15 junio, 2025

El límite de lo soportable

Indignación es lo menos que produjo en el gremio periodístico y en vastos sectores de la sociedad venezolana la cayapa fascista que un grupo de salvajes aplicó a doce reporteros de la Cadena Capriles que salieron a manifestar el pasado jueves contra algunos artículos de la ya aprobada Ley de Educación.
La paliza propinada a los colegas de la Cadena es la mejor evidencia de que en el seno de nuestra sociedad se están consolidando formas de ejercicio de la política que no son compatibles con un Estado de Derecho y de justicia como el que se dibuja en la vigente Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Indignación es lo menos que produjo en el gremio periodístico y en vastos sectores de la sociedad venezolana la cayapa fascista que un grupo de salvajes aplicó a doce reporteros de la Cadena Capriles que salieron a manifestar el pasado jueves contra algunos artículos de la ya aprobada Ley de Educación.
La paliza propinada a los colegas de la Cadena es la mejor evidencia de que en el seno de nuestra sociedad se están consolidando formas de ejercicio de la política que no son compatibles con un Estado de Derecho y de justicia como el que se dibuja en la vigente Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Si las instituciones llamadas a velar por la legalidad no meten en cintura a estos grupos, me temo que más temprano que tarde estaremos en medio de un escenario de violencia tan o más peligroso que los ya vividos en nuestro país hace apenas unos años.
No es suficiente que desde el partido de gobierno, el PSUV, se emita un comunicado, o que desde la Fiscalía se anuncien investigaciones «hasta las últimas consecuencias».
El clima de impunidad es irrespirable. Estos seudorrevolucionarios, más emparentados con las bandas armadas adecas o con los tonton macoutes de Duvalier que con un grupo de luchadores sociales románticos, están sustituyendo el debate político que la sociedad reclama por los palos, las cachiporras, las cabillas y las bombas lacrimógenas.

No se sabe cuánto tiempo más es posible aguantar una situación como esta. Los saludos a la bandera no pueden ser la respuesta. Un grupo de violentos, sedientos de sangre y empeñados en imponer su política de terror, no puede seguir «malandreando» a las mayorías. Y en esas mayorías incluyo, por supuesto, a buena parte del chavismo dirigente y de base, tanto del PSUV como del PPT, PCV y otras fuerzas que seguramente también miran con estupor lo que está pasando.

Esta mayoría no puede permitir que los violentos nuevamente impongan la agenda, de lado y lado. Pero en esta oportunidad es imposible no cargarle la mano a los cultores de la violencia que lo hacen en nombre de la revolución. Están sobrepasando el límite de lo soportable.

Y, denlo por hecho, tarde o temprano la violencia se revertirá contra ellos como una maldición.
Cuando veo al colega y amigo Ubaldo Arrieta, de Ultimas Noticias, compañero de luchas, ex reportero de Tribuna Popular, y militante revolucionario de toda la vida, convaleciente de la triple fractura que sufrió en su tabique nasal, y a los otros trabajadores de la Cadena también aporreados por los malandros de la esquina de Veroes, doy gracias a Dios porque salieron con vida.

Pero a la vez tengo la sensación de que esto va a seguir ocurriendo, a menos que quienes tienen algo que decir y hacer lo hagan de una buena vez. Y al expresar esto pienso en el propio presidente Chávez, en la Defensoría del Pueblo, en la Fiscalía General, en los cuerpos policiales y también en los parlamentarios. Estoy seguro de que si se hubiese producido una golpiza contra periodistas de algún medio oficial hasta se habría suspendido el debate sobre la Ley de Educación para condenar tal situación.

Estamos en un momento de definiciones. O se promueve un sistema político, inspirado en la justicia social pero con democracia y con respeto a la disidencia, o nos vamos de una buena vez por el barranco del autoritarismo y del fanatismo, donde no hay cabida para quien piense distinto, y donde las decisiones destinadas a restringir derechos como la libertad de expresión e información vienen acompañadas de acciones fascistoides, como las ocurridas el pasado jueves, y que buscan nada más y nada menos que incorporar el miedo a nuestra cotidianidad. La historia nos vigila. Cada quien que asuma su responsabilidad.

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