La derecha y la Iglesia emprenden campaña anticomunista para intentar polarizar las elecciones
Voceros de los partidos de derecha y de la cúpula de la Iglesia Católica han emprendido una campaña denunciando al gobierno por supuestamente querer implantar el «comunismo» en Venezuela. Mediante esta campaña reaccionaria, la derecha pretende avanzar en la polarización de las elecciones, engañando a una población cada vez percibe con mayor claridad que en Venezuela no hay socialismo sino capitalismo salvaje.
Voceros de los partidos de derecha y de la cúpula de la Iglesia Católica han emprendido una campaña denunciando al gobierno por supuestamente querer implantar el «comunismo» en Venezuela. Mediante esta campaña reaccionaria, la derecha pretende avanzar en la polarización de las elecciones, engañando a una población cada vez percibe con mayor claridad que en Venezuela no hay socialismo sino capitalismo salvaje.
Precisamente, el objetivo de esta campaña es enfrentar agresivamente al creciente escepticismo de la población venezolana, que percibe que en Venezuela el gobierno no encabeza ninguna revolución que dé respuesta a sus expectativas de cambio y justicia social, mientras que la derecha proimperialista tampoco tiene nada que ofrecer, que no sea la restauración del régimen cuartorrepublicano.
Con la campaña contra el comunismo, la derecha más rancia pretende cerrar esa brecha que se ha abierto y que amenaza con liquidar la polarización electoral entre el PSUV y la coalición derechista. Paradójicamente, al denunciar el «comunismo», la derecha legitima el discurso oficial, según el cual estamos ante una «revolución socialista».
Uno de los primeros portavoces de esta política anticomunista ha sido el ex ministro del Interior Luis Miquilena, quien vincula la ley de comunas a supuestos planes para implantar el comunismo. El ministro de Educación, Héctor Navarro, replicó el 30 de junio que «en Venezuela no existe alguna posibilidad de que se concrete un proyecto comunista», añadiendo que en tal caso podría llegarse al comunismo «dentro de varios siglos». Ciertamente, lo que avanza en Venezuela es un modelo de entrega de los recursos naturales al capital transnacional, y el afianzamiento de una burguesía emergente, conocida popularmente como boliburguesía o chavoburguesía. Nada más alejado del socialismo, que de acuerdo a la doctrina marxista es la etapa de transición hacia el comunismo, mientras que el comunismo viene a ser una sociedad en la que han sido abolidas las clases sociales y el Estado es liquidado.
La Iglesia Católica como caballito de batalla de la derecha
La campaña anticomunista ha arreciado con la participación protagónica durante la última semana de la jerarquía de la Iglesia Católica, muchos de cuyos miembros participaron activamente en el golpe de Estado ultraderechista de 2002, y son connotados derechistas. El Cardenal Jorge Urosa Savino precipitó un cruce de declaraciones públicas con el gobierno al denunciar en un tono casi histérico que el país se enrumba hacia el socialismo marxista, y que se encuentra en peligro la propiedad privada. Seguidamente, el presidente Chávez replicó llamando «troglodita» al Cardenal, y planteando que se opuso a su nombramiento. Chávez también aclaró que es contrario al comunismo. Los hechos de la economía y la política oficial ratifican que el gobierno es anticomunista y procapitalista.
El presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), Ubaldo Santana, ratrificó la opinión de Urosa Savino en cuanto al «temor e inquietud de que efectivamente no estemos caminando hacia la consolidación de la democracia, sino hacia un régimen de carácter marxista, socialista y hasta comunista». Ubaldo Santana participó activamente en el golpe de Estado de 2002, desde el estado Zulia, pronunciándose públicamente en apoyo al gobierno de facto de Carmona Estanga.
El ex rector de la UCAB, el fascista Luis Ugalde, también cerró filas con Urosa Savino, declarando el 7 de julio: «Estoy totalmente de acuerdo… que el peligro y que a donde nos quiere llevar el gobierno es al comunismo».
Sin embargo, el gobierno ha procurado pactar con la jerarquía eclesiástica, y mantiene cuantiosos subsidios a la educación religiosa. De hecho, al ser nombrado presidente de la CEV, Ubaldo Santana elogió al «socialismo del siglo XXI» como un modelo compatible con el capitalismo y la democracia burguesa.
Baltazar Porras, vicepresidente de la CEV, dijo hoy ante el canal Globovisión, que el presidente Chávez pidió la mediación de la Iglesia durante el golpe de abril de 2002, para que le aseguraran a él y su familia la salida del país. Aunque el propio Porras es un recalcitrante derechista y también apoyó el golpe de Estado, esta versión también es reflejada por el libro «Abril, golpe adentro», del periodista Ernesto Villegas, obra que es considerada una referencia obligada sobre el tema. Actualmente, el gobierno mantiene buenas relaciones con un sector de la jerarquía eclesiástica, encabezado por el obispo Mario Moronta, de quien Chávez dijo que debería ser Cardenal, en lugar de Urosa Sabino.
En Venezuela no hay revolución ni socialismo, sino capitalismo puro y duro
En la antesala de las elecciones parlamentarias de septiembre, Venezuela atraviesa una crisis económica producto de la caída de los precios del petróleo, rubro del que depende totalmente la economía capitalista del país. El gobierno ha adoptado medidas burguesas de ajuste, devaluando la moneda y aumentando el IVA, al tiempo que ha otorgado financiamiento al empresariado privado. Las expropiaciones realizadas por el gobierno han sido pagadas con miles de millones de dólares del erario público, mientras que se congelan las contrataciones colectivas de los empleados públicos y se violan los derechos de los trabajadores. Lo que ha fracasado con Chávez, nuevamente, no es el socialismo, sino el intento de impulsar el desarrollo capitalista apoyándose en la llamada «burguesía nacional».