Irán: profundas escisiones en círculos gobernantes y un profundo odio de amplio arraigo contra el régimen
Prendió el alzamiento lo que mucha gente percibe como un golpe de estado: lo que mucha gente consideraba el robo de las elecciones presidenciales del 12 de junio de parte del presidente de turno Mahmoud Ahmadinejad, a su principal contrincante, Mir-Hossein Mousavi. Tres horas después del cierre de las casillas, Ahmadinejad se adjudicó el triunfo. Los millones de personas que habían llegado a hartarse del régimen y a los cuales una vez más se había convencido de salir y expresar su voluntad contra el reaccionario orden establecido, se sorprendieron y se indignaron ante la descarada manipulación.
Prendió el alzamiento lo que mucha gente percibe como un golpe de estado: lo que mucha gente consideraba el robo de las elecciones presidenciales del 12 de junio de parte del presidente de turno Mahmoud Ahmadinejad, a su principal contrincante, Mir-Hossein Mousavi. Tres horas después del cierre de las casillas, Ahmadinejad se adjudicó el triunfo. Los millones de personas que habían llegado a hartarse del régimen y a los cuales una vez más se había convencido de salir y expresar su voluntad contra el reaccionario orden establecido, se sorprendieron y se indignaron ante la descarada manipulación.
Pero esta vez fue el colmo. La gente empezó a tomarse las calles con furia, y Mousavi se negó a aceptar los resultados. El viernes 19 de junio, el jefe del gobierno iraní, el ayatolá Jameini, prohibió más protestas. El sábado 20 de junio, al cierre de esta edición, decenas de miles de personas desafiaron a Jameini y la prohibición oficial y libraron batallas campales en las calles de la principal ciudad, Teherán.
El alzamiento inicial, a comienzos de la semana, se topó con contramanifestacion es de la base leal de Ahmadinejad y ataques violentos de la policía y la Basij, una reaccionaria milicia ligada a unidades élites de las fuerzas armadas del estado (el Pasdaran, o el Cuerpo de los Guardianes de la Revolución Iraní). En la primera semana después de las elecciones, las autoridades iraníes reconocieron la muerte de ocho manifestantes a manos de la Basij, por ejemplo, como resultado del fuego de ametralladora contra una protesta el 15 de junio. La Basij también saquearon los dormitorios y edificios de la Universidad de Teherán, y los activistas estudiantiles informan que aparte de las ocho muertes oficiales, han muerto siete más en Teherán y en la ciudad sureña de Shiraz. Cientos de manifestantes así como los activistas y/o los dirigentes de las principales y otros partidos reformistas han sido arrestados. Al cierre de esta edición, las televisoras
estatales han confirmado 10 muertes más y hay informes no verificados de hasta 150 muertes en choques con la policía la tarde del 20 de junio.
Las dos fuerzas dirigentes en este conflicto ahora, o sea, Ahmadinejad y sus huestes de un lado y del otro, el grupo en torno a Mousavi, son reaccionarias y no representan los intereses de las masas. Esto también es requete-cierto en el caso de Estados Unidos y las otras potencias imperialistas que están maniobrando en esta situación.
Pero este conflicto entre dos reaccionarios sectores del régimen también ha abierto espacios en que el pueblo puede tomar acción y levantar la cabeza. Las masas en batalla contra el “golpe de estado de Ahmadinejad” están librando una lucha que hay que apoyar y tiene el potencial, y la necesidad, de transformarse en una lucha entre las fuerzas progresistas e incluso revolucionarias y las fuerzas del viejo orden reaccionario de diversas apariencias y presentaciones. Hay muchísimo en juego.
Las mayores protestas en 30 años
Se celebraron las mayores protestas en Irán desde el levantamiento de 1978-79 que tumbó al régimen anterior encabezado por el sha de Irán. Pero la furia y la determinación exhibidas en estas protestas no constituyen simplemente una reacción a la descarada manipulación de los resultados de las elecciones. También reflejan el profundo descontento en la sociedad iraní contra el régimen teocrático (el dominio religioso). Estos sentimientos se expresan con mucha fuerza en grandes sectores de la juventud del país quienes están muy enajenados, requete-hartos del dominio absolutista de los “mullahs” (el clero islámico chiíta). La agudización de las rivalidades y las profundas escisiones en los círculos gobernantes reaccionarios generales de Irán han hecho aflorar esta situación y entrecruzan con dichas rivalidades y escisiones.
Mousavi no se opone a la República Islámica de Irán. Es un candidato “reformista”. Un candidato reformista de la calaña de Mousavi no representa nada nuevo en el escenario del país. De hecho, otro candidato reformista similar, Jatami, ganó las elecciones presidenciales en 1997 y ocupó el puesto hasta la elección de Ahmadinejad en 2005. El objetivo del movimiento reformista fue y sigue siendo reformar desde “adentro” a la República Islámica de Irán. Cuando menos hasta hoy, este movimiento ha mantenido su lealtad a las instituciones guía del régimen del clero (y de hecho varios jugadores importantes asociados con el movimiento reformista son en sí clérigos de alto rango). Objetivamente el movimiento reformista desempeña un importante papel para el régimen: de “enganchar” a los sectores descontentos de las masas. Como dijo un volante del Partido Comunista de Irán (Marxista-Leninista -Maoísta) lanzado antes de las elecciones:
“Estas elecciones presentan el gobierno de la minoría [las clases dominantes] como la elección de la mayoría de la población. Incluso los regímenes como la República Islámica de Irán que principalmente confían en la supresión y la represión de la población necesitan espectáculos electorales a fin de legitimar su dominio y regar ilusiones entre las masas descontentas. Las elecciones también son un mecanismo para llevar a cabo una contienda controlada entre diferentes facciones y grupos en las clases dominantes con la finalidad de impedir que se abran grietas en la estructura de poder y las potenciales tormentas resultantes de rebelión popular”.
Jatami llegó a la presidencia con el apoyo abrumador de los círculos gobernantes de Irán; propuso reformas económicas, mucho más apertura hacia el mundo para atraer al capital, cambiando muchas de las relaciones internacionales de Irán con la región y con Europa, y también reformas políticas internas. Aunque los primeros años de la presidencia de Jatami se han llamado “la primavera de Teherán”, y se relajaron un poco ciertos aspectos de la censura y se permitían cierta flexibilidad y libertad en la sociedad civil iraní, muchos intentos de aplicar esas reformas se vieron bloqueados por otras fuerzas al centro del régimen. De hecho, un movimiento estudiantil que había brotado durante esa “primavera” se reprimió con saña, y Jatami o no quería o no podía impedir la reacción oficial. Durante ese tiempo, al principio el régimen iraní le ayudó a Estados Unidos a estabilizar a Afganistán inmediatamente después de la invasión estadounidense, pero los imperialistas yanquis le “recompensaron” esa cooperación del gobierno iraní singularizando al régimen como un miembro del “eje de mal”. Cuando Jatami ofreció importantes concesiones a Estados Unidos, el gobierno de Bush las rechazó sumariamente. [Un análisis a fondo de todo esto se halla en el documento en inglés “Una evaluación del avance hacia una guerra entre Estados Unidos e Irán: Causas y potenciales ramificaciones”, de un Grupo de Trabajo, junio de 2008, en línea en revcom.us.]
El ascenso de Ahmadinejad
Todo eso le dio mucha fuerza al polo de la clase dominante iraní que se unió alrededor de Ahmadinejad. Llamada por los medios de comunicación occidentales “la nueva generación de partidarios de la línea dura”, esta trata de círculos poderosos del clero, partes del sector paraestatal y la dirección de instituciones como el Cuerpo de los Guardianes de la Revolución Iraní (GRI) que respaldan a Ahmadinejad, y la base popular de ese sector de los círculos gobernantes de Irán incluye a las tradicionales clases conservadoras y también grandes sectores importantes de las fuerzas armadas y los GRI, miembros de la Basij, y gerentes, administradores y empleados de las instituciones político-militares del país, que en muchos casos son también importantes instituciones financieras.
Aunque los círculos gobernantes de Irán han tenido conflictos y discrepancias desde que la RII (República Islámica de Irán) se consolidó, el régimen se ha mantenido unido hasta ahora debido a su aglutinador ideológico teocrático y las instituciones que creó a su alrededor. Esa centralizació n, sin embargo, se ha desarrollado de la mano con la capacidad de diferentes facciones de la clase dominante de encontrar, hasta cierta medida, un lugar para operar dentro del sistema. No obstante, los acontecimientos que llevaron a la elección de Ahmadinejad en 2005 en gran medida habían continuado aislando a los reformistas, excluyéndolos del núcleo del poder y, además, provocando una severa enajenación de parte de sus bases entre las masas hacia el régimen en general. Esa enajenación se vio, por ejemplo, en los muy pocos electores en las casillas durante las elecciones presidenciales de 2005 y también hace poco en las elecciones parlamentarias de
2008.
Las fuerzas que los reformistas electorales representan son peces gordos y no son amigos del pueblo. A pesar de tener discrepancias reales con las fuerzas que son el núcleo actual del régimen y de estar aisladas del núcleo del poder en estos momentos, esas fuerzas son en esencia tan reaccionarias como las de la “línea dura” que representa Ahmadinejad. Los principales representantes de este movimiento no sólo son leales a las principales instituciones de la República Islámica de Irán. Muchos personajes importantes del movimiento desempeñaron un papel central en el surgimiento inicial del régimen islámico después de la revolución contra el Sha. Unos supervisaron directamente la represión extremadamente brutal a las fuerzas progresistas y revolucionarias en los años 1980, la cual incluyó el encarcelamiento masivo, la tortura, el exilio y la ejecución de miles de personas. El propio Mousavi fue primer ministro durante ese período de 1981 a 1989.
El cambio de tácticas de Obama
La elección de Obama en esencia les presentó una oportunidad a esos reformistas. Claro que en lo esencial Obama se ha mantenido fiel al camino estratégico de la clase dominante estadounidense respecto al Medio Oriente, incluidas muchas políticas específicas de Bush. Ningún sector importante de la burguesía estadounidense sostiene un enfoque de “vivir y dejar vivir” en cuanto a la República Islámica de Irán. De hecho, todos estos sectores ven en Irán un gran problema para los intereses de Estados Unidos, en el Medio Oriente en particular; sus diferencias estriban en cómo transformar el régimen, lo que ha sido la fuente de grandes desacuerdos dentro de la clase dominante estadounidense. Aunque Obama comparte el punto de vista de que hay que transformar cualitativamente a la RII, representa a fuerzas que coincidieron en que las tácticas de Bush no estaban logrando esos objetivos, y ha hecho unos cambios de táctica.
El enfoque de Obama combina la contención (presión militar y diplomática, sanciones económicas y guerra de baja intensidad) con negociaciones más flexibles y varias iniciativas de “poder suave” (unos acercamientos económicos, culturales, etc.). Además, ha abierto la posibilidad de charlas entre Estados Unidos e Irán y dijo que debe haber margen para la capacidad de energía nuclear limitada a fines pacíficos. No hay ninguna indicación de que haya suspendido las operaciones militares encubiertas de las fuerzas especiales yanquis en Irán iniciadas por Bush, y ha continuado la mismísima afirmación del régimen de Bush (e Israel) de que Irán sí pretende desarrollar armas nucleares y que eso es inaceptable. Obama también recalcó que estas charlas no pueden durar eternamente y tendrán que terminar alrededor del fin del año. Tal declaración da a entender que de la charla se pasará a algo más draconiano, de embargos más eficaces a
medidas militares, si no se cumple el plazo. Este cambio (el “dulce” y el “garrote” implícito) en la política estadounidense hacia Irán probablemente ha contribuido a que las fuerzas reformistas en Irán de nuevo recuperen su firmeza política y muy probablemente podría constituir incluso un elemento, junto con el odio hacia el actual régimen, de renovado apoyo de amplios sectores de la sociedad iraní a dichas fuerzas.
Aunque las fuerzas “reformistas” cobraron nuevos bríos en parte debido a las nuevas tácticas de Obama, hasta ahora éste ha manejado la actual crisis con cautela y solo ha hecho condenas relativamente tibias de la violencia contra los manifestantes1. Lo hace por varias razones. En primer lugar, como el mismo Obama dijo a comienzos de la crisis, no necesariamente considera que Mousavi desmantelaría a la RII ni dejaría de buscar cosas que Estados Unidos ha prohibido, incluso armas nucleares. En segundo lugar, tal como Obama también ha admitido con franqueza, debido a la historia de Estados Unidos de dominar a Irán y su importante papel en la instauración y apoyo al odiado gobierno del sha de 1953 a 1978, hay mucha posibilidad de que cualquier declaración de apoyo a los manifestantes de parte de Obama tendría un efecto contrario. Ahora mismo, Estados Unidos está “maniobrando pero no está abriendo fuego”, pues trata de determinar qué
curso de acción en general más debilitará a la RII y mejor permitirá que Estados Unidos instaure un régimen más sumiso y lleve a cabo su dominación sin trabas de la región entera. Alguna gente ha considerado el hecho de que en su discurso del viernes 19 de junio, Jameini apuntó su principal ataque a Inglaterra en lugar a Estados Unidos como una señal de las fuerzas de Ahmadinejad y Jameini hacia Estados Unidos respecto a su disposición a amarrar un trato si lograran sobrellevar la crisis y que beneficiaría a los intereses de Estados Unidos trabajar en contra de Mousavi.
Un factor del que Obama pretende sacar provecho es la falta de un claro entendimiento que el imperialismo es un sistema y no sólo un conjunto de medidas y políticas. Aunque casi todos los sectores de la sociedad iraní reconocen y desprecian a Estados Unidos por su papel de derrocar a Mossadeq en 1953 y de instalar y apuntalar al odiado sha, la “admisión” de Obama del “papel” estadounidense en ese golpe de estado tenía el propósito de convencer a las fuerzas y masas iraníes de que había un imperialismo yanqui nuevo, más “bondadoso” y “amable”. A un nivel, estas masas odian lo que hace el imperialismo, pero incluso mucha gente más progresista tiende a reducir el imperialismo a un conjunto de medidas y sistema mundial. Eso las deja sujetas a la influencia de la demagogia de Obama.
El período previo a las elecciones presidenciales
Esto es parte de lo que contribuyó al sentimiento popular que se señaló entre las masas antes de las elecciones de que no iban a votar “por” Mousavi sino “contra” Ahmadinejad. Alentaron tales sentimientos la camarilla de la clase dominante que desafiaba el status quo, las transmisiones de los imperialistas occidentales y los sentimientos espontáneos que reconocían las posibilidades del cambio por medio de estos mecanismos que se presentaban. Un debate televisado sin precedentes entre los dos candidatos principales, Ahmadinejad y Mousavi, unos pocos días antes de las elecciones contribuyó a esto. Ahmadinejad atacó los antecedentes de Mousavi como primer ministro pero en gran parte habló acerca de la corrupción, el soborno y el autobombo de Hashemi Rafsanjani (una importante figura al estilo de un padrino que apoya a Mousavi) y defendió su mandato presidencial basándose en el prestigio de Irán entre los países no alineados y acusando a Mousavi de congraciarse con “tres o cuatro grandes potencias”. Mousavi atacó a Ahmadinejad por su política exterior, la censura, su historial económico y su negación del Holocausto. Este debate aparentemente tuvo un papel importante de desencadenar a los electores en el caso de ambos candidatos y como resultado votaron el 85% de los electores.
Cuando se percibió el robo de las elecciones, muchos factores distintos se convergieron. Por un lado, había la sorpresa y la reacción de fuerzas importantes de la clase dominante representadas por personas como Mousavi y Rafsanjani y sus bases. Por el otro, esto se entretejió con el movimiento popular muy amplio que quería de manera desesperada el cambio y que odiaba todo lo que representa la RII. Estas masas veían las elecciones como el colmo. Eso llevó al estallido que hoy estamos presenciando.
La lealtad de Mousavi al régimen islámico se refleja en la promoción del verde, el color usado como símbolo del islam, en pancartas, letreros, brazaletes de sus simpatizantes y llamamientos a los manifestantes para reunirse en la tumba del ayatolá Jomeini, el clero fundador de la RII, si se encontraran bajo ataque. Mousavi representa los intereses de las fuerzas de clase que pretenden plasmar sus ambiciones por medio de la maquinaria de la República Islámica de Irán y se sienten en este momento bloqueadas por Ahmadinejad. Al igual que Ahmadinejad y Jameini, estas fuerzas quieren mantener la explotación de las masas, quieren maniobrar dentro de las relaciones con el sistema mundial imperialista y no romper con éste y quieren mantener el collar de ahogo del islam como una manera para controlar a las masas y legitimar su propio gobierno. Quieren hacer esto un tanto diferente, con más de lo que conlleva la democracia burguesa, aflojando las
riendas del clero, etc., con un programa económico diferente. Tal como analiza el documento en inglés “Una evaluación del avance hacia una guerra entre Estados Unidos e Irán: Causas y potenciales ramificaciones”, en línea en la página web de este periódico:
«Aunque el régimen tiene una independencia y un control relativo sobre un extenso sector petrolero y las esferas asociadas de operación, de nuevo, se basa en la economía capitalista mundial y se subordina a ésta… Un sector de la clase dominante iraní lucha fuertemente por un programa neoliberal de privatizar las industrias paraestatales. Otros sectores se oponen fuertemente a esto. Esta contradicción también interactúa con las cuestiones de la base social y, en cierto grado, con varias potencias imperialistas con que tradicionalmente varios sectores se han aliado.»
Algunos de ellos ven no solamente que su propio futuro sino el futuro de la RII como una fuerza viable están ligados al hecho de si ganan o no. Por esta razón, al cierre de esta edición, fuerzas como Mousavi no se han retractado sino que continúan llamando para que las elecciones sean anuladas, a pesar del discurso de Jameini el 19 de junio.
Como lo expuso un folleto sacado por el Partido Comunista de Irán (Marxista-Leninista -Maoísta) al comienzo de este levantamiento:
“El afilado carácter de este levantamiento apunta a la banda criminal de Ahmadinejad y los principales directores de la escena detrás de él (un sector de los grandes capitalistas, las cabezas del ejército y los servicios de inteligencia y un sector del clérigo chiíta). Pero este es un gran error si nos limitamos a ver todo el sistema solamente en los golpistas de hoy. Todas las facciones de este sistema estatal, incluidos los ‘reformistas’, se han dedicado 30 años al crimen y al robo. El hecho de que hoy unos lobos les tengan por la garganta a otros lobos y viceversa de ninguna manera cambia la naturaleza anti-popular de estas facciones. Pero las grietas en la República Islámica de Irán no tienen precedentes y han trastornado la cohesión interna y han debilitado al régimen ante el pueblo. La demostración de fuerza de Ahmadinejad y Compañía es una señal de desesperación.”
Hay muchísimo en juego
Existe el potencial de que las fuerzas revolucionarias, incluso pequeñas al principio, saquen ventaja del levantamiento y fortalezcan la influencia y organización de una solución revolucionaria. Si tales fuerzas están entre el pueblo revuelto y si luchan para cambiar los términos de la revuelta y para desviarla fuera de los canales de la lucha solo por una “RII reformada”, pues una lucha social que al comienzo y espontáneamente se limita en esencia a los términos de la oposición entre dos polos que en lo fundamental y en última instancia son reaccionarios por igual (es decir, la democracia burguesa o el absolutismo fundamentalista) podría suscitar tanto la necesidad como la posibilidad de transformar la situación en una dinámica en la que crezca el polo de oposición radical, se zafe de esos confines y con una fuerza comunista revolucionaria que pueda entrar y contender en el proceso dinámico y cobrar fuerza en el curso de dicha
situación.
Es claro que este es el más grande desafío para la RII desde su consolidación en 1982. Está en el aire qué camino coger. El régimen podría asumir una represión aún más sanguinaria con matanzas en masa. Las fuerzas encabezadas por Mousavi bien podrían llamar a ponerle freno. Pero no queda ninguna duda de que Estados Unidos y otras potencias maniobrarán en esta situación con la finalidad de mantener la lucha de las masas dentro de los confines de la democracia burguesa y de lo que es aceptable para los intereses de los imperialistas.
Por otra parte, también podría darse el caso de que el conflicto entre estas dos fuerzas reaccionarias siga agudizándose. Pero de aún más importancia, la lucha también podría desarrollarse más de acuerdo a lo delineado arriba: una lucha en la que la represión contra las masas NO logre “volver a meter el genio en la lámpara”… una lucha llena de giros y vueltas, estallidos y aparente calma… una lucha en que los intereses de las masas se suban a primer plano a través de este proceso complejo.
Todo el que ansíe un cambio radical fundamental, una revolución, no sólo debería esperar con ganas sino apoyar políticamente esta última posibilidad.
1. Sólo cabe espacio para comentar de paso la considerable capacidad de Obama de mantener una cara de palo al condenar la muerte de inocentes en Irán, en boca del principal representante de una potencia imperialista que no sólo apoyó durante 25 años a su títere el sha y su matanza de decenas de miles de inocentes sino que también azuzó, alentó y procuró prolongar la guerra entre Irán e Irak en los años 80 en que se calcula murieron un millón de personas.