7 diciembre, 2024

El desprecio chavista-oficial a los “anarcoides”

El ejercicio del debate, de la discusión, del intercambio militante de saberes y pareceres, es una de las prácticas a partir de cuya sistematización esa masa humana habituada a ser simple aplaudidora, carne de cañón y de nariceo vil, se convierte en multitud crítica, consciente, constructora de procesos. Llevada la observación al ámbito de los conductores, vanguardias o cuadros revolucionarios, o sujetos y grupos que pretenden serlo, nos encontramos con que hay un estadio previo, un requisito extra, un complemento quizá: la capacidad para reconocer en el terreno al aliado y al enemigo.

El ejercicio del debate, de la discusión, del intercambio militante de saberes y pareceres, es una de las prácticas a partir de cuya sistematización esa masa humana habituada a ser simple aplaudidora, carne de cañón y de nariceo vil, se convierte en multitud crítica, consciente, constructora de procesos. Llevada la observación al ámbito de los conductores, vanguardias o cuadros revolucionarios, o sujetos y grupos que pretenden serlo, nos encontramos con que hay un estadio previo, un requisito extra, un complemento quizá: la capacidad para reconocer en el terreno al aliado y al enemigo.

De ese reconocimiento dependerá la calidad de debate que usted va a plantearle al sujeto o conglomerado que tiene enfrente. Tan sencillo como saber que al enemigo no se le da ni agua, y al aliado con quien se tienen desacuerdos se le trata con respeto. Dependerá también la calidad del debate de aquello que usted entiende por Revolución y a quién considera usted sujeto de las transformaciones revolucionarias.

Por cierto, ¿usted quiere ser un conductor revolucionario, vanguardia de su pueblo? ¿Usted quiere ponerse a sí mismo como ejemplo y predicador de lo que debe hacer un revolucionario? Pregúntese primero si puede serlo. Para lo cual deberá responderse antes si usted cree (pero no porque lo leyó sino porque el convencimiento le hierve adentro) que las parteras de las revoluciones son la audacia, el atrevimiento, la osadía, o la mesura, el respeto al orden existente, el automatismo. ¿Es una cualidad revolucionaria la capacidad para decirle que sí a todo cuanto diga el jefe? ¿Usted se siente convocado como pueblo a hacer una revolución o sólo está esperando que el Líder haga la Revolución por usted y se la lleve envuelta en papel de regalo para su casa? ¿Cree que el Líder es infalible, que está siempre en lo correcto, que nunca se ha equivocado y nunca se equivocará, o piensa que puede cometer errores? Llegado el caso en que usted detecta un error en el accionar o en el discursear del Líder, ¿usted cree su deber señalar ese error y tratar de convertirlo en tema público, o piensa que el perfecto militante es aquel que taparea, obvia, cierra los ojos ante ese error, y trata de justificarlo para que nadie vaya a pensar que el Líder no es una entidad superior sino un ser humano?

Hay quienes piensan que sólo merecen ser convocados al debate quienes han sido capaces de absorber, digerir y repetir dócilmente unas cuantas fórmulas académicas o casi-casi, y unas cuantas consignas paridas en laboratorios de propagandistas y publicistas que cobran en dólares. Para estos caballeros, un Revolucionario no es alguien dispuesto a liquidar al Estado Burgués sino alguien incapaz de cuestionarlo siquiera. Alguien que llama a esta mierda en avanzado estado de putrefacción “Estado Revolucionario” sólo porque Chávez es el Jefe de ese Estado. Bello: el Estado venezolano está pletórico de instituciones adecas, leyes adecas, procedimientos adecos, corrupción adeca, prácticas adecas, lenguaje adeco: la cultura adeca en pasta, pero creemos tener un Estado Revolucionario porque sus ministros y directores no son adecos sino pesuvistas. Las policías son los mismos reductos de criminales, matraqueros y asesinos que nos entregó la llamada “cuarta república”; los hospitales son eso que ya ustedes saben; en la revolucionadísima DIEX persisten las mafias que expiden pasaportes y otros documentos por debajo de la mesa si les pagas; los “organismos de inteligencia” han hecho negocio ayudando a escapar del país a Ortega, Carmona, Lapi y Nixon. Ah, pero tu obligación rrrevolucionaria es rendirle culto a estas estructuras y prácticas, porque si las cuestionas eres un anarcoide que le hace el juego a la oligarquía.

Estos compas defensores del “Estado Revolucionario” suelen ser los mismos que le han otorgado carácter de virtud superior, revolucionaria, a eso que llaman disciplina. Resulta que no es el espíritu en rebelión, el contestatario, el capaz de hacer revoluciones, sino el que es capaz de acatar y obedecer. Usted se tropieza con un militar y éste lo manda a arrodillarse. Si usted lo manda a lavarse el paltó (o el hueco del culo) usted es un anarcoide; si usted obedece, es un revolucionario.
Ellos escriben artículos en los que se lee:

“…Esta rebelión (4 de febrero) contrasta con el 27 de febrero y nos indica un nuevo rumbo: el 27 espontáneo, el 4 planificado, aquél sin dirección, este con una dirección militar, el primero SIN OBJETIVOS, SIN CONSIGNAS, NO DEJÓ RASTROS DE ORGANIZACIÓN, SE PERDIÓ EN LAS NEBLINAS DE LA HISTORIA. El segundo, con objetivos de poder muy claros, con consignas, con una organización que lo trasciende, se interna en la historia con aliento de cambios. ENTENDER AL 27 DE FEBRERO COMO UN TRIUNFO POPULAR Y UN PARADIGMA, ES UN ERROR DE APRECIACIÓN HISTÓRICA QUE AVIVA LAS IDEAS EQUIVOCADAS (ANARQUISMO Y POPULISMO), las hacemos beligerantes, y debilitamos a la Revolución”. (Los resaltados son míos).

Mismo artículo que remata con esta bella frase

“¡Con Chávez es con lo que Chávez decida!”

Ah carajo, hermanos. Chávez “decidió” que el arranque de la “revolución bolivariana” es la rebelión del 27 de febrero. He ahí un acto de indisciplina: en lugar de casarse “con lo que Chávez decida” decidieron pensar por sí mismos (pero para alabar más a Chávez).

El autor o los autores de ese artículo (publicado el 3 de marzo de 2008), en cuya rúbrica se lee “Antonio Aponte”, generoso obsequiador de granos de maíz en Vea y otros espacios rrrevolucionarios, ha vuelto transmutado en Neftalí Reyes un año después, en el semanario Debate Socialista, y “echa” la siguiente sentencia: “En Venezuela, en la Revolución Bolivariana el enemigo de esta etapa es el anarquismo pequeño burgués en todas sus variantes”.

Suena bien, pero ¿qué entiende por “anarquismo pequeño burgués” el valiente columnista o equipo de columnistas que escriben con media docena de seudónimos?

Dice: “Estas corrientes (…) son enemigas del Estado, de todo Estado, inclusive en Estado Revolucionario, y enemigos de la integración social. En resumen enemigos del Socialismo. Así con cambios superficiales y retóricos calman sus angustias revolucionarias. Unos lo demuestran construyendo ejércitos de papelillo, y zonas liberadas de fantasías (…) otros, más peligrosos, desvían las acciones del gobierno hacia el peligroso debilitamiento del Estado, contraponen al pueblo con su Estado Revolucionario. De esa manera el pueblo desposeído no se organiza en Estado Revolucionario, no se integra, sino se enfrenta a él, lo niega”.

Es que hasta provoca dejarlos a ellos con la última palabra. De todas formas creo que la repuesta a “eso” la garrapateé allá arriba, en mi calidad de “anarcoide” con ganas de debatir.

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