En toda guerra los muertos los pone el pueblo, sólo que ahora el pueblo dice “Nunca Más”
Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos (Alí Primera).
El viernes 22 de Octubre asesinaron a traición a Jacobo y a Héctor (casiloco), por la espalda y cobardemente, en las inmediaciones de las residencias estudiantiles Domingo Salazar, la hipótesis es que nadie sabe y “no hay” (pero si hay) responsables, dos camaradas que no pactaron y que confrontaban con seriedad las instituciones burguesas del Estado Venezolano, luchando además contra la exquisitez escolástica de nuestra Ilustremente aburguesada Universidad de Los Andes.
Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos (Alí Primera).
El viernes 22 de Octubre asesinaron a traición a Jacobo y a Héctor (casiloco), por la espalda y cobardemente, en las inmediaciones de las residencias estudiantiles Domingo Salazar, la hipótesis es que nadie sabe y “no hay” (pero si hay) responsables, dos camaradas que no pactaron y que confrontaban con seriedad las instituciones burguesas del Estado Venezolano, luchando además contra la exquisitez escolástica de nuestra Ilustremente aburguesada Universidad de Los Andes.
Por esta razón, lo siguiente pudiera ser una reflexión que se perfilara a interpretar la situación política en la que se encuentra inmerso el proceso político Bolivariano; también pudiera ser un análisis “ecuánime”, que permitiera avanzar “estratégicamente” en medio de las coyunturas que se presentan; o podría ser incluso una carta en la que describimos e intentamos expresar el ánimo de indignación que se vive en los rostros de miles de militantes revolucionarios de la querida Mérida, siempre luchadora e históricamente combativa. ¡Pero no! Es imposible hacer eso, hoy lo que nos embarga, y creo no equivocarme, es una profunda arrechera colectiva, por vernos dentro de una dinámica política confusa, que clama por revoluciones, pero que desaparece a los revolucionarios. Es confuso el discurso revolucionario cauteloso (de reformistas Berstenianos), de aquellos mesurados que siempre dicen que hay que entender el momento que estamos viviendo, que esto es un proceso, y que no hay que perder la perspectiva (del pacto y de la traición, por su puesto), que la confrontación clasista es algo ya obsoleto, y que por el contrario hay que renunciar al materialismo dialéctico, por ser parte de esos ladrillos vacios, que sin comprender, desechamos a priori, abrazando sin darnos cuenta (en pocas ocasiones, las más de las veces hay conciencia de lo que se hace), las banderas de un liberalismo democrático, que consolida y fortalece sus instituciones en un país que aspira a construir el socialismo sin romper las “reglas de juego” que mantienen y reproducen la lógica del capital.
“La vida no vale nada”, cantaba Pablo Milanés; “ni olvido ni perdón” dicen los militantes argentinos y chilenos para mantener la memoria viva, ante el olvido colectivo de las atrocidades cometidas por las dictaduras militares de esos países; “nunca más” se escucha en las marchas de la Argentina que salta y canta para que no vuelvan a desaparecer a su pueblo; “no volverán” se vitorea en la Venezuela Bolivariana de la V República.
En ese sentido, de qué vale que no vuelvan, y que se mantenga la lógica del capital y sus instituciones burguesas, de qué vale que no vuelvan, si matan a mansalva a militantes revolucionarios, sin saber quién lo hizo, porque al igual que en los vilipendiados años de la cuarta, aquí tampoco hay responsables. De qué vale que no vuelvan, si se criminaliza la protesta social, encarcelando hasta a los dirigentes indígenas, como el caso de Sabino Romero, sin dejar de lado la persecución a dirigentes obreros y la cantidad de líderes campesinos asesinados por “no sabemos quién”. De qué vale que no vuelvan, si parece que nunca se han ido, y causan repulsión cuando se vanaglorian de implementar “exitosas” políticas públicas de seguridad ciudadana sin valores humanos (digamos mejor, socialistas), que aseguran tajantemente que el futuro de un delincuente es la cárcel o la muerte, homogeneizando y simplificando el problema.
Queremos dejar de vivir en un país en el que no hay responsables, queremos vivir y construir una nueva sociedad posible y necesaria, pero lo que no estamos dispuestos es a seguir poniendo los muertos. Cada militante revolucionario vale oro, como oro vale la vida de todo lo que ocupa nuestro mundo. Por eso considero fundamental aglutinarnos en colectivos que defiendan la vida misma, ante quienes desprecian a todo lo que pone en riesgo sus formas de acumulación de capital.
Ya es hora de aceptar que este Estado no nos sirve. Necesitamos construir otro, que se distancie profundamente del ordenamiento liberal imperante, y que abra espacios definitivos al poder popular colectivo y autónomo.
A las 12:00 am del día 25 de Octubre se tiene previsto militarizar la ciudad de Mérida, las actividades universitarias se suspendieron para el día lunes, pero la voz de miles, estarán poniendo al frente su dignidad, para gritar otro “Nunca más”, y para comenzar a fundar las bases de una revolución de los excluidos, que respete la vida y de al traste definitivo con las instituciones que sostienen la lógica asesina del capital.
Vamos a gritar, saltar, cantar, vamos a pedir justicia. Vamos a hacer la revolución.
*Habitante de la Ciudad de Mérida, sin otro titulo que un militante que siente que a esto hay que ponerle coto definitivo.