La ilusión gradualista
Lucha de Clases Nro. 7
Revista de Teoría y Política Marxista
Segunda época, junio de 2007
En el campo de la teoría y las ciencias sociales, el fenómeno del
chavismo y el resurgir de “nacionalismos” de diversa intensidad, han
alimentado la vuelta de ciertos debates en torno a temas como el
nacionalismo, el anti-imperialismo, la relación entre la emancipación
nacional y la lucha de clases, la unidad latinoamericana, entre otros.
Investigadores y académicos han encarado el estudio de las
experiencias de las organizaciones que durante distintos períodos de
la historia latinoamericana hablaron en nombre del anti-imperialismo.
Lucha de Clases Nro. 7
Revista de Teoría y Política Marxista
Segunda época, junio de 2007
En el campo de la teoría y las ciencias sociales, el fenómeno del
chavismo y el resurgir de “nacionalismos” de diversa intensidad, han
alimentado la vuelta de ciertos debates en torno a temas como el
nacionalismo, el anti-imperialismo, la relación entre la emancipación
nacional y la lucha de clases, la unidad latinoamericana, entre otros.
Investigadores y académicos han encarado el estudio de las
experiencias de las organizaciones que durante distintos períodos de
la historia latinoamericana hablaron en nombre del anti-imperialismo.
1.
El contexto de esta vuelta de debates hacía tiempo desplazados, es el
de una extendida ilusión, a nivel de las masas, de que con gobiernos
como el de Chávez, el Estado puede introducir desde arriba cambios
sustanciales en las condiciones de vida de los trabajadores y el
pueblo. Una “ilusión política” que privilegia al Estado por sobre el
“movimiento social” 2. Pero esta “ilusión política” viene acompañada
de una “ilusión gradualista”. En las masas, es la ilusión de mejoras
sustanciales obtenidas a ritmos lentos pero seguros. En ciertos grupos
que se reclaman marxistas (IS, MST, también el PCR, aunque desde un
ángulo maoísta de apoyo a la burguesía nacional), consiste en la idea
de que el avance revolucionario de la clase obrera se desarrollará a
favor y no contra la corriente del chavismo. En este artículo
intentaremos intervenir en el debate sobre los problemas del
anti-imperialismo en América Latina, desde el punto de vista de la
Teoría de la Revolución Permanente de Trotsky.
En este marco, este artículo abarca tres registros relacionados. El
primero es el de cuál es el carácter y las tareas de la revolución en
los países coloniales y semicoloniales, recorriendo sumariamente el
camino que va desde las formulaciones tempranas de la IIIº
Internacional hasta la Teoría de la Revolución Permanente, contra las
visiones que promueven bloques de conciliación de clases para resolver
en común las tareas “nacionales”. El segundo aspecto a considerar son
las peleas fundacionales que dieron los marxistas latinoamericanos
contra las corrientes nacional-populistas de los ‘20, de las cuales
algunos “marxistas” actuales han aprendido poco y nada. Por último,
tomaremos los análisis y la política de Trotsky frente al gobierno de
Cárdenas en México, para demostrar lo lejos que la posición marxista
frente al nacionalismo con discurso “socializante” de la política
seguida por los grupos antes mencionados (descrita detalladamente en
el primer artículo de este Dossier) y por otros que ceden al
reformismo, desde la perspectiva del “Frente Único Anti-imperialista”.
LA LUCHA ANTI-IMPERIALISTA, LA TRADICIÓN MARXISTA Y LA TEORÍA DE LA
REVOLUCIÓN PERMANENTE
Ha sido un lugar común de todas las corrientes nacionalistas y
populistas latinoamericanas, la reivindicación de una alianza entre la
clase obrera y las burguesías “nacionales” en función de las tareas de
emancipación del imperialismo y la resolución de la cuestión agraria,
es decir de darle la tierra a los campesinos. En los años ‘20 esta
posición se planteaba, como en el caso del aprismo, como una alianza
derivada de la imposibilidad de que la clase obrera, dado el escaso
desarrollo industrial autóctono, pudiera elevarse a clase dirigente y
dominante. Desde fines de los ‘30 y durante las décadas de ‘40 y ‘50,
a este fundamento, menos sostenible por los cambios sufridos en una
porción importante de los países semicoloniales a partir de los
escenarios generados por la crisis del ‘29, los años previos a la
Segunda Guerra y durante el desarrollo de la misma (sustitución de
importaciones, nacionalizaciones de distintos alcances en diferentes
ramas de la industria y los servicios, mayores márgenes económicos y
políticos para las burguesías locales y fortalecimiento estructural de
la clase obrera), fue suplantado paulatinamente por la idea de que la
burguesía “nacional” dirigía los asuntos públicos en interés de la
clase obrera y las mayorías populares. De esta forma, las corrientes
nacional-populistas contraponían la lucha contra el imperialismo, que
sólo estaban dispuestas a dar de forma parcial y restringida, a la
lucha por la revolución obrera.
A su vez, desde el ángulo de la estrategia y la teoría marxista, el
problema de la lucha contra el imperialismo y su relación con la
revolución socialista, pasó por diversos estadios de elaboración,
ligados estrechamente al desarrollo de los procesos revolucionarios en
el mundo colonial y semicolonial.
LA IIIº INTERNACIONAL Y LA “CUESTIÓN DE ORIENTE”
La IIIº Internacional se distinguió desde sus orígenes por una
posición tajante y contundente en apoyo de las luchas de liberación de
los pueblos coloniales, opuesta por el vértice al esquematismo
eurocéntrico y pro-imperialista de la socialdemocracia en su
declinación. Lenin se apoyó, para esta política de principios, en los
artículos de Marx sobre Irlanda escritos en la década del ‘70 del
siglo XIX, y generalizó sus conclusiones para todos los pueblos
coloniales y nacionalidades oprimidas, incluyendo en primer lugar las
que formaban parte del antiguo imperio zarista.
Ahora bien, esta posición de principios, fundamental para orientarse
en cuanto al apoyo incondicional que debía dar el poder de los Soviets
y la clase obrera de Occidente a los pueblos oprimidos, tenía un
límite teórico e histórico. Porque si bien Lenin había virado con las
“Tesis de Abril” a un punto de vista en el cual las tareas de la
revolución burguesa sólo podían ser resueltas por la revolución
proletaria y el gobierno de la clase obrera en alianza con los
campesinos, dejando atrás su vieja consigna de “dictadura democrática
de obreros y campesinos” 3, la experiencia revolucionaria de Oriente
no daba elementos suficientes para generalizar esas conclusiones del
proceso ruso al conjunto de los países coloniales y semicoloniales,
dada la relativa falta de madurez de la clase obrera para tomar la
dirección de los movimientos de emancipación y la debilidad de los
jóvenes partidos comunistas de esos países. En este sentido, la
hipótesis global de Lenin y la IIIº Internacional combinaba el
alzamiento del proletariado de Occidente y de los movimientos de
emancipación nacional en las colonias, pero ponía de relieve la
necesidad de un mayor desarrollo de la clase obrera y de los partidos
comunistas autóctonos, para que éstos pudieran plantearse la cuestión
de la toma del poder por el proletariado. Ese desarrollo debía
conquistarse, no sólo por el mero crecimiento cuantitativo de la clase
obrera, sino a partir de intervenir sistemática y consecuentemente en
la lucha por la emancipación del imperialismo y por la resolución de
la cuestión agraria.
ALCANCES Y LIMITACIONES DE LAS “TESIS DE ORIENTE”
Consecuentemente con el punto de vista que señalamos arriba, Las
“Tesis Generales sobre la cuestión de Oriente” (1922) del Cuarto
Congreso de la IIIº Internacional, más conocidas como “Tesis de
Oriente”, fueron escritas de cara al crecimiento de los movimientos de
lucha anticolonial y definían como las tareas centrales de la
revolución en las colonias la resolución de la cuestión agraria y la
de la independencia nacional. A su vez, el apoyo a la liberación de
las colonias era una forma de rodear a la Rusia Soviética de nuevos
aliados en el terreno internacional y en perspectiva, extender su
influencia sobre aquellos países.
Si bien las tesis planteaban la incapacidad de las burguesías nativas
de llevar esa lucha hasta el final, no desarrollaban completamente las
conclusiones que se desprenden de esa premisa, en el sentido de que no
postulaban claramente a la clase obrera como clase dirigente de esas
tareas y no señalaban la mecánica que podía establecerse, partiendo de
este hecho, entre las tareas nacionales y la revolución proletaria.
Por eso, las “Tesis de Oriente”, postulaban “el frente único
anti-imperialista”, como bloque de todas las clases opuestas al
imperialismo, incluyendo acuerdos coyunturales con las corrientes
burguesas, resguardando la independencia política de los comunistas
dentro de ese frente único, pero dando por hecho la debilidad de la
clase obrera para constituirse en caudillo de las tareas nacionales y
por ende, cuestionar a su vez la propiedad privada, entrelazando las
tareas burguesas con tareas propias de la lucha de la clase obrera
contra la burguesía “nacional”.
La concepción trazada por las “Tesis” en cuanto a la revolución en
Oriente tenía un carácter semietapista, derivado en su mayor parte de
la imposibilidad de generalizar la experiencia rusa a países en los
cuales la clase obrera tenía un desarrollo menor que en Rusia y los
comunistas no tenían peso entre las masas. No obstante estas
limitaciones, el IVº Congreso se había propuesto ubicar el problema de
la revolución en Oriente como parte de la lucha de la clase obrera a
nivel mundial. Como planteaba Trotsky en su informe al IVº Congreso:
“En las colonias observamos un creciente movimiento nacional
revolucionario. Los comunistas representan allí sólo un pequeño núcleo
incrustado en el campesinado. De este modo en las colonias tenemos en
primer lugar movimientos nacionales pequeño burgueses o burgueses. Si
a uno le preguntaran sobre las perspectivas del desarrollo socialista
o comunista en las colonias entonces diría que esta pregunta no puede
plantearse de manera aislada. Por supuesto, después de la victoria del
proletariado en Europa, esas colonias se transformarán en la arena
para la influencia cultural, económica y de cualquier otro tipo
ejercida por Europa, pero para esto primero deben jugar su rol
revolucionario paralelamente al rol del proletariado europeo. En esta
conexión el proletariado europeo y en particular el de Francia y
especialmente el de Inglaterra están haciendo muy poco. El crecimiento
de la influencia de las ideas del socialismo y el comunismo, la
emancipación de las masas trabajadoras de las colonias, el
debilitamiento de la influencia de los partidos nacionalistas no puede
ser garantizado sólo por el rol de los núcleos comunistas nativos sino
por la lucha del proletariado de los centros metropolitanos para la
emancipación de las colonias. Sólo por este medio el proletariado de
los centros metropolitanos demostrará a las colonias que hay dos
naciones europeas, una de los opresores, la otra de los amigos; sólo
así le dará un mayor impulso a las colonias que derribarán la
estructura del imperialismo y así desempeñarán un servicio
revolucionario a la causa del proletariado” 4.
Veamos qué se mantuvo y qué se perdió de este punto de vista
consecuentemente internacionalista.
CENTRISMO BUROCRÁTICO Y DEGRADACIÓN TEÓRICA
El proceso de burocratización de la URSS, impactó de lleno en la IIIº
Internacional, virando en el transcurso de un lustro de una posición
internacionalista revolucionaria a la diplomacia pacifista en función
del “socialismo en un solo país”. Esto provocó a su vez un efecto
complejo en su política hacia los pueblos coloniales y semicoloniales,
que intentaremos explicar en estas líneas. En este sentido, el ‘24 es
una suerte de “año bisagra”, ya que en ese año empieza el proceso del
Thermidor soviético en la URSS y el desbande centrista burocrático
(una dirección burocrática que giraba a derecha o izquierda según de
dónde recibiera el golpe) de la IIIº Internacional. Bajo la dirección
de Zinoviev (en ese momento en alianza con Stalin y Kamenev contra
Trotsky), el Vº Congreso de la Internacional Comunista desconoce la
derrota de la revolución alemana del ‘23 y adopta la tesis de “la
radicalización de los campesinos”, tesis que se complementa con
políticas oportunistas hacia los partidos burgueses con base
campesina, que pasan a ser definidos como “partidos obreros y
campesinos”, entre ellos el Kuomintang de Chang Kai Shek, quien en
1926 será nombrado presidente honorario de la Internacional Comunista,
cortesía correspondida por el honorable general con la persecución y
el asesinato de los comunistas chinos, hechos dramáticamente narrados
por André Malraux en su gran novela La Condición Humana.
Justamente en la Segunda Revolución China fue donde Stalin y Bujarin
terminaron de postular una metafísica de la revolución colonial con
dos características centrales: en su contenido fundamental la
operación “teórica” consistía en abstraer a China de sus relaciones
con la economía mundial y luego deducir del carácter “atrasado” del
país el supuesto rol revolucionario de la burguesía para dirigir una
“revolución nacional”. Por eso la política impuesta al PC chino fue la
de la subordinación política y organizativa al Kuomintang. Pero esta
política, que seguía como la sombra al cuerpo la vieja política
menchevique de apoyo a la burguesía por respeto a las etapas
“obligadas” del desarrollo histórico, necesitaba maquillarse con
autoridad “bolchevique”. Por eso Stalin y Bujarin combinaban la
“teoría” de la “revolución nacional” con la vieja fórmula de Lenin de
la “dictadura democrática de los obreros y campesinos” que, como ya
explicamos, Lenin había considerado caduca cuando luchó contra su
propio partido para que éste adoptara las “Tesis de Abril”.
Resumiendo, una política menchevique de derecha con un débil barniz de
“viejo bolchevismo”. Pero, mientras para Lenin la “dictadura
democrática de obreros y campesinos” era una fórmula con carácter
algebraico, para Stalin y Bujarin era la clave de una aritmética
contra la perspectiva de la revolución proletaria. Rakovski escribió
una vez que el militante bolchevique de 1917 difícilmente se hubiera
reconocido en el de 1928. Lo mismo se aplica a la política colonial de
la IIIº Internacional. El apoyo a los movimientos de liberación se
había transformado en la subordinación a la burguesía nacional, la
independencia del partido comunista en sujeción al nacionalismo
burgués, la reivindicación del carácter de clase del partido en la
teoría policlasista de partidos “bipartitos” “obreros y campesinos”;
la vieja consigna de Lenin de la “dictadura democrática de los obreros
y campesinos” de una fórmula algebraica para prever acontecimientos
futuros, en un dogma vacío contra la perspectiva de la revolución
obrera. Un proceso de degradación teórica había tenido lugar. Venía de
la mano con el proceso de reacción social y burocratización, que había
llegado para quedarse.
LA SEGUNDA REVOLUCIÓN CHINA Y LA TEORÍA DE LA REVOLUCIÓN PERMANENTE
La lucha de estrategias en torno a la Segunda Revolución China
despejó los aspectos todavía indefinidos o provisorios de las viejas
“Tesis de Oriente”. El enfrentamiento entre una política de apoyo al
nacionalismo burgués chino (cuya expresión política era el Kuomintang,
partido burgués de base campesina), sostenida por Stalin y Bujarin, y
otra política de constitución de soviets, de independencia política
del Partido Comunista y de la clase obrera (Trotsky), se planteó de
forma tal que no quedaba margen para salidas “intermedias” entre ambas
políticas irreconciliables. En este punto, Trotsky sostuvo una lucha
de estrategias no sólo con los que defendían una posición de
revolución por etapas, escudada en una utilización metafísica de la
vieja consigna bolchevique de “dictadura democrática de obreros y
campesinos”, sino también con aquellos que eran aliados suyos respecto
a la lucha al interior de la URSS pero concebían la revolución china
desde un punto de vista etapista, derivando del carácter atrasado del
país el contenido “democrático-burgués” de la revolución, y por ende
la imposibilidad de la revolución proletaria. En sus cartas a
Preobrazhensky, Trotsky explicaba:
“¿Cómo caracterizar una revolución? ¿Por la clase que la dirige o por
su contenido social? Hay una trampa teórica subyacente al contraponer
la primera a la última en forma tan general […] El quid de la cuestión
yace precisamente en el hecho de que aunque la mecánica política de la
revolución depende en última instancia de una base económica (no sólo
nacional sino internacional), no puede, sin embargo, deducirse con una
lógica abstracta de esta base económica. En primer lugar, la base
misma es muy contradictoria y su ‘madurez’ no permite la determinación
estadística por sí sola; en segundo lugar, la base económica y la
situación política deben enfocarse no en el marco nacional sino en el
internacional, teniendo en cuenta la acción y reacción dialécticas
entre lo nacional y lo internacional; tercero, la lucha de clases y su
expresión política, desarrollándose sobre bases económicas, también
tiene su lógica imperiosa del desarrollo, que no puede saltearse.
Cuando Lenin dijo en abril de 1917 que sólo la dictadura del
proletariado podía salvar a Rusia de la desintegración y la
destrucción, Sujanov (su opositor más coherente) lo refutó con dos
argumentos fundamentales: 1) el contenido social de la revolución
burguesa aún no se había logrado; 2) Rusia no había madurado
económicamente para la revolución socialista. ¿Y cuál fue la respuesta
de Lenin? Si Rusia ha madurado o no es algo que ‘debemos esperar y
ver’; esto no se determina estadísticamente, sino por el curso de los
acontecimientos y, además, sólo a escala internacional. Pero, dijo
Lenin, independientemente de cómo se determinará este contenido social
al fin, en el momento actual, hoy, no hay otro camino para la
salvación del país –de la hambruna, de la guerra y de la esclavitud–
si no es por la toma del poder por el proletariado” 5.
Trotsky se apoyaba en la experiencia de la insurrección de Cantón de
diciembre de 1927, porque más allá de que había sido concebida como
una acción ultraizquierdista desesperada, para “compensar” la anterior
orientación de subordinación al Kuomintang, la política seguida por
los obreros era una refutación de los puntos de vistas etapistas sobre
la revolución china: “Los obreros tenían el poder en Cantón a través
de sus soviets. De hecho estaba en manos del partido comunista, el
partido del proletariado. El programa incluía no sólo la confiscación
de cualquier propiedad feudal que aún existiera en China; no sólo el
control obrero de la producción, sino también la nacionalización de la
gran industria, la banca y el transporte, así como la confiscación de
las viviendas burguesas y todas sus propiedades para uso de los
trabajadores. Surge la duda. Si tales son los métodos de una
revolución burguesa, ¿qué aspecto tendría la revolución socialista en
China?” 6.
Luego de la derrota de la revolución china, Trotsky elaboró la Teoría
de la Revolución Permanente, que generalizaba las experiencias de
Rusia y China al conjunto de los países coloniales y semicoloniales,
en la cual postulaba que solamente la clase obrera puede realizar,
como caudillo de la nación oprimida, la resolución íntegra y efectiva
del problema nacional y el problema agrario, para lo cual es necesario
su dominación política, que a su vez sólo puede sostenerse afectando
la propiedad privada capitalista, por lo cual la revolución burguesa
se transforma en socialista y con ello en permanente. De esta forma,
Trotsky, a la vez que refutaba los fundamentos de la política de apoyo
a la burguesía “nacional”, seguida por Stalin y Bujarin en China,
dotaba a la tradición marxista clásica de una teoría de la revolución
a escala mundial, en la cual quedaban superados los puntos de vista
semi-etapistas de las elaboraciones tempranas de la IIIº Internacional
respecto a la revolución en el mundo colonial y semi-colonial.
MELLA Y MARIÁTEGUI CONTRA EL APRISMO
La IIIº Internacional “descubrió” América Latina en su VIº Congreso de
1928, mientras se consolidaba la teoría reaccionaria del socialismo en
un solo país como doctrina de la Internacional y la consigna
metafísica de “dictadura democrática de obreros y campesinos” para los
países coloniales y semicoloniales.
En el pensamiento de Stalin y Bujarin, los países atrasados no estaban
“maduros” para el socialismo y debían pasar por un necesario e
inevitable período de desarrollo burgués. La revolución
latinoamericana era burguesa y por lo tanto no estaba planteada la
lucha por la dictadura del proletariado. Pero después de la “traición”
del Kuomintang en China, la burguesía colonial y semi-colonial era
caracterizada como contrarrevolucionaria por quienes apenas unos meses
atrás la caracterizaban como revolucionaria. La burguesía no era la
clase llamada a dirigir la revolución democrático-burguesa. Pero como
en esta revolución burguesa sin burguesía estaba prohibido cometer el
pecado trotskista de “saltar las etapas”, no quedaba otra retirada
ordenada para este embrollo teórico que la fantasmagórica “dictadura
democrática de obreros y campesinos”, ni burguesa ni proletaria, ni
capitalista ni socialista, que consumara la revolución
democrático-burguesa latinoamericana como un mero apoyo o soporte de
la revolución socialista mundial.
Imagínese el/la lector/a, los aprietos en que se habrán visto los
militantes comunistas que tuvieron que explicar sus puntos de vista a
un obrero o un campesino…
Mella y Mariátegui expresaron posiciones distintas para América Latina
de la estrategia esbozada por la IIIº Internacional en su momento de
declinación. Incluso, en la mecánica que señalan, presentan muchos
aspectos de afinidad con la Teoría de la Revolución Permanente. Pero
la Teoría de la Revolución Permanente no sólo abarca la cuestión del
transcrecimiento de la revolución burguesa en socialista en el terreno
nacional sino que parte del carácter internacional de la revolución
contra la “teoría” del socialismo en un solo país. En este sentido,
tanto Mella como Mariátegui sostenían posturas a la izquierda de la
IIIº Internacional entre 1926-28, pero sin plantearse una lucha contra
el creciente proceso de burocratización y sin elaborar una teoría de
conjunto.
Por eso Mella polemizaba con el APRA en términos cercanos en ciertos
aspectos a la Teoría de la Revolución Permanente, pero luego
constituyó la ANERC (Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios
Cubanos) que postulaba la “revolución democrática” contra Machado, a
la vez que se negaba a firmar condenas contra los “trotskistas” en la
Internacional Sindical Roja. Estas ambigüedades son las que permiten
que Mella sea reivindicado a la vez por el Instituto de Filosofía de
La Habana como un precursor del frentepopulismo y por historiadores
trotskistas como Gary Tennant, que sostiene que Mella fue el
inspirador de la Oposición Comunista de Cuba, por sus nexos con
Zandalio Junco 7.
Mariátegui, por su parte, tomó postura por Stalin contra Trotsky,
aunque siempre mantuvo simpatía y admiración por el mismo, hasta que
murió en 1929 y no se sumó a las campañas anti-trotskistas del
estalinismo. Estas posiciones ni estalinistas ni trotskistas son
pasibles de múltiples usos, en especial para aquellos que postulan un
“marxismo latinoamericano” equidistante del estalinismo y del
trotskismo, pero con impronta populista. A pesar de estas
vacilaciones, que con Trotsky cabe calificar como centristas, es decir
a mitad de camino entre posiciones revolucionarias y reformistas,
Mella y Mariátegui realizaron una importante labor de delimitación, de
la cual nos ocuparemos ahora.
El APRA había surgido en 1925 como una propuesta de frente único del
ala izquierda de los estudiantes e intelectuales de la Reforma
Universitaria y del movimiento obrero. En 1927, su principal
dirigente, Haya de la Torre, se define contra el comunismo y postula
al APRA como el “Kuomintang latino-americano”, es decir como un
partido nacionalista con una estrategia de conciliación de clases, a
partir de lo cual la “vanguardia” que había surgido del movimiento
obrero de 1919 y de la Reforma Universitaria, y que había encontrado
su expresión cultural en la revista Amauta, se divide claramente en un
ala nacionalista pequeño burguesa (Haya de la Torre) y otra socialista
que defiende el marxismo y la perspectiva de la revolución proletaria
(Mariátegui).
No obstante, el aprismo, en la misma medida que combatía a los
marxistas, se presentaba como el verdadero marxismo para la realidad
latinoamericana: “El aprismo niega la posibilidad de la dictadura del
proletariado que no puede ser efectiva en países de desarrollo
industrialmente incipiente y en donde la clase obrera es rudimentaria
y no ha llegado a la madurez para abolir de un solo golpe la
explotación del hombre por el hombre, imponer la justicia social, el
socialismo en una palabra. Y, en segunda instancia, aprovecha las
lecciones del marxismo cuando enfoca la realidad latinoamericana desde
el ángulo de la interpretación económica y propone la planificación de
la economía y la formación de un estado, nuevo en su estructura, que
controlen e integren a las masas productoras, quitándole su dominio a
la casta feudal-latifundista […] No hay, consecuentemente, oposición
entre la doctrina aprista y la de Marx” 8. Esta es una clásica
operación ideológica del nacionalismo “de izquierda”, postular la
validez de la teoría “económica” de Marx y la invalidez de su teoría
“política”, planteando así la posibilidad de que un gobierno
nacionalista (burgués) lleve adelante una política económica
“marxista”. Eso sí, sin expropiar a la burguesía ni al imperialismo.
PROLETARIADO Y LIBERACIÓN NACIONAL
En “Glosando los pensamientos de Martí”, Mella establece un diálogo a
partir de las ideas del prócer cubano, con el objetivo de demostrar
que la evolución histórica del capitalismo en su fase imperialista
impide separar la lucha por la independencia nacional de la lucha por
la emancipación de la clase obrera (que desde la revolución rusa
encabezaba la lucha contra el imperialismo a nivel internacional).
Para Mella, continuar la obra de José Martí era defender la
perspectiva del marxismo. Mella buscaba rescatar la lucidez de José
Martí, que había previsto el rol del imperialismo yanqui 9, había
resaltado la importancia de los “cubanos obreros” en la lucha por la
independencia y había reivindicado la figura de Marx cuando éste murió
10. Lejos estaba del lugar común de la ideología castrista, que
utiliza la figura de Martí como forma de justificación del socialismo
nacional.
Pero es en su folleto polémico “¿Qué es el APRA?” donde Mella
– Ocultar texto citado –
desarrolla, basándose en las tesis del IIº Congreso de la
Internacional Comunista, la relación entre lucha anti-imperialista y
revolución obrera: “En la lucha contra el imperialismo –el ladrón
extranjero– las burguesías –los ladrones nacionales– se unen al
proletariado, buena carne de cañón. Pero acaban por comprender que es
mejor hacer alianza con el imperialismo, que al fin y al cabo
persiguen un interés semejante. De progresistas se convierten en
reaccionarios. Las concesiones que hacían al proletariado para tenerlo
a su lado, las traicionan cuando éste, en su avance, se convierte en
un peligro tanto para el ladrón extranjero como para el nacional. De
aquí la gritería contra el comunismo. […] Para hablar concretamente:
liberación nacional absoluta, sólo la obtendrá el proletariado, y será
por medio de la revolución obrera” 11.
En este sentido, Mella criticaba el programa de nacionalización de la
tierra y de la industria que levantaba el APRA: “Nacionalizar puede
ser sinónimo de socializar, pero a condición de que sea el
proletariado el que ocupe el poder por medio de una revolución. Cuando
se dicen ambas cosas: nacionalización y en manos del proletariado
triunfante, del nuevo Estado Proletario, se está hablando
marxistamente [sic]. Pero cuando se dice a secas nacionalización, se
está hablando con el lenguaje de todos los reformistas y embaucadores
de la clase obrera. Toda la pequeñoburguesía está de acuerdo con la
nacionalización de las industrias que les hacen competencia y hasta
los laboristas ingleses y los conservadores, sus aliados, discuten
sobre la ‘nacionalización de las minas’. En Alemania, en Francia y en
los Estados Unidos hay industrias nacionalizadas. Sin embargo, no se
puede afirmar que Coolidge o Hindenburg sean marxistas” 12.
Aquí Mella plantea una cuestión de principio a propósito de la
diferencia entre nacionalización y socialización. Pero al tomar los
ejemplos de industrias estatales en países imperialistas, pasa por
alto que en un país semicolonial una nacionalización, aunque sea
burguesa puede tener un contenido progresivo, al afectar los intereses
imperialistas. Veremos este tema más adelante.
ANTI-IMPERIALISMO Y SOCIALISMO
Mariátegui polemiza en un sentido similar contra el aprismo. Pero
encara el debate desde la relación de anti-imperialismo y socialismo.
No le interesa tanto denunciar como falso el anti-imperialismo del
APRA, como hace Mella, sino demostrar que el anti-imperialismo como
tal no es un programa:
“La divergencia fundamental entre los elementos que en el Perú
aceptaron en principio el APRA –como un plan de frente único, nunca
como partido y ni siquiera como organización en marcha efectiva– y los
que fuera del Perú la definieron luego como un Kuomintang
latinoamericano, consiste en que los primeros permanecen fieles a la
concepción económico-social revolucionaria del anti-imperialismo,
mientras que los segundos explican así su posición: ‘somos de
izquierda (o socialistas) porque somos anti-imperialistas’. El
anti-imperialismo resulta así elevado a la categoría de un programa,
de una actitud política, de un movimiento que se basta a sí mismo y
que conduce, espontáneamente, no sabemos en virtud de qué proceso, a
la revolución social […] El anti-imperialismo, para nosotros, no
constituye ni puede constituir, por sí solo, un programa político, un
movimiento de masas apto para la conquista del poder. El
anti-imperialismo, admitido que pudiese movilizar al lado de las masas
obreras y campesinas, a la burguesía y pequeña burguesía nacionalistas
(ya hemos negado terminantemente esta posibilidad) no anula el
antagonismo entre las clases, no suprime su diferencia de intereses
[…] Ni la burguesía, ni la pequeñoburguesía en el poder pueden hacer
una política anti-imperialista” 13.
Esto quiere decir que hay que dar a la lucha contra el imperialismo
una dirección y un contenido proletario: “Sin prescindir del empleo de
ningún elemento de agitación anti-imperialista, ni de ningún medio de
movilización de los sectores sociales que eventualmente pueden
concurrir a esta lucha, nuestra misión es explicar y demostrar a las
masas que sólo la revolución socialista opondrá al avance del
imperialismo una valla definitiva y verdadera”14. Esta posición fue
defendida por los delegados peruanos en la Conferencia Comunista
Latinoamericana, realizada en Buenos Aires en 1929. Para la
sensibilidad actual de muchos “marxistas” que consideran el ALBA como
la quintaesencia del “anti-imperialismo” y que consideran ese
“anti-imperialismo” como objetivamente “anti-capitalista” pueden
parecer “sectarias” las definiciones de Mariátegui 15, pero la
experiencia de los movimientos “anti-imperialistas” habla por sí misma
a favor del marxista peruano. No obstante, hay en Mariátegui un error
de pronóstico: el surgimiento de los nacionalismos burgueses con base
de masas en las décadas posteriores, dejaría fuera de contexto, no
tanto la relación trazada por Mariátegui entre anti-imperialismo y
socialismo, sino sobre todo, las condiciones para su realización.
TROTSKY FRENTE A CÁRDENAS
Antes que nada, queremos señalar la importancia de un detalle no
menor. Cuando Mella y Mariátegui polemizaron contra el APRA, esta
corriente estaba todavía muy lejos del poder del Estado 16. La
polémica tenía esencialmente un carácter de delimitación. Por el
contrario, el cardenismo marca el acceso del nacionalismo “de
izquierda” al poder estatal. Esta diferencia es fundamental porque es
más sencillo demostrar el utopismo del programa nacionalista, cuando
éste se encarna en un grupo de estudiantes, pero es necesario hilar
mucho más fino cuando el nacionalismo “de izquierda” está en el poder
y presenta como “utópicos” los objetivos de los marxistas.
En este sentido, Trotsky no sólo tuvo que llevar adelante una polémica
ideológica, tanto con el nacionalismo como con el estalinismo, que en
ese entonces subordinaba la lucha anti-colonial a su alianza con las
potencias imperialistas “democráticas”, sino sobre todo dar cuenta de
un fenómeno nuevo. No queremos repetir aquí cuestiones que han sido
analizadas en otros textos de nuestra corriente 17. Volveremos sobre
los artículos de Trotsky, para resaltar cuál debía ser, en su
perspectiva, la ubicación política de los marxistas revolucionarios
frente al cardenismo y resaltaremos en especial el combate de Trotsky
contra las ilusiones “socializantes” de ciertos segmentos del discurso
cardenista, ya que de estos textos se desprenden valiosas indicaciones
para definir, por ejemplo, la ubicación de los marxistas frente al
fenómeno del chavismo.
LA CLASE OBRERA Y LAS EXPROPIACIONES
“La expropiación del petróleo no es ni socialista ni comunista. Es una
medida de defensa nacional altamente progresista. Por supuesto, Marx
no consideró que Abraham Lincoln fuese un comunista; esto, sin
embargo, no le impidió a Marx tener la más profunda simpatía por la
lucha que Lincoln dirigió. La Primera Internacional le envió al
presidente de la Guerra Civil un mensaje de felicitación, y Lincoln,
en su respuesta, agradeció inmensamente este apoyo moral.
El proletariado internacional no tiene ninguna razón para identificar
su programa con el programa del gobierno mexicano. Los revolucionarios
no tienen ninguna necesidad de cambiar de color y de rendir pleitesía
a la manera de la escuela de cortesanos de la GPU, quienes, en un
momento de peligro, venden y traicionan al más débil. Sin renunciar a
su propia identidad, todas las organizaciones honestas de la clase
obrera en el mundo entero, y principalmente en Gran Bretaña, tienen el
deber de asumir una posición irreconciliable contra los ladrones
imperialistas, su diplomacia, su prensa y sus áulicos fascistas. La
causa de México, como la causa de España, como la causa de China, es
la causa de la clase obrera internacional. La lucha por el petróleo
mexicano es sólo una de las escaramuzas de vanguardia de las futuras
batallas entre los opresores y los oprimidos” 18.
No tenemos ningún interés en presentar estos textos de Trotsky bajo
una óptica “sectaria”. Los textos han sido escritos para defender y no
para criticar las medidas de Cárdenas. Pero nos interesa destacar, a
la luz (u oscuridad) de ciertos debates actuales, cómo a Trotsky le
gustaba llamar las cosas por su nombre. Porque los nombres, en
política, están para aclarar y no para confundir. Trotsky apoya y
llama a la clase obrera a apoyar las expropiaciones, pero dice con
toda claridad que no son medidas “socialistas” ni “comunistas”. Es
decir, Trotsky se niega a mezclar el apoyo a una medida “de defensa
nacional altamente progresista” con el embellecimiento “socialista”
del gobierno que la lleva adelante, e insta a la clase obrera a apoyar
las expropiaciones sin por ello mezclar sus banderas con las de
Cárdenas.
Justamente, veremos que Trotsky negaba terminantemente la posibilidad
de llegar al socialismo por la vía de las nacionalizaciones realizadas
por el estado burgués y no por una revolución proletaria.
BONAPARTISMO SUI GENERIS, BURGUESÍA Y SOCIALISMO
Trotsky explicaba la ubicación “de izquierda” del gobierno de Cárdenas
en una tendencia histórica propia de la situación latinoamericana:
“En los países industrialmente atrasados el capital extranjero juega
un rol decisivo. De ahí la relativa debilidad de la burguesía nacional
en relación al proletariado nacional. Esto crea condiciones especiales
de poder estatal. El gobierno oscila entre el capital extranjero y el
nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el
relativamente poderoso proletariado. Esto le da al gobierno un
carácter bonapartista sui generis, de índole particular. Se eleva, por
así decirlo, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar o
bien convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y sometiendo
al proletariado con las cadenas de una dictadura policial, o
maniobrando con el proletariado, llegando incluso a hacerle
concesiones, ganando de este modo la posibilidad de disponer de cierta
libertad en relación a los capitalistas extranjeros. La actual
política [del gobierno mexicano, N.d.T.] se ubica en la segunda
alternativa; sus mayores conquistas son la expropiación de los
ferrocarriles y de las compañías petroleras”.
Pero además, el gobierno de Cárdenas había dado lugar a una
experiencia inédita de “administraciones obreras” en las industrias
nacionalizadas como los ferrocarriles. Veamos con mucha atención las
consideraciones de Trotsky:
“Estas medidas se encuadran enteramente en los marcos del capitalismo
de Estado. Sin embargo, en un país semicolonial, el capitalismo de
Estado se halla bajo la gran presión del capital privado extranjero y
de sus gobiernos, y no puede mantenerse sin el apoyo activo de los
trabajadores. Eso es lo que explica por qué, sin dejar que el poder
real escape de sus manos, (el gobierno mexicano) trata de darles a las
organizaciones obreras una considerable parte de responsabilidad en la
marcha de la producción de las ramas nacionalizadas de la industria.
¿Cuál debería ser la política del partido obrero en estas
circunstancias? Sería un error desastroso, un completo engaño, afirmar
que el camino al socialismo no pasa por la revolución proletaria, sino
por la nacionalización que haga el Estado burgués en algunas ramas de
la industria y su transferencia a las organizaciones obreras. Pero
esta no es la cuestión. El gobierno burgués llevó a cabo por sí mismo
la nacionalización y se ha visto obligado a pedir la participación de
los trabajadores en la administración de la industria nacionalizada.
Por supuesto, se puede evadir la cuestión aduciendo que, a menos que
el proletariado tome el poder, la participación de los sindicatos en
el manejo de las empresas del capitalismo de Estado no puede dar
resultados socialistas. Sin embargo, una política tan negativa de
parte del ala revolucionaria no sería comprendida por las masas y
reforzaría las posiciones oportunistas. Para los marxistas no se trata
de construir el socialismo con las manos de la burguesía, sino de
utilizar las situaciones que se presentan dentro del capitalismo de
Estado y hacer avanzar el movimiento revolucionario de los
trabajadores” 19.
Vemos nuevamente la misma lógica que señalábamos a propósito de las
expropiaciones. Trotsky promueve intervenir sin ningún sectarismo en
la administración de las empresas nacionalizadas, a condición de
luchar por la independencia de los sindicatos y utilizar el boicot de
los bancos y empresas capitalistas contra la administración obrera
para demostrar la necesidad de una banca estatal única. Pero si bien
la imposibilidad de llegar al socialismo por la vía de las
nacionalizaciones no podía ser una excusa para el sectarismo, sería
“desastroso para los marxistas” trazar la perspectiva de “construir el
socialismo con las manos de la burguesía”. Y Trotsky planteaba esto
porque no se podía descartar que un cambio en la correlación de
fuerzas a favor del imperialismo, pudiera generar un “giro a la
derecha” del cardenismo, que, con todos sus “méritos”, no dejaba de
ser un gobierno de la clase burguesa 20.
COMPLETAR LA OBRA DE EMILIANO ZAPATA
Bella frase de Trotsky. Paradójicamente, fue tomada por el mismo
Chávez en su discurso de Ferro. Decimos “paradójicamente”, porque
Trotsky escribió esa frase en una polémica sobre el Segundo Plan
Sexenal de México, en la que demostraba la falacia de la retórica
“socializante” del programa del gobierno mexicano.
Trotsky señalaba que la política agraria cardenista no estaba basada
“en un análisis de las necesidades del país, sino más bien en alguna
fórmula general tomada del vocabulario de la URSS y muy mal adaptada
la realidad nacional”. El Segundo Plan Sexenal era muy prudente en
cuanto al reparto de tierras de los grandes propietarios a los
campesinos, pero se proponía la “colectivización completa” de las
tierras públicas comunes en el plazo de seis años. Por un lado,
limitaba la reforma agraria, por otro, prometía la colectivización. Es
importante tener en cuenta que en 1939, el 9 por ciento de los
propietarios de tierras tenía 101 millones sobre 131 millones de
hectáreas censadas 21. En ese contexto hablar de colectivizar las
tierras del Estado, era gratis como el aire. En cambio, dar
efectivamente la tierra a los campesinos, quitándoselas a los
propietarios, era mucho más costoso. Por eso, Trotsky concluía:
“La URSS no sólo pasó por una revolución democrática burguesa sino
también por una proletaria. Los campesinos rusos, aunque muy pobres,
no lo eran tanto como los campesinos mexicanos. La industria soviética
estaba considerablemente más desarrollada. Sin embargo, después de la
nacionalización de la tierra, es decir, de la completa revolución
agraria democrática, durante largos años el sector colectivizado de la
agricultura solo constituyó un insignificante porcentaje de la
economía agrícola en relación con la economía campesina privada. Es
cierto que doce años después de la abolición del latifundio, etc., la
burocracia gobernante saltó a la “colectivización completa” por
razones que no es necesario tratar aquí. Los resultados son conocidos.
La producción agrícola bajo a la mitad, los campesinos se revelaron,
decenas de millones murieron como consecuencia de terribles hambrunas.
La burocracia se vio obligada a restablecer parcialmente la
agricultura privada. Para comenzar a progresar, la industria
nacionalizada tuvo que producir cientos de miles de tractores y
maquinaria agrícola para los koljoses. En México, imitar estos métodos
significaría encaminarse al desastre. Es necesario completar la
revolución democrática dando la tierra, toda la tierra, a los
campesinos. Sobre la base de esta conquista ya establecida se les debe
dar a los campesinos un período ilimitado para reflexionar, comparar,
experimentar con distintos métodos agrícolas. Se los debe ayudar
técnica y financieramente, pero no obligarlos. En suma es necesario
completar la obra de Emiliano Zapata y no yuxtaponerle los métodos de
Stalin”.
¿Llamamiento a Cárdenas de realizar la revolución democrática? No,
estimados lectores, simplemente el señalamiento de que es más fácil
hablar del socialismo que afectar seriamente los intereses de los
grandes propietarios agrarios.
¿ETAPA NECESARIA O EXPERIENCIA DE LAS MASAS?
Como habrá notado el/la lector/a, Trotsky estaba lejos de predicar el
sectarismo contra Cárdenas. Pero su interés por desarrollar una
política que dialogara con la base obrera y popular del cardenismo, se
basaba en un criterio de clara independencia respecto del mismo. Por
eso cuestionaba a aquellos “trotskistas” que llamaban a la “acción
directa” contra Cárdenas y acusaban a Trotsky de abandonar la teoría
de la revolución permanente en función de un punto de vista
“etapista”: “Que la historia pueda saltar etapas, es evidente. Por
ejemplo, si se construye un ferrocarril en las selvas de Yucatán, es
saltar etapas. Esto a nivel del desarrollo americano de las
comunicaciones. Y cuando Toledano 22 jura por Marx, también es saltar
etapas, porque los Toledano de Europa, en tiempos de Marx, juraban por
otros profetas. Rusia saltó la etapa de la democracia. No totalmente,
la ha comprimido. Esto es bien conocido. El proletariado puede saltar
la etapa de la democracia, pero nosotros no podemos saltear las etapas
del desarrollo del proletariado” 23.
En suma, los marxistas revolucionarios deben hacer política partiendo
del desarrollo real de la clase obrera. Solamente de esa forma se
puede impulsar el mismo en un sentido revolucionario. ¿Cómo articular
entonces una política que dé cuenta del desarrollo real, pero que no
sucumba a las ilusiones de la clase obrera en la dirección
nacionalista burguesa?
“Creo que nuestros camaradas, en México y fuera de él, tratan de
manera abstracta, en lo que concierne al proletariado, e incluso a la
historia en general, de saltear, ya no con las masas por encima de
ciertas etapas, sino por encima de la historia en general, y sobre
todo por encima del desarrollo del proletariado. La clase obrera de
México participa y no puede más que participar en el movimiento, en la
lucha por la independencia del país, por la democratización de las
relaciones agrarias, etc. De este modo, el proletariado puede llegar
al poder antes que la independencia de México esté asegurada y las
relaciones agrarias reorganizadas. Entonces, el gobierno obrero podrá
volverse un instrumento de resolución de estas cuestiones […] En este
sentido, durante el curso de la lucha por las tareas democráticas,
oponemos el proletariado a la burguesía. La independencia del
proletariado, incluso en el comienzo de este movimiento, es
absolutamente necesaria, y oponemos particularmente el proletariado a
la burguesía en la cuestión agraria, porque la clase que gobernará, en
México como en todos los demás países latinoamericanos, será la que
atraiga hacia ella a los campesinos. Si los campesinos continúan
apoyando a la burguesía como en la actualidad, entonces existirá ese
tipo de Estado semi bonapartista, semi democrático, que existe hoy en
todos los países de América Latina, con tendencias hacia las masas”
24.
Partiendo de la premisa de la independencia de la clase obrera,
Trotsky señala nuevamente la actitud a adoptar frente a las
direcciones nacionalistas burguesas: “El Kuomintang en China, el PRM
en México, el APRA en Perú son organizaciones totalmente análogas. Es
el frente popular bajo la forma de un partido. Correctamente
apreciado, el Frente Popular no tiene en América Latina un carácter
tan reaccionario como en Francia o en España. Tiene dos facetas. Puede
tener un contenido reaccionario en la medida en que esté dirigido
contra los obreros, puede tener un carácter agresivo en la medida en
que esté dirigido contra el imperialismo. Pero, apreciando el frente
popular en América Latina bajo la forma de un partido político
nacional, hacemos una distinción entre Francia y España. Pero esta
diferencia histórica de apreciación y esta diferencia de actitud sólo
están permitidas con la condición que nuestra organización no
participe del APRA, el Kuomintang o el PRM, que conserve una libertad
de acción y de crítica absoluta” 25.
La visión de Trotsky es muy interesante para pensar algunas
cuestiones de actualidad. Sobre todo la idea de que la necesidad de
que la clase obrera complete su experiencia con el cardenismo, no
implicaba naturalizar la hegemonía del mismo. Por eso sostiene la
necesidad de la independencia de la clase obrera “desde el comienzo
mismo” del proceso, aunque el nacionalismo burgués mantenga la
dirección de las masas. Esto implicaba una doble tarea para los
revolucionarios: mantener la independencia de la propia organización y
luchar por la independencia de las organizaciones obreras respecto del
gobierno: “en México más que en cualquier otro lado, la lucha contra
la burguesía y su gobierno consiste ante todo en liberar a los
sindicatos de su dependencia respecto al gobierno. Formalmente, en los
sindicatos mexicanos está todo el proletariado. La esencia del
marxismo consiste en proporcionar una dirección a la lucha de clases
del proletariado. Pero ésta exige su independencia de la burguesía. En
consecuencia, la lucha de clases en México tiene que estar orientada a
ganar la independencia de los sindicatos del Estado burgués. Esto
exige de los marxistas una concentración de todas sus fuerzas contra
los estalinistas y toledanistas” 26.
El problema para los marxistas es el de desde dónde acompañar la
experiencia del proletariado, vale decir, con una estrategia
independiente de la dirección nacionalista burguesa o con una
estrategia de capitulación a la misma.
A riesgo de ser esquemáticos, intentaremos sintetizar la posición de
Trotsky frente a Cárdenas:
a) Trotsky apoyó las medidas progresivas de Cárdenas (nos referimos a
las expropiaciones de las empresas petroleras) y llamó al movimiento
obrero a defender las expropiaciones contra los ataques del
imperialismo,
b) pero no llamó a identificar el programa de la clase obrera con el
del gobierno mexicano. En este sentido, Trotsky buscaba dialogar con
los trabajadores que confiaban en Cárdenas, también desarrollando una
crítica del programa cardenista.
c) En este aspecto se destacan las críticas a la retórica
“socializante” de ciertos segmentos del discurso político cardenista.
d) Trotsky consideraba necesario que las masas obreras y populares
mexicanas, que eran cardenistas, como ahora en Venezuela son
chavistas, hicieran una experiencia con su dirección, pero
e) no planteaba como una “etapa necesaria” (en el sentido de un lento
y gradual paso adelante) la hegemonía cardenista sobre el movimiento
obrero. Por lo cual, consideraba una condición indispensable para que
la experiencia de la clase obrera se orientara en un sentido
revolucionario, la plena independencia de la clase obrera, de sus
organizaciones de masas y del partido revolucionario, respecto del
gobierno.
GRADUALISMOS A DESTIEMPO
Al revés de lo que pensaban ciertos “trotskistas” desorientados,
Trotsky se orientaba para desarrollar este posicionamiento con la
Teoría de la Revolución Permanente, al tiempo que la contextualizaba,
como él mismo explica en las citas que hemos escogido. Esto quiere
decir que si bien la clase obrera es la única que en alianza con los
campesinos puede dar una solución de conjunto y definitiva al problema
de la independencia nacional y al problema agrario, esa potencialidad
no se transforma en acto por el sólo hecho de propagandizarla. Era
necesario que la clase obrera, compitiendo con la burguesía nacional,
lograra la dirección de los campesinos, para esto era necesaria su
independencia respecto del gobierno, etc.
Pero como el mismo Trotsky decía, la elaboración de ideas correctas no
impide la propagación de ideas falsas. Los textos de Trotsky que
venimos comentando muestran cuán lejos están de la posición marxista
aquellos que apuntalan las ilusiones de las masas en Chávez. Pero no
solamente por la adaptación pragmática se llega a las capitulaciones.
También hay corrientes que, aunque en la actualidad no apoyen a
Chávez, a contramano de todas las elaboraciones de Trotsky, han
querido volver en distintos momentos a las Tesis del Frente Único
Anti-imperialista, como forma de justificar con un barniz “marxista”
una política de capitulación a direcciones nacionalistas y
reformistas. Tales los casos del POR boliviano y el PO argentino.
El caso del POR, dando su “apoyo crítico” al gobierno burgués del MNR
en la revolución boliviana del ‘52 y llevando a los mineros alzados en
armas a confiar en el nacionalismo burgués, o concertando años más
tarde el Frente Revolucionario Anti-imperialista con el derrocado
general Torres en el ‘71, para “tomar el poder y construir el
socialismo” con un militar burgués y todos los partidos reformistas,
por citar las dos experiencias más importantes 27. De esta forma, la
capitulación al nacionalismo burgués se disfrazaba de “alianza
obrero-campesina” contra la Teoría de la Revolución Permanente.
En el caso del PO, que compartió durante años la misma organización
internacional que el POR boliviano y nunca hizo una crítica seria a la
vieja fórmula del “Frente Único Anti-imperialista”, la desempolvó
recientemente para fundamentar el llamado a votar a Evo Morales: “La
táctica del frente único antiimperialista se plantea precisamente en
las colonias y semicolonias, cuando estamos frente a un movimiento
nacional, es decir, cuando las masas siguen a una dirección
nacionalista burguesa (o pequeño burguesa) que está enfrentada al
imperialismo. De ningún modo es una táctica que se plantea únicamente
cuando ese enfrentamiento se produce en el plano militar” 28.
Ubicándose en la perspectiva contraria a la señalada por Trotsky
frente a Cárdenas, el PO demuestra que el único contenido que puede
tener esa consigna en la actualidad no es el de una “salida
intermedia” entre la revolución burguesa y la proletaria, sino la lisa
y llana conciliación de clases en algún tipo de “frente popular”.
La teoría de la revolución permanente implicó la superación definitiva
de las fórmulas del tipo de la “dictadura democrática de obreros y
campesinos”, que habían tenido un valor histórico preciso pero habían
sido dejadas en el camino por el propio desarrollo de las experiencias
revolucionarias de los años ‘20. Lo mismo se aplica a las “Tesis de
Oriente” y a la consigna del Frente Único Anti-imperialista, porque la
experiencia china demostró que la burguesía nacional se ubicaba en los
momentos cruciales como un agente del imperialismo contra el
movimiento de las masas obreras y campesinas; y por ende la única
posibilidad de conquistar la independencia nacional y la tierra para
los campesinos recaía en la clase obrera, con su vanguardia organizada
en partido revolucionario, como dirección de la alianza
obrero-campesina. De aquí que cualquier uso de la vieja consigna del
Frente Único Anti-imperialista, que por otra parte ni Trotsky ni la
IVº Internacional en vida de Trotsky jamás tomaron como propia,
implique no sólo un retroceso teórico sino la justificación de una
política capituladora.
ALGUNAS CONCLUSIONES
Creemos llegado el momento de compartir con los/las lectores/as
algunas conclusiones. En primer lugar, es necesario aclarar que la
situación de América Latina ha cambiado mucho, desde los años en que
fueron escritos los textos aquí citados, hasta hoy. En esos años, el
imperialismo inglés se encontraba en retirada, mientras el
imperialismo yanqui no terminaba de imponerse en el que después sería
su patio trasero. Durante el siglo XX, los EE.UU. afianzaron su
dominio sobre América Latina y el siglo XXI nos encuentra en plena
declinación histórica del imperialismo norteamericano, aunque sin
potencia reemplazante a la vista.
Durante ese recorrido, los movimientos “nacionales”, que se habían
propuesto como bloqueo a la revolución proletaria en los ‘40 y como
contención del ascenso de los ‘70, sucumbieron a la ofensiva
neoliberal, transformándose en aplicadores directos de las políticas
imperialistas. A su vez, la clase obrera latinoamericana desarrolló
distintas experiencias de radicalización e incluso de revolución en
ciertos casos, que pusieron en crisis su vínculo con el nacionalismo
burgués y plantearon los elementos de una potencial superación del
mismo.
Hoy, la combinación de desprestigio del neoliberalismo y la
decadencia norteamericana, ha generado una nueva configuración de
gobiernos “posneoliberales” de los cuales el de Chávez es, sin duda,
el que más apoyo concita entre los trabajadores y las masas pobres de
la región.
Chávez, además, dice que quiere construir el “socialismo del siglo
XXI”. En este contexto, la ausencia de fenómenos igualmente
significativos de radicalización obrera, empuja a las corrientes de
izquierda hacia el oportunismo, cuya expresión más cabal es la
excelente predisposición de muchos “marxistas” para ingresar al PSUV
que promueve Chávez junto a la “boliburguesía”.
En este artículo hemos puesto de relieve que este tipo de ilusiones
no son nuevas. No es la primera vez que los reformistas presentan a un
“movimiento nacional” como la antesala del socialismo. Las diferencias
fundamentales son dos: en primer lugar que Chávez no tomó medidas que
se acerquen siquiera en radicalidad a las expropiaciones de Cárdenas.
En segundo lugar, que el posibilismo es mucho más fuerte en la
actualidad que en aquellos años, en los cuáles la clase obrera a nivel
internacional, a pesar de los límites impuestos por el estalinismo,
era vista como un sujeto del cambio revolucionario por el resto de los
sectores populares.
En este contexto, el anclaje en la Teoría de la Revolución Permanente
de Trotsky resulta insustituible a la hora de pensar los procesos
políticos latinoamericanos actuales, desde la óptica de unir la
perspectiva de la emancipación nacional con la de la revolución
proletaria, contra las ilusiones reformistas, etapistas o
semietapistas.
A pesar de no contar con una teoría como la de Trotsky, Mella y
Mariátegui, realizaron una importante lucha ideológico-política,
señalando la imposibilidad de sostener una política anti-imperialista
consecuente sin un programa marxista revolucionario.
Por último en los análisis de Trotsky sobre Cárdenas se anudan, la
articulación concreta de la Teoría de la Revolución Permanente frente
a una realidad específica o como sui generis, y el desarrollo a un
nivel más amplio y preciso de las luchas fundacionales del marxismo
contra el nacional-populismo en América Latina.
Desde el punto de vista político, sostenemos que de la actitud de
Trotsky hacia Cárdenas, podemos desprender toda una serie de criterios
de cómo actuar frente a los nacionalismos burgueses. Esto se refuerza
por el hecho de que Cárdenas fue el que llegó más lejos en cuanto a
afectar los intereses del imperialismo y por lo tanto, lo que el
revolucionario ruso no concedió a Cárdenas no hay por qué concederlo a
Chávez, por más que éste hable de “socialismo”.
***********************
La necesidad de reflexionar desde la teoría marxista sobre los
problemas que implica la cuestión del nacionalismo y/o el
anti-imperialismo en América Latina no puede, ni mucho menos,
limitarse a un recorrido por antiguas polémicas. Sin embargo, los
debates que destacamos en este artículo son un punto de partida para
una reflexión de carácter estratégico que combine los fundamentos de
la teoría marxista con el análisis de la realidad actual.
En este sentido, la política revolucionaria del presente debe
nutrirse del pasado, de sus lecciones, sus experiencias, de todo
aquello que, a través del tiempo, mantiene una actualidad y trasciende
su propio marco histórico. De esta forma, las luchas de clases,
políticas y teóricas pasadas pueden irrumpir en el presente, abriendo
una brecha en el olvido impuesto por una temporalidad moldeada por los
vencedores. Y así el presente se une con el pasado, por la vía de un
pasado que se actualiza en el presente y un presente que se reconoce
en el pasado.
Solamente desde una perspectiva así es posible pararse frente al
fluido escenario de la lucha de clases y la política latinoamericana y
no sucumbir a las ilusiones de la coyuntura. Por el contrario,
aquellos “marxistas” que apuntalan acríticamente la “ilusión
gradualista” están preparando, lo quieran o no, futuras derrotas para
la clase obrera.
Notas
1. Ver, por ejemplo, el Dossier “El anti-imperialismo, ese objeto
múltiple. En torno a las derivas del anti-imperialismo latinoamericano
de los años ‘20″, en Políticas de la Memoria N° 6/7, Bs. As., verano
2006/2007.
2. D. Bensaïd, “The return of strategy”, en International Socialism Nº
113, 2007, publicación teórica del SWP de Gran Bretaña.
3. Esta consigna expresaba la necesidad de la alianza de la clase
obrera y el campesinado contra el zarismo y la burguesía liberal, pero
no explicitaba qué clase sería la que ejercería su hegemonía dentro
del bloque revolucionario.
4. L. Trotsky, “Informe al IVº Congreso de la Internacional Comunista”
en www.marxists.org/archive/trotsky/ 1922/12/ comintern.htm.
5. L. Trotsky, “Tercera Carta de Trotsky a Preobrazhensky” en Teoría
de la Revolución Permanente (compilación), Bs. As., CEIP, 2005, p.
392. Los subrayados son nuestros.
6. L. Trotsky, “Primera Carta de Trotsky a Preobrazhensky”, en
Teoría…, op. cit., p. 379.
7. G. Tennant, The Hidden Pearl of de Caribean: Trotskysm in Cuba,
London, Porcupine Press, 2000.
8. C. M. Cox, “Aprismo y marxismo en la obra de Mariátegui”, en José
Aricó, Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, México
DF, Pasado y Presente, 1980, p. 22.
9. “tengo ánimos […] de impedir a tiempo con la independencia de Cuba
que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa
fuerza más, sobre nuestras tierras de América”, “Carta a Manuel
Mercado”, 18 de mayo de 1895, en www.filosofia.cu.
10. “Karl Marx ha muerto. Como se puso del lado de los débiles, merece
honor […] La Internacional fue su obra: vienen a honrarlo hombres de
todas las naciones. La multitud, que es de bravos braceros, cuya vista
enternece y conforta, enseña más músculos que alhajas, y más caras
honradas que paños sedosos. Karl Marx estudió los modos de asentar al
mundo sobre nuevas bases, y despertó a los dormidos, y les enseñó el
modo de echar a tierra los puntales rotos […] no fue sólo movedor
titánico de las cóleras de los trabajadores europeos, sino veedor
profundo en la razón de las miserias humanas, y en los destinos de los
hombres, y hombre comido del ansia de hacer bien. El veía en todo lo
que en sí propio llevaba: rebeldía, camino a lo alto, lucha”, “Karl
Marx”, 13 y 16 de mayo de 1883, en www.filosofia.cu.
11. J. A. Mella, “¿Qué es el ARPA?” en La lucha revolucionaria contra
el imperialismo, La Habana, Ed. Popular de Cuba y el Caribe, 1960, pp.
23/24.
12. Ibídem, pp. 12/13. El subrayado es nuestro.
13. J. C. Mariátegui, “Punto de vista anti-imperialista”, en
Ideología y Política, Lima, Amauta, 1985, pp. 89/90.
14. Ibídem, p. 91.
15. Remito a los/as lectores/as a mi artículo “La Odisea de
Mariátegui”, publicado en Lucha de Clases Nº 2/3 donde está analizada
en detalle la relación que traza Mariátegui entre revolución
democrático-burguesa y revolución proletaria en el Perú.
16. Además, es importante señalar que a partir del VIIº Congreso de la
KOMINTERN, el estalinismo adoptaría la estrategia de los “frentes
populares” de conciliación de clases con la burguesía antifascista,
interrumpida parcialmente durante el pacto “Molotov-Ribbentrop” entre
la URSS y la Alemania nazi. En este sentido se daban las oscilaciones
que señalaba Trotsky respecto al PCM, que pasaba del anticardenismo
furioso a la colaboración con Cárdenas y viceversa.
17. Ver el prólogo de Christian Castillo a la primera edición de
Escritos Latinoamericanos (Bs. As., CEIP, 1999) y el trabajo de Alicia
Rojo “El trotskismo argentino y los orígenes del peronismo”, en
Cuadernos del CEIP Nº 3 (agosto 2002), entre otros.
18. L. Trotsky, “ México y el imperialismo británico”, Escritos
Latinoamericanos, Bs. As., CEIP, 2000, p. 80. El subrayado es nuestro,
en esta y en todas las citas siguientes.
19. L. Trotsky, “La industria nacionalizada y la administración
obrera” en Escritos Latinoamericanos, op. cit., pp. 163/164.
20. No desarrollamos en este artículo la polémica de la revista Clave
contra la fantasía estalinista de la “educación socialista” en el
México de Cárdenas. Remitimos al lector al artículo “La reglamentación
del artículo 3° constitucional” en Escritos Latinoamericanos, op. cit.
21. O. Fernández, “Problemas nacionales” en Escritos Latinoamericanos,
op. cit, p. 240.
22. Vicente Lombardo Toledano (1893-1969): estalinista, era el jefe de
la Confederación Mexicana de Trabajadores, la gran federación
sindical. Participó activamente en la campaña de calumnias de los
estalinistas mexicanos, destinada a preparar a la opinión pública para
el asesinato de Trotsky.
23. “Discusión sobre América Latina” en Escritos Latinoamericanos, op.
cit., p. 123.
24. Ídem.
25. Ibídem, p. 125.
26. L. Trotsky, “Problemas de la Sección Mexicana”, en Escritos
Latinoamericanos, op. cit., p. 141. Toledanistas: Se refiere a los
partidarios de Lombardo Toledano, ver nota 22.
27. Para una crítica detallada de estas políticas, ver las Tesis
fundacionales de la LOR -CI de Bolivia, organización hermana del PTS,
en www.lorci.org.
28. R. Fernández, “Una Crítica faccional de la LOR-CI (Bolivia) a la
CRCI”, versión electrónica en www.argentina.indymedia.org.