6 octubre, 2024

Irán entre el yunque y el martillo

Dos muertos, decenas de heridos y millares de personas detenidas es el saldo de las manifestaciones en Irán desde el pasado 14 de febrero, cuando sectores de la oposición se lanzaron a la calle en solidaridad con las revueltas populares de Túnez y Egipto. Ninguna manifestación –salvo las promovidas por el propio régimen- se permite hoy en Irán, como tampoco la difusión por parte de corresponsales de prensa extranjera de informaciones sobre las protestas.

Dos muertos, decenas de heridos y millares de personas detenidas es el saldo de las manifestaciones en Irán desde el pasado 14 de febrero, cuando sectores de la oposición se lanzaron a la calle en solidaridad con las revueltas populares de Túnez y Egipto. Ninguna manifestación –salvo las promovidas por el propio régimen- se permite hoy en Irán, como tampoco la difusión por parte de corresponsales de prensa extranjera de informaciones sobre las protestas.

Los dos dirigentes del Movimiento Verde, Mir Hosein Musavi y Mehdi Karubi, luego de varias semanas de arresto domiciliario, privados de toda comunicación y con fuerte custodia policial, han sido trasladados a un lugar desconocido, posiblemente a la prisión de Heshmatieh en Teherán, versión desmentida por las autoridades iraníes. Sus partidarios están convocando a una nueva protesta de calle para el 14 de marzo, si antes de tal fecha no son liberados.

Ante este abrumador escenario podría sorprender que el presidente del país persa se atreva a saludar “la ola que se avecina para derribar gobiernos que oprimen y humillan a sus pueblos”. ¿En cuál escala, dentro de tal categoría, ubicaría él a su propio gobierno? ¿Cinismo descarado o afán de curarse en salud frente a la marea insurreccional que sacude al Medio Oriente?

En Venezuela, cuyo gobierno es aliado al régimen iraní, las acciones de protesta en ese país son oficialmente reseñadas como “desestabilizadoras”. ¿Acaso se pretende contribuir con el silencio a la estabilización de un sistema basado en los cánones del Islam?

Desde el espectro de contradicciones que hoy sacuden al mundo, el presidente Ahmadinejad proclama su antiimperialismo, velo protector de infinitos desafueros.

El rubor de la izquierda

Si bien el término “izquierda” aparece hoy en el mundo entero convertido en una amalgama difícil de precisar, convendríamos al menos en que ciertos parámetros identificados con principios opuestos al sometimiento de pueblos e individuos, a la conculcación de derechos en nombre de ideologías o creencias erigidas en supremo culto, o a desafueros guiados por la ambición de poder o el afán hegemónico, determinan líneas de acción cónsonas con la libertad de pueblos y naciones.

Ahora bien, muchos de quienes hoy se proclaman de izquierda se ruborizan cuando se les pide condenar regímenes dictatoriales, capaces de los peores crímenes contra sus pueblos, si tales regímenes mantienen una retórica “antiimperialista”. Su lógica es: “Condenarlos es hacerle el juego al enemigo”. Igual error se cometió en pasadas décadas, cuando se obligaba a silenciar todos los desatinos de la entonces Unión Soviética, cometidos contra su propio pueblo o mediante invasiones a otros países, silencio que frenó un debate abierto acerca de las desviaciones del socialismo. Al bautizar como “socialismo real” lo que jamás llegó a ser una sociedad igualitaria ni dio paso al ejercicio del poder por parte del pueblo, se cayó en un engaño que ha creado confusión y apatía en las grandes mayorías excluidas, dejándolas a merced de los traficantes de votos con promesas fraudulentas cada tanto tiempo. El nombre “pueblo” sigue siendo usurpado y relegado al simple papel de encabezar proclamas.

Este razonamiento es indispensable como premisa al analizar lo que está ocurriendo hoy en Irán bajo un régimen teocrático y ultraderechista, con el ayatolá Ali Kamenei como guía supremo y Ahmadinejad como dócil ejecutor. Tras su máscara antiimperialista y en nombre del Islam se conculcan los derechos del pueblo, se mantiene la desigualdad social, la opresión de la mujer, la injusta distribución de los recursos. El politólogo Ahmad Salamatian señala que son los Guardianes de la Revolución Islámica quienes controlan en Irán un verdadero imperio: más de 800 grandes empresas en diversas ramas: obras públicas, armamento, bancos, comunicaciones. En días recientes –según despachos de agencias- a la empresa Khatam al-Anbia, vinculada a la Guardia “Revolucionaria”, le fue adjudicado un contrato por 1.300 millones de dólares en el sector petrolero para construir dos oleoductos en el suroeste de Irán.

¿Cuál alternativa?

Tanto dentro de Irán como en el exilio se ha constituido un amplio movimiento de protesta, inicialmente conformado por intelectuales, estudiantes y capas medias de la población, al cual se han sumado otros sectores aquejados por el desempleo y restricciones económicas. A partir de las elecciones de 2009, acusadas de fraudulentas, las manifestaciones de calle han recrudecido paralelamente a la represión.

Dentro de este cuadro surge el Movimiento Verde impulsado por dos candidatos opositores desplazados por Ahmadinejad: Mir Hosein Musavi, ex primer ministro (1981-1989) y ex miembro del Consejo de Discernimiento de la República Islámica, quien se autodefine como un “reformista respetuoso de los principios de la revolución islámica de 1979”, pero a la vez defensor de las libertades democráticas, del libre juego de los partidos políticos y de la división entre el aparato religioso y el poder político.

El otro líder de los verdes es Mehdi Karubi, clérigo reformista y ex presidente del Parlamento, hoy ambos privados de sus derechos.

Las aspiraciones del Movimiento Verde se centran en una democracia parlamentaria favorable al desenvolvimiento de los partidos políticos y a la libertad de pensamiento y de acción, sin constricciones religiosas ni ideológicas. Dentro de sus consignas ha sido excluida toda alusión al peligro de interferencias foráneas y no hallaremos en sus planteamientos nada que haga rememorar las contradicciones entre las grandes potencias y su afán de dominar el mundo.

¿Acaso la prolongada represión islámica ha desencadenado una especie de amnesia en estos combatientes que aspiran a la libertad? ¿Han olvidado el papel desempeñado por Estados Unidos a lo largo de la historia del Medio Oriente y de otras regiones del universo? ¿Piensan que el modo de vida de ese país y el sistema de “democracia representativa” es en sí la panacea de los pueblos?

Desde esta parte del mundo, donde hemos padecido la férula de la intromisión de la Gran Potencia hoy en acción con métodos más sutiles donde le conviene, aconsejamos cautela al pueblo iraní. En cuanto al parlamentarismo “representativo”, sabido es que tal “representatividad” es una falacia para mantener excluidas a las grandes mayorías cuyos derechos han sido escamoteados a través de los siglos.

Desde esta América, la del Sur, la Abya Yala de los indígenas despojados de sus territorios por grandes potencias, recomendamos cautela al pueblo iraní. Y no podemos dejar de evocar la recomendación de un gran libertario: Pierre Goldman, asesinado en Francia en décadas recientes, quien empuñó el fusil en las montañas venezolanas para derribar el mito de las “democracias”, convertidas en tiranías asesinas. Decía Pierre en los años setenta: “Rasguemos con todas nuestras fuerzas el velo con el cual la democracia se cubre su puta cara”.

Rasguémoslo, amigos. Construyamos una democracia auténtica, sin máscaras, sin injerencias ni usurpaciones. Pero quedaría inconcluso este razonamiento sin abordar, someramente al menos, los zigzagueos de la Gran Potencia recubierta de nuevas máscaras para alcanzar viejos propósitos. Ello será tema de nuestro próximo artículo.

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