Funes el desmemoriado
El pasado domingo Mauricio Funes se convirtió en presidente de El Salvador, postulado por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional.
El pasado domingo Mauricio Funes se convirtió en presidente de El Salvador, postulado por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Por tal razón nos pareció de interés y actualidad, publicar íntegra una entrevista que le hiciera la periodista María Laura Carpineta, el 14 de septiembre del pasado año, para el diario Página12 de Argentina. La entrevista habla por sí sola.
El favorito en las elecciones presidenciales de marzo en El Salvador dice que es imposible pensar en el socialismo a corto o mediano plazo y que no hará nada que perjudique los tratados con EE.UU., porque si no perdería inversiones.
Mauricio Funes nunca empuñó un arma ni luchó por el socialismo durante los años ochenta, pero el próximo 15 de marzo podría plantar por primera vez en El Salvador la bandera roja del frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) en el despacho presidencial. Es una oportunidad histórica y Funes lo sabe. Jura que no se embarcará en ninguna “aventura loca”. Promete retirar las tropas de Irak y terminar con la corrupción y la mano dura de los últimos 15 años de gobiernos de derecha.
El candidato de la ex guerrilla salvadoreña parece más un analista que un líder de masas. Anteojos sin marco, afeitada impecable y cuello almidonado, el nuevo hombre de la izquierda salvadoreña es un periodista sin ninguna experiencia en la militancia política. No se emociona fácilmente cuando habla de su “futuro gobierno”, excepto para defender sus diferencias con los principios históricos del FMLN. “Mi discurso no es el de la izquierda tradicional, porque no la represento”, explicó, enojado. Las banderas de la lucha socialista del FMLN son un tema sensible para el candidato.
Cuida sus palabras para no repetir el clima de miedo de las elecciones presidenciales pasadas, cuando el gobierno de Estados Unidos amenazó con cortar las remesas y los empresarios con retirar las inversiones si el ex comandante guerrillero del FMLN Schafik Handal asumía el poder. “No voy a hacer nada que ponga en peligro la relación de El Salvador con Estados Unidos”, aseguró en una entrevista con Página/12.
No es sumisión, aclaró, sino realismo. “Yo no puedo desconocer que cerca de un tercio del pueblo salvadoreño vive en Estados Unidos, que el 80 por ciento de nuestras exportaciones están dirigidas a ese país y que las remesas que llegan de allá representan el 20 por ciento de nuestro PBI.”
Quiere mirar para adelante y reconciliar un país en el que 75 mil personas fueron asesinadas y nadie castigado. Confía en la ayuda de los organismos internacionales de crédito y apuesta a desideologizar las relaciones entre los países.
No es muy difícil creerle. Funes no se parece en nada al anterior candidato presidencial del FMLN. Por su pasado como comandante guerrillero y su coherencia ideológica, Schafik Handal se convirtió en el líder natural e indiscutido de la izquierda salvadoreña después de la firma de los Acuerdos de Paz de 1992. Su aspecto casual y desprolijo lo separaba de la típica casta de políticos de traje y corbata. Le gustaba vestirse de rojo y blanco, haciendo honor a la bandera partidaria, y como buen dirigente de la vieja guardia estaba convencido de que la política se hace en la calle. A principio de 2006, Handal murió súbitamente de un infarto, después de participar de la asunción de Evo Morales en Bolivia.
Sin candidato a la vista, el FMLN dio un golpe de timón y eligió a un sucesor un tanto diferente. Esta semana Funes estuvo en Buenos Aires por poco más de un día. Tenía planeados encuentros con dirigentes sociales y de izquierda, pero uno a uno fue cancelándolos todos. Finalmente, sólo se reunió con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. “Hablé sobre la urgente situación alimentaria en mi país y sobre los temores de un fraude en las próximas elecciones. Le pedí que envíe observadores”, contó.
Pero Funes también le adelantó una propuesta. El ex periodista quiere acercar a los países centroamericanos al Cono Sur. “Creo que Argentina, Brasil y Chile pueden contrabalancear mejor la influencia de Estados Unidos en la región que el gobierno venezolano de Hugo Chávez. Sus discursos no son tan confrontativos.”
–Su discurso difiere mucho de los postulados históricos del FMLN. Usted prometió no tocar la dolarización, el TLC con Estados Unidos ni la ley de inmunidad que protege a los criminales de la guerra civil.
–Mi discurso no es el mismo de la izquierda tradicional, porque no la represento. Yo no vengo de allí ni me afilié a un partido que sigue esa línea de pensamiento. El FMLN evolucionó y la prueba es mi candidatura. Los jefes históricos del FMLN han pedido disculpas públicamente por cualquier exceso o dolor que le haya causado al pueblo salvadoreño. También reconocieron que el centro de monitoreo que tiene Estados Unidos en el país no es necesariamente malo, si es bien regulado y controlado. El FMLN fue uno de los opositores más duros al Tratado de Libre Comercio. Sin embargo, el partido entendió que no se puede romper un acuerdo que el país firmó. Las inversiones se irían en un minuto.
–¿Tampoco va a intentar construir un modelo socialista, como plantea el programa del FMLN?
–En los hechos el Frente renunció a construir un El Salvador socialista a corto o mediano plazo. Es imposible. El Salvador no puede convertirse en una nación socialista, porque ni siquiera es capitalista. Es casi una sociedad feudal. Tenemos que empezar a construir y después, mucho después, podemos empezar a imaginar un país socialista.
–¿Eso significa que no se inclinará por el ALBA, como lo hicieron Nicaragua y Honduras?
–Yo no puedo sumarme a un acuerdo comercial o a un bloque regional que ponga en peligro la relación con Estados Unidos. Simplemente no es realista. No puedo adelantar una posición sobre el ALBA, será un tema que analizaré, pero ya garantizo que no firmaré nada que contradiga los acuerdos económicos ya firmados por El Salvador ni que ponga en peligro la estabilidad económica y política del país.
–¿Qué se puede hacer, entonces?
–Yo no voy a perseguir ninguna aventura loca. Voy a respetar la propiedad privada y todos los compromisos comerciales previos. El país necesita pequeños cambios, que se empiecen a hacer las cosas bien. Necesitamos que los hospitales públicos tengan insumos, medicinas, camas. Hoy los hospitales están entre un 40 y un 60 por ciento desabastecidos. Incluso los salvadoreños tienen que pagar un vale solidario para poder atenderse. Los salvadoreños necesitan una buena educación, buenos trabajos, alimentos baratos. Yo miro los ejemplos de los gobiernos de izquierda de la región que funcionaron y lo hicieron de forma responsable. Veo al gobierno de Lula.
–¿Es irresponsable plantear la derogación de la ley de inmunidad para juzgar a los que cometieron decenas de miles de asesinatos y torturas durante la guerra civil?
–Después de los acuerdos de paz, el FMLN siempre denunció la ley de inmunidad porque consideraba que había sido una inmunidad autoimpuesta por aquellos que habían cometido crímenes desde las fuerzas armadas o la policía. Pero creo que la situación hoy es otra. Yo no voy a promocionar ni pedir la derogación de la ley de inmunidad porque apunto a que logremos una verdadera reconciliación. El país no necesita polarizarse más. Hay que mirar para adelante y eso no sería posible si se abriera la puerta a procesos legales contra todos los que cometieron crímenes durante la guerra interna. Porque no serían sólo los jefes militares y policiales, sino también antiguos comandantes del FMLN.
–¿Pero la Justicia no es necesaria para poder alcanzar una verdadera reconciliación?
–Creo que la reconciliación no se alcanza solamente mandando a la cárcel a los responsables. También se puede alcanzar conociendo la verdad, compensando a las víctimas y asegurándose de que no vuelva a pasar. Nunca hubo voluntad política para hacer esto. Si gano en marzo, el Estado salvadoreño pedirá disculpas y se hará cargo finalmente de todo el dolor que provocó; buscará la verdad, que es en definitiva lo que quieren las víctimas.