antonio Peña, instó al deportista a que “gane su mejor pelea contra la drogadicción y el alcohol”.
El pueblo venezolano acompañará al Inca en su mejor combate, que es el de su recuperación. (Tomado de Panorama)”
Sin imaginarme la monstruosidad que vendría inmediatamente después, le comuniqué mi inquietud a algunas compañeras de “Mujeres AC”, planteándole la necesidad de hacer un pronunciamiento sobre la impunidad con que las autoridades habían dejado libre a un claro agresor contra los derechos de su esposa a una vida sin violencia. Me preocupaba el mensaje explícito de que la agresión contra la mujer es un delito menor, sobre todo si el agresor es una personalidad pública como esta “gloria del deporte nacional”. En ese momento me pregunté si tanta consideración por rehabilitar la alterada psiquis del agresor hubiese tenido lugar si la mujer con los mordiscos y moretones en la camilla del Hospital Universitario, hubiese sido una hija connotada de la sociedad merideña, o si fuese la hija del compresivo y compasivo juez VI de Control: Edilberto Antonio Peña, que lo liberó.
La foto de la feliz pareja, fue publicada en dos primerísimas primeras planas en los diarios locales (Frontera, 9 de abril 2010), para anunciar que la indulgencia del juez y de la Fundación Pueblo Soberano (institución dependiente del Palacio de Miraflores) llevaría a Valero a Cuba para su rehabilitación. Sin duda los moretones de Jennifer ya no eran visibles y la noticia no por casualidad, ignoraba toda referencia a que su detención ocurrió por la paliza que le había dado días atrás a la entonces sonriente y hermosa Jennifer. De nuevo un claro mensaje que contribuía a promocionar el papel de la mujer sumisa y obediente, que cede todo, hasta su derecho a no ser golpeada, por las glorias de su marido: guapo y ciertamente apoyado desde los más altos niveles. Nadie mencionó nada acerca de la rehabilitación de la apaleada mujer, la fundación Pueblo Soberano sólo tuvo ojos para el tatuaje de Valero, más no para las heridas de Jennifer,… un percance menor… si se le compara con los gloriosos y muy rentables puñetazos de Valero en el ring de boxeo.
Pero no suficiente con esto Valero la remata con alevosía en un Hotel de Valencia. A partir de allí las heridas de Jennifer no pueden seguir apañadas como un percance doméstico. Pero lo que sí se puede hacer y de hecho se hace es minimizar el hecho de su asesinato refiriéndola como la “desafortunada Jennifer”, de cuya desgraciada muerte todos en el país se lamentan, como si hubiese sido producto de un inesperado resbalón en el baño. En cambio lo que sí es noticia nacional y motivo del más alto pronunciamiento de autoridades deportivas, políticas y comerciales es que debido a este desgraciado hecho Valero pierde la vida (en circunstancias de supuesto suicidio) y con ello Venezuela, su ejemplar exponente deportivo, y los comerciantes de la carnicería boxística ven desvanecidos sus dólares por las próximas peleas. En esta avalancha de lamentos tardíos de indiferentes y cómplices, existe un notable y lamentable silencio: el de las mujeres socialistas.
Los derechos de la mujer en el sistema capitalista han sido producto, no de la sangre de mujeres sumisas acuchilladas por sus brutales maridos, sino de mujeres guerreras, que desde una posición socialista y comunista lucharon y conquistaron el derecho al voto, la igualdad laboral, educativa, a la maternidad controlada, entre otros y últimamente el derecho a una vida sin violencia. Es decir las mujeres hemos ido conquistando en medio de la desigualdad y la exclusión machista del capitalismo, derechos que van de la escala pública a la privada, de la esfera política a la ética y moral… desde lo colectivo a lo personal, en fin derechos que van desde la plaza a la cama. Sorprende ingratamente entonces que en el actual contexto de revolución socialista todos los pronunciamientos los lideren compasivos hombres, conmovedoramente comprensivos con el deprimido Edwin Valero, quien prácticamente no tiene culpa de nada, porque todo fue producto de “la droga” y la “pobreza de su niñez”. Por supuesto también se han pronunciado connotados “socios listos” amantes del deporte boxístico (y de los dolarcitos que ya se perdieron). En cambio brillan por su ausencia pronunciamientos de la ministra de la mujer, de las mujeres dirigentes nacionales y regionales del PSUV (Partido SOCIALISTA Unido de Venezuela, según su siglas). El asunto no es menor, ni es el primero que sucede. Ya ocurrió en Mérida el año pasado que un connotado dirigente del proceso en Mérida asesinó a su esposa delante de sus hijos en las Residencias “Domingo Salazar”, llamó a su suegra para darle el notición y luego se suicidó. La infortunada compañera también era el objeto de las terapias boxísticas del valioso difunto camarada, cuya muerte fue anunciada en sendos obituarios que enaltecían su vida de lucha, para luego ser enterrado, entre los lamentos de la dirigencia socialista regional y cantos de “Oh bella ciao”.
Francamente no me extraña que Valero y sus empresarios hayan arreglado su libertad luego de la paliza contra Jennifer (un delito claramente estipulado en nuestras leyes de la era socialista), ayudados probablemente por algún dinerito, que siempre facilita las cosas y por la ideología reaccionaria que no se mete en “asuntos de marido y mujer”. Pero la complacencia de nuestra dirigencia “socialista” deslumbrados por el espectáculo patético de unos puñetazos y por un tatuaje y aún más el apacible e inexplicable silencio de las mujeres socialistas sí me duele.
Dicen los periódicos y artículos en aporrea.org que Valero era popular porque representa al pueblo venezolano. Es posible, pero su actuación como marido fue la del típico venezolano nuevo rico, guapetón y machista, poseedor de la arrogancia del ignorante que sabe que puede comprar la complicidad de los pusilánimes. Es decir representa mucho de lo que el socialismo debería ir cambiando con la lucha ideológica, con el debate público y con el ejemplo y la ética de los propios autodenominados socialistas. Da pena ajena leer y oír la pobreza de las respuestas “oficialistas” frente al maniqueísmo superficial que hace la oposición derechista de este caso.
Amigas: ¿creen que podríamos discutir el asunto y decir algo?