La crisis: cáncer incurable del capitalismo. Algunas cuestiones para el debate
Tras la lectura de algunos artículos y opiniones sobre la crisis en los cuales se exponen algunas añejas teorías rebozadas de marxismo pero que nada tienen que ver con lo que Marx expone sus trabajos
Tras la lectura de algunos artículos y opiniones sobre la crisis en los cuales se exponen algunas añejas teorías rebozadas de marxismo pero que nada tienen que ver con lo que Marx expone sus trabajos de Economía Política (Grundisse, El Capital…), quiero añadir algunas cuestiones al debate sobre las causas de la crisis.
Me refiero aquí a las teorías del subconsumo de algunos intelectuales socialdemócratas muy influenciados por el marxismo entre los que destaco a Vicente Navarro y otros más a la izquierda como el colectivo de economistas Taifa (1), además de la emperrada insistencia en sectores de izquierda (ecosocialismo, tercera via) en la defensa de la regulación del mercado como salida a la crisis (reformar el capitalismo sin superarlo).
Algunos plantean el subconsumo para reclamar la expansión del consumo como alternativa para salir de la crisis (Navarro) y otros reifican el subconsumo como análisis-causa de la crisis, para colocar la necesidad de superar el capitalismo (colectivo Taifa). Ambos en realidad hablan en el lenguaje de las consecuencias pero no en el lenguaje de las causas de la crisis.
1.- Vicente Navarro en un interesante artículo (¿Hará falta una IIIª Guerra Mundial para resolver la crisis económica?), nos dice que la gente no compra porque está superendeudada debido a la enorme redistribución de las rentas que las políticas públicas neoliberales han impulsado a favor de las rentas del capital a costa de los salarios (cuestión bastante cierta), y nos advierte que la solución para salir de la crisis pasa por aumentar la capacidad adquisitiva e impulsar desde los poderes públicos actividad económica con la creación de empleo (obras públicas, servicios públicos, escuelas, sanidad…), y la corrección del fraude fiscal.
Navarro señala al subconsumo, la falta de capacidad de consumo, como causa de la crisis y que su salida pasa por impulsar políticas reformistas dentro de los márgenes del Estado de Bienestar. Creo que desde una política de clase y revolucionaria no se debe cuestionar la defensa de las conquistas del estado de bienestar y su ampliación frente a la ofensiva neoliberal, pero aun así debemos admitir sin negar a Marx que el subconsumo sigue sin explicar las causas de la crisis, porque si manifestamos que la salida de la crisis pasa únicamente por aumentar la capacidad de consumo y reforzar el Estado de bienestar, sino aclaramos hacia dónde vamos estaríamos admitiendo que el Estado actual (capitalista) puede reformar el sistema, y si eso es así de ¿qué tipo de socialismo estaríamos hablando? ¿o es que asumimos de facto de que las contradicciones se resuelven pacíficamente en el capitalismo en vez de agudizarse?.
Es cierto que tras 25 años de neoliberalismo, de acometida contra el salario con su caida tendencial con respecto a las riquezas creadas, han provocado tanto en términos relativos como absolutos que los ricos sean mucho más ricos y que el resto del mundo sea más pobre, que el poder adquisitivo haya caído tanto que ahora no podamos comprar lo que producimos. Pero ello, no lo olvidemos son manifestaciones de la crisis general del capitalismo, no sus causas y soluciones que hay que buscar en otro sitio.
La crisis actual destapa que estamos ante un doble problema que no es sólo de redistribución sino también de crecimiento económico. La contradicción socialización de las fuerzas productivas-relaciones de producción capitalistas, sale a la palestra. Tras el considerable crecimiento que el capitalismo logró desde los años 50 hasta los 70, la crisis del 73 vino a destapar la sobreproducción existente. Con posterioridad ante la saturación de los mercados el neoliberalismo potenció aún más si cabe el dinero ficticio entre los consumidores para aumentar la producción, lo cual no era nada nuevo, precisamente Marx en el S. XIX ya nos llegó a explicar que el crédito era ya un medio que el capital dispone para agrandar el mercado más allá de sus límites.
No obstante el «más allá» financiero tiene también sus límites sistémicos, las tasas de crecimiento anual del VAB (Valor Añadido Bruto) que es de donde salen las ganancias han ido decreciendo de forma constante, el 1,4% anual de los 80 y el 1,1% de los 90, contrastan con el 3,5% de los 60 y el 2,4% de los 70 (2). E incluso el crecimiento global del producto bruto mundial ha ido en esa misma tendencia, si la economía global creció a una tasa anual media del 4,9% en el periodo 1950-73, en 1974-79 pasó al 3,4%, en la década de los 80 al 3,3% y en los 90 al 2,3% (3). Es decir, no sólo no se superan los ratios de crecimiento desde la crisis del 73, sino que la economía de mercado es insostenible para el progreso económico de las fuerzas productivas y la satisfacción creciente de las necesidades humanas. Por tanto, el neoliberalismo no es un invento de mentes malvadas sino que es producto de la tendencia de la acumulación de capital a frenar la tasa decreciente de las ganancias dentro de los márgenes del capital variable y la plusvalía, los cuales como ya nos indicaba Marx se estrechan cada vez más con respecto al capital constante.
Todo marxista debe asumir que la economía no es independiente de la política, que la economía política hace referencia no sólo a las relaciones de producción, sino al poder político que las sustenta, el carácter de clase del Estado, y por tanto hoy frente al neoliberalismo cualquier política antineoliberal que perjudique la tasa de ganancias (fiscalidad progresiva, inversión en actividades sociales públicas, eliminación del fraude fiscal, expansión de la demanda con la creación de empleo público y el fortalecimiento de los salarios) entrará de forma inevitable en contradicción con el sistema tanto en lo económico como en lo político. Por tanto, tales políticas que sin duda son necesarias para combatir las consecuencias de la crisis en defensa de los intereses de los mayoritarios, los trabajadores, agudizarán de forma inevitable la lucha de clases, demostrando que el capitalismo debe superarse.
2. Dentro de estos argumentos, algunos colectivos de economistas marxistas como Taifa, también plantean que la «causa real» de la crisis es el estancamiento de los salarios durante los últimos 30 años y que como consecuencia los trabajadores consumen cada vez menos.
Nos volvemos a topar con la teoría del subconsumo como causa de la crisis. Aquí la apariencia somete a la esencia de las cosas, la disminución de la demanda (subconsumo) provocada por la disminución del salario es causante de la crisis y la caída de la tasa de ganancias su consecuencia. Con este planteamiento Marx se equivoca y Keynes tiene razón.
Esta teoría sin embargo no explica cómo el consumo ha crecido hasta hace poco con el dinero ficticio, crédito, indispensable como dijera Marx para el funcionamiento del capitalismo, a pesar del estancamiento salarial y también esta teoría puede ser perniciosa ya que si la causa de la crisis es el decrecimiento de los salarios se puede llegar a la peregrina conclusión de que dentro del capitalismo se pueden subir los salarios sin que el capital recurra a otros medios (inflación, sobrexplotación del trabajo asalariado…), y que por tanto la crisis es evitable dentro del sistema si se someten a los monopolios y accionistas especuladores a la subida salarial. Llegado a esta conclusión se pueden desprender tres cuestiones:
• Que el capitalismo puede reformarse desde dentro, que sería la posición más socialdemócrata (keynesianismo duro).
• Que el capital tienda a anularse a sí mismo suprimiendo el trabajo adicional-plusvalía decreciente (derrumbe automático del sistema) frente al crecimiento del salario, que sería la posición más izquierdista.
• Que Marx se equivocaba cuando nos decía que la tendencia general de la producción capitalista es reducir el nivel medio del salario y que este puede crecer de forma estable dentro del capitalismo.
Estos debates no son nuevos, el marxismo ya los vivió a principios del S.XX.
Sobre la reforma del capitalismo, habló hace más de un siglo Hilferding, el cual planteaba que la preponderancia del capital financiero frente al industrial y mercantil dotaba al capitalismo de un nivel de organización superior eliminando la anarquía productiva y su tendencia a la crisis. De forma interesada Hilferding ignoraba que los activos financieros son derechos de papel sobre la plusvalía que se crea en la economía productiva y que para Marx si no hay ciclo productivo, no hay capital y acumulación, ya que de la existencia del capital industrial depende no sólo la apropiación sino la creación de la plusvalía, que el resto de capitales son formas funcionales del capital industrial en la circulación (4) y que el ciclo productivo bajo las leyes de acumulación de capital llevan ya el motor de la crisis (ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancias). Por tanto, ni se elimina la anarquía productiva y la competitividad en el mercado, ni se erradica la crisis bajo el capitalismo.
La ignorancia de la tendencia decreciente de la tasa de ganancias como motor de la crisis, conduce a los teóricos del subconsumo que consideran la crisis como un simple efecto de la caída de los salarios y el aumento de los precios a no analizar los otros aspectos que también contrarrestan la caída de la tasa de ganancias:
a) El aumento de la productividad en las ramas de consumo obrero.
b) En consecuencia con lo anterior la disminución relativa del valor de la fuerza de trabajo.
c) El abaratamiento de los costes fijos de capital.
d) El comercio internacional, con la importación de materias primas y alimentos con menor coste, y la inversión de capital en la periferia donde la composición orgánica de capital es baja y la tasa de ganancias más alta.
Aspectos que además del aumento de la explotación de la clase obrera por otras vías (ritmos de trabajo, plusvaía absoluta, reducción del salario por debajo de su valor real) pueden permitir al capital salir de la crisis de acumulación recuperando los beneficios, siempre que su opuesto, el proletariado, se lo permitamos.
Estos amigos olvidan que si la plusvalía sale del trabajo vivo adicional, al ser cada vez mayor el coste de las máquinas, energía y materias primas invertidas sobre el capital global adelantado, por mucho que se reduzca el salario, por mucho que se aumente la superexplotación de la clase obrera, la tendencia es hacia el decrecimiento de la tasa de ganancias. Por eso la crisis capitalista es inevitable, porque la crisis viene a ser un bálsamo en la acumulación y competitividad que desvaloriza el capital constante con las quiebras y venta de empresas con sus medios e instalaciones a otros monopolios más fuertes, ya que la desaparición de esas empresas deja cuota de mercado para los capitales que continúan y ven aumentar su rentabilidad. Marx también contemplaba que en la fase de reanimación de la crisis el capital se vea obligado a abaratar los costes constantes de capital con la aplicación de la tecnología avanzada, las nuevas fuentes de energía y el abaratamiento de los costes de las materias primas-energéticas (5). En consecuencia, el abaratamiento de los costes fijos de la producción capitalista reanima la tasa general de las ganancias junto a la explotación creciente de la clase obrera.
En el polo opuesto a Hilferding, los teóricos del subconsumo más a la izquierda convierten a la crisis como algo no sólo estructural sino permanente y sin posibilidades de recuperación, dando pie a la teoría del Apocalipsis o derrumbe automático del capitalismo.
Es el derrumbe automático que toma la crisis de sobreproducción de mercancías, trasladándose al ámbito de la circulación fuera de la producción (subconsumo), como crisis última, como el colapso y quiebra general del sistema capitalista a escala planetaria víctima de sus propias contradicciones, lo que de forma indirecta convierte al marxismo en una mera teoría económica en el que la que la lucha de clases no tiene cabida. Por el contrario, históricamente se ha demostrado que es el resultado de la lucha de clases lo que condiciona la salida a las crisis y su forma, ya que el imperialismo aun siendo el capitalismo parasitario en descomposición, sin el elemento de la acción revolucionaria que intervenga, éste no perece automáticamente. Es en el campo de la lucha de clases con el cambio de la correlación de las fuerzas sociales, donde únicamente pueden resolverse las contradicciones del capitalismo.
Para el materialismo histórico el capitalismo se derrumba con la crisis general de acumulación como telón de fondo, pero con la acción del movimiento obrero revolucionario que debe romper la envoltura del capitalismo, la superestructura política, jurídica e ideológica, el Estado capitalista, mediante la cual los expropiadores sean expropiados.
Por último, los más socialdemócratas partidarios del keynesianismo duro consideran viable el Estado de bienestar bajo el capitalismo como finalidad que expande la demanda indefinidamente y que puede acabar con la crisis sistémica. La finalidad histórica de la planificación por la asociación de los productores libres es sustituida aquí por el mercado regulado. Esta cosmovisión olvida el capitalismo no puede subsistir sin las crisis periódicas de sobreproducción que forman parte de la crisis estructural (tendencia decreciente de la tasa de ganancias) y general (lucha de clases).
3.- El emperramiento de la izquierda en regular los mercados financieros como salida a la crisis continúa, y sino ahí están los argumentos y opiniones sobre que lo malo es el capitalismo especulativo, que hay que controlar y regular el mercado, argumentos que parecen ser mayoritarios en el campo de la izquierda.
Puestas así las cosas no es casual que los empresarios españoles con el presidente de la CEOE a la cabeza (Gerardo Díaz Ferrán) hagan eco de tales argumentos y echen la culpa de la crisis al capital especulativo y al mundo vive por encima de sus posibilidades: trabajadores, pensionistas, parados, inmigrantes… ¡¡¡jope, si somos clases medias!!!. Y como el capitalismo no es responsable de la crisis ahora nos plantean hacer un paréntisis a la economía de mercado con un pliego de reclamaciones al Gobierno para salir de la crisis, reclamaciones por cierto nada keynesianas como la flexibilizacion del mercado de trabajo con el despido libre y gratis, reducir los impuestos y cuotas empresariales, además de eliminar la revisión salarial.
Mientras los beneficios crecieron durante los últimos 10 años se olvida que las actualizaciones salariales se hacían sólamente con el IPC, y ahora ante la depresión se habla de congelar el salario, y eso a pesar de que el salario medio en España es un 22% inferior a la media de la UE-15 y un 13,6% inferior a UE-25 (6), y a pesar de que en la fase depresiva de la crisis la deflación, la desvalorización de las mercancías (incluyendo la fuerza laboral) ya se encarga de frenar el crecimiento medio del salario real (crecimiento negativo del IPC) y el salario pactado en los convenios (7).
Como vemos en el fondo los empresarios a pesar de su fraseología hipócrita contra capitalistas especuladores y consumidores irresponsables, en la práctica son más marxistas para la defensa de sus intereses que algunos progres, ya que si revisamos cada una de sus propuestas para salir de la crisis forman parte de las tendencias para frenar la caída de ganancias señaladas por Marx, aunque es evidente que no asumen el resultado de la tendencia histórica de la acumulación de capital (expropiarse a ellos mismos).
De todas maneras tanta moralina sin sentido de clase nos puede llevar un disgusto ya que ningún «capitalista malo, especulador y cabrón» supuestamente responsables de la crisis ha sido ni será juzgado, sino que encima muchos recibieron y reciben buenas indemnizaciones por dimitir de sus cargos sin ser inhabilitados para seguir ejerciendo y especulando, ya que estamos en un sistema que estructuralmente ampara el egoísmo, la especulación y la delincuencia social de guante blanco.
Eso es así, si partimos de la base de que no existen capitalistas malos y buenos, y que el capital es una relación social, que son las propias leyes del capitalismo las que no permiten otra lógica que la del beneficio creciente de carácter egoísta, y que estas leyes y relaciones sociales no son un hecho natural inmodificable sujeto a una noción natural del individuo como ente egoísta ajeno a las relaciones sociales que lo conforman. En consecuencia, las causas de la crisis siguen siendo las mismas: ley general de la acumulacion capitalista, contraste fuerzas productivas/relaciones de producción, y su motor la tasa de ganancia decreciente. Por tanto, Marx tiene razón y Keynes se equivoca.
Y si todavía no nos convencemos de que el capitalismo funciona así, con crisis, caída de la tasa de ganancias y tendencias que la contrarrestan donde cabe la reducción del salario medio, ahí están las previsiones recientes del último informe de la OIT que advierten que el salario real se reducirá en el 2009, tras una década en la cual ya estuvo por detrás del crecimiento económico mundial (es decir, que mientras la economía mundial crecía a un ritmo del 4% los salarios lo hicieron al 2%). Según este informe los salarios crecerán en el 2.009 un 1,1% mientras en el 2.008 lo hicieron un 1,7% a nivel mundial. En los países industrializados si en el 2.008 los salarios crecieron un 0,8% en el 2.009 lo hará en negativo -0,5%. Es decir, que la clase obrera llevamos 10 años y más pagando a costa de nuestros salarios reales la recuperación de los beneficios y vamos a seguir pagándola si el capitalismo impone su lógica. ¡Cuanta razón tenía Marx cuando nos advertía que la tendencia del salario medio en el capitalismo es hacia su reducción!.
Y es que la crisis no es sólo coyuntural, es sistémica, y eso no se lo quita ni una tableta de gelocatil. Por eso quiero recordar que la travesía de las 4 últimas crisis (1.951-52, 1.973, 1.992-93, y 2.007-08), incluyendo los malos tragos que el capitalismo ha tenido que digerir en la lucha de clases («convivir» con el socialismo, la descolonización y un movimiento obrero occidental fuerte), esa tendencia decreciente de la tasa general de ganancias no ha parado, y los mecanismos anti-crisis no han dejado de funcionar, contra la clase obrera, los países dependientes, destacando la salvaje restauración del capitalismo en la Europa exsocialista, donde el neoliberalismo como receta divina anti-crisis ha hecho escuela sobre cómo debe hacerse trizas todo bienestar en aras de recuperar la tasa de ganancias y la estabilidad política mundial.
Y es que el tándem Hayek-Friedman siempre habían estado pululando frente a Keynes esperando como la zorra a las gallinas el reflujo revolucionario mundial, donde la oligarquía financiera aprovechando la fuerza de su Estado clase y los organismos internacionales bajo su control (FMI, Banco Mundial, GATT…) no se arrugó en aplicar políticas monetaristas e inflaccionarias para desinflar el coste de la fuerza de trabajo, agudizar el intercambio desigual, inflar la deuda externa, patrocinar las guerras para el control de los recursos, etc. Los intereses geopolíticos y geoeconómicos convivieron bien primero bajo la hegemonía de Keynes, y ahora bajo la hegemonía de Friedman.
El triunfo final de la estrategia neoliberal en los últimos 30 años ha supuesto la recomposición de la crisis del 73 con un modelo que ha facilitado el aumento de los beneficios de las burguesías imperialistas a través de abaratar los costes de producción únicamente por medio de los costes laborales con la deslocalización industrial hacia países fuera de los centros imperialistas, la desintegración productiva/subcontratación de partes de la fábrica integral (toyotismo), la caída internacional de los salarios con la entrada de millones de obreros en la periferia mundial a la explotación capitalista, la caída del salario indirecto en cuanto prestaciones sociales complementarias como pensiones y desempleo, la aceleración de los ritmos de trabajo y la mayor densidad de las jornadas laborales.
4- Falta de regulación financiera, irresponsabilidad en la gestión, inmoralidad en la bolsa, etc, no dejan de ser reflexiones tabúes que impiden ir mas allá, adentrándonos en la lógica del sistema, cuestionándola, redescubriendo la ley general de acumulación capitalista y su tendencia histórica descubierta por Marx: «El monopolio ejercido por el capital se convierte en traba del modo de producción que ha florecido con él y bajo él. La concentración de los medios de producción y la socialización del trabajo alcanzan un punto en que son incompatibles con su corteza capitalista…» (8).
Los mercados financieros no son un injerto ajeno al sistema, sino que son un medio eficaz que dispone el capital para agrandar el mercado por encima de sus dimensiones físicas, la esencia del capitalismo sigue siendo la búsqueda del máximo beneficio que pasa por la explotación del trabajo asalariado a nivel mundial.
No podemos resignarnos a tener como única meta la corrección de los excesos del capitalismo, limitando el desorden neoliberal sin cuestionar el fondo, es decir, el dominio del capital. La idea de presionar al capital para que deje de ser especulativo y se dedique a de lleno a la esfera productiva, no deja de ser un espejismo ya que su aplicación de por sí no supera el capitalismo. Combatir el capital especulativo es un indicador del derroche del sistema, pero no el medio para superar el capitalismo.
Espejismo porque, el sistema financiero es un mecanismo de la circulación del capital inmerso en el proceso de acumulación, el cual es imposible de eliminar, a no ser que se suprima el capital como función económica. Y si esta reivindicación no se acompaña en un proceso de transformación revolucionaria que suprima el capital, acabaría por no ver que los actores que intervendrían para realizar tal política re-distributiva no dejarán de ser los Estados-clase, que no son neutrales, volviendo a caer en la vieja posición economista de la lectura socialdemócrata y eurocomunista de las transformaciones desde el Estado-neutral, posición anti-marxista sobre el carácter de clase del Estado capitalista y su función antirrevolucionaria.
Si por ejemplo, el debate sobre la tasa Tobin se limita a aspectos técnicos de un simple impuesto re-distributivo, bajo la tesis dialéctica capital especulativo/capital productivo, en vez de servir como una reivindicación para un análisis y propuestas políticas alternativas y críticas al capitalismo más allá de los modelos de acumulación (keynesianismo, neoliberalismo), la conclusión final será que el problema no es la acumulación de beneficios sino la forma inmoral de obtenerlos.
En dirección contraria el análisis científico Marx en su meta final nos invita a despojarnos de las categorías místicas de la economía política burguesa (mercancía, dinero, etc.), porque el capital especulativo o productivo despojado de mística, objetivamente surge de la explotación del trabajo asalariado sin el cual sería imposible, de ahí que todas las reivindicaciones no deben de caer en el simplismo de paliar efectos como finalidad y deben de acompañarse del objetivo revolucionario en la crítica y en el fin: el desarrollo económico sostenible es imposible en el capitalismo, se necesita superarlo. Lo mismo pasa cuando se reivindica una producción ecológicamente sostenible, esta no debe significar sólo que contamine menos sino que a la larga debe cambiar de finalidad, y en vez de satisfacer el beneficio capitalista, satisfacer las necesidades humanas, liberando la revolución tecnológica y el conjunto de las fuerzas productivas de las cadenas del capital.
Ya Marx nos advertía en los Grundisse que «Nadie creerá… poder eliminar mediante una reforma de la bolsa los fundamentos del comercio privado interior o exterior… la sociedad burguesa que descansa sobre el valor de cambio, aparecen relaciones de producción y de tráfico que son otras tantas minas para hacerla saltar en pedazos… Una cantidad de formas antitéticas de la unidad social; cuyo carácter antitético… nunca podrá… saltar en pedazos mediante una metamorfosis pacífica» (9).
Por lo que ligar las reformas como objetivos mínimos y acumular fuerzas a la revolución como objetivo máximo en la transición al comunismo, superando el capitalismo, sigue siendo la posición mas científica en la política revolucionaria, y ello empieza como pensaban Marx y Lenin, por plantearse el poder político con perspectiva revolucionaria mundial, dado que el capitalismo no dejará la escena histórica ni autónomamente levitando las fuerzas productivas «autónomas», ni por medio de reformas, dado que tales reformas subsisten en un marco hostil de relaciones de producción mercantil-capitalista dominante, donde funciona la ley del valor y el derecho burgués, que deben dejar paso a la asociación de los productores libres en un contexto de propiedad colectiva de los medios de producción, de los conocimientos científico-técnicos, bajo planificación social de la producción y distribución, y ello sin agudización de la lucha de clases, sin medidas revolucionarias incluso en periodos de transición para llevar a cabo tales reformas es imposible.
5. Hoy en la actualidad, la lucha contra la crisis pasa por combatir el neoliberalismo como modelo hegemónico de explotación de la clase obrera, que no va abandonar el escenario histórico ni lo pretende. El movimiento obrero sigue teniendo el reto de jugar el papel principal en estas luchas tanto en el plano político como en el sindical.
La defensa de la creación de empleo estable, la política industrial, la nacionalización de sectores estratégicos, el crecimiento del poder adquisitivo, la fiscalidad progresiva, el impulso de la actividad económica desde los poderes públicos (servicios públicos, escuelas, sanidad…), son metas claramente antineoliberales que atacan a la forma de explotación reinante.
Pero no nos confundamos. Combatir el neoliberalismo con estos objetivos de reformas, avances, conquistas, significa combatir las consecuencias de la crisis pero no sus causas, que son mucho más profundas. Es indudable que la identificación de la clase obrera y sus organizaciones de clase con estos objetivos preparará las condiciones para metas mayores, ya que agudizará la lucha de clases, elevará la conciencia de clase, pero este combate contra las consecuencias de la crisis y el neoliberalismo, es insuficiente sino se le añade la lucha por la superación del capitalismo.
Por tanto, luchar sólo contra las consecuencias de la crisis creyendo que ésta es la salida o solución de la crisis, no significa por mucho que se pregone erradicar las causas que la generan. La crisis sólo desaparecerá cuando el capitalismo muera. Hoy, cuando las luchas arrecian, el movimiento obrero tiene la obligación con esos objetivos agudizar las contradicciones de clase para acumular fuerzas y avanzar hacia el objetivo socialista que es y será la única alternativa posible al capitalismo y su crisis estructural.
Notas:
(1) «La baixada del salari és la causa real de la crisi». Entrevista de L’ACCENT a Ivan Gordillo y Joan Junyent, economistas y miembros del colectivo Taifa.
(2) Según David Harvey, geógrafo marxista, citado por Pau Alarcon en El fracaso del capitalismo (kaosenlared.net 27-12-2008).
(3) El más allá de la recesión (Jorge Bellestein) febrero 2008.
(4) «El capital industrial es el único modo de existencia del capital en el cual no sólo la apropiación de plusvalía, o en su caso de plusproducto, sino al mismo tiempo su creación, es función del capital. Por eso condiciona el carácter capitalista de la producción; su existencia implica la del antagonismo de clase entre capitalistas y asalariados… Los otros tipos de capital que aparecieron antes que él…no sólo se subordinan a él y se los cambia, en el mecanismo de sus funciones, de acuerdo con él, sino que únicamente se mueven sobre él como base, y por tanto, viven y mueren, se mantienen y caen con esta su base. El capital dinerario y el capital mercantil, al aparecer con sus funciones como vehículos de ramos especiales de los negocios, junto al capital industrial, sólo son ya modos de existencia -que, por la división social del trabajo se han vuelto autónomos y se han desarrollado unilateralmente- de las distintas formas funcionales que el capital industrial ora adopta, ora abandona, dentro de la esfera de la circulación.»( K. Marx. El Capital. Tomo II. Vol. 4º. Capitulo I, pgs. 62 y 63. S. XXI.
(5) Uno de los efectos inmediatos de esta crisis ha sido la rebaja del precio del petróleo de 95 dólares el barril a 40.
(6) Informe INE 2005.
(7) La tasa de variación acumulada en el mes de noviembre ya alcanzó el 2% similar al previsto por el Gobierno, y el año cerró en diciembre con una variación acumulada del 1,4%, seis décimas por debajo del previsto. (Fuente INE). Por lo que los salarios afectados en Convenios por la revisión anual se congelan.
(8) K. Marx. El Capital pág. 953 libro I, vol. 3° Ed. Siglo XXI).
(9) K. Marx. Líneas fundamentales de la Crítica de la Economía Política (Grundisse) Primera Mitad (K. Marx) Ed. Crítica. Grupo Grijalbo. Tomo I°, pág. 87.